Corre muchacho, corre!

Conferencia General Octubre 1982logo pdf
«¡Corre, muchacho, corre!»
por el élder Thomas S. Monson
del Consejo de los Doce

Thomas S. MonsonEl martes 8 de junio de 1982, amaneció brillante y despejado en Londres, Inglaterra; éste estaba destinado a ser un día histórico. Un espíritu de entusiasmo impregnaba el aire y colmaba el corazón con aguda expectación. El Presidente de los Estados Unidos de América hablaría en breve al Parlamento británico. La multitud se agolpó ante tal ocasión, colmando las calles y el parque cercano. Policías uniformados mantenían el orden, mientras famoso «Big Ben»* con sonoras campanadas señalaba la hora convenida.

Mi esposa y yo formábamos parte de la multitud. De pronto, las puertas del palacio del parlamento se abrieron de par en par, la Primera Ministro y el Presidente saludaron al gentío, entraron en sus respectivos automóviles y la caravana se alejó lentamente. La multitud les despidió con gritos de júbilo, para luego dispersarse. Mi esposa y yo dejamos la calle bañada por el sol para internarnos en el refugio semiobscuro aunque acogedor de la Abadía de Westminster.

Un cierto toque de reverencia colmaba esta famosa estructura, como es de esperar, pues allí se coronan reyes, se da en casamiento a la realeza, y es donde los gobernantes cuya misión mortal ha terminado son honrados y luego sepultados. Caminamos a lo largo de las galerías, leyendo detenidamente las inscripciones que aparecen en las lápidas de estas personas famosas, y que recuerdan sus logros, sus acciones de valor y les ubican en sus bien merecidos sitiales en la historia del mundo. Entonces nos detuvimos ante la tumba del Soldado Desconocido, uno de los muchos caídos en Francia durante la gran guerra. El cuerpo de este joven fue llevado desde una tumba sin lápida hasta Londres para allí descansar y recibir la honra para siempre. Leí en voz alta la inscripción que dice: «Le sepultaron entre reyes, pues obró en justicia ante Dios y ante su casa. .’. . En Cristo todos serán vivificados.»

Entonces caminamos hacia el portal. Aun se veía en el parque lo que quedaba de la multitud. Las inmortales palabras de un poema de Rudyard Kipling me cruzaron la mente y le hablaron a mi alma:

El tumulto y el ruido ya se aquietan,
capitanes y reyes parten ya;
la ofrenda de un manso corazón
es el valor que permanecerá.
Oh, Señor, Dios de los cielos,
¡no dejes que se borre ese recuerdo!
(Traducción libre.)(Himno N° 11-, del himnario en inglés.)

Después, un punto de atracción más para ver, una inscripción más para leer. A mi corazón de Scout llegaron las palabras de la placa en que aparece una inscripción dedicada a la memoria del fundador del escultismo, Lord Baden-Powell. Nos detuvimos ante el soberbio monolito en el que se lee:

Robert Baden-Powell 1857-1941 Fundador de los Boy ScoutsbAmigo de todos los hombres

En esa fecha de este año, en la que se conmemora el septuagésimo quinto aniversario del movimiento Scout y el 125° aniversario del nacimiento de su fundador, pensé: ¿Cuántos jóvenes han mejorado su vida —aun la han salvado— gracias al movimiento Scout iniciado por Baden-Powell? A diferencia de otros inmortalizados dentro de los muros de la Abadía de Westminster, Baden-Powell jamás navegó los tormentosos mares de la gloría, ni conquistó ejércitos en el campo de batalla, ni fundó imperios de riquezas mundanas. En cambio, formó a muchos jóvenes enseñándoles a correr en la carrera de la vida.

Los jóvenes se .transforman en hombres.
Nadie el valor de un muchacho conoce,
sólo cuando crezca podremos saber.
Mas tras el carácter de todo hombre noble
está aquel muchacho que él un día fue.
(Citado por el presidente Spencer W. Kimball. Conference Report, abril de 1977, pág. 50.)

La verdad de este pensamiento queda claramente de manifiesto en las estrofas finales de la obra musical «Camelot». La Tabla Redonda del rey Arturo había quedado destruida por los celos de los hombres, la infidelidad de la reina y la aparición en el presente de un error del pasado. Privado de su sueño, el rey Arturo se preparó con sus ejércitos para hacer frente a las fuerzas de Lanzarote. Todo lo que él quería había desaparecido. La desilusión se había transformado en desesperación.

Mas de pronto apareció en su vida una esperanza en la figura de un joven llamado Tom de Warwick. Impulsado por el optimismo de la juventud, le expresó al rey que había ido para ayudarle a luchar en la batalla, revelándole su intención de llegar a ser un caballero. Ante las preguntas de Arturo, Tom declaró lo que sabía de la Tabla Redonda e incluso repitió el lema de esta organización: «¡Poder en la rectitud! ¡Rectitud siempre! ¡Justicia para todos!»

El rostro del rey Arturo se iluminó con renovada confianza. No todo estaba perdido. El, a su vez, le habló al muchacho de la promesa y el esplendor de Camelot. Entonces procedió a ordenarlo formalmente Caballero bajo el nombre de «Sir Tom de Warwick». Después lo comisionó para que abandonara el campo de batalla y regresara a Inglaterra, para dar nueva vida al sueño de Camelot; para que se hiciera hombre y llegara a anciano. Por lo cual Sir Tom hizo a un lado las armas de guerra, y armado con el principio de la verdad, escuchó el mandato de su monarca: «¡Corre, muchacho, corre!» De ese modo se salvaba la vida de un joven, se ponía a salvo un ideal, y se renovaba una esperanza. (AlanJ. Lerner, Camelot, New York: Random House, 1961, pág. 115.)

Todo joven cuya vida es bendecida por el escultismo aprende en su juventud mucho más de lo concebido por Sir Tom de Warwick. El Scout adopta el lema: «Siempre listo», y se subscribe a la norma: «Una buena acción diaria». El escultismo provee logros para fomentar la habilidad y el empuje personal, y les enseña a los muchachos cómo vivir, no solamente cómo ganarse la vida. Cuánto me complace que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se haya convertido en el año 1913 en la primera institución patrocinadora del movimiento Scout en los Estados Unidos.

Atesoro las inspiradas palabras del presidente Spencer W. Kimball, cuando hablando a los miembros de la Iglesia de todo el mundo dijo:

«La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días reafirma su continuo apoyo del escultismo y procurará proveer liderazgo que ayude a los jóvenes a mantemantenerse cerca de sus familias y de la Iglesia, a adquirir cualidades de buenos ciudadanos, y la personalidad y condición física que son la ecencia del escultismo. Hemos permanecidom firmes en nuestro apoyo a este gran programa para muchachos y a la promesa y ley que lo respaldan.» (En Conference Report, abril 1977, págs. 50-51.)

¿Qué dice la promesa Scout que mencionó el presidente Kimball?

Por mi honor prometo hacer cuanto de mí dependa
para cumplir mis deberes para con Dios y la patria,
Ayudar al prójimo en todas las circunstancias
y cumplir fielmente la ley Scout.

Un héroe de la Segunda Guerra Mundial, el general del ejército Douglas MacArthur, hizo hincapié en este mismo cometido cuando, en el crepúsculo de su ilustre carrera, después que el brillo de la juventud se había empañado y las sombras de la edad caían sobre él, declaró en un mensaje a los jóvenes:

«En mis sueños escucho el tronar de los cañones, el repiqueteo de las ametralladoras, el extraño y lastimero murmullo del campo de batalla. Pero en el atardecer de mi recuerdo, regreso siempre a West Point. Y en mi mente resuena el eco de las palabras: ‘deber, honor y patria’.» (Discurso pronunciado en la Academia Militar West Point, en mayo de 1962.)

El mismo cometido fue verbalizado en forma diferente por el ministro protestante, Harry Emerson Fosdick:

«Los hombres trabajan arduamente por dinero; trabajan aún más intensamente por otros hombres, pero trabajan más que nunca cuando están dedicados a una causa. Mientras la buena voluntad no sobrepase la obligación, los hombres lucharán como simples reclutas, en vez de seguir a la bandera como patriotas. A fin de que el deber se ejerza dignamente quien lo cumpla, debe estar dispuesto a hacer aún mucho más.» (Vital Quotations, comp. por Emerson Ray West. Salt Lake City: Boockraft, 1968, pág. 38.)

Robert E. Lee dijo: «Deber es la palabra más sublime de la lengua. Cumple con tu deber en todas las cosas. No puedes hacer más y jamás debes aspirar a menos.»

Consideremos la ley Scout a la que se refirió el presidente Kimball. Cuando pienso en ella, me viene a la mente la vida de una persona que conoció las leyes de Dios y las observó: Nuestro Señor Jesucristo. Los elementos que componen la ley Scout encuentran paralelo en el mensaje del Maestro.

  1. El Scout es digno de confianza. «. . . he acabado la obra que me diste que hiciese.» (Juan 17:4.)
  2. El Scout es leal. «Vete de mí, Satanás.» (Lucas 4:8.)
  3. El Scout sirve de ayuda. «Levántate, toma tu lecho, y anda.» (Juan 5:8.)
  4. El Scout es amigable. «Vosotros sois mis amigos.» (Juan 15:14.)
  5. Él Scout es cortés. «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos.» (Mateo 7:12.)
  6. El Scout es bondadoso. «Dejad a los niños venir a mí . . . y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.» (Marcos 10:14, 16.)
  7. El Scout es obediente. «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.» (Juan 6:38.)
  8. El Scout es alegre. «En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu . . .» (Lucas 10:21.)
  9. El Scout es ahorrativo. «. . . Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. . . .»(Mateo 25:21.)
  10. El Scotit es valiente. «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.» (Mateo 26:39.)
  11. El Scout es limpio. «Sed limpios, los que lleváis los vasos del Señor.» (D. y C. 38:42.)
  12. El Scout es reverente. «Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.» (Mateo 6:9.)

Estos principios tan inspirados, al ser enseñados por líderes que son devotos a una juventud tan prometedora, no solamente influyen en la vida de los muchachos, sino que dejen ellos huellas eternas. «Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.» (Eclesiastés 11:1.) En eso consiste el escultismo.

Hace varios años, un grupo de hombres, líderes en el programa Scout, se reunieron en las montañas cerca de Sacramento, California, para recibir capacitación especial relacionada con el programa Scout. Esta experiencia, en la que estos hombres acampan al aire libre y viven por unos días de la misma forma que los Scouts a quienes enseñan, es sumamente interesante. Comen lo que ellos mismos cocinan: ¡Huevos quemados! Surcan los escabrosos caminos que los años hacen más difíciles. Duermen sobre superficies rocosas. Todo ello, bajo la inmensidad del espacio.

Este grupo de hombres proveyó su propia recompensa. Tras varios días de verse privados, se deleitaron con una deliciosa comida preparada por un cocinero profesional griego que se les unió al culminar la prueba de resistencia. Cansado, hambriento, un tanto magullado ante la experiencia vivida, uno de ellos le preguntó al cocinero por qué estaba siempre sonriente y por qué volvía todos los años, cubriendo él mismo sus gastos, para preparar la tradicional comida para los líderes Scout en ese lugar. Aquél hizo a un lado la sartén, se limpió las manos en el delantal blanco ajustado a su abultada cintura, y compartió con aquellos hombres la siguiente experiencia:

«Nací y crecí en una pequeña villa de Grecia. Mi vida fue feliz hasta que comenzó la Segunda Guerra Mundial y tuvo lugar la invasión y la ocupación de mi país por los nazis. Los habitantes de la villa, amantes de la libertad, se sintieron agraviados por el invasor y comenzaron a tomar parte en actos de sabotaje para poner de manifiesto su resentimiento.

«Una noche, después que destruyeron una represa hidroeléctrica, los pobladores de la villa celebraron la conquista y luego se retiraron a sus casas. «Muy temprano en la mañana, mientras yo estaba aún acostado, me despertó el tronar de muchos camiones que entraban a la villa. Pude escuchar el taconeo de las botas de los soldados, los culatazos contra las puertas y la orden de que todo niños y hombre se reuniera inmediatamente en la plaza de la villa. Apenas tuve tiempo para ponerme los pantalones, ajusfarme el cinto, y unirme a los demás. Allí, bajo la encandilante luz de una docena de camiones, y ante la amenaza de un centenar de armas, permanecimos de pie. Los nazis, llenos de cólera, dieron cuenta de la destrucción de la represa, y anunciaron la drástica pena: Un hombre o muchacho de cada cinco sería ejecutado. Un sargento comenzó el recuento fatal, y se separó y.fusiló al primer grupo.» Dimitrius, dirigiéndose con más intensidad a los líderes Scouts, continuó:

«Entonces llegaron a la fila donde yo estaba parado. Ante mi pavor, me di cuenta de que sería una de las personas designadas. Cuando llegó el momento, el soldado se paró ante mí, al tiempo que las enceguecedoras luces me encandilaban la vista y miró detenidamente la hebilla de mi cinturón, en la que estaba grabada la insignia Scout: la había ganado siendo Boy Scout por saber la promesa y la ley del escultismo. El corpulento soldado me señaló la hebilla y luego levantó la mano derecha e hizo la señal Scout. Nunca olvidaré las palabras que pronunció:

«¡Corre, muchacho, corre!» Y yo corrí, y me salvé. Hoy sirvo al escultismo, para que haya muchachos que puedan tener sueños y vivir para verlos cristalizados.»

Dimitrius metió la mano en el bolsillo y nos mostró aquella misma hebilla en la que el emblema del escultismo aún brillaba. No se escuchó ni una sola palabra. No hubo un solo hombre que no derramara lágrimas. El cometido hacia el programa Scout había sido renovado.

Como se ha dicho: «El mayor de los dones que un hombre le puede dar a un muchacho es su determinación de compartir con él parte de su vida.» A los líderes que tienden puentes hacia el corazón de los muchachos, a los padres de los Scouts, y a los Boy Scouts, dondequiera que se encuentren, yo les honro en este día, y ruego las bendiciones de nuestro Padre Celestial sobre cada uno de vosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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