Qué pensáis vosotros del Libro de Mormón?

Conferencia General Octubre 1983
¿Qué pensáis vosotros del Libro de Mormón?
élder Bruce R. McConkie
Del Quórum de los Doce Apóstoles

«Es la evidencia divina, de que Dios a hablado en nuestra época.»

Dos ministros de una de las más grandes e influyentes iglesias protestantes vinieron a una conferencia de nuestra Iglesia a oírme hablar.

Después de la reunión, tuve una conversación privada con ellos en la cual les dije que podrían llegar a saber que José Smith fue el profeta por medio del cual el Señor restauró la plenitud del evangelio para nuestra época.

Añadí que debían leer el Libro de Mormón, reflexionar en sus grandes y eternas verdades y orar al Padre en el nombre de Cristo, con fe, y que El les revelaría la verdad del libro por el poder del Espíritu Santo.

Como todo conocedor del evangelio lo sabe, el Libro de Mormón confirma que José Smith fue llamado de Dios para ser profeta y restaurar las verdades de salvación con sencillez y perfección.

El Libro de Mormón es un volumen de Escrituras santas comparable a la Biblia.  Contiene un registro de los hechos de Dios con los antiguos habitantes de las Américas.  Es otro testamento de Jesucristo.

Contiene la plenitud del evangelio, lo cual significa que es un registro de los hechos del Señor con un pueblo que poseía la plenitud del evangelio, como también que en él se encuentra un resumen y una narración de lo que todos los hombres deben creer y hacer para obtener una herencia en el reino celestial reservado para los santos.

Así como las enseñanzas y los testimonios de Moisés, de Isaías y de Pedro se hacen constar en la Biblia, del mismo modo, las enseñanzas y los testimonios -también divinamente inspirados- de Nefi, de Alma y de Moroni se hacen constar en el Libro de Mormón.

Este registro americano, testigo de Cristo, fue escrito en planchas de oro que un ángel entregó a Jos Smith.  Estos antiguos anales fueron entonces traducidos por el don y el poder de Dios, y ahora se publica al mundo como el Libro de Mormon.

Si este libro es lo que afirma ser; si el registro original fue revelado por un ángel celestial; si la traducción se hizo por el poder d Dios y no del hombre; si José Smith tuvo visitaciones angélicas, vio visiones y recibió revelaciones —todo lo cual es una verdad establecida—; si, en suma, el Libro de Mormón es verdadero, entonces la veracidad y divinidad del Libro de Mormón comprueban la autenticidad de esta gran obra de los últimos días en que estamos embarcados.

Todo eso expliqué a mis dos amigos protestantes.  Uno de ellos, sociable y razonable, dijo con cierta indiferencia que leería el Libro de Mormón.  El otro, con espíritu de disgusto, dijo: «Yo no lo leeré.  Nuestros expertos han leído el Libro de Mormón, y la opinión de ellos me basta».

Eso hace resaltar uno de los problemas que enfrentamos al presentar el mensaje del Libro de Mormón al mundo. Hay en todas partes personas sinceras y piadosas que por conformarse con la opinión de terceros sobre este santo libro, sencillamente no lo leen.

En vez de beber de la fuente de la cual emanan los torrentes de aguas vivas, prefieren ir aguas abajo a beber de las aguas turbias y contaminadas del mundo.

Lo cierto es que la salvación misma está en juego en este asunto.  Si el Libro de Mormón es verdadero; si es un volumen de Escrituras sagradas; si contiene la voluntad, la intención y la voz del Señor para todos los hombres; si es un testigo divino del llamamiento profético de José Smith, entonces, aceptarlo y creer en su doctrina es salvarse, y rechazarlo y oponerse a sus enseñanzas es condenarse.

Que este mensaje resuene en todo oído cual trompeta angelical; que vibre por toda la tierra, interminablemente, con el sonido retumbante del trueno; que lo comunique a todo corazón la voz apacible y delicada.  Los que creen en el Libro de Mormón y aceptan a José Smith como profeta abren así la puerta hacia la salvación; los que rechazan el libro del todo o sencillamente no aprenden su mensaje ni creen en sus enseñanzas se niegan a abrir la puerta del camino recto y estrecho que conduce a la vida eterna.

Poco después de mi conversación con aquellos dos ministros, otros dos de la misma iglesia vinieron a otra conferencia a oírme hablar.  E igualmente, tras la reunión, tuve una conversación privada con ellos.

Mi mensaje fue el mismo: que para acoger el Libro de Mormón como su guía, debían leerlo, meditar en él y orar a fin de recibir la confirmación del Espíritu en cuanto a la veracidad y la divinidad de esta grandiosa obra de los últimos días.

Les referí mi experiencia anterior con sus dos colegas, y que uno de ellos se negó a leer el Libro de Mormón, aduciendo que le bastaba la opinión de sus expertos que lo habían leído.

Entonces dije: «¿Qué hace falta para lograr que ustedes, caballeros, lean el Libro de Mormón y se enteren por sí mismos de qué se trata, en lugar de apoyarse en el parecer de sus expertos?»

Uno de ellos tomó mi ejemplar del Libro de Mormón, y haciendo pasar rápidamente las páginas delante de sus ojos, me dijo: «Ya he leído el Libro de Mormón».

Una fugaz ráfaga de penetración espiritual me hizo saber que su lectura había tenido sólo la extensión de lo que acababa de tardar en hacer pasar las páginas ante su vista.  No había hecho más que echar un vistazo a algunos de los encabezamientos y leer uno que otro versículo.

Una joven encantadora, conversa a nuestra Iglesia y cuyo padre era ministro de la misma denominación de la de mis cuatro amigos protestantes, estaba escuchando mi conversación con los dos últimos.  Al llegar a ese punto, ella habló y dijo: «Reverendo, ¡es que hay que orar en cuanto a ello!»

El contestó: «Pero si ya he orado.  He dicho: ‘Oh, Dios, si el Libro de Mormón es verdadero, mándame la muerte’; pero aquí estoy.»

Tuve la intención de decirle: «Reverendo, ¡es que hay que orar con fe!»

Eso señala otro problema que tenemos al dar a conocer el Libro de Mormón y es el enseñar a quienes lo leen la manera de leerlo a fin de que reciban la prometida confirmación por medio del poder del Espíritu Santo.

El modelo de lo que se debe hacer se reveló tras un hecho de Oliverio Cowdery, quien no se conformó sólo con actuar como escribiente de José Smith, sino que quiso traducir directamente de las planchas.  Después de mucho rogar, el Señor permitió al hermano Cowdery hacer la prueba.

La autorización divina establecía estas-condiciones: «Recuerda que sin fe no puedes hacer nada; por tanto, pide con fe.  No juegues con estas cosas; ni pidas lo que no debes… y según tu fe te será hecho» (D. y C. 8:10-11).

Oliverio intentó traducir, pero no pudo hacerlo.  Entonces vino la palabra divina: «He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme». 0 sea, que no había hecho todo lo que podía; había esperado que el Señor lo hiciera todo sólo porque se lo pidió.

«Pero he aquí, te digo», continuó la palabra divina, «que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien.» (D. y C. 9:7-8.)

Ahora bien, si el Libro de Mormón es verdadero, nuestra aceptación de él nos llevará a la salvación en el más alto cielo.  Por otra parte, si decimos que es verdadero cuando en realidad no lo es, estamos de ese modo desviando a los hombres y ciertamente merecemos caer en lo más profundo del infierno.

Ya no es tiempo de tergiversar palabras ni de lanzar epítetos ofensivos en contra de los Santos de los Últimos Días.  Estos son asuntos profundos, solemnes y fundamentales.  No hemos de pensar que podemos jugar con las cosas sagradas y escapar a la ira de un Dios justo.

El Libro de Mormón o es verdadero o es falso; o provino de Dios o fue engendrado en los reinos del infierno.  Declara sencillamente que todos los hombres deben aceptarlo como Escritura pura o de lo contrario perderán sus almas.  No es, ni puede ser, tan sólo otro tratado sobre religión; o vino del cielo o del infierno.  Y es hora de que todos los que busquen la salvación averigüen por sí mismos si es del Señor o de Lucifer.

Me atrevo a proponer una prueba y a lanzar un desafío.  Se espera que todos los que tomen esta prueba tengan un conocimiento de la Santa Biblia, dado que cuanto más se sepa de la Biblia, tanto más se apreciará el Libro de Mormón.

Esta prueba es tanto para santos como para pecadores; para el judío y para el gentil, para el esclavo y para el libre, para el negro y para el blanco, para todos los hijos de nuestro Padre.  Se nos ha mandado escudriñar las Escrituras, atesorar la palabra del Señor, vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios (D. y C. 84:44).  He aquí la prueba:

Haceos una lista de 100 a 200 temas de doctrina, esforzándoos por cubrir todo el campo del conocimiento del evangelio.  El número de temas que escojáis dependerá de vuestras preferencias personales y de la amplitud de cada tema.

En seguida, escribid cada tema en un papel en blanco y divididlo en dos columnas; en la parte superior de una, escribid «Libro de Mormón» y en la de la otra, «Biblia».

Luego comenzad con el primer versículo y frase del Libro de Mormón, y siguiendo versículo por versículo y concepto tras concepto, anotad la esencia de cada versículo bajo el encabezamiento correspondiente.  Buscad la misma doctrina en el Antiguo y en el Nuevo Testamento y ponedla en columnas paralelas.

Reflexionad en las verdades que aprendáis, y no tardaréis en ver que Lehi y Jacob superaron a Pablo en su enseñanza de la Expiación; que los sermones de Alma sobre la fe y el nacer de nuevo aventajan a cualquiera de la

Biblia; que Nefi hace una mejor exposición del esparcimiento y de la congregación de Israel que Isaías, Jeremías y Ezequiel juntos; que las palabras de Mormón sobre la fe, la esperanza y la caridad tienen claridad, extensión y un poder de expresión que ni aun Pablo logró; y así, sucesivamente.

Hay otra prueba más sencilla que todos los que procuren conocer la verdad bien podrían tomar; consiste sencillamente en leer, meditar y orar con espíritu de fe y con un criterio amplio. Y para no perder la mira, al leer, meditar y orar, debemos preguntarnos mil veces: «¿Pudo hombre alguno haber escrito este libro?»

Y se garantiza en forma absoluta que en algún momento entre la primera y la milésima vez en que se haga esa pregunta, todo buscador sincero de la verdad llegará a saber por el poder del Espíritu que el Libro de Mormón es verdadero, que es la voluntad y la intención y la voz del Señor a todo el mundo de nuestra época.

Preguntamos, entonces: ¿Qué pensáis vosotros del Libro de Mormón? ¿Quién puede describir su prodigio y su valor? ¿Cuántos mártires han padecido la muerte en la carne para sacarlo a luz y llevar su mensaje salvador a un mundo inicuo?

Respondemos:            Es un libro, un libro sagrado, un libro de Escrituras salvadoras, Es una voz que clama desde el polvo, una voz que sale de la tierra y habla de un pueblo caído que se hundió en el olvido porque desechó a su Dios.

Es verdad pura que emana de la tierra al mirar la justicia desde el cielo.  Es el palo de José en las manos de Efraín, que llevará a todo Israel, incluyendo a las Diez Tribus, de regreso a Aquel a quien sus padres veneraron.

Contiene la palabra que congregará a toda la casa de Israel y la hará una vez más una nación sobre los collados de Israel, como lo fue en los días de sus padres.

Es un relato del ministerio del Hijo de Dios a sus otras ovejas en el día en que vieron Su rostro y oyeron Su voz y creyeron en Su palabra.

Es la evidencia divina, la prueba, de que Dios ha hablado en nuestra época, y su finalidad principal es la de convencer a todos los hombres, al judío y al gentil, de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo por medio de la fe en todas las épocas y entre todos los pueblos.

Salió a luz en nuestros tiempos para afirmar al mundo que la Biblia es verdadera; que Jesús, que llevó a cabo la Expiación, es el Señor de todos; que José Smith fue llamado de Dios, como lo fueron los profetas antiguos; que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el único lugar de la tierra donde se encuentra la salvación.

Es el libro que salvará al mundo y preparará a los hijos de los hombres para que tengan gozo y paz en esta tierra y vida eterna en la existencia venidera.

Dado que, como muchos otros, he llegado a saber, por las revelaciones del Espíritu Santo a mi alma, que el Libro de Mormón es verdadero, y puesto que sé que tendré que dar cuenta de esa afirmación ante el tribunal del gran Jehová cuando El juzgue a todos los hombres, testifico así como que El vive, que el Libro de Mormón es verdadero, en el nombre del Señor Jesucristo.  Amén.

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