Conferencia General Octubre 1984
El gozo del servicio
élder Russell C. Taylor
del Primer Quórum de los Setenta.
«Llega un momento en la vida de toda persona en que debe probar con sus acciones lo que cree.»
En esta ocasión tan importante, mi primera vez ante este púlpito, me paro con humildad y con espíritu de oración. Permitidme compartir con vosotros el testimonio que sale del corazón y, de la fragua de la aplicación y la experiencia, el gozo personal del servicio en el reino de Dios.
Sin ninguna vergüenza puedo decir que me regocijo en el servicio de Dios. Mi experiencia me dice que el gozo más grande que se adquiere en la vida es el servicio altruista a la humanidad. El Maestro dijo: El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.» (Mat. 23:11.)
Sabiamente se ha dicho: El servicio es el alquiler que pagamos por nuestra habitación en la tierra.» Debemos saber que el alquiler se vence diariamente y también que en el recibo nunca se escribe «pagado totalmente», porque el alquiler, el servicio en el reino de Dios, se vence hoy y también se vencerá mañana.
Algunos erróneamente piensan que el cometido de servir viene después de una gran experiencia espiritual. Esto es como el hombre que tiene frío y se para enfrente de la estufa y dice: Dame calor y después te pondré leña.» El gozo y las bendiciones del servicio se reciben después de haber dado este servicio. EL misionero que cumple fielmente una misión de dieciocho meses después tiene toda una vida para pensar en ello, a medida que perfecciona una vida de servicio a otros. Algunos desean y esperan que «las ventanas de los cielos» se abran antes de pagar los diezmos, aunque el profeta Malaquías claramente enseñó:
«Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramare sobre vosotros bendiciones hasta que sobreabunden.» (Mal. 3:10.)
Llega un momento en la vida de toda persona en que debe probar con sus acciones lo que cree. Jesús dijo, al referirse a su propia vida: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir.» (Mat. 20:28. )
El élder Bruce R. McConkie con toda elocuencia nos ha enseñado que el servicio es esencial para la salvación.
Me ha impresionado mucho la urgencia de llevar a cabe las cosas. El saber no es suficiente; debemos aplicar lo que sabemos. La buena voluntad no es suficiente; también debemos obrar. Las personas satisfechas no son las que han contribuido al progreso. Esta en nuestras manos el no estar satisfechos de nosotros mismos, el abstenernos de solo ser espectadores en lugar de participantes en el juego de la vida. El Señor ha seleccionado a su pueblo para llevar a cabo una obra maravillosa. La orientación familiar y el programa de maestras visitantes deberían significar mas que solo visitar; debería efectuarse esta obra con el verdadero amor cristiano. Se puede hacer; cada uno puede hacer su parte porque así lo desea.
Padres y madres, por medio de vuestro ejemplo podréis influir en vuestros hijos por toda la eternidad con ejemplos de servicio amoroso y sin quejas, en una forma mucho mas convincente por medio de la actuación que con simples palabras. Demostrad a vuestros hijos una vida de amor hacia ellos por medio de una vida de amor y servicio a la Iglesia y a los hijos de nuestro Padre que tienen necesidades espirituales.
Recuerdo las instrucciones del rey Benjamin a los padres cuando les aconsejó en cuanto a la enseñanza de sus hijos:
«Mas les enseñaréis a andar por las vais de verdad y cordura; les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro.» (Mosíah 4:15.)
Como alguien sabiamente dijo: «Hasta que un hombre aprende a pensar, entonces no es un hombre educado, no importa cuantos títulos profesionales tenga.» A esto me gustaría añadir: Un hombre que piensa deseara servir. Entre más grande sea el servicio, más se acerca uno a Dios. Una persona que sirve y se sacrifica se acuesta en la noche con una conciencia tranquila.
Pienso en una querida hermana casi incapacitada por la artritis de las manos que fielmente, cada semana, va al centro genealógico de extracción de nombres, en Denver, y encuentra que sus dedos casi rígidos son lo suficientemente ágiles para escribir los nombres a maquina con toda exactitud y rapidez: las bendiciones de un servicio altruista.
Jesús lavó los pies de sus discípulos, pies que estaban calientes, sudados, y manchados por el polvo y la tierra. No les lavó las manos o la cara; les lavó los pies. «El que es mayor entre vosotros sea vuestro siervo.» Este es el que aprende a servir.
Unos días después de nuestra llegada a Europa, la hermana Taylor y yo, todavía con nuestras maletas en la mano, desde un pequeño hotel en Alemania salimos para asistir a un seminario para presidentes de misión en Amsterdam, Holanda. En el transcurso del viaje, y con la ayuda del Representante Regional, pudimos conocer a los lideres en Europa Occidental. Fuimos a sus hogares. En cada uno de ellos conocimos a la esposa y a los hijos. Comimos con ellos, y dormimos en sus casas cuando fuimos invitados a hacerlo, y en cada caso nos arrodillamos en oración y pronunciamos una bendición sobre sus hogares, sus familias, sus llamamientos y la región en general para que la obra misional tuviera éxito. Ahora conozco a los lideres en esa región. Siento un verdadero amor por ellos, y siento que ellos también nos quieren. No importa viajar una hora de ida y de regreso para ir a un pequeño pueblo para bendecir a un líder y a su familia.
Creo que hasta cierto punto llegamos a conocer el gozo inefable de la gloria celestial. «El que pierde su vida, la hallara» (Lucas 17:33). Mi grado de espiritualidad en realidad ha aumentado.
Extiendo una invitación a todos aquellos que todavía no son miembros de la Iglesia para que paséis de la fila de espectadores y os convirtáis en participantes en la Iglesia restaurada del Señor por medio del bautismo y el don del Espíritu Santo, a fin de que vosotros también perdáis vuestra vida en el servicio y por lo tanto podáis hallar vuestra salvación.
A través de los años mi corazón ha cambiado y se ha suavizado debido al servicio. Como el menor de las Autoridades Generales, os invito a todos u aumentar vuestro servicio en el reino de Dios. Os testifico de la divinidad de esta obra, y también doy testimonio de que los que guían a esta Iglesia son lideres inspirados a los cuales sostengo con toda el alma, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























