Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada

Conferencia General Abril 1982logo pdf
Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada
por la hermana Barbara B. Smith
Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Barbara B. SmithEl rey Lemuel, en Proverbios, nos habla de las enseñanzas que recibió de su madre.  Ella le dio una impresionante guía y está registrada con todos los detalles.  Especialmente le habló de las cualidades y actitudes que debería tener la que buscara para esposa y madre de sus hijos, y que si su hogar fuera bien dirigido, al final sus hijos se levantarían y la llamarían bienaventurada.

Hoy día necesitamos este consejo específico, cuando son tantas las puertas que atraen el interés y están abiertas para la mujer, cuando nos llegan más y más oportunidades.  Necesitamos examinar detenidamente no sólo esas oportunidades, sino también las necesidades específicas de la familia, si es que deseamos que nuestros hijos reciban aquí, en la vida terrenal, las bendiciones eternas que una madre puede ofrecerles.

Cada madre tendrá que determinar en qué forma puede bendecir a sus hijos, y ya que son muchas las opciones de las cuales una mujer puede seleccionar, es importantísimo que haga la elección cuidadosamente.

Para la mujer que todavía tiene niños en casa, esa elección no es sólo importante, sino más bien crítica.  Necesitará fuentes infalibles para guiarse, como las Escrituras, las enseñanzas de los líderes de la Iglesia y la afirmación personal que vendrá como respuesta a sus oraciones, porque «los vientos de doctrina» de los cuales se nos advierte en Efesios (4:14) quizás en ninguna otra parte sean tan obvios como en las pruebas y decisiones con las cuales se enfrenta la mujer hoy día.

Fácilmente podemos ser «llevados por doquiera» pero «tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro» (2 Pedro 1:19).

Con esa luz de la verdad, cada mujer puede caminar con confianza sabiendo lo que es mejor para ella.

No hay una solución para todos los casos; algunas mujeres pueden encontrar la respuesta en una forma, otras en otra.

Lo ideal de una familia es, siempre ha sido, que la madre permanezca en el hogar con los niños para cuidarlos y ayudarles a crecer, para coordinar y correlacionarlas actividades de la familia, para ser un pilar en contra de las intromisiones del mal.  Sin embargo, hay ocasiones en las cuales las circunstancias son tales que es necesario, a fin de satisfacer las necesidades básicas de la familia, que una madre acepte un empleo fuera del hogar.  El presidente Ezra Taft Benson declaró: «… muchas de ustedes se encuentran en circunstancias que no son las ideales . . . y a causa de la necesidad se ven obligadas a trabajar y dejar a sus hijos al cuidado de otros.» (Reunión general de la Sociedad de Socorro, septiembre de 1981.)

Es a esas madres a quienes hoy dirigimos este mensaje.  Instamos a las líderes de la Sociedad de Socorro para que se aseguren de incluir a estas madres cuando se hagan llamamientos en la organización y también vean que las lecciones y programas satisfagan sus necesidades.  Esperamos que los esposos, maestros orientadores y maestras visitantes las alienten y las apoyen positivamente en el papel tan exigente que tienen.  Porque sabemos que además de su responsabilidad al trabajar, también deben proporcionar el apoyo emocional que los niños necesitan.  Aparte de las necesidades físicas tan obvias de los niños, hay otros aspectos en la vida de éstos que la madre no debe dejar pasar desapercibidos aunque tenga un empleo fuera del hogar.

Son muchos los problemas con que se enfrenta una madre que trabaja y tiene niños pequeños.  Primero, debe encontrar una persona que cuide bien a sus niños.  Segundo, tiene que decidir qué hará en caso de una emergencia, accidente o enfermedad.  Tendrá que depender de la ayuda de un supervisor o empleador considerado, un miembro de la familia, un vecino, una maestra de escuela o alguien que le ayude en esos momentos de crisis.

Nos hemos dado cuenta de que la mayoría de las madres que trabajan organizan su tiempo, planeando con anticipación las compras y asignaciones de labores para incluir a cada miembro de la familia.  Comprenden la importancia de preparar alimentos nutritivos y de tener un ambiente agradable para la cena familiar, aunque la tentación de los establecimientos con alimentos preparados está siempre presente como una fácil alternativa.

Sin embargo, todos estamos conscientes de que las verdaderas pruebas por las que pasan muchas madres que trabajan están en la responsabilidad de guiar a sus hijos, cuando éstos tienen preguntas, decisiones que tomar y cuando se presentan problemas.  Ellas llegan a percibir aquellas necesidades que los niños tienen y no expresan, y aquellas que los jóvenes, por su inmadurez, ni siquiera reconocen.  Una madre no siempre estará presente cuando un niño más la necesite, pero nos hemos dado cuenta de que muchas madres que trabajan hacen uso de cada oportunidad para estar con sus hijos, para trabajar con ellos a fin de que puedan cumplir con sus responsabilidades en el hogar.  Cuando es posible, vais de compras juntos, planean juntos y aunque más no sea el estar con ellos en la misma habitación les hará sentir que alguien los ama.

Tal vez para la madre que trabaja exista la tentación de planear «paseos especiales» y «tiempo para así como el llamado «tiempo cualitativo» que pasa con los niños; sin embargo, muchas están al tanto del peligro que esto puede acarrear, porque si todo el tiempo que la madre pasa con los hijos es recreativo, ellos pueden recibir una imagen muy distorsionada de la vida. Es importante que los niños vean el equilibrio que debe existir entre el trabajo y el juego.  Es necesario que sepan que los acontecimientos especiales son más significativos cuando se establecen rutinas diarias y se cumple con los deberes asignados.

Una abuela ayudó a sus nietos a aprender esta verdad; cuando llegaban a visitarla, ella seleccionaba cuidadosamente tareas que podían hacer juntos, y después jugaban; cuando terminaba el juego, se hacía otra tarea y así sucesivamente.  Los niños aprendieron, como ella esperaba, la relación entre el trabajo Y el juego y el gozo de jugar después de haber terminado un trabajo.

Las tareas escolares y, la práctica para desarrollar un talento musical u otros talentos, pueden formar parte de la rutina diaria.  Una madre que se esfuerza por tener éxito puede ayudar a los niños a apreciar, el precio de éste, trabajando con ellos cuando sea necesario v ayudándoles a lograr un grado de excelencia.  La madre puede ser el factor decisivo en los logros de un niño; ella puede apoyarlo dirigiéndolo Para que complete sus asignaciones correctamente; puede ayudarle a cosechar las recompensas de un esfuerzo constante.

Aunque una madre que trabaja no puede ser el modelo constante, como lo sería si estuviera en casa con sus hijos, ella puede ayudarles a aprender la disciplina personal que se adquiere con las responsabilidades diarias rutinarias y con el elogio cuando han hecho bien un trabajo.

Un la madre debe considerar los propósitos esenciales de la vida.  Leo Rosten, escritor, científico y catedrático, hizo una declaración digna de meditar:

«¿En dónde se nos prometió que la vida en esta tierra sería fácil, libre de conflictos e incertidumbre, exenta de angustias y dolor?. . .

«El propósito de la vida es llegar a ser algo, ser productivo, tal vez para que se note la diferencia de haber llegado a vivir.  La felicidad, en su antiguo y noble sentido, significa realización -y se da a aquellos que utilizan al máximo los talentos que Dios les ha otorgado.» Continúa diciendo: «Para mí la felicidad descansa en utilizar los recursos de la mente Y el corazón hasta donde seamos capaces. (This Week Magazine, 20 de enero de 1963.)

Una mujer que trabaja para satisfacer las necesidades de sus hijos debe aprender los propósitos esenciales de la vida, debe conocer al Señor y sentir su amor y guía.  Entonces podrá ayudar a sus hijos a conocerlo y a crecer con la seguridad de que nuestro Padre Celestial los ama.

Una mujer que aprendió estas cosas escribió:

«Después del divorcio decidí que mis hijos tendrían lo mejor de lo mejor . . . les daría todo lo que necesitaran . . . y tomaría el lugar de su padre.  Los llevaría a días de campo, edificaríamos una casa arriba de un árbol, y jugaríamos con la pelota.  No les iba a permitir que sufrieran a causa de nuestro divorcio.  Cociné, cosí, corrí, jugué, luché, limpié la casa, planché ropa . . . Estaba muy ocupada siendo madre y padre para ellos.

«Una noche los mandé que se bañaran mientras yo terminaba una tarea en la casa.  Una vez terminada ésta, regresé al cuarto de baño, enjaboné a uno de ellos, lo enjuagué, lo paré sobre el tapete y lo arropé con una toalla; después lo llevé a su habitación, le puse la ropa para dormir y lo acosté en la cama.  Lo mismo hice con su hermano y después con su hermanita.

«Cuando me incliné para besarlos, mi hijo mayor dijo:

-¡Por favor, cántanos una canción!
-¿Cuál? -le pregunté.
-«Mi querido Santo Clos» -dijo el pequeño.
-No, mejor canta «El arroyito da» -dijo el otro.
-No, canta «Las florecitas» -dijo la niña.
-Si canto una canción, va me veo aquí cantando por una hora, y ahora no tengo tiempo.  Así que buenas noches -salí y apagué la luz.
-Marni, por favor, cántanos sólo una canción; tú decide cuál.
-¿Y la oración? -preguntó otro.
-Ya les dije buenas noches, así será -les contesté.

«Mientras me dirigía al cuarto de baño para recoger las cosas, pensé cuán agradecidos iban a estar algún día cuando tuvieran algunos años mas y se dieran cuenta de todo lo que estaba haciendo por ellos.

«Cuando entre al cuarto de baño, algo me hizo reaccionar. En el tapete del cuarto había tres pares de huellas muy bien definidas. Por un breve momento pensé que en esas huellas estaba parado el espíritu de estos preciosos nenes que apenas había puesto en la cama. En ese momento me di cuenta de lo tonto de mis acciones. Me había preocupado tanto de satisfacer las necesidades físicas del cuerpo mortal que me habla olvidado del aspecto espiritual. Sabia que era mi responsabilidad sagrada nutrir los dos. Si los vestía a la ultima moda, dándoles todo lo que el dinero puede comprar, y fracasaba al no satisfacer sus necesidades espirituales, no tendría justificación como madre.

«Humildemente regrese a la habitación donde estaban los niños, nos arrodillamos en oración, los cuatro nos subimos a la cama grande de los varones y cantamos canciones hasta que todos se durmieron y quede cantando sola.»

Las mujeres Santos de los Últimos Días pueden encontrar programas en la Sociedad de Socorro que les ayudaran a satisfacer muchas de las necesidades que tienen los niños, no solamente en beneficio de su salud v seguridad, alimentos y vestuario; necesidades sociales y emocionales, sino en lo concerniente a su crecimiento espiritual y al establecimiento de buenas relaciones familiares que perduraran para siempre.

Abundan los testimonios de aquellas que han sobresalido en el cuidado de sus hijos como madres sin cónyuge. Sabemos sin duda alguna que el Señor esta consciente de ellas, y aunque su responsabilidad es muy difícil, pueden lograr el éxito. Pero ellas también deben hacer decisiones a la luz de los principios y los propósitos del Señor, con esa fe que es la substancia de las cosas que se esperan.

Con la ayuda del Señor, las familias recibirán la fuerza para llevar a cabo lo que les es requerido, trabajando unidas y utilizando todas las habilidades posibles para organizar y ser prudentes, a fin de lograr las metas que se han fijado. Los niños responden rápidamente cuando hay una necesidad y pueden trabajar junto con uno o ambos padres para lograr el éxito familiar.

De todas las creaciones de Dios, el hombre y la mujer son los únicos que pueden llegar a ser como El es. Somos sus hijos; El nos ha dado un plan, un modelo y enseñanzas que nos ayudaran a adquirir sus atributos.

Podemos aprender a ser como El es tomando su ejemplo cuando enseñamos a nuestros hijos: estableciendo una comunicación regular con ellos, escuchándolos, guiándolos, animándolos, velando por ellos, protegiéndolos, pero no dominándolos, permitiéndoles aprender por medio de la experiencia, corrigiéndolos de tal manera que aprendan a obedecer, no porque es nuestro deseo, sino porque han aprendido lo correcto, lo que les permite crecer en sabiduría.

Podemos planear nuestra vida, y hasta donde sea posible, determinar el fin desde el comienzo, edificando sobre los principios que Dios nos ha dado y proveer la seguridad de la verdad.

Podemos esforzarnos por ser un modelo de rectitud. Los niños aprenden lo que es la vida observando e imitando.

Cuando la madre es feliz, el mundo de los niños se llena de felicidad. Cuando ella toma decisiones sabias, les ayuda a aprender el discernimiento, un elemento tan importante para el progreso de la familia. Cuando aprende del Señor el amor cristiano, lo aplicará sin egoísmo, bendecirá su hogar y al mismo tiempo enseñará a sus hijos la manera de amar. Como se nos dice en las Escrituras «trabajando con todas las fuerzas del cuerpo y las facultades del alma entera» (Palabras de Mormón 18), podemos tener paz en nuestra vida y enseñar a nuestros hijos a «orar y a andar rectamente delante del Señor» (D. y C. 68:28).

Las madres tienen la oportunidad especial de traer hijos al mundo; también desempeñan un papel muy significativo en el éxito y felicidad que ellos tengan aquí, mientras los preparan para la vida eterna.

Las condiciones económicas de la actualidad presentan problemas a las mujeres v sus familias que tienen implicaciones y efectos que se sentirán en lo futuro. Una mujer puede encontrar soluciones cuando reconoce las necesidades que sólo ella puede satisfacer y lo que debe hacer para desarrollar las cualidades cristianas en sus niños; cuanto mas cerca viva del Espíritu, mas fácil será su tarea. Una esposa tal vez tenga el deseo de ayudar con las finanzas de la familia. Sobre esto el presidente Kimball nos ha dado el siguiente consejo:

«Sabemos que hay mujeres que, por circunstancias ajenas a su voluntad, deben trabajar; comprendemos estas situaciones. . . sin embargo, no cometáis el error de ser arrastradas a efectuar tareas secundarias, que os harán descuidar vuestros deberes eternos, como el de la maternidad y el de enseñar a los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial.  Orad siempre fervorosamente con respecto a todas vuestras decisiones.» (Liahona, enero de 1980, pág. 170.)

En «Una pequeña parábola para las madres», escrita por Temple Bailey, se le dijo a la joven madre que el camino de la vida no sería fácil, pero que el final sería mejor que el principio.  Ella enseñó a sus hijos que la vida era buena, les dio valor, y los fortaleció.  Finalmente pudo enseñarles a mirar por sobre las nubes que daban sombras de obscuridad a la vida, para que vieran la gloria de Dios.  Cuando supieron la manera de encontrar a su

Padre Celestial a pesar de la obscuridad y la forma de vivir con la luz de Su gloria, pudieron caminar solos. La jornada de la madre había llegado a su fin, y este ciertamente fue mejor que el principio por las cosas que había podido enseñar a sus hijos.

Y al final sois vosotras, maravillosas y hermosas madres, que habéis puesto a vuestras familias primero, las que habéis ayudado a cada niño a crecer y a sentir vuestro amor y el de nuestro Padre en los cielos. Vuestros hijos han llegado a conocer la verdad del evangelio conforme habéis dado testimonio de esa verdad con vuestra vida. Ellos serán quienes os llamaran «bienaventuradas». De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amen.

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