Un lugar seguro para el matrimonio y la familia

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Un lugar seguro para el matrimonio y la familia
por Barbara B. Smith
Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Barbara B. SmithMis estimados hermanos y hermanas, los principios básicos de bienestar son el amor, la consagración, el trabajo, el servicio, la mayordomía o responsabilidad y la autosuficiencia, los cuales pueden fortalecer nuestro matrimonio y familia si los ponemos en práctica en el hogar.  Permitidme que me explique.

Repasemos los últimos versículos de Proverbios 31 donde se mencionan las admirables cualidades de la mujer virtuosa, aquella cuya «estima sobrepasa largamente a las piedras preciosas» (versículo 10).  En el versículo 11 descubrimos una substancial descripción del matrimonio, que dice: «El corazón de su marido está en ella confiado».  Estas notables palabras revelan primeramente que el esposo ha confiado su corazón a su esposa, y, en segundo término, que ella cuida bien de ese tesoro.  Esta pareja parece comprender la importante verdad de que todo hombre y mujer que hacen convenio de establecer una familia deben crear un lugar seguro para su amor.

Es natural que el ser humano anhele encontrar a alguien que estime y trate con delicadeza el afecto que es capaz de dar.  Así lo expresan las palabras del poema de William Butler Yeats sobre el enamorado que ha puesto sus añoranzas a los pies de su amada, y le ruega:

«Avanza con cautela, te ruego, porque caminas sobre mis sueños» («He Wishes for the Cloths of Heaven», The Oxford Dictionary of Quotations, tercera edición, Nueva York: Oxford University Press, pág. 585).

Similares en sentimiento son las palabras de Anne Bradstreet, poetisa de la fe puritana, quien en el poema titulado: «To my Dear and Loving Husband» (A mi querido y amante esposo) dice:

Si dos han de ser uno, tú y yo lo somos.

Si existe hombre amado por su esposa, ése eres tú. (The New Oxford Book of American Verse, ed.  Richard Ellmann, Nueva York: Oxford University Press, 1976, pág. 6.)

La confianza es para las relaciones humanas lo que la fe es para el evangelio.  Es el comienzo, de cimiento sobre el cual es posible edificar.  Donde hay confianza, puede florecer el amor.

Añadamos luego al amor la consagración o sea, la dedicación de dos vidas a un propósito sagrado.  Para que haya un lugar seguro para el amor, debe existir este tipo de cometido.  Observemos que en Proverbios dice que el marido ha entregado a su mujer su corazón, no de un modo condicional, ni la mitad ni una porción de él, sino todo su corazón.  Consagrar es entregar todo cuanto se posee.  Cuando un hombre y una mujer hacen convenios matrimoniales en el sagrado templo, dan comienzo a una nueva unidad familiar de naturaleza eterna, con todas las bendiciones prometidas a Abraham, Isaac y Jacob.  Una unión de esta índole está dedicada a los sagrados designios del Señor, a saber: «Llevar a cabo la inmortalidad y vida eterna del hombre» (Moisés 1:39).

Es probable que la joven que está próxima a casarse, ansiosa de tener «un hogar propio», no tenga un concepto cabal de la abnegación con que es necesario contar en un buen matrimonio, de esa clase de amor que «no busca lo suyo».  El marido cuyos planes futuros están centrados en su propio éxito profesional tiene una visión errónea de las responsabilidades que debe asumir en una familia celestial.

Detengámonos a considerar algunos de los beneficios de un matrimonio basado en el amor y la consagración.

  1. Ambos cónyuges están dedicados a ayudarse mutuamente para alcanzar el máximo desarrollo posible. ¡Qué grato es oír al élder David B. Haight, por ejemplo, contar cómo ha ayudado a su esposa en un quehacer doméstico para que ella pudiera asistir a sus clases de español!

Cuando marido y mujer hacen germinar y crecer la clase de amor que permite al uno encaminar al otro hacia la perfección, que es su potencial, fortaleciendo su testimonio de la verdad, ambos progresarán juntos.  Para que los lazos que unen a un matrimonio sean firmes, es indispensable que ambas partes tengan el mismo e intenso deseo de hacer surgir lo mejor tanto en sí mismos como en el cónyuge.  El marido debe dar su apoyo a su mujer a fin de que ella pueda usar bien los talentos que Dios le ha dado.  La esposa debe dar su apoyo a su marido para que él pueda guiar a la familia.

  1. En un matrimonio que goza de la confianza basada en el amor y la consagración, hay lugar para que exista una variedad de opiniones.

Para que un hombre y una mujer lleguen a ser uno, deben acomodarse o resolverse muchas diferencias, grandes así como pequeñas.  Cuando los vínculos matrimoniales son firmes, las diferencias no suponen discordias, ya que aquéllas pueden considerarse abiertamente hasta que se llegue a una solución satisfactoria; y esto porque habrán convenido en establecer los puntos básicos: Ambos se han comprometido a amarse mutuamente, a edificar el reino de Dios y establecer una unidad familiar eterna.  Luego, considerarán todos los asuntos a la luz de esos tres puntos básicos.  Cuando éstos se mantienen inviolables, el matrimonio continúa intacto aun cuando para resolver sus problemas deban hablar extensamente e intercambiar opiniones y puntos de vista.

Al visitar el hogar de su hermana menor, una mujer presenció una discusión en la que se resolvió una diferencia de opiniones en un amable y franco intercambio de ideas entre los esposos.  Esta hermana después confesó que eso jamás hubiera podido ocurrir en su hogar.  «Porque», explicó, «no nos podemos dar el lujo de revelar nuestras diferencias, ya que hasta el problema más mínimo constituye una amenaza a la integridad de nuestro matrimonio.

Algunas relaciones matrimoniales son tan sólo treguas amistosas.  Sin embargo, si las parejas que viven así echarán los cimientos de dedicación y confianza mutua, de consagración y cariño, podrían edificar un lugar seguro donde las personas pudieran hablar y ser escuchadas, donde el amor pudiera crecer, y donde se pudieran considerar e integrar distintos puntos de vista.

  1. Todos los hijos cuentan con el amor e interés de ambos padres.

Cuando se trata a los hijos con igualdad y justicia, no hay causa para que exista la envidia, porque no existe favoritismo.  En el Libro de Mormón, aprendemos que cuando las personas eran fieles al Señor y disfrutaban de la inspiración del Espíritu Santo, prevalecían las condiciones mencionadas.  Vemos un ejemplo de ello en 4 Nefi, donde dice:

«Obraban rectamente unos con otros.

Y tenían en común todas las cosas; por tanto, no había ricos ni pobres. . . sino que todos fueron. . . participantes del don celestial» del amor. (4 Nefi 2-3.)

  1. En conclusión, el amor y la consagración establecen los cimientos de la felicidad. Esto también se describe en 4 Nefi, donde dice:

«Y ocurrió que no había contenciones en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo.

Y no había envidias, ni tumultos . . . y ciertamente no podía haber un pueblo más dichoso. . .» (4 Nefi 15-16.)

Recordemos que la familia establecida en el fundamento del amor y resguardada por la consagración se mantiene a través del trabajo y del servicio.  Ahora bien, un hogar se fortalece con el trabajo de sus miembros cuando a éstos se les respeta.

Con frecuencia, la mujer que se siente desanimada por su situación no necesita más que aprecio y reconocimiento de parte de aquellos a quienes sirve.  Es fácil que la familia se acostumbre a las circunstancias placenteras del hogar y que olvide la organización, la energía y las habilidades que se requieren para su marcha eficaz.  Tal vez se necesite apreciar más a la madre que hace todo lo que está a su alcance para cuidar de su casa, pero que a pesar de ello no logra mantener el orden.  Quizá, además de que se reconozca lo que ella hace, el hacer una lista de lo que @e requeriría para alcanzar los resultados deseados llevaría a ver de un modo más claro el que los demás miembros de la familia también deben ayudar, ya sea con responsabilidades específicas o con el simple hecho de cambiar sus hábitos diarios, para que se alivie el quehacer doméstico.

Un hogar ordenado contribuye a la felicidad, pero el lograr y mantener el orden, si bien es responsabilidad de la madre, debe incumbir a toda la familia.  Cuando es preciso que la madre trabaje fuera del hogar, la cooperación de todos los miembros de la familia en asumir responsabilidades es muchas veces indispensable.

A veces se da el caso de que al esposo o padre no se le reconozca debidamente por el trabajo que hace.  Como se ausenta del hogar y los miembros de la familia no lo ven desempeñar sus labores, es probable que no comprendan totalmente la importancia de su contribución. Podría dedicarse una noche de hogar para informar a la familia del empleo del padre, dándole la oportunidad a él de explicar todo lo que hace.  Esto no sólo les daría conocimiento sino también una mayor y más clara comprensión de sus esfuerzos. Las ganancias procuradas por el hombre son necesarias para el hogar, pero el orgullo que la familia siente por la labor que desempeña es muchas veces aún más valorado por él.

Los niños también pueden aprender a estimar el significado del trabajo si se les dan tareas importantes por las cuales deban asumir responsabilidad.  El hogar es un lugar seguro donde ellos pueden aprender a trabajar puesto que sus errores pueden corregirse antes de que se agraven, y también se les puede perdonar.  Niño afortunado es aquel a quien sus padres le enseñan el valor de cumplir bien una tarea.

Aunque no sepamos qué carrera escogerán nuestros hijos cuando crezcan, podemos comenzar a prepararlos para tener éxito.  Bajo la dirección de padres amorosos, los niños pueden aprender a ser responsables por las herramientas v maquinaria que usen, a seguir instrucciones, a trabajar concienzuda y alegremente y llevar a cabo la asignación hasta que la terminen en forma satisfactoria.  Estos son los requisitos de la mayoría de los programas de capacitación laboral.

El trabajo se convierte en servicio cuando se presta alegremente, a menudo sin solicitarse, y con el propósito de satisfacer una necesidad ajena.  Yo sé que el servicio se debe aprender en el hogar, y estoy muy segura de que bendice a toda la familia.

Una amiga mía había recibido y observado las buenas obras de su vecina.  Había visto cómo ésta, amorosamente y con gran eficacia, cuidaba de los enfermos, era especialmente considerada con las personas tímidas y alegraba a las tristes y deprimidas.  Un día, en que mi amiga asistía a una conferencia, una señora sentada a su lado se levantó rápidamente para atender a su niñito que se sintió enfermo.  Mi amiga salió para ayudar, pero ya había allí otra mujer, y la manera queda, rápida y eficaz de ayudar de ella le hizo recordar a su vecina en tal forma, que después de observarla, le preguntó si, por casualidad, conocía a su vecina, sólo para descubrir con gran sorpresa de su parte, que eran hermanas.  Ambas habían aprendido el significado del servicio en el seno de su hogar.  Por su naturaleza desinteresada, el servicio dentro del círculo familiar aumenta la espiritualidad y fortalece los vínculos del amor.

La responsabilidad es una condición necesaria en el desempeño de una tarea; sistematiza los quehaceres familiares y da orden al matrimonio.  El definir responsabilidades y establecer un método de rendir cuentas evitan las discordias familiares, a la vez que también es un paso importante en el desarrollo de la disciplina personal.

Para poder inculcar la responsabilidad de modo eficaz, es menester que ésta se tome con toda seriedad.  Aun los niños pequeños perciben si sus esfuerzos se tratan con indiferencia.

Las oraciones matutinas y vespertinas se tornan en momentos para rendir cuentas cuando se comprende el principio de la responsabilidad.  Las lecciones de la noche de hogar con respecto a planificación y ejecución de proyectos pueden brindar a cada miembro de la familia la sensación de ser aceptado y necesitado en el grupo familiar.  No hay mejor forma de preparar a la familia para servir en la Iglesia o en el mundo laboral, y más esencialmente, en su relación con su Padre Celestial, que la de enseñarles a ser personas responsables de asignaciones importantes.

Los principios básicos de bienestar fortifican y brindan protección.  Por medio de ellos, el hogar se convierte en una fortaleza, una protección contra los ataques del medio social, un refugio en tiempos tormentosos.  Una familia comienza con dos seres que se convierten en uno, y a medida que llegan los hijos, en la aritmética espiritual de la unidad familiar, continuarán Siendo uno.  Los padres pueden proveer un amparo, un lugar seguro, y los hijos se fortalecen con los vínculos de su amor.

Aun cuando una unidad familiar es parte de otra familia más grande y participa en el círculo mayor de la Iglesia, no obstante, como organización eterna, debe estar completa debe bastarse a sí misma.  En un sentido profundo y real, sin embargo, la familia no está sola.  Cuando está consagrada a la obra del Señor, su Espíritu siempre estará con ella.

Cuando se presenten dificultades que requieran que los miembros de la familia reciban ayuda temporaria, éstos sabrán que eso puede ser una bendición del Señor y comprenderán que siempre podrán abrirse camino en lo futuro hacia la autosuficiencia.  Aunque uno de los cónyuges muera, la familia seguirá íntegra y firme porque el poder del Señor la sostendrá.

Cuando las personas solas o las que integran una familia se dedican por entero a cumplir con los principios del evangelio, el Señor las bendice en abundancia, de manera que efectivamente llegan a ser autosuficientes y pueden permanecer así incólumes ante los golpes de la adversidad y los cambios que tienen lugar en la vida.

Un esposo y padre, que fue rector de una universidad durante su carrera profesional, fue llamado corno presidente de un templo, y después como presidente de misión.  Al ser relevado de su asignación misional, sufrió una apoplejía que lo dejó paralizado.  En vez de quejarse, o de sentir desaliento o lástima de sí misma, su esposa enfrentó los problemas de esa nueva situación, y respaldada con el conocimiento del evangelio que siempre había sido parte de sus vidas, dijo cariñosamente: «Este es el momento para el cual siempre nos hemos preparado.  Tenemos los principios del evangelio como fundamento y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para hacer de ésta la época más feliz de nuestra vida juntos».

El socorro es sólo algo temporario, pero el bienestar es eterno.  La vida mortal puede ser limitada en cuanto a duración y campo de acción, pero los principios rectos son eternos.  Que utilicemos plenamente los principios básicos de bienestar, que son, repito, el amor, el trabajo, la consagración, el servicio, la responsabilidad y la autosuficiencia, para fortalecer nuestro matrimonio y nuestra familia en el terreno seguro y santo del corazón, del templo y del hogar, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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