Conferencia General Octubre 1984
Moralidad personal
élder David B. Haight
del Quórum de los Doce Apóstoles
“Primero, decidamos hoy mismo conservar nuestra mente, cuerpo y espíritu libres de la influencia corruptora de la pornografía, incluso todo lo que tenga que ver con la obscenidad y la indecencia.”
Hace poco, en las ciudades de Sidney, Australia; y Manila, Filipinas, se dedicaron nuevos templos. En una de las inspiradas oraciones de dedicación el presidente Hinckley imploró a Dios, nuestro Padre, a que bendijera “a los santos en su fe . . . [para] que permanezcan fieles . . . [como] pueblo del convenio . . . para que aumenten en su sabiduría . . . tanto espiritual como temporal . . . [para] que se desarrollen en virtud, en conocimiento y en amor por Ti . . . [y para] que los planes diabólicos de [Tus] enemigos se vean frustrados.” (Church News. 30 de sept. de 1984, pág. 10).
Quisiera hablaros sobre estos “planes diabólicos de Tus enemigos”. He pedido en oración que se me otorgue la orientación del Espíritu para que pueda comunicaros en una manera meditativa mis expresiones francas y sencillas en cuanto a mi preocupación por motivo de la difusión de la maldad en nuestra sociedad actual.
Durante los últimos veinte años una plaga de pornografía se ha extendido por casi todos los países del mundo con creciente ímpetu e impacto devastador. Lo que hace unos años comenzó como un corto numero de revistas con fotografías indecentes, que alarmaron a las personas sensibles, ha crecido hasta convertirse en una industria de cientos de publicaciones, cada cual tratando de superar a las demás en la indecencia de su contenido.
Las librerías denominadas “para adultos”, que venden publicaciones para agradar a la gente de pensamientos libidinosos, hoy existen en casi todas las ciudades. Revistas obscenas, que antes se podían adquirir solamente por correo y envueltas para que pasaran inadvertidas, hoy se exhiben sin ningún reparo entre las demás publicaciones en muchas tiendas y otros establecimientos comerciales, donde están al alcance de jóvenes y personas de edad madura.
En la mayoría de las ciudades se han abierto cines que exhiben películas para adultos únicamente. Se informa que una película particularmente ofensiva, filmada a un costo de cuarenta mil dólares, ha logrado ganancias que exceden seiscientos millones de dólares.
No debe sorprendernos el hecho de que los altos tribunales han descubierto que el noventa por ciento de toda la industria pornográfica se halla bajo el dominio del crimen organizado. Las grandes ganancias que produce una empresa se convierten en fondos financieros para otras aun más grandes y elaboradas, así como una creciente ola de indecencia se estrella con fuerza contra las debilitadas defensas de la moralidad.
Las tecnologías modernas, que pueden bendecir nuestra vida de tantas maneras, también se están utilizando para difundir la corrupción pornográfica. Los sistemas de video llevan ahora a los hogares las grandes obras clásicas de la música, la historia, la pintura y el teatro. Pero en igual manera, también traen a esos mismos hogares escenas de inmoralidad y corrupción que contaminan a aquellos que las miran y extienden su influencia corruptora a nuestras comunidades y sociedad.
Los circuitos privados de programas de televisión y las transmisiones vía satélite, con su poderosa capacidad para difundir el bien, no sólo se están usando, pero también se esta abusando de las mismas. No se han dictado aun las leyes estatales y nacionales necesarias para reglamentar su uso correcto, y en los Estados Unidos existen virtualmente sin reglamentación. Hay hombres sin escrúpulos que se han apresurado a explotar esta ausencia de leyes, sin importarles las consecuencias que puedan ocasionar a sus víctimas.
Algunos podrán preguntar: “¿Que es la pornografía?” Un juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Potter Stewart, dijo que aunque no podía definir exactamente lo que era pornografía, “la reconozco al verla”.
La pornografía no es crimen sin víctimas. ¿Quiénes son sus víctimas? Primero, aquellos que, ya sea intencional o a veces involuntariamente, se ven expuestos a ella. La pornografía puede inficionar. Lo que puede comenzar como una exploración curiosa puede convertirse en un habito que domina. Los estudios muestran que aquellos que se dejan atraer hacia la pornografía pronto empiezan a anhelar cosas más obscenas aun. Si uno se somete continuamente, el espíritu pierde su sensibilidad y puede corroer la conciencia de personas descuidadas. La víctima se convierte en esclavo de pensamientos y hechos carnales. Así como el pensamiento engendra o dirige la acción, la exposición a la pornografía puede llevarnos a actuar de acuerdo con lo que se vaya formando en la mente.
Pero también hay otras víctimas. Los crímenes con violencia han aumentado en los Estados Unidos cinco veces mas rápidamente que el crecimiento de la población. Un estudio realizado en la Universidad de New Hampshire en 1983 indicó que los estados en que se leen mas revistas pornográficas también tienen el porcentaje mas alto de violación de mujeres. La pornografía degrada y explota a hombres, a mujeres y a niños de la forma más fea y corrupta
Quizás la tragedia mayor de todas se ve en la vida de los niños que se convierten en sus víctimas. La tendencia más triste de nuestra época es el alarmante aumento en el número de casos de niños violados. Muchos de ellos suceden dentro de la familia y, corrompen la divina inocencia con que nacen los niños. Cantamos, como lo hicimos esta mañana: “Soy un hijo de Dios, por El enviado aquí . . . Guiadme, enseñadme por sus vías a marchar, para que . . . con Él pueda morar. (“Soy un hijo de Dios”. Canta Conmigo. B-76.) El Señor reservó su condena mas dura para aquellos que ofenden a los niños pequeñitos. Nuestro Señor ha dicho:
“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque . . . no es la voluntad de vuestro Padre que esta en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”(Mat. 18:10, 14.)
Mas aun, el Señor manda en Doctrina y Convenios:
“Ni cometerás adulterio . . . ni harás ninguna cosa semejante.” (D. C. 59:6.)
“Los primeros apóstoles y profetas nos advirtieron que tuviéramos cuidado de numerosos pecados que son censurables: … el adulterio… . la infidelidad… . la impureza, el cariño desordenado… . las relaciones sexuales fuera del matrimonio… . la perversión sexual, . . . la obsesión con las cosas sexuales . . . Y uno de los peores de estos pecados es el incesto [o] el pecado carnal cometido por personas de parentesco tan intimo que la ley prohibe que se casen.” (Spencer W. Kimball, Presidente Kimball Speaks Out, pág. 6.)
El incesto es un pecado horrendo que puede dañar en forma irreparable a sus víctimas inocentes.
Sin embargo, ¿qué es lo que impulsa a estas personas a cometer tan terribles pecados? Los informes policiales indican que el ochenta por ciento de aquellos que molestan sexualmente a niños o niñas admitieron que ajustaron sus ataques de conformidad con la pornografía que habían visto.
¿Cómo es que esta maldad se ha arraigado tanto en nuestra sociedad? ¿Hemos pasado por alto las amonestaciones de nuestros dirigentes en la Iglesia’? El presidente Spencer W. Kimball declaro:
“Mientras los hombres sean perversos y se deleiten en la inmundicia, los entretenedores les venderán lo que deseen. Se podrán formular leyes, habrá aprehensiones, los licenciados podrán disputar, los tribunales podrán sentenciar . . . a hombres de mentes corruptas, pero jamas cesaran la pornografía ni otros insultos . . . a la decencia hasta que los hombres hayan depurado sus mentes.”
Dijo el presidente Kimball enseguida: “Cuando [el hombre] se canse y se fastidie de naufragar en la inmundicia . . . dejara de pagar por esa impudicia y se agotara su fuente.
“Por consiguiente, es obvio que para permanecer limpio y digno, uno debe conservarse apartado, positiva y conclusivamente, del territorio del diablo, evitando el menor contacto con la maldad. Satanás deja sus huellas digitales.» (El Milagro del Perdón, págs. 233 y 236.)
Este aumento de la pornografía ha sido impulsado por los que redujeron las restricciones en cuanto a los avisos comerciales, por poca reprobación de las películas, por los melodramas y comedias en la televisión que utilizan su potente voz para justificar, enaltecer y fomentar las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Quizás nos han intimidado aquellos que declaran que la producción, distribución y uso de materiales obscenos es un derecho básico que debe defenderse. Esto no es verdad. Los divinos principios de la inspirada constitución de este país no aprueban ni protegen la pornografía. La Corte Suprema de los Estados Unidos claramente ha declarado que la denuncia criminal de aquellos que producen y distribuyen materiales obscenos no es una violación de sus derechos de la libertad de expresión.
La difusión de la pornografía ha sido fomentada porque no se ponen en vigor las leyes que tienen por objeto prohibirla o reglamentarla. Aunque algunas leyes adicionales ayudarían a la solución del problema. Los que han luchado la desalentadora batalla en contra de la pornografía en los últimos años concuerdan en que casi el noventa por ciento de todos los materiales pornográficos podrían eliminarse de nuestras comunidades si se pusieran en vigor las leyes existentes en cuanto a la obscenidad. Unas pocas ciudades valientes han rendido un servicio notable al deshacerse de cinematógrafos que proyectaban películas obscenas y de librerías para “adultos”, y haciendo que los libros y revistas pornográficos fueran más difíciles de obtener. Los ciudadanos de Mount Lebanon, en el estado de Pensilvania, formaron un grupo y determinaron que no iban a permitir tales materiales degradantes en su comunidad. Hicieron clausurar un gran deposito distribuidor y una librería de libros para adultos y, como resultado de la determinación de este grupo de ciudadanos, se ha adoptado un reglamento en la ciudad en contra de la pornografía.
Los que formulan las leyes escucharan a grupos de ciudadanos organizados eficazmente. Sin embargo, la tendencia trágicamente se inclina hacia la indiferencia de los ciudadanos y una sensación de inutilidad.
Y, ¿de quien es la culpa? Seria conveniente señalar con nuestro dedo acusador a los fiscales públicos que no están aplicando la ley como deben. Pero necesitamos hombres y mujeres de valor y convicción en estos puestos públicos, si es que vamos a contener esta ola horrible. Pero mientras un dedo acusador señala hacia aquellos que formulan o ejecutan las leyes, otro bien puede señalarnos a nosotros mismos que tal vez tengamos tanta culpa como ellos.
Afortunadamente, lo que se considera legalmente obsceno se determina en parte por las normas de la comunidad local. Nosotros como ciudadanos quienes podemos decir que son los materiales ofensivos cuales son legalmente obscenos-y por tanto no pueden solicitar protección de la ley.
Desgraciadamente, mucha gente supone que hasta el peor tipo de pornografía es legal por motivo de su popularidad. Mas eso no es verdad. Algunos fiscales públicos podrán excusarse a sí mismos de no poner en vigor las leyes en contra de la pornografía explicando que las normas de la comunidad son las que determinan lo que es obsceno. Por lo tanto, llegan a la conclusión de que por motivo de que la comunidad tolera ese tipo de material, su presencia debe indicar la norma que la comunidad acepta. Ciudadanos que nos preocupamos, vosotros y yo, debemos cambiar este concepto erróneo.
¿Que se necesita, entonces, para volver hacia atrás esta afrenta siniestra que no sólo afecta a nosotros sino también a nuestras familias y comunidades? Sólo cuando la gente preocupada por su familia y sus semejantes hace que su voz y su influencia se hagan sentir en una manera inteligente y racional, alteraremos el curso destructivo que estamos siguiendo. La indignación callada puede malinterpretarse como señal de aprobación. Si obramos irracionalmente, puede resultar ineficaz, porque se puede juzgar como algo gazmoño mas bien que prudente.
Albert Camus, autor francés, escribió:
“Ya sea por medio de tus acciones o con tu silencio, tu también tomas parte en el conflicto.”
Permitidme sugeriros unas cuantas cosas que podemos hacer para poner fin a este pernicioso mal.
Primero, decidamos hoy mismo conservar nuestra mente, cuerpo y espíritu libres de la influencia corruptora de la pornografía, incluso todo lo que tenga que ver con la obscenidad y la indecencia. No le demos lugar en nuestro hogar, en nuestra mente o en nuestro corazón. El salmista David escribió: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quien estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón.” (Salmos 24:3, 4). Si los que me escuchan tienen en su poder materiales ofensivos que deben ser destruidos, sea este el día de decisión y acción. Si alguien que me escucha se ha sentido tentado o ha considerado abusar de un niño sexualmente, sea este el día para confesar, arrepentirse y abandonar esos pensamientos o acciones inicuos.
Santiago el Apóstol y hermano de nuestro Señor escribió:
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; . . . Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie.” (Santiago 1:1213.)
Padres, explicad a vuestros hijos de edad apropiada, en una manera sensible, los efectos perjudiciales de la pornografía y la manera en que envicia y causa grandes danos. Supervisad seriamente la selección de los programas de televisión, películas, cintas de video, música y otras formas de entretenimiento para la familia. Nunca contribuyamos, por medio de la compra de estos artículos obscenos, al éxito económico de aquellos que los venden. Os impulsamos a que fomentéis en vuestros hogares un amor de conocimiento, por medio de literatura que eleve, libros buenos, películas y programas de televisión cuidadosamente escogidos, música clásica y popular ejemplar, entretenimiento que eleva el espíritu y la mente.
Segundo, elevemos nuestra voz para que se escuche en nuestras comunidades, ya sea que seamos miembros o no de la Iglesia. Si algo ofende las normas de la decencia, nadie debe permanecer callado. Quisiéramos impulsar a los miembros a que continúen trabajando con grupos locales y que establezcan una relación visible con otros ciudadanos que piensen igual que nosotros, y procuren preservar la calidad de nuestra vida tomando medidas en contra de la pornografía.
¿No sería bueno comunicarnos activamente con la administración de algunos comercios, cines, librerías y estaciones de radio y televisión, con una solicitud de que aparten el material indecente de la exhibición publica o del uso de los clientes’? Desde luego estos esfuerzos deben concordar con el sistema constitucional.
Algunas cadenas de almacenes nacionales y otros negocios han respondido a las solicitudes corteses de sus clientes de dejar de vender cierto material indecente. Elogiamos a estos grupos por lo que han hecho y alentamos a los demás que sigan su ejemplo.
Tercero, podemos hacer saber a nuestros oficiales gubernamentales y a la policía que apoyamos la justa aplicación de las leyes que prohiben la obscenidad y reglamentan la indecencia, y darles las gracias por su servicio en lo pasado y sus esfuerzos actuales, y alentarlos a que continúen la difícil y en ocasiones desagradecida tarea de imponer estrictamente las leyes existentes de un manera justa y constante.
Cuarto, donde se necesiten reglamentos para dirigir el nuevo progreso tecnológico en la transmisión por medio de cables y satélites, apoyemos la formulación de leyes y reglamentos razonables que puedan ayudar a reducir el numero de aquellos cuyas vidas, en caso contrario, serian manchadas por medio de la afición a la pornografía, el abuso sexual de los niños y muchos otros males sociales que la pornografía ayuda a extender. Estas leyes deben ser cuidadosamente formuladas dentro de los limites constitucionales, a fin de que las libertades que buscamos para nosotros ahora o en el futuro no les sean negadas a otros.
Y quinto, ejerzamos nuestra fe y por medio de la oración busquemos la ayuda de nuestro Padre Celestial en esta labor tan importante. Hay algunos que creen que la industria pornográfica esta fuera de control y que ya es demasiado poderosa para contenerse. Yo no estoy de acuerdo con esta visión tan estrecha y, sin embargo, reconozco la inmensidad de la labor que tenemos por delante. Sabemos que la gente de buena voluntad, unida en tan digna causa en que la fibra moral de nuestras naciones esta en juego, y con la ayuda del poder divino, puede superar cualquier obstáculo y hacer frente a cualquier desafío para ayudar a nuestro Señor y Salvador a llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.
El presidente George Albert Smith declaró: “Hay una línea de demarcación, bien definida, entre el territorio del Señor y el del diablo. Si permanecéis vosotros del lado de la línea que es del Señor, os hallareis bajo su influencia y ningún deseo tendréis de hacer lo malo; mas si cruzáis la línea al lado que pertenece al diablo, aun cuando no sea mas que dos o tres centímetros, estaréis bajo el dominio del tentador, y si este logra el éxito, no podréis pensar ni razonar debidamente, porque habréis perdido el Espíritu del Señor.” (El Milagro del Perdón, pág. 236.) Lo que el hombre sembrare, eso también segara.
Seamos bendecidos para que purifiquemos nuestra vida personal, fortalezcamos nuestro hogar (no sólo de palabra sino de hecho) y reconozcamos las fuerzas malignas que están obrando de maneras astutas para interrumpir nuestro progreso eterno, humildemente ruego, al declarar la realidad de la existencia de nuestro Padre Celestial y su amado Hijo Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, en su santo nombre, Amén.
























