Conferencia General Octubre 1984
El estandarte del Señor
obispo Victor L. Brown
Obispo Presidente
«Si convertís este servicio en parte integral de vuestra vida, no tendréis que estar decidiendo constantemente lo que es bueno y lo que esta mal.»
Agradezco profundamente la oportunidad de dirigirme esta noche a los jóvenes del Sacerdocio Aarónico y a sus lideres Sinceramente deseo lograr que cada uno de vosotros obtenga una comprensión más amplia de lo que significa el Sacerdocio Aarónico y de la gran bendición que representa el que se nos haya confiado su poder. Creo que es muy importante reconocer que el Señor ha confiado a cada individuo la responsabilidad relacionada con el Sacerdocio Aarónico. En otras palabras, cuando hablo del Sacerdocio Aarónico, me refiero a la manera en que afecta a cada persona, no solamente a un numeroso conjunto de jóvenes u hombres. Cuando una persona recibe el Sacerdocio Aarónico, lo recibe como una ordenación personal y privada, y no como una de tantas. Por lo tanto, espero que sintáis que lo que diga esta noche se considere como un mensaje personal, dirigido tanto al diácono que esta sentado en la parte superior del tabernáculo como al maestro que esta mirando la transmisión por vía de satélite en Nueva Jersey y al presbítero joven que esta escuchando en Francia, en Samoa o en Brasil, a cada joven individualmente.
Durante el verano pasado todos presenciamos una de las más maravillosas y alentadoras exhibiciones de logros juveniles entre los atletas. Gente de todas partes del mundo se sintió inspirada a tener mas fe en la humanidad, gracias a la actuación de las mujeres y hombres que participaron este verano en los Juegos Olímpicos realizados en Los Angeles. Tanto su confianza en sí mismos como su empeño por superar fueron contagiosos Por mi parte yo siento una gran admiración por todos ellos, no solamente por aquellos que recibieron medallas, sino por todos los que participaron; y por supuesto, también merecen ser reconocidos los miles de voluntarios que hicieron posible ese gran acontecimiento.
Me gustaría establecer un paralelo entre las experiencias de estos jóvenes y las experiencias mucho más importantes y duraderas por las cuales muchos de vosotros pasareis en el juego de la vida. Hablo específicamente al diácono, al maestro y al presbítero que han recibido el poder y la autoridad del Sacerdocio Aarónico.
Antes de participar en las Olimpiadas cada uno de los atletas tuvo que pasar por un riguroso entrenamiento antes de poder tomar parte. Esto les requirió muchas horas de practica, el desarrollo de autodisciplina y el renovar constantemente su cometido de alcanzar la meta. Requirió sacrificios y un sentimiento de confianza en sí mismos. Vosotros como poseedores del Sacerdocio Aarónico os habéis calificado para recibir dicho sacerdocio. Si no fuera así, no lo habríais recibido y no habríais tenido la autorización para participar y ejercer su poder y autoridad.
No fue necesario pasar las horas que los atletas tuvieron que pasar para acondicionar y perfeccionar vuestro cuerpo físico; sin embargo, vosotros tuvisteis que hacer algo más importante que eso. Fue necesario que preparaseis vuestro espíritu para recibir las bendiciones de este gran honor. Ahora que habéis sido aceptados, si deseáis lograr el éxito, es esencial que hagáis esas cosas que os traerán el éxito. Una vez que lo logréis, cosa que no os llevara meses, sino una vida de dar y demostrar que sois fieles, es posible que no recibáis el aplauso de las multitudes. No estaréis actuando delante de muchedumbres que os aclamaran con entusiasmo, sino que realizaréis en privado muchas de las labores necesarias, y sin esperar recibir el reconocimiento Y esto, por supuesto, requiere una autodisciplina mayor que casi todo otro logro humano.
En sus esfuerzos para realizar lo mejor en ellos, estos jóvenes atletas a menudo buscaban inspiración y motivación en aquellos que habían participado en Olimpíadas anteriores y habían establecido algún récord mundial. Obraban para perfeccionar sus talentos a fin de igualar o mejorar dichas marcas. Vosotros como poseedores del Sacerdocio Aarónico tenéis a la disposición muchos ejemplos de personas que han honrado su sacerdocio: Juan el Bautista José Smith vuestro propio padre y vuestro obispo. Lo único que necesitáis hacer ahora es esforzaros y hacer todo lo que este a vuestro alcance para emular estos ejemplos
La mayoría de los participantes en los Juegos Olímpicos reconocieron que tanto en el atletismo como en la vida, la verdadera competición es con uno mismo y no con los demás. Un día miré en la televisión una entrevista en donde este punto se manifestó claramente. A la campeona canadiense de patinaje sobre hielo, de catorce años, se le pregunto como se sentía después de hacer su mejor presentación y ganar. Ella respondió:
-Maravillosamente bien.
-¿Cómo te sientes cuando haces tu mejor presentación y pierdes?
-Maravillosamente bien.
-¿Cómo te sientes cuando no haces tu mejor presentación y ganas?
-Terriblemente mal.
Como poseedores del Sacerdocio Aarónico vuestra competencia es con vosotros mismos a medida que honráis vuestro sacerdocio.
El sacerdocio que poseéis fue restaurado en la tierra el 15 de mayo de 1829 por un mensajero celestial, Juan el Bautista, el mismo Juan que con la autoridad del Sacerdocio Aarónico bautizó a Jesús de Nazaret en el río Jordán, y que más tarde, como ser resucitado, puso sus manos sobre José Smith y Oliverio Cowdery y dijo:
«Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados; y este sacerdocio nunca mas será quitado de la tierra, hasta que los hijos de Leví de nuevo ofrezcan al Señor un sacrificio en justicia.» (D. y C. 13.)
Juan el Bautista dijo que actuaba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan. La ordenación se efectuó antes de que la Iglesia se restaurara nuevamente sobre la tierra.
El Sacerdocio Aarónico es un sacerdocio preparatorio; es dependencia del Sacerdocio de Melquisedec, y tiene que ver mayormente con las ordenanzas exteriores y responsabilidades temporales. Sin embargo, en la ordenación Juan el Bautista mencionó que «posee las llaves del ministerio de ángeles y del evangelio de arrepentimiento y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados». Estos pasos son esenciales para ser miembros de la Iglesia de Jesucristo y alcanzar la meta de la exaltación en el reino de Dios.
Siento que a veces consideramos la preparación y repetición de la Santa Cena y la recolección de ofrendas de ayuno como la suma total de responsabilidades del Sacerdocio Aarónico; pero esto no es cierto. Estas actividades desde luego son muy importantes, pero hay mucho más. Como sacerdocio preparatorio. os esta preparando a vosotros principalmente para la vida eterna y la exaltación, porque el Señor ha dicho:
«Esta es mi obra y mi gloria; llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.» ( Moisés 1:39.)
Mas aun, Él nos ha dicho que la vida eterna, es decir, la exaltación, es el don más grande de Dios al hombre.
Como poseedores del Sacerdocio Aarónico sois siervos de nuestro Padre Celestial. Si vais a honrar el sacerdocio, tendréis que ser verdaderos siervos y servir a vuestros semejantes. Si convertís este servicio en parte integral de vuestra vida, no tendréis que estar decidiendo constantemente lo que es bueno y lo que esta mal. Las decisiones correctas llegaran a ser parte natural de vuestra forma de vivir, porque debido al servicio os estaréis allegando mas a vuestro Padre Celestial.
No tengo la menor duda de que tanto vosotros como muchos de vuestros amigos estáis viviendo ahora de esta manera. Por ejemplo, un muchacho coreano de quince años guardó su asignación de dinero semanal y con ello compró periódicos. Luego, el y sus amigos los vendieron en las calles de Seúl, Corea, para juntar dinero y ayudar a uno de sus compañeros en la escuela que no tenía suficiente dinero para continuar estudiando. Este jovencito también compartía su merienda con este compañero para que no pasara hambre en la escuela. ¿Por que hacía él esto? Porque había estado estudiando el relato del Buen Samaritano y quería saber como se sentía uno al actuar como este personaje de la parábola. Mas tarde, relato estas cosas a su padre solo después que su padre lo interrogo minuciosamente en cuanto a sus actividades. Él había hecho estas cosas sin ningún deseo de ser reconocido por ello.
Dudo mucho que el obispo de este joven se haya preocupado por la apariencia de este joven cuando venia a servir en la mesa de la Santa Cena, o si su corazón, y manos estaban limpios y puros. No creo que su padre tenía por que preocuparse si era honrado en su relación con los demás o si estaba haciendo trampas en sus exámenes.
Otro padre me contó una experiencia que había tenido con su hijo cuando este era presbítero. Este hermano necesitaba ayuda para pintar y limpiar su casa. Con mucho gusto y cooperación el hijo emprendió la labor e hizo gran parte del trabajo. De esa manera este joven se esta preparando para ser un hombre de confianza y aceptar responsabilidades al honrar a sus padres y aceptar con gusto los trabajos que hay que hacer en la casa.
Esta desarrollando la fuerza y la autodisciplina necesarias para obedecer todos los mandamientos.
En otro ejemplo, algunos de los jóvenes y señoritas de uno de los barrios se dieron cuenta de que sus testimonios se estaban debilitando y que se sentían incómodos con algunas actividades de la Iglesia. Un día decidieron, bajo la guía de un obispo muy sabio, organizarse y prestar servicio a varios ancianos inválidos del barrio que tenían que permanecer en casa. Se dividieron en grupos pequeños, con cada grupo resuelto a llevar a cabo una relación familiar con una de estas personas que no salía de casa. Con regularidad los jóvenes preparaban comidas que compartían con los miembros ancianos en su propio hogar. Cada domingo los jóvenes llevaban la Santa Cena a estos hogares. En ocasiones hacían arreglos para tener noches de hogar especiales. Estas actividades provocaron un cambio admirable en la actitud de estos jóvenes hacia sí mismos, hacia los ancianos y hacia la Iglesia. Encontraron una manera de expresar el evangelio de Cristo por medio de prestar servicio amoroso.
No creo que ninguno de nosotros olvide la escena de cientos de atletas marchando orgullosamente detrás de las banderas y estandartes de sus respectivos países, emocionados de haber sido escogidos para representar a su patria en los Juegos Olímpicos. Tu, hermano mío en el Sacerdocio Aarónico, sentado allá arriba en la parte alta del tabernáculo, o en el centro de estaca en Nueva Jersey, o en una capilla en Francia, Samoa o Brasil, tú eres representante escogido de Dios, que ha recibido la autoridad para actuar en Su nombre, así como todo joven digno que posee el sacerdocio. El estandarte que portáis cada día, quizá no lo vean millones de personas, pero lo ve Aquel cuyo estandarte es y aquellos que saben quienes sois, tanto las personas que son miembros de la Iglesia como los que no lo son. Es el estandarte del Señor que muestra quienes realmente sois cuando demostráis vuestro amor por Dios mediante el cumplimiento de sus mandamientos y el servicio a vuestros semejantes.
Mi firme oración es que cada uno de vosotros obispos y asesores de quórum de estos jóvenes les ayudéis a comprender lo que significa poseer el santo sacerdocio y vestirse con toda la armadura de Dios, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























