Conferencia General Octubre 1984
La voluntad de servir
élder Robert B. Harbertson
del Primer Quórum de los Setenta
«La obediencia a los mandamientos de Dios y la voluntad de servirle siempre han sido requisitos para un verdadero discípulo del Señor Jesucristo.»
Hermanos y hermanas, quiero que sepáis que me paro delante de vosotros como un vivo ejemplo de la definición de perseverancia que dio el élder Ashton. Esperando mi turno para pararme al frente de este micrófono he padecido dolor, angustia y todas las demás características de que él habló.
La obediencia a los mandamientos de Dios y la voluntad de servirle siempre han sido requisitos para un verdadero discípulo del Señor Jesucristo. Pablo nos enseña que aun el Señor, «aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia». (Heb. 5:8.) Nuestro deseo de humillarnos y despojarnos de los grilletes del egoísmo es imperativo para nuestro progreso y verdadera felicidad en esta vida. Isaías escribió las siguientes verdades:
«Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
«Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra.»(Is. 1:18-19.)
La gran prueba del tiempo nos enseña que el que no quiere aceptar estos principios verdaderos se hace infeliz y nunca esta satisfecho, y como el profeta José Smith indicó, «queda abandonado a sí mismo para dar coces contra el aguijón, para perseguir a los santos y combatir contra Dios». (D. y C. 121:38.)
En el Libro de Mormón una importante historia y una gran experiencia educativa se desenvuelve cuando Alma, hijo de Alma, empieza su ministerio para establecer la Iglesia entre su pueblo. De Zarahemla a Gedeón, se estableció la Iglesia y se predicó el evangelio de Jesucristo. Después de un tiempo Alma emprendió su jornada hasta la tierra de Melek, donde tuvo mucho éxito. El pueblo escuchó y creyó en la palabra de Dios y fueron bautizados en toda esa tierra.
Con gran felicidad y gozo Alma salió de allí y viajó a Ammoníah, una ciudad al norte de Melek. Allí continuó sus enseñanzas, pero no tuvo éxito. Satanás se había apoderado de muchas de las personas que vivían en la ciudad. A pesar de las oraciones y la obra de Alma, el pueblo de Ammoníah endureció su corazón y no creyó nada de lo que él les enseñó. Lo injuriaron, escupieron y lo echaron de la ciudad.
Decidió emprender su viaje a la ciudad de Aarón al sentirse desilusionado y lleno de pesar y angustia debido a la iniquidad del pueblo de Ammoníah. Mientras Alma se encontraba en este estado de angustia, un ángel del Señor se le apareció y le dijo que se regocijara porque había sido fiel en obedecer los mandamientos de Dios desde que había recibido su primer mensaje divino. Este ángel era el mismo que se les apareció a Alma y a los hijos de Mosíah cuando estaban siendo tan rebeldes y estaban causando tanto daño a la Iglesia. El ángel le dijo a Alma que debía regresar a la ciudad de Ammoníah y predicar de nuevo al pueblo y decirles que a menos que se arrepintieran el Señor Dios los destruiría.
Me imagino cómo se ha de haber sentido en ese momento, sabiendo y sintiendo todavía los efectos de la experiencia que acababa de tener con ese pueblo. Había sido injuriado y físicamente echado de la ciudad y estoy seguro de que hasta fue amenazado de muerte Ahora se le indicaba que tenia que regresar otra vez a este pueblo.
La reacción de Alma a este mandato es muy interesante. Las Escrituras dicen: «Después de que hubo recibido su mensaje del ángel del Señor, Alma se volvió luego a la tierra de Ammoníah.» (Alma 8:18.) Es interesante, hermanos, la parte que dice «volvió luego». Tal vez su experiencia anterior con el ángel había causado que no se demorara o dudara, sino más bien que reaccionara de inmediato; pero yo creo que fue motivado debido a su amor por el Señor y su deseo de ser obediente.
La reacción y la actitud de Alma a esta solicitud ha sido de gran importancia para mí a medida que me esfuerzo por servir al Señor.
Cuando Alma regresó a la ciudad, se encontró con un hombre que le dio alojamiento y comida. Este hombre se llamaba Amulek, y había recibido una visión y reconoció a Alma como un profeta de Dios. Alma permaneció con Amulek muchos días antes de empezar a predicar al pueblo. Amulek, aunque era nefita, no había sido tan fuerte como se suponía que debía ser para defender las verdades de Dios, y había caído mas o menos en la inactividad. Era un hombre de muy buena reputación, industrioso, y había adquirido muchas riquezas.
Alma fue una bendición para Amulek y su familia mientras que moró con ellos; lo llegaron a apreciar en gran manera. Finalmente, la palabra llegó de nuevo hasta Alma de que saliera a predicar y llevara a Amulek consigo para que fuera su compañero y enseñaran el evangelio de Jesucristo. Amulek obedeció y empezó su obra misional con Alma.
Otra vez, hermanos, esta lección me ha fortalecido y guiado en la forma que debo vivir y reaccionar cuando se presentan las oportunidades que el Señor me da de servirle. Amulek tenla mucho; era un hombre rico, con una buena esposa e hijos, tenia buena reputación en la comunidad, pero aun así, respondió sin vacilar al llamado de servir.
Recientemente he sido llamado a servir. Me siento muy humilde con este llamamiento y responsabilidad. No sé por que fui llamado, pero os prometo, mis hermanos, que reaccionare inmediatamente a cualquier cosa que se me mande hacer, y lo haré sin vacilar.
Amo al Señor Jesucristo y con toda solemnidad testifico que vive. Él es el Hijo resucitado de Dios; es nuestro Salvador; esta es Su única Iglesia verdadera, y es buena, de lo cual testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.
























