Poder espiritual

Conferencia General Octubre 1984logo 4

Poder espiritual

élder Devere Harris
del Primer Quórum de los Setenta

Devere Harris«Hay un cierto elemento espiritual en todos los aspectos de la obra, que es indispensable para alcanzar el máximo de eficacia en ella.»

Amados hermanos, me siento muy humilde y sinceramente suplico el Espíritu del Señor para sostenerme. Desde que fui llamado como Autoridad General en el pasado abril, he adquirido un mayor amor por el evangelio de Jesucristo y un mayor aprecio y afecto por mi excelente esposa que me ha apoyado en todos los aspectos de la vida matrimonial. Estoy agradecido por mis cinco hijos que nos apoyan y viven como deben, y por nuestros padres que nos enseñaron principios correctos y nos dieron un buen ejemplo. He aprendido a amar y a apreciar a los buenos hombres y mujeres que han influido en mi vida y me han ayudado en diversos llamamientos de la Iglesia.

Sobre todo, agradezco al bondadoso Padre Celestial el privilegio de servir en la Presidencia de Area de las Islas del Pacifico Sur bajo la dirección de un gran y espiritual líder, Robert L. Simpson, y ser unido con el consejero, compañero y amigo, el élder Sonntag.

Cuan emocionante fue el mes pasado participar en la dedicación de un hermoso templo en la lejana Australia, y ver a miles de fieles miembros llegar de todos los extremos de ese gran país y elevar sus voces en canto, oración y acción de gracias, una prueba de que se edifican templos en muchos países sobre la faz de la tierra y que miles de justos hombres, mujeres y niños concurrirán a ellos para ser sellados en unidades familiares por esta vida y por toda la eternidad.

Visitamos a los miembros de Nueva Zelanda y sentimos el mismo grato espíritu. Nos sentimos espiritualmente elevados y se fortalecieron nuestros testimonios. ¡Que privilegio tomar parte en la dedicación de la primera capilla de la Iglesia en Papua, Nueva Guinea, donde cuatrocientas cincuenta personas nativas tenían los ojos inundados de lagrimas al dedicar el presidente Robert L. Simpson el hermoso edificio.

Un apuesto joven neoguines se puso de pie en esa reunión con el Libro de Mormón en una mano y la Biblia en la otra; los mostró en alto, y dio un firme testimonio del evangelio de Jesucristo a los de su pueblo.

Nos conmovió, después de viajar unos cien kilómetros a una aldea en la selva, presenciar la fe y el testimonio de los miembros del lugar. Nos dieron regalos que se habían pasado de generación en generación, por motivo de que representábamos el evangelio que tanto aman. Y dejamos una oración y una bendición sobre su aldea antes de marcharnos. Se nos llenaron los ojos de lágrimas al ver la fotografía del presidente Kimball en una pared de un edificio en la distante Nueva Guinea.

Sentimos el espíritu de la obra misional al presenciar el cumplimiento de las profecías de que el evangelio de Jesucristo se llevaría a toda nación, tribu, lengua y pueblo. (Mos. 15:28.) Doy gracias por el espíritu del evangelio, el espíritu de la obra misional y la dirección espiritual de los grandes lideres de los últimos días, a quienes apoyo y sostengo con todo mi corazón.

He observado a través de muchos años de trabajar en la Iglesia que hay ciertos principios fundamentales de liderazgo que hacen grandes a los hombres. Hay un cierto elemento espiritual en todos los aspectos de la obra, que es indispensable para alcanzar el máximo de eficacia en ella. George Washington, padre de nuestra patria, oró en el Valle Forge en busca del Espíritu y la inspiración de Dios. Abraham Lincoln, en la plataforma del tren en que salía de Springfield, Illinois, con destino a la ciudad de Washington donde había de ser Presidente de los Estados Unidos, dijo lo siguiente:

«Sin la ayuda de ese Ser divino, no puedo triunfar; con esa ayuda, no puedo fracasar.» (Ida M. Tarbell, comp., Selections from the Letters, Speeches, and State Papers of Abraham Lincoln, Boston: Ginn and Company, 1911, pág. 63.)

¿De que poderes del espíritu se valió David al salir al encuentro de Goliat? A este dijo: «Tu vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tu has provocado. Jehová te entregara hoy en mi mano.» (I Sam. 17:45-46.)

¿Que fuente de poder empleó Moisés al extender su brazo hacia el mar Rojo y abrir las aguas para que su gente pasara por la tierra seca?

Colon zarpó de España y al cabo de dos meses hubo un motín en las carabelas de la Pinta y la Niña. Se le dijo que si no divisaban tierra dentro de un cierto numero de horas, retornarían a España. Colón dijo que fue a la cabina y oro fervientemente a Dios: y en aquella obscura noche del 12 de octubre de 1492 se diviso la pequeña isla a la cual dieron el nombre de San Salvador.

Testifico que en cada miembro de la Iglesia hay poderosas riquezas del espíritu de las que podemos valernos si las buscamos con rectitud. La más cercana comunicación del hombre con su Hacedor es el conducto de la oración. Es el medio de que dispone para presentar sus problemas ante Dios y recibir fortaleza y sustento espirituales.

Cada uno de nosotros tiene derecho a recibir revelación en lo que respeta a los propios deberes. Creo sinceramente que si alguna vez perdiéramos el poder de revelación personal en la Iglesia lo perderíamos casi todo. Podríamos implantar programas de la Iglesia, pero sin ese gran ingrediente espiritual, no redimiríamos a los miembros, ni convertiríamos a las naciones, ni cumpliríamos la misión de la Iglesia.

Todos podemos tener acceso a esas grandes bendiciones espirituales y ese gran poder de que se sirvieron David y Moisés, pero hay un precio que pagar. Permitidme citar:

«Muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por que no son escogidos?

«Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única:

«Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo» (D. y C. 121:34-36). ¿Hermanos y hermanas, cuales son los poderes del cielo? Los que hacen andar al invalido, ver al ciego, levantar a los muertos. Y mediante estos mismos poderes se organizo la tierra. Pero he aquí la clave: los poderes del cielo «no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de justicia» (D. y C. 121:36).

La clave, entonces, para lo futuro y para el empleo de estas bendiciones espirituales es la rectitud personal.

Como dijera el presidente Romney en una ocasión: «Ojalá reconozcamos que la oración es el instrumento de los milagros.» Que podamos valernos del poder y la guía del Espíritu Santo y que no nos apoyemos enteramente en nuestra propia capacidad en la obra del Señor.

Doy testimonio de que Dios vive, de que el evangelio de Jesucristo es verdadero, que un Profeta de Dios guía esta Iglesia en la actualidad, que la vida es eterna. Creo que el hombre no fue hecho solo para este mundo. ¿Habéis visto alguna vez a persona alguna totalmente satisfecha con lo que tiene aquí? Parece que hay un anhelo, un ansia, un esfuerzo por alcanzar algo que no se tiene aquí. Creo que un sabio antiguo lo describió mejor al decir: «Ciertamente Dios ha plantado las semillas de la eternidad en el alma del hombre.»

Testifico que Él ha plantado esas semillas y prometo dedicar todo lo que poseo para la edificación del reino de Dios en esta obra de los últimos días, y confirmo ese testimonio y esta promesa en el nombre de Jesucristo. Amén.

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