El matrimonio eterno

Conferencia General Octubre 1984logo 4

El matrimonio eterno

élder Marion D. Hanks
del Primer Quórum de los Setenta

Marion D. Hanks«Los principios y los convenios del evangelio, en particular los que hacemos en el templo, son los cimientos más seguros sobre los cuales se ha de basar un matrimonio fuerte.»

Se me ha asignado hablar sobre el tema del matrimonio eterno y ruego que este preparado, tanto con palabras como en espíritu, para poder tratar adecuadamente este tema tan sagrado.

Un día. en un hermoso salón de sellamientos en el templo, le pregunte a un niñito vestido de blanco que estaba a punto de ser sellado a sus padres y hermanos mediante una ceremonia sagrada:

-¿Por que vino tu familia al templo?

Me contestó:

-Para sellarnos.
-¿Que quiere decir sellarse’?- le pregunté.
-Que la familia esta unida para siempre.
-Oh-le dije-van a estar juntos para siempre. Tu familia debe ser buena y feliz para que quieras estar con ellos para siempre. ¿Tienes una familia feliz?
-¡Ya lo creo!-me contestó.

Este niño ya tenía una noción clara de dos de los principios más importantes que podemos saber: que nuestro Padre Celestial ha hecho posible que el matrimonio y la relación familiar sean permanentes y perduren para siempre, y que si deseamos de corazón que nuestro matrimonio llegue a ser eterno, debemos hacerlo feliz en esta tierra, y debe ser, el corazón de una familia y un hogar felices.

Quiero testificar también que los principios y los convenios del evangelio, en particular los que hacemos en el templo, son los cimientos más seguros sobre los cuales se ha de basar un matrimonio fuerte, y que un matrimonio así no se da por casualidad. No ocurre simplemente como resultado de una ceremonia ni como capricho de la suerte ni de las circunstancias, sino que lo crean dos personas maduras que se aman y que están dispuestas a aprender los principios sobre los cuales puede edificarse un matrimonio vital y duradero, y que día tras día y año tras año se esfuerzan por lograrlo.

La mayoría de los presentes en esta reunión somos casado, y muchos se están acercando a ese momento importante.

Los jovencitos que están en edad de asistir a esta reunión también están en condiciones de aprender los puntos básicos de este tema que es vital para vuestra felicidad futura.

Pensemos entonces en que (1) el matrimonio en el templo es la base (2) de una unión feliz y eterna, (3) la cual crean sobre la base sólida de los convenios del evangelio (4) dos adultos maduros que aprenden y progresan juntos y (5) con el sacerdocio, por medio del cual se administran los convenios, el cual no le da al hombre el derecho de sentirse superior ni de ejercer dominio, sino la responsabilidad de prestar servicio, de guiar con amor y de ser un ejemplo de dignidad, por medio del Espíritu del Señor.

  1. El Casamiento En El Templo

El Señor aprueba el matrimonio. De hecho, las Escrituras dicen que el matrimonio lo decretó Dios» para sus hijos (D. y C. 49:15). Y también que «todo lo que Dios hace será perpetuo» (Ec. 3:14). La senda del matrimonio eterno esta llena de esperanza y de promesas, y se creo para darnos felicidad en esta vida y una mayordomía como la de Dios mismo en la venidera.

En el principio, después de que la tierra estaba preparada, Dios unió al hombre y a la mujer en el Jardín de Edén con el primer lazo matrimonial. Todavía no eran mortales y no se estableció un limite de tiempo a su unión. Dios declaró: ‘Por tanto, dejara el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gen. 2:24).

Cuando Cristo estuvo en la tierra citó este mandamiento y agrego: «Por tanto, lo que Dios junto, no lo separe el hombre (Mat. 19:4-6). Les dio a sus discípulos poder cuando dijo:

«Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo» (Mat. 18:18). Pablo declaró que «en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón» (1 Cor. 11:11).

Con la restauración del evangelio pudimos comprender con mas claridad el propósito y la obra de los templos. El poder de sellar en la tierra y en los cielos se ha confiado otra vez a los siervos autorizados de Dios. Personas autorizadas que laboran en los templos de Dios realizan otra vez uniones eternas, por esta vida y por toda la eternidad, casamientos que llevan consigo las promesas mas sublimes.

  1. Un Matrimonio Feliz Para Siempre

Pero un matrimonio que ha de durar para siempre tendrá que ser también dinámico, grato y feliz. A veces los elementos distintivos del matrimonio en el templo se consideran exclusivos en lo que respecta a duración y autoridad. Por supuesto, todos los que van a sellarse en el templo entienden que este matrimonio se realiza bajo la autoridad de Dios por tiempo y por toda la eternidad. Pero esta extraordinaria ceremonia que nos ha sido revelada abarca mucho más que esto cuando se lleva a cabo ante el altar de un templo. La virtud de una relación establecida allí es de vital importancia. Por medio del sellamiento grandes promesas se otorgan a una pareja que se casa en el templo, el cumplimiento de las cuales depende de que se comprendan y cumplan los convenios solemnes que los dos se hacen mutuamente y que hacen con el Señor.

Estos convenios que se hacen en el templo son totales y permanentes y requieren una entrega total y eterna. Por supuesto, ninguno de los dos permanecerá como es; ambos progresaran de muchas maneras. Pero esta ceremonia matrimonial es sin condiciones ni reservas, salvo la fidelidad de los dos participantes. Con esta base firme la nueva familia emprende  gozosa el aprendizaje de la relación que les dará felicidad y la creación de una unión fuerte y llena de amor que seguirá aumentando en plenitud y gloria eternamente. ¿Cómo se asegura el éxito en una empresa tan importante y trascendental?

Su nueva vida abre ante ellos nuevas oportunidades de desempeñar papeles perdurables, todos ellos vitales para la felicidad de la familia: el de esposa, madre, ama de casa, el de ser el corazón del hogar: el de marido, padre, protector, proveedor, líder del hogar con el manso espíritu del sacerdocio.

Los dos forman una sociedad en la que pueden aprender, compartir y progresar.

Unen sus vidas como compañeros de la forma especial en que sólo los casados pueden hacerlo. Tanto si se encuentren en la misma habitación como si están separados por un océano, están casados las veinticuatro horas del día. Se interesa por entero el uno por el otro y por su futuro. Con buen humor y de buen carácter y mostrando sincera consideración por las necesidades del otro, se proponen tener una vida feliz; ríen mucho y lloran un poco; son cariñosos y considerados, y lo demuestran con una nota, una llamada, una palabra amable, una contestación apropiada y con la alegría del reencuentro al volver al hogar.

Los casados siguen siendo enamorados, unidos de una forma especial y dinámica, y bendecidos con una poderosa fuerza magnética que los atrae el uno hacia el otro, tanto si los separan unos metros de distancia como si están en otro continente. Este poder enviado desde lo alto debe conservarse intacto por medio del respeto, la integridad y la lealtad. El ser capaces de entregarse confiadamente y recibirse con gozo y agradecimiento el uno al otro es una bendición que cobra mas valor día tras día.

Con pocas palabras, una esposa, con el corazón destrozado, hace años resumió la desintegración de su matrimonio y la tonta ilusión de creer que es suficiente la unión física, sin la amabilidad. La consideración y otras cualidades esenciales. Dijo: »No nos queda nada mas para expresar».

Los casados deben ser amigos íntimos; ninguna relación humana necesita la amistad tanto como el matrimonio.

Tengo en mis manos una carta escrita por una joven viuda que había emigrado de Inglaterra en los primeros días de la Iglesia Fue escrita en el año 1848 en Honeycreek, estado de Misuri, a la suegra y a la hermana de su esposo, quienes vivían en Inglaterra. Él había muerto en la travesía por barco, dejándola a ella con dos hijos para continuar, solos y desconsolados, en su viaje con los Santos hacia el Oeste. Esta carta cambió mi vida. Tal vez os afectara de la misma manera. Comienza diciendo:

«Querida madre y Hannah, vuestro bien amado hijo y hermano, y mi mejor amigo, ha dejado esta tierra. Mas querido para mí que la vida misma, se me ha ido. Oh, madre, madre, ¿qué puedo hacer’?»

Entonces explicaba su amor por este, su mejor amigo, y decía que criaría a estos dos hijos a su imagen y en el reino y bajo los mandamientos del Señor.

Me vinieron lagrimas a los ojos al pensar si se hubiera podido escribir una carta así en mi propia casa.

¡La amistad en el matrimonio es tan importante! Sopla la cáscara y se queda con el grano, goza de las particularidades del otro, escucha con paciencia, da abiertamente y perdona con facilidad. La amistad motiva a uno a dar el primer paso para decir. «Discúlpame; lo dije sin querer». No pretende perfección del amigo, ni la exige. No insiste en que los dos respondan ante todo de la misma manera, sino que dará honradez e integridad a la unión. En todo buen matrimonio habrá arrepentimiento y respeto y confianza.

Todos estos elementos y muchos otros que no podemos mencionar demuestran con elocuencia que un buen matrimonio no es producto del azar.

Por lo tanto, es evidente que la preparación, la selección del cónyuge y el noviazgo exigen cuidado y consideración. Es un necio el que cree que un matrimonio puede ser feliz cuando esta basado en el romanticismo, en una relación idealizada o en el erróneo concepto de que una vez casados «vivirán siempre felices». Antes de formar el vinculo matrimonial es necesario orar, prepararse y considerar seriamente el paso que se va a dar. El matrimonio es un esfuerzo de todos los días que comprende todos los aspectos de la relación humana. La honradez, la personalidad, tener las mismas convicciones, opiniones y objetivos en cuanto a la familia, el dinero y el nivel de vida son más importantes que la luz de la luna, la música o un perfil atractivo.

  1. La Culminación

La forma más segura de conseguir todo esto es casarse en el templo. Pero el matrimonio en el templo no es una ordenanza aislada; es no sólo la culminación de otras ordenanzas, sino también la base de la familia y del futuro eterno.

Algunos de vosotros quizás no sepáis que nadie puede casarse en el templo sin antes haber recibido allí sus propias bendiciones. Los que desean tener un matrimonio eterno no pueden lograrlo hasta que cada uno de ellos hace personalmente convenios sagrados con Dios. Estos convenios se basan en principios que son el centro de una verdadera vida cristiana y en el fundamento de un matrimonio y familia buenos.

Los convenios que hacemos en el templo, como las demás ordenanzas sagradas del evangelio, nos relacionan a la vida del Señor Jesucristo y se centra en ella.

En el templo hacemos convenios de seguir a Cristo en hacer la voluntad de Dios y en cumplir con sus mandamientos, de valorar a otros y servirlos desinteresadamente y de amar a Dios y al prójimo. Prometemos mantenernos sexualmente puros y ser totalmente fieles a los principios morales, lo cual nos da un sentido de nuestro propio valor y fortalece la autodisciplina. También prometemos dedicarnos con alma y vida a la causa de la verdad y la justicia.

Todo esto sucede por medio del sacerdocio, el sacerdocio según el orden del Hijo de Dios (D. y C. 107:1-3) La plena comprensión de este principio elimina automáticamente los falsos conceptos de la superioridad del uno sobre el otro Hombres y mujeres tienen el mismo valor para Dios y deben ser igualmente valiosos ante los ojos del cónyuge. La devoción sincera en seguir el ejemplo del Hijo de Dios no es compatible con la tiranía, la dictadura y el despotismo. Y nunca justifica la falta de dignidad, la descortesía, las groserías ni el maltrato. Sus vías son la persuasión, la tolerancia, la mansedumbre, la bondad y el amor genuino. ( Véase D. y C. 191:41-44).

  1. Dos Personas Maduras

Es fácil darse cuenta de que esa clase de matrimonio de la que hemos estado tratando no se da espontáneamente. Los cimientos se ponen en la Casa del Señor. La unión se verifica por medio de la autoridad de Dios, pero la deben moldear dos personas honradas e integras que están preparadas práctica y emocionalmente. Se requiere que estén preparadas para ir al templo, que sean maduras para poder hacer promesas y cumplirlas y para recibir sagradas promesas y merecer que se cumplan.

No importa en que circunstancias os encontréis con respecto al matrimonio-muy lejos, cerca, o envueltos completamente en sus lazos-sed prudentes, fieles a los mandamientos de Dios y leales. El matrimonio es la relación íntima que uno hace en la vida y la decisión más sagrada y más seria. Si no habéis entrado ya en el templo, purificaos y preparaos para establecer la base de un matrimonio especial, uno que sea feliz y eterno.

Y la motivación para realizar todo esto es la seguridad- firmemente arraigada en el corazón de todo hombre honrado que vive como debe con su querida esposa, o que ya ha tenido esa experiencia o se esta preparando para establecer una unión de esta naturaleza-de que el reino celestial será maravilloso para él porque allí estará con la persona que mas quiere. Parley P. Pratt dijo del profeta José Smith que «fue el que me dijo que mi querida esposa podía sellarse a mí por tiempo y por toda la eternidad, y que el cariño y los puros sentimientos que nos unen provenían de la fuente del amor divino y eterno. Fue por el que supe que podemos cultivar estos sentimientos y hacerlos crecer eternamente.» (Autobiography of Parley P. Pratt, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1938, págs. 297-298.)

Hace unos días nos reunimos con nuestros cinco hijos, sus cónyuges eternos y los dieciséis nietos. Los veintiocho formamos un circulo de afecto y agradecimiento, el cual, establecido en un altar en la sagrada Casa del Señor hace muy pocos años, se ha expandido milagrosamente. Nuestro hijo menor nació hace veinticuatro años, pero el circulo continua agrandándose. Si Dios lo permite, viviremos para ver venir al mundo otra generación de niños maravillosos. Estamos agradecidos de que nuestra familia seguirá asociándose con nosotros eternamente, así como nosotros con los que nos dieron la vida; y todos encontraremos al final de la senda un lugar lleno de amor y lazos duraderos bajo la sagrada influencia del Padre de nuestros espíritus y de Jesucristo, que con su sacrificio nos otorgó las bendiciones de la vida eterna. De esto testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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