Conferencia General Abril 1982
Tres asuntos vitales
por el presidente Gordon B. Hinckley
Consejero en la Primera Presidencia
¡Me gusta mucho ese himno! («Pon tu hombro a la lid») y me gusta particularmente la ultima estrofa:
Velad, luchad, a Dios orad,
con fuerzas y valor;
y buenas obras alentad,
pon tu hombro a la lid.
(Himnos de Sión, 72.)
Pongamos nuestro hombro para hacer progresar el reino de Dios. Hoy quisiera hablaros de algunos de los aspectos de esta obra.
Recuerdo cuando de jovencito venia a estas conferencias, de la misma forma que vosotros, jóvenes, habéis venido esta noche. En mas de una ocasión escuche al presidente Heber J. Grant dar testimonio con gran convicción concerniente a la sagrada ley del diezmo y a las maravillosas promesas que el Señor ha hecho a aquellos que son fieles en este pago de ellos, así como en el de sus ofrendas. Siempre me he sentido sumamente conmovido por lo que escuche.
Nunca me cupo la mas mínima duda de que era el Señor, el Dios de los cielos, quien hacia tales promesas. Yo sabia que El estaba en condiciones de guardar sus promesas y he obtenido un conocimiento cierto de que así lo hace.
Siempre estaré agradecido hacia mis padres quienes, desde que tengo uso de razón, nos han enseñado a pagar el diezmo. En aquella época, en el barrio al que pertenecíamos, el obispo no disponía de una oficina en el centro de reuniones. Cuando llegaba el momento de efectuar el ajuste de los diezmos, Ibamos a su casa. Recuerdo la sensación algo nerviosa que experimentaba cuando de niño iba a efectuar mi ajuste de diezmos con el obispo. Es posible que el diezmo de ese año hubiera alcanzado un total de 25 centavos, puesto que en aquella época de rigores económicos los ingresos de un niño eran sumamente limitados; pero por cierto que reflejaban la décima parte de toda moneda que cayera en nuestras manos, según nuestros cálculos infantiles, inspirados siempre por el versito que recitábamos en la Escuela Dominical, y que decía: »¿Quieres saber lo que es el diezmo? Te lo explico otra vez. Diez centavos en un peso, y un centavo entre diez.»
Nunca consideramos el pago de nuestro diezmo como un sacrificio. entendíamos que era nuestra obligación, y que aun cuando éramos pequeños estabamos cumpliendo con nuestro deber como el Señor lo había delineado, y con nuestra contribución estabamos asistiendo a su Iglesia en la gran obra que debía llevarse a cabo.
No pagábamos el diezmo con la esperanza de recibir bendiciones materiales a cambio, aun cuando podemos testificar que las hemos
recibido a causa de ello. El Señor ha abierto las ventanas de los cielos y ha derramado sus bendiciones en una medida maravillosa. No me cabe ninguna duda que El bendecirá a todos aquellos que sean obedientes a este mandamiento.
No me mal interpretéis. No os estoy diciendo que si paguéis un diezmo integro podréis cristalizar vuestros sueños de poseer una hermosa propiedad, un automóvil ultimo modelo y una casa de veraneo. El Señor abrirá las ventanas de los cielos conforme a las necesidades que tengamos, y no a lo que codiciemos. Si pagamos los diezmos pensando en la recompensa material estamos haciéndolo fundados en una razón equivocada. El propósito fundamental del diezmo es proveer a la Iglesia los medios necesarios para llevar a cabo la obra del Señor, mientras que las bendiciones que recibe el dador son un beneficio auxiliar, estimándose la posibilidad de que tales bendiciones no siempre estén representadas en forma material o económica. Hablando de que se abrirán las ventanas de los cielos y de allí emanarán bendiciones tan abundantes que casi no habrá lugar para recibirlas, Malaquías nos dice:
«Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.
«Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los Ejércitos.» (Malaquías 3: 12.)
Hay muchas maneras en las que el Señor nos puede bendecir mas allá de las riquezas del mundo. La merced de la salud es una de ellas. El Señor nos ha prometido que reprenderá al devorador por nosotros. Malaquías habla de los frutos de la tierra. ¿No podría aplicarse esa reprensión del devorador a nuestros esfuerzos e inquietudes en general?
Nos encontramos también con la gran bendición de la sabiduría, del conocimiento, incluso tesoros escondidos de conocimiento. Se nos promete que la nuestra será una tierra deleitable si somos siempre obedientes a esta ley. Interpreto la palabra «tierra» como gente, o sea, que aquellos que son obedientes llegaran a ser personas deleitables. ¡Que maravilloso el adquirir esa condición de personas a quienes otros describirían como bendecidas!
Hay quienes en nuestros días argumentan que debido a las presiones económicas bajo las cuales viven no pueden pagar sus diezmos. Recuerdo una experiencia que tuve cuando era presidente de estaca hace muchos años. Uno de los miembros vino a mi oficina para que le firmara la recomendación del templo. Le formule las preguntas de rigor e inquirí, entre otras cosas, en cuanto a si era integro en el pago de su diezmo. Sin reparos me contestó que no lo era, que le resultaba imposible pagarlo a causa de las muchas deudas que tenia. Me sentí inspirado a decirle que jamas se libraría de las deudas hasta que pagara su diezmo. Transcurrió un par de años en los que este hombre continuó en su habito, pero después tomó una decisión. Al poco tiempo me visitó otra vez y me comentó: «Lo que usted me dijo probó ser cierto. Estaba convencido de que no podía pagar mi diezmo debido a las deudas que tenia, pero descubrí que por mas que trataba, no podía reducirlas tampoco. Por ultimo mi esposa y yo lo discutimos y llegamos a la conclusión de que pondríamos a prueba la promesa del Señor. Así lo hicimos y de una manera que no podemos comprender, el Señor nos bendijo. No hemos echado de menos la suma que pagamos como diezmo, y por primera vez en muchos años estamos comenzando a ver reducidas nuestras deudas. También hemos aprendido a ser mas cuidadosos en el curso que le damos a nuestro dinero. Puesto que ahora tenemos objetivos mas elevados, somos bastante mas moderados en nuestras ambiciones, y por sobre todas las cosas, ahora sentimos que podemos ir a la casa del Señor con la conciencia limpia por ser merecedores de esta maravillosa bendición.»
Ruego con todo mi corazón, mis hermanos, que como Santos de los Ultimos Días seamos íntegros hacia el Señor en el pago de nuestros diezmos y ofrendas. A vosotros, jóvenes, que estáis presentes aquí esta noche, os ruego establecer este habito en vuestra vida mientras sois aun jóvenes, y que se resuelvan a continuar con el siempre. Ruego a aquellos que son oficiales en la Iglesia para que inculquen a los miembros, para el beneficio y la bendición de ellos, que incrementen su fidelidad en el pago del diezmo y las ofrendas.
Se ha dado a la Iglesia una gran responsabilidad y el diezmo constituye la fuente de ingresos que le permite a esta llevarla a cabo. La necesidad siempre supera la disponibilidad. ¡Que Dios nos bendiga para que seamos fieles en la observancia de este gran principio que viene de El con su maravillosa promesa!
Ya que estamos hablando de asuntos financieros, quisiera mencionar otro punto. En el curso de los últimos días he recibido dos cartas, las cuales giran en torno a la queja de que la magnitud de un llamamiento en la Iglesia va en proporción a la solvencia económica de la persona; de que a fin de que alguien sea tenido en cuenta para servir como obispo o presidente de estaca, les será necesario demostrar una cierta solvencia económica, y de que los hombres de recursos modestos y ocupaciones humildes, parecería que nunca son siquiera considerados.
Si tal cosa es lo que se percibe, lo lamento, pero se trata de una impresión falsa. Tras mas de un cuarto de siglo de experiencia en la organización y reorganización de una multitud de estacas, puedo asegurar que la posición económica de una persona ha sido y sigue siendo el menor de los aspectos que se tienen en cuenta para seleccionar a un presidente de estaca. Uno de los presidentes mas queridos y capaces que yo conozco, en cuyo modesto hogar he tenido el gusto de ser hospedado, es un carpintero de oficio que se gana la vida trabajando a brazo partido. Presidió una estaca dentro de cuyos limites residían muchas personas de tremenda solvencia económica quienes le miraban con amor y respeto y le apoyaban como su líder.
E1 mes pasado estuve con otro presidente de estaca que también es carpintero y que se gana la vida con mucho esfuerzo. El también es amado y respetado como líder espiritual de su gente.
E1 presidente de estaca debe ser un timón espiritual, pero también tiene que poseer la capacidad de administrar los complejos asuntos de una estaca, por lo que debe contar con una cierta habilidad administrativa o por 1d menos con la capacidad de aprender. Por ser también un juez entre esos miembros, debe poseer sabiduría y discernimiento. Pero téngase bien en claro que las riquezas y la solvencia económica no son un requisito para servir en la Iglesia. Creo estar hablando en el nombre de las demás Autoridades Generales cuando digo que al seleccionar un hombre para presidir una estaca de Sión, se pronuncian muchas oraciones para saber la voluntad del Señor, y sólo cuando esa voluntad se hace clara, se procede a la acción.
Con nosotros sucede lo mismo que sucedió con Samuel cuando fue enviado a buscar un sucesor para Saúl. Cuando el primero de los hijos de Isaí pasó frente a Samuel, este quedó impresionado favorablemente con su apariencia.
«Y Jehová respondió a Samuel: no mires a su parecer ni a lo grande de su estatura», (y aquí yo agregaría «no te fijes en su cuenta bancaria») «porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que esta delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.’ (1 Samuel 16:7.)
Tengo la mas plena seguridad de que lo mismo acontece cuando los presidentes de estaca tienen que sugerir nombres de posibles obispos, y así sucesivamente en la selección de los varios oficiales de la Iglesia. Si una de las personas escogidas para ocupar un cargo resulta tener una buena posición, honestamente ganada, que así sea; eso le permitirá disponer de mas tiempo y mayores recursos para entregarse a su trabajo eclesiástico, el cual puede verse mejorado por su habilidad administrativa. Pero téngase en cuenta que esa no será la razón por la cual fue elegido, sino que la dignidad personal es el requisito fundamental para ser llamado a un oficio en el reino de Dios. El quinto Articulo de Fe establece: «Creemos que el hombre debe ser llamado de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.»
Así debe ser siempre en la obra del Señor.
También se me ha pedido que diga unas palabras con respecto a las publicaciones de la Iglesia. Cuanto mas pasan los años, mas agradecido estoy a mis padres por proveernos en el hogar cosas buenas para leer. Teníamos en nuestra casa una biblioteca de mas de mil libros. En aquella época, por supuesto, no disponíamos de la televisión, ni siquiera la radio estaba al alcance de la mayoría de las personas. No quisiera que interpretarais que de niños leíamos los libros de nuestro padre, pero si quisiera decir que nos proveían el debido medio ambiente. Veíamos a nuestros padres leer, y ellos a su vez nos leían a nosotros; eso nos familiarizo con buenos libros. Era totalmente natural para nosotros el vernos rodeados de buena literatura. Los libros eran como amigos que estaban siempre dispuestos a darnos de si. Además de los libros contábamos con las revistas de la Iglesia. Nuestros padres las leían y nos las leían a nosotros.
Disponíamos también del periódico Deseret News en nuestro hogar, mucho antes de que comenzara a publicarse el Church News (órgano oficial de prensa de la Iglesia). Leerlo era algo que nos fascinaba.
Al echar una mirada retrospectiva a la época de la escuela secundaria y de la universidad, me maravilla percibir lo poco expuestos que estabamos a lo que hoy conocemos con el nombre de pornografía y obscenidad. Es posible que la nuestra fuera una sociedad protegida, pero era por cierto un ambiente muy bueno para criar a los hijos.
Lamentablemente, hoy vivimos en un mundo saturado por el sexo. Sus dardos nos llegan de todas partes: a través del cine, en los libros y las revistas, en la propaganda de los periódicos, por medio de la televisión en sus varias formas y, en algunos casos, por intermedio de la radio. No hay forma de eliminar esta amenaza por completo, pero hay algo que podemos hacer para contrarrestar su negativa influencia. Podemos hacer que nuestros hijos se vean expuestos a la lectura constructiva. Pongamos a su disposición buenos libros y buenas publicaciones de la Iglesia los cuales les proporcionaran el sentimiento de que forman parte de una organización extraordinaria que influye positivamente en la vida de hombres y mujeres en todas partes del mundo.
Hace algunos años leí que en una oportunidad se le preguntó a *Emerson cual de todos los libros que había leído era el que mas había influido en su vida. Su respuesta fue que le era tan difícil recordar los libros que había leído como las comidas que había comido, a pesar de que cada uno de ellos había contribuido a su formación. Cada uno de nosotros es producto de los elementos a los que se ve expuesto. Podemos aprovechar todo lo bueno de tales elementos y así mejorar el resultado. Ruego que hagamos un esfuerzo para mejorar el ambiente en que nosotros y nuestros hijos vivimos.
Ahora, para terminar, quisiera dirigirme a los jóvenes de la Iglesia. Supongo que muchos de vosotros tuvisteis oportunidad de escuchar al élder LeGrand Richards esta tarde. El presidente Harold B. Lee catalogó al élder Richards en una oportunidad como «una obra maravillosa y un prodigio». El hermano Richards tiene ya noventa y seis años, y pese a que tiene algunos problemas para desplazarse, su lucidez mental es espléndida. Cuando nos habla en las conferencias, lo hace sin la ayuda de ningún texto. Nos cita pasajes de las Escrituras, nos cuenta experiencias vividas y hasta nos fascina con su incomparable sentido del humor al relatarnos sus experiencias misionales. En su discurso de hoy nos instó a orar a fin de que podamos llegar a ser. mas dinámicos y eficaces en la defensa de las enseñanzas del Señor.
Ayer anunciamos la reducción en la duración del servicio misional para los jóvenes. El periodo ya no será de veinticuatro sino de dieciocho meses. Esto quiere decir que todos los jóvenes que sean enviados a partir de este momento, dispondrán de un veinticinco por ciento menos de tiempo para brindar a la obra; también significa que la obra del Señor se vera hasta cierto punto afectada por esta reducción. Existen solamente dos formas mediante las cuales podamos compensar la disminución: En primer lugar, que cada joven salga mejor preparado para cumplir con su misión de una forma mas eficaz, mucho mas eficaz. Segundo, que podamos disponer de una mayor cantidad de nuestros jóvenes para enviar como misioneros.
Al escuchar al élder Richards esta tarde, me dije-Su tremendo entusiasmo, su increíble dominio de las Escrituras y su capacidad de razonamiento y persuasión son sin duda el producto de su dedicación a la obra misional. Es por eso que quisiera decir a todos los niños y jóvenes que se preparen para este servicio. Ahorrad dinero con tal fin y abrid una cuenta bancaria para tener ese dinero disponible cuando lo necesitéis.
Si tenéis oportunidad de hacerlo, estudiad otro idioma. Cabe la posibilidad de que no seáis llamados a servir donde se hable el idioma que estudiéis, pero el hacerlo os otorgara un mayor dominio de vuestra propia lengua y de otra que en el futuro tal vez os sea menester aprender. No desperdiciéis ninguna oportunidad de adquirir un entendimiento mas profundo del evangelio. Con este fin, los programas de seminarios e institutos constituyen una fuente invalorables; participad en ellos.
La obra del Señor requiere nuestros mejores esfuerzos, y este es el momento de comenzar a prepararse para ese servicio. Manteneos limpios y dignos de representar al Señor ante el mundo, lo cual significa absteneros del consumo de alcohol, de tabaco y de drogas, y evitar toda practica inmoral de cualquier naturaleza que sea.
Que Dios os bendiga, mis hermanos del sacerdocio, con fe, con testimonio y con amor hacia Su grande y sagrada obra. Vosotros sabéis que es verdadera, conocimiento del cual testificamos en el nombre de Jesucristo. Amen.
Ralph Waldo Emerson (1803-1882), filosofo norteamericano.























