Conferencia General Abril 1984
Reactivar a las ovejas perdidas
Élder Joseph Wirthlin
del Primer Quórum de los Setenta
“El deseo o la voluntad de parte de todos los participantes es fundamental para ayudar a activar a los miembros inactivos.”
Mis queridos hermanos, como uno que ha sido en dos ocasiones diferentes consejero al hermano Nelson, quiero expresar también mi gratitud por el llamamiento del élder Russell M. Nelson, y afirmar la nobleza de su carácter y la grandeza de su obra en el reino. Doy fe también del carácter noble del élder Oaks.
Quisiera relataros el cuento de un joven que fue a ver a un sabio reconocido en todo el país por su prudencia y buen juicio. Al encontrarlo, le pidió que lo aconsejara en cuanto a cómo progresar más en su profesión.
—Ven conmigo—le dijo el sabio, y lo llevó a un arroyo cercano donde lo sumergió y le mantuvo la cabeza en el agua. Cuando lo soltó, el joven estaba casi ahogado, y, desesperado por respirar, gritó: —¡Aire, aire, que me ahogo! —Esta es la primera lección—le dijo el sabio—. Cuando quieras tener éxito con tantas ansias como querías respirar, obtendrás tu meta y triunfarás.
El deseo ferviente es básico para conseguir cualquier cosa fuera de lo común. Os preguntaréis por qué comencé con este cuento. Lo hice porque el deseo o la voluntad de parte de todos los participantes es fundamental dentro del tema que voy a desarrollar esta noche: «Ayudar a activar a los miembros inactivos».
Sin embargo, lo que yo diga no hará mella a menos que coincida con lo que el que me escucha quiera y desee profundamente tener de corazón. En todos los casos, los que triunfan disfrutan al hacer lo que hacen. Se ha comprobado que antes de que podamos hacer lo bueno, tenemos que pensar lo bueno y tener una buena actitud.
El élder Dean L. Larsen resume esta idea con estas palabras:
«El poder diferenciar lo bueno de lo malo nos da la capacidad de ejercitar la libertad que tenemos de tomar decisiones. Al hacerlo, somos responsables de nuestros actos y no podemos eludir las inevitables consecuencias de nuestras decisiones. La libertad de ejercer un control moral es indispensable en un medio en el que las personas tienen un gran deseo de progresar y desarrollarse. (Liahona, julio de 1980, pág. 126.)
Jesucristo se ocupó principalmente de enseñar principios básicos que regulaban la condición espiritual y mental del hombre, porque El sabía que si el estado mental de una persona es saludable, todo lo demás encajaría bien en su vida. En cambio, si el estado mental es deficiente, no es mucho lo que esa persona pueda lograr.
No debe llamarnos la atención, entonces, que Nefi dijera a su pueblo: «Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer.» (2 Nefi, 32:3.)
Y Jesucristo dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.» (Mateo 7:21.)
«Entrad por la puerta estrecha.» (Mateo 7:13.)
El presidente Marion G. Romney expresó claramente su significado de la siguiente manera: «No es suficiente hacer lo mejor posible. A menos que hagamos todo lo que podamos, estamos haciendo menos de lo que debemos. Tenemos que lograr el éxito en hacer todo lo que sea necesario porque a menos que finalicemos la tarea, no hemos hecho suficiente.»
Cuando yo iba a la universidad practicaba deportes y he seguido interesado en ellos. En un artículo que leí acerca de las olimpiadas de invierno, un cronista deportivo decía que a Alemania Oriental, o sea, la República Democrática Alemana, a pesar de ser un país tan pequeño, le estaba yendo sumamente bien. Decía que no estaban mucho mejor entrenados que sus competidores, pero que estaban mucho mejor preparados mentalmente, y dedicaban muchas horas a disciplinar la mente y la voluntad. «Lo que está favoreciendo a los atletas de ese país es simplemente una actitud mental positiva.» (Lee Benson, Deseret News, 16 feb. de 1984, pág. D-2.)
Al emprender la tarea de fortalecer a los miembros inactivos podemos clasificarlos en cuatro grupos:
- Aquellos que han sido miembros durante toda su vida y que nunca han sido activos y por lo general crían a sus hijos fuera de la Iglesia.
- Conversos que al poco tiempo de ser miembros se desilusionan o se resienten y se apartan.
- Miembros activos que han transgredido o tienen otros problemas que los llevan a apartarse. A menudo sus problemas incluyen la carencia de conocimiento y un testimonio del evangelio, o se sienten ofendidos, culpables o indignos, u otras veces tienen temor de recibir cargos en la Iglesia.
- Jóvenes de ambos sexos que se ven atraídos por las filosofías o la conducta del mundo y se apartan de su devoción en la Iglesia. Algunos se dejan seducir por los placeres inmediatos y pasajeros. Otros sucumben a la influencia de los jóvenes de su edad que no toman nada en serio hasta que se enfrentan con la realidad.
Todo líder de estaca, barrio, rama y quórum debe considerar en primer plano esta obra de encontrar a la oveja perdida, tal como lo caracterizó Jesucristo. A todos los miembros inactivos se les debe considerar para su activación pese a cómo hayan respondido a cualquier otro método anterior. Debemos valernos de la bondad, la paciencia, el amor, la fe y la diligencia para hacerles sentir nuestro afecto e interés genuinos.
Para que las personas se activen totalmente en la Iglesia, generalmente tienen que experimentar tanto una conversión espiritual como una integración social. Debemos tratar de enseñarles el evangelio y a la vez entablar lazos de amistad con ellos.
Recientemente asistí a una conferencia de estaca y escuché la historia de la activación de unos miembros la cual me emocionó mucho. EL obispo de uno de los barrios de esa estaca había estado muy interesado en activar a algunos hermanos. Sabía que el primer paso era la comunicación, que debía visitar a cada uno de estos hermanos y demostrar interés en ellos.
De modo que empezó por llamar a uno de ellos.
La esposa atendió el teléfono y dijo:
—Gracias por haber llamado, mi esposo esta afuera pero puedo pedirle que venda al teléfono.
Cuando el hermano supo que el obispo quería hablar con él su reacción fue la que se esperaba. Trató de excusarse, y dijo: —Dile que estoy cortando leña—, y bromeando, agregó: —Dile que estoy muerto.
Este hermano dijo la verdad más literalmente de lo que se imaginaba. Era muy cierto que estaba cortando leña, y, desgraciadamente, estaba muerto en cuanto a las cosas espirituales.
Una buena esposa, sin embargo, ejerce una poderosa influencia en la vida de un hombre, y esta hermana, de buena manera, convenció a su esposo para que contestara la llamada.
Entonces, el obispo, valiéndose de la persuasión y en tono amable, le dijo: «Me gustaría mucho hablar con usted por un momento esta tarde en mi oficina». El hermano no se sintió capaz de rechazar la cordial invitación y fue a verlo.
El testimonio del obispo y el interés que demostró tener en él llegó al corazón del hermano inactivo y aceptó asistir a una clase de preparación para ir al templo, la cual estaba por comenzar.
Cada una de las clases, enseñadas por un maestro con un gran conocimiento de la verdad y un fuerte testimonio, motivó al hermano inactivo, quien tomó la determinación de fortalecer a su familia para que pudieran ser sellados por la eternidad en el templo.
Puede que este hermano no esté del todo despierto aún, pero ahora tiene mucho más de lo que tenía antes. Ha agregado a su vida una dimensión que le proporciona felicidad, tanto a él como a su familia.
En otro barrio, el obispo asignó a los dos mejores maestros orientadores para que lograran activar a una familia en particular. El padre de familia había estado inactivo por muchos años, aunque era un élder en el Sacerdocio de Melquisedec. Se le preguntó al matrimonio si estos hermanos podían visitarlo y darle una clase semanal sobre el evangelio. La familia accedió y los maestros orientadores empezaron a darle clases adaptadas a lo que la familia necesitaba o quería saber.
El obispo también ayudaba entrevistando al matrimonio cada dos o tres semanas. El esposo iba a jugar al golf todos los domingos, y al principio no tenía ningún interés en cambiar de costumbre. Durante una de las entrevistas el obispo le dijo: «Va a tener que comenzar a darles más importancia a los asuntos espirituales para no perder a su familia». Esto hizo que el hermano inactivo se pusiera a pensar en lo que era importante en su vida y unas dos semanas después pidió otra entrevista con el obispo para decirle que había empezado a pagar diezmos y que él y su esposa querían establecer la meta de sellarse en el templo.
A medida que esta familia se activó, cambió de actitud y se sintió muy contenta de cumplir con los principios del evangelio y cambiar su manera de vivir.
En el caso de otra familia inactiva, los maestros orientadores que se les asignaron vivían en la vecindad. Al principio se hicieron amigos y fueron buenos vecinos hasta que pudieron hablarles seriamente de la Iglesia. Fueron a visitarlos un día y les preguntaron si podrían enseñarles el evangelio en su casa todas las semanas. Los maestros orientadores les aseguraron que no los presionarían en nada y que las clases se limitarían a enseñarles las doctrinas del Salvador y a aclarar las dudas que pudieran tener. Unas semanas después estos maestros especiales los llevaron a la Iglesia y poco después empezaron a ir solos. El obispo entrevistó al matrimonio y le ayudó a establecer metas para que el esposo recibiera el Sacerdocio de Melquisedec y se sellaran en el templo.
El obispo informó que fue muy emocionante ver a esta familia y a sus cinco hijos sellarse por esta vida y toda la eternidad. La sala de sellamiento del templo estaba lleno de amigos y miembros del barrio.
Esta familia ahora tiene un fuerte testimonio de la veracidad del evangelio y muchos en el barrio dicen que nunca habían visto a nadie cambiar tanto. El esposo ahora sirve en la presidencia del quórum de élderes.
El presidente del quórum de élderes de una de las mejores estacas de Brasil nos contó el éxito que habían tenido en reactivar a quince élderes de su quórum el año pasado. Le pregunté cómo lo había logrado, y me contestó:
«Nosotros y, los maestros orientadores de estos élderes inactivos los visitábamos a menudo y ellos sabían que realmente los apreciábamos.» Sus testimonios se fortalecieron y ellos y sus familias son ahora miembros activos de la Iglesia.
El Señor ha prometido grandes bendiciones a los que se esfuerzan por fortalecer a sus hermanos y hermanas.
El Señor dijo en las revelaciones modernas: «Y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis, aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!» (D. y C. 18: 15.)
Desearía que se grabara en el corazón de cada uno estas cosas que sé y que siento tan intensamente. Os doy el firme testimonio de que nuestro Padre Celestial y su Hijo Jesucristo reinan con potestad y que todos debemos comprender que el evangelio es eterno, que se aplica a todos, y que cada uno de nosotros es responsable de sus actos.
Que el Señor nos bendiga en esta obra tan importante, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























