Volved los corazones

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Volved los corazones
por el élder Hartman Rector, hijo
del Primer Quórum de los Setenta

Hartman Rector, JrConsidero un honor y un privilegio hablaros hoy.  Estoy seguro de que el Señor está muy preocupado por las familias de la tierra.

La familia constituye la unidad básica de la sociedad y lo que es más importante, es la unidad básica de la exaltación.  Para el Señor no hay nada más importante.  El ha determinado que sus hijos reciban las mayores bendiciones por medio de esta unidad y el templo es el lugar donde se hace lo necesario para que estas familias sean eternas y exaltadas.

Considero que la familia se encuentra hoy bajo mayor amenaza de lo que jamás lo haya estado desde el comienzo del mundo, con la sola posible excepción de la época de Noé.  Esos también deben de haber sido tiempos difíciles.  Es probable que en la actualidad no seamos tan inicuos como eran los hombres de entonces.  En el libro de Génesis Moisés escribe:

«Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.» (Génesis 6:5.)

No creo haber conocido jamás a nadie que fuera tan malvado como para que «todo designio del corazón fuera continuamente malo».  Más adelante, el Señor indicó que toda carne era corrupta en aquellos días, por lo que hizo que cayera sobre ellos un diluvio y destruyera toda carne excepto a Noé y a su familia.  Entendemos entonces que somos todos descendientes del justo Noé, mas el concepto de familia está siendo severamente asediado en todas las partes del mundo.

El Señor declaró desde el monte Sinaí:

«Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.» (Éxodo 20:12.)

Parece que en la actualidad estamos enfrentándonos a una situación similar a la de los tiempos de Noé y el Señor habla de castigar a la tierra con una maldición, tal como aconteció en la época del diluvio, lo cual sin duda acontecerá otra vez a menos que se logre «volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres» (véase Malaquías 4:6).  Sabemos de personas que consideran que ésta es una misión que le corresponde únicamente a Elías, pero en las revelaciones de Doctrina y Convenios el Señor parece darnos a nosotros esa asignación.  Allí leemos:

«Procurad diligentemente tornar el corazón de los hijos a sus padres, y el corazón de los padres a los hijos.» (D. y C. 98:16.)

Elías vino y entregó las llaves, pero el Señor espera que seamos nosotros quienes hagamos el trabajo.  En una versión un tanto más simple del pasaje de Malaquías el Señor dice:

«He aquí, yo os revelaré el sacerdocio, por conducto de Elías el profeta, antes de la venida del grande y terrible día del Señor.

Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá a sus padres.

De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada en su venida.» (D. y C. 2:1-3; véase también José Smith -Historia 38-39.)

Es así que tenemos en nuestras manos la gran responsabilidad de salvar la tierra o de evitar que sea “asolada» cuando venga el Señor.  Esta tierra fue creada para que Dios el Padre tuviera un lugar adonde enviar a sus hijos a fin de que recibieran cuerpos de carne y huesos y fueran probados.  Si coartamos ésa, Su voluntad, ¿para qué le sirve la tierra al Señor?  Por lo tanto, la asolará y, como en los días del diluvio, de seguro la destruirá.

¿Qué debemos hacer entonces?

Debemos seguir a nuestro Profeta, pues únicamente en ello encontraremos la seguridad necesaria.  Entre otras cosas, él nos exhorta a:

  1. Completar nuestros registros familiares de cuatro generaciones más allá de ellas, si podemos.
  2. Escribir una historia personal y familiar.
  3. Efectuar una cantidad razonable de ordenanzas en el templo concurriendo a la Casa del Señor tan seguido como podamos.

En lo que me es personal, considero que el escribir relatos individuales y familiares contribuirá, mucho más que cualquier otra cosa que podamos hacer, al esfuerzo de volver el corazón de los hijos a los padres y el de los padres a los hijos.  No creo que haya otra cosa que pueda hacer volver el corazón de nuestros hijos a nosotros que el llevar un diario y escribir nuestra historia personal; al leerlos, se sentirán orgullosos de encontrar datos que les hablen de nuestros éxitos,

nuestros fracasos y nuestras características personales, y eso también contribuirá a que ellos se conozcan mejor a sí mismos.  Sentirán el gran deseo de tener su propia familia cuando descubran, a través de ese relato, la bendición que ellos significaron para nosotros.

Asimismo, no creo que hubiera una forma más tangible de volver nuestro corazón hacia nuestros padres que escribir nuestra historia familiar.  Antes de hacerlo debemos llegar a establecer una relación estrecha con nuestros antepasados, lo cual nos conducirá a investigaciones detalladas; Os prometo que llegaremos a amarles sinceramente a medida que nos relacionemos más con ellos.  Hablando de antepasados, ellos han sido personas nobles, que se sacrificaron para darnos lo que hoy tenemos, y se merecen lo mejor que podamos darles, lo cual es, por cierto, la oportunidad de ser miembros de la Iglesia y reino de Dios y el de poder estar sellados a sus seres queridos.

Estoy convencido de que estos registros que se nos pide que escribamos son absolutamente vitales no sólo para la salvación de ellos sino también para la nuestra, que seremos juzgados de acuerdo con los libros que, según Juan serían abiertos, conforme a lo encontramos en el libro de Apocalipsis, donde dice:

«Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.» (Apoc. 10:12.)

Tras citar este versículo del Apocalipsis, el profeta José Smith manifestó lo siguiente, según se encuentra en Doctrina y Convenios:

«Veréis por este pasaje que los libros fueron abiertos, y que se abrió otro libro, que es el libro de la vida; pero los muertos fueron juzgados por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras; por consiguiente, los libros mencionados deben ser los que contenían el relato de sus obras, y se refieren a los registros que se llevan en la tierra…

Ahora, la naturaleza de esta ordenanza consiste en el poder del sacerdocio, por la revelación de Jesucristo, mediante el cual se concede que lo que liguéis en la tierra sea ligado en los cielos, y lo que desatéis en la tierra sea desatado en los cielos.  En otras palabras, tomando otro punto de vista de la traducción, aquello que registréis en la tierra será registrado en los cielos, y lo que no registréis en la tierra no será registrado en los cielos; porque de los libros serán juzgados vuestros muertos. . .» (D. y C. 128:7-8; cursiva agregada.)

A veces pensamos que no tenemos tiempo de escribir un diario.  En el mes de agosto pasado, durante la Conferencia Mundial de Registros, el presidente Kimball dijo:

«Hasta ahora he llenado setenta y ocho volúmenes grandes que contienen mi historia personal.  Ha habido veces en que me he sentido tan cansado al final del día que me ha costado sentarme a escribir, pero me siento muy agradecido por no haber dejado perder aquellas cosas que había que registrar

para mi propio beneficio y el de mi posteridad.» (Ensign, oct. de 1980, pág. 72.)

«La responsabilidad mayor que Dios ha puesto sobre nosotros en este mundo es procurar por nuestros muertos… Los miembros de la Iglesia que desatienden este deber en bien de sus parientes muertos ponen en peligro su propia salvación.» (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 441 y 232.)

El llegar a ser salvador en el monte de Sión, entonces, involucro mucho más que la sola ordenanza del templo, ya que ello implica escribir una historia personal y familiar, así como completar la información de cuatro generaciones, y servir en el programa de extracción cuando seamos llamados para ello.

Por supuesto, nada de esto tendría mucho valor si no contáramos con la Casa del Señor en la cual llevar a cabo esta obra.  La edificación de templos viene a ser entonces una de las obras más importantes de esta dispensación.  Es glorioso vivir sobre la tierra en esta época y tomar parte en esta gran obra de edificar la Casa del Señor en naciones de todas partes del mundo a fin de que las ordenanzas salvadores del evangelio y los vínculos que unen a las familias en forma eterna puedan estar al alcance de todos los hijos de Dios.  Sin duda somos los más bendecidos de todos los que han vivido en la tierra, y de ello doy testimonio en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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