Conferencia General Octubre 1983
La clave de nuestra religión
por el élder James E. Faust
del Quórum de los Doce Apóstoles
«El Libro de Mormón es una evidencia real del nacimiento, la vida y la crucifixión de Jesús, y de su obra como el Mesías y Redentor.»
Hace algún tiempo sostuve en mis manos la copia del libro favorito de mi madre; se trataba de un ejemplar muy gastado del Libro de Mormón. Casi cada página estaba marcada y, a pesar de que se le había tratado con gran cuidado, algunas de las páginas tenían las esquinas dobladas, y en las pastas se notaba el paso de los años. Nadie tenía que decirle que uno puede acercarse más a Dios leyendo el Libro de Mormón, pues ella ya lo sabía. Lo había leído, estudiado, orado en cuanto a su veracidad y enseñado de él. En mi juventud había sostenido en mis manos su libro; tratando de ver, a través de sus ojos, las grandes verdades del Libro de Mormón de las que ella testificaba y que tanto amaba.
Durante mi infancia quedé maravillado al escuchar á James H. Moyle en una reunión sacramental decir que él había oído tanto a Martin Harris como a David Whitmer, dos de los testigos del Libro de Mormón, afirmar de la veracidad del libro. Ellos, junto con Oliverio Cowdery, habían testificado en relación con la primera publicación del Libro de Mormón de «que un ángel de Dios bajó del cielo, y que trajo y puso las planchas ante nuestros ojos, de manera que las vimos y contemplamos, así como los grabados que contenían . . . y testificamos que estas cosas son verdaderas». (El testimonio de tres testigos, Libro de Mormón.)
Cuando James H. Moyle visitó a David Whitmer, éste ya era un anciano que se había separado de la Iglesia y vivía en una cabaña en Richmond, Missouri. Fue sobre esta visita a David Whitmer que James H. Moyle habló desde este mismo edificio el 22 de marzo de 1908:
«Fui a su humilde casa . . . y le dije que . . . a pesar de que yo era un joven que apenas comenzaba la vida, deseaba que me dijera . . . lo que sabía del Libro de Mormón y del testimonio que sobre el libro había publicado al mundo. El, con la solemnidad de sus avanzados años, me dijo que el testimonio que había dado al mundo, y que había sido publicado en el Libro de Mormón, era verdadero, palabra por palabra, que nunca se había apartado en lo más mínimo de ese testimonio, y que nada en el mundo podría separarlo del sagrado mensaje que él había recibido.
«Todavía me preguntaba si acaso no pudo haber sido engañado . . . de manera que le persuadí a que me relatara, en forma bien detallada, los acontecimientos que se habían llevado a cabo, mientras le interrogaba intensamente. Sin omitir detalle alguno, describió el lugar en el bosque y el gran tronco que lo separaba a él del ángel, y dijo que había visto las planchas de las que se tradujo el Libro de Mormón, las había tocado y que había oído la voz de Dios declarar que las planchas habían sido traducidas correctamente. Le pregunté si había posibilidad de que él hubiera sido engañado y de que todo había sido un error, mas él respondió, `no’ «. (Citado en Gordon B. Hinckley, James Henry Moyle, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1951, págs. 366-367.)
Sin embargo, el profundo mensaje del Libro de Mormón no llegó a mí como un legado gratuito. A mi mente surge la pregunta, ¿es posible que alguien comprenda el Libro de Mormón por otro medio que no sea la sinceridad de corazón? No sólo debemos preguntar si es verdadero, sino hacerlo también en el nombre de Jesucristo. Moroni dijo:
. . . preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo» (Moroni 10:4).
José Smith, que tradujo las planchas de oro de donde hoy tenemos el Libro de Mormón, dijo:
«Declaré a los hermanos que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acerca más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro» (Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 233-234).
El diccionario dice que una piedra clave es «la piedra principal que cierra un arco o bóveda» (Pequeño Larousse Ilustrado. Otra definición de la palabra clave es «esencial, capital, que depende todo de él» (Ibid.).
El Libro de Mormón es una «piedra clave» porque establece y une principios y preceptos eternos, completando doctrinas básicas de salvación. Es la suprema joya en la corona de nuestras sagradas Escrituras.
Es, por otras razones también, la clave de nuestra fe. La promesa de Moroni que acabamos de mencionar, de que Dios manifestará la verdad del Libro de Mormón a todo aquel que con sinceridad y fe en Cristo pregunte (véase Moroni 10:4), es el eslabón clave que contiene la cerradura de la cadena.
El testimonio confirmador del Libro de Mormón convence de que «JESÚS es el CRISTO, el ETERNO DIOS» (portada del Libro de Mormón) y también verifica espiritualmente: (a) el llamamiento divino de José Smith, y (b) que él en realidad vio al Padre y al Hijo. Teniendo el testimonio de estas verdades, se puede decir lógicamente que una persona puede recibir la verificación de que Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio son Escrituras que verdaderamente complementan la Biblia y el Libro de Mormón.
Todo esto confirma la restauración del evangelio de Jesucristo y la misión divina de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dirigida por un profeta viviente que recibe revelación continua. La comprensión de estas verdades básicas nos puede llevar a comprender otros principios salvadores de la plenitud del evangelio.
Además, el Libro de Mormón es una clave de nuestra propia fe. El presidente Ezra Taft Benson dijo: «He podido apreciar dentro de la Iglesia la diferencia de discernimiento, convicción, conocimiento y espíritu entre aquellos que conocen y aman el Libro de Mormón y los que no. Ese libro nos permite ver la gran diferencia» (New Era, mayo de 1975, pág. 19). El comprender el Libro de Mormón puede en verdad ayudar a afirmar la fe de una persona en Jesucristo.
Es importante saber lo que no es el Libro de Mormón. No es primariamente una historia, a pesar de que gran parte de su contenido es de carácter histórico. Su prefacio dice que es una historia tomada de los registros de pueblos que vivieron en las Américas antes y después de Cristo. Fue «escrito por vía de mandamiento, por el espíritu de profecía y revelación . . . Y también para convencer al judío y al gentil de que JESÚS es el CRISTO, el ETERNO DIOS, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones».
George Q. Cannon declaró que «. . . el Libro de Mormón no es un texto de geografía, ni fue escrito para enseñar verdades geográficas. Lo que se dice de la ubicación de las diferentes tierras o ciudades . . . es generalmente sólo un comentario relacionado con los aspectos doctrinales o históricos de la obra» (Juvenile Instructor, enero de 1890, pág. 18).
¿En que consiste, entonces, el Libro de Mormón? Es una evidencia real del nacimiento, la vida y la crucifixión de Jesús, y de su obra como el Mesías y Redentor. Hablando del Libro de Mormón, Nefi dice:
«. . . todos los extremos de la tierra, escuchad estas palabras y creed en Cristo; y si no creéis en estas palabras, creed en Cristo. Y si creéis en Cristo, creeréis en estas palabras, porque son las palabras de Cristo» (2 Nefi 33:10).
Nefi y su hermano Jacob se unieron a Isaías para formar tres voces poderosas que proclamaron la primera y entonces futura venida de Jesús. Nefi citó extensamente a Isaías porque éste fue el principal profeta del Antiguo Testamento que profetizó de la venida del Mesías.
El Libro de Mormón establece la veracidad de la Biblia (véase 1 Nefi 13:40) y es una evidencia «al mundo que las santas escrituras son verdaderas» (D. y C. 20:11). Predice el establecimiento de la plenitud del evangelio de paz y salvación. Fue escrito para darnos principios y pautas para nuestra jornada eterna.
Uno de los mensajes fundamentales del Libro de Mormón, y sin lugar a dudas del Antiguo Testamento y de toda la historia humana, es que el hombre no puede alcanzar la perfección por su propia cuenta. De sus páginas surge otro mensaje que se oye fuerte y claramente. Es el mandato severo y con frecuencia indeseado: arrepiéntete o perecerás. Cuando los pueblos del Libro de Mormón dieron oído a este mensaje profético, florecieron, mas cuando lo olvidaron, perecieron.
En Gálatas Pablo dijo: «La ley ha sido nuestro hayo, para llevarnos a Cristo» (Gálatas 3:24). Los registros que llevaron los profetas del Libro de Mormón, y partes de lo que conocemos hoy día como la Biblia, traídos del continente oriental, sirvieron, según Abinadí, «para conservar vivo en ellos el recuerdo de Dios y su deber para con él» (Mosíah 13:30). De manera que el Libro de Mormón es un hayo para llevarnos a Cristo (véase Mosíah 13:27-32).
La prueba para comprender este sagrado libro es netamente espiritual, y el anhelo de entenderlo filosófica y no espiritualmente hará que sus páginas sean difíciles de comprender.
Para mí es inconcebible que José Smith, sin ayuda divina, hubiera podido escribir este libro tan complicado y de enseñanzas tan profundas: Es imposible que José Smith, un hombre iletrado, hubiera podido inventar las maravillosas verdades que contiene, producir su gran poder espiritual o falsificar el testimonio de Cristo que en él se encuentra. El libro mismo testifica que es la palabra de Dios.
Recientemente ha surgido nueva evidencia de la divinidad del Libro de Mormón. Por ejemplo, la carta que Lucy Mack Smith, madre de José, con fecha 23 de enero de 1829, le envió a su cuñada, Mary Pierce, es una confirmación adicional del Libro de Mormón. Esta carta fue escrita un año antes de que se publicara el libro y contiene una declaración precisa de algunos de los acontecimientos de la época, del contenido del libro y otra información histórica.
Con la ayuda de las computadoras, se ha colocado en la versión bíblica del Rey Santiago una guía temática que hace una correlación de doctrinas con diferentes pasajes de las Escrituras. De estas referencias encontramos una infinidad de evidencias que confirman que José Smith tradujo el Libro de Mormón con la ayuda y el poder de Dios. En casi cada una de sus 557 páginas hay referencias numerosas que doctrinalmente van entrelazadas con la Biblia. De igual manera, muchas declaraciones que en la Biblia parecen fragmentos son más completas en el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios.
En todo el Libro de Mormón son tantas las referencias que se hacen concernientes a enseñanzas que también aparecen en el Antiguo y el Nuevo Testamento, que por lógica, uno puede llegar a la conclusión definitiva de que un intelecto humano no pudo habérselas ideado todas. Sin embargo, más importante que la lógica es la confirmación que el Espíritu Santo da de que la historia del Libro de Mormón es verdadera.
Todas las Escrituras son una en el sentido de que testifican de Jesús. Jacob, un profeta del Libro de Mormón, nos dice: «. . . ninguno de los profetas ha escrito ni profetizado sin que haya hablado concerniente a este Cristo» (Jacob 7:11). Hablando de las Escrituras dijo el salmista: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Salmos 119:105).
El Libro de Mormón sólo nos insta a ser justos. Entonces, ¿por qué ha surgido tanta hostilidad en su contra? En parte tal vez se deba a que salió de planchas de oro, las que entregó un ángel a José Smith; sólo testigos escogidos pudieron verlas y tocarlas, y no fueron expuestas ante el público. Quizás es debido a que se asegura de que se trata de los escritos de profetas antiguos que habitaron el continente americano.
El Señor mismo declaró el gran valor del Libro de Mormón. En Tercer Nefi dijo: «Y ésta es mi doctrina, y es la doctrina que el Padre me ha dado» (3 Nefi 11:32).
Más adelante el Redentor declaró en el Libro de Mormón: «He aquí, os he dado mi evangelio» (3 Nefi 27:13). Como testigo especial que soy, testifico que Jesús es el Cristo y que las profecías de Nefi y de Isaías sobre su venida se han cumplido. Al igual que Nefi, «hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo» (2 Nefi 25:26).
Testifico que el Salvador volverá de nuevo, y que en su segunda venida algunos dirán: «¿Qué heridas son éstas en tus manos y en tus pies?» Entonces mostrará las heridas en sus manos, muñecas y pies, y ellos le preguntarán cuándo y dónde fue que las recibió. Y El contestará: «en casa de mis amigos . . . Soy Jesús que fue crucificado. Soy el Hijo de Dios» (D. y C. 45:52).
Testifico, por medio de la firme convicción que me da el Espíritu, que es posible conocer cosas que han sido reveladas, con mayor seguridad que si se les viera. Podemos tener un conocimiento más absoluto del que se puede percibir con la vista o con el oído. Dios mismo le dio su aprobación al Libro de Mormón cuando dijo: «y vive vuestro Señor y vuestro Dios, que es verdadero» (D. y C. 17:6).
Yo ahora puedo ver más claramente con los ojos de mi propio entendimiento lo que mi madre podía ver en su preciosa copia gastada del Libro de Mormón. Ruego que podamos vivir como para merecer y ganar un testimonio y vivir de acuerdo con las grandes verdades del Libro de Mormón. Testifico que la piedra clave de nuestra religión está en un lugar firme, y en ella se sostiene la verdad a medida que continúa avanzando por toda la tierra, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























