Por sus frutos los conoceréis

Conferencia General Octubre 1984logo 4

«Por sus frutos los conoceréis»

élder Royden G. Derrick
del Primer Quórum de los Setenta

Royden G. Derrick«Cuando una persona es leal a la verdad, decimos que es íntegra. Cuando es leal a la verdad bajo una oposición intensa, decimos que es una persona de gran integridad.»

Uno de nuestros queridos lideres del pasado, el presidente David 0. McKay, dijo: «El propósito del evangelio de Jesucristo es convertir a los hombres malos en hombres buenos y a los buenos en mejores.»

El Señor dijo al pueblo de las antiguas Américas: «Y cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo bueno viene de mí; porque el bien de nadie procede, sino de mí. Yo soy el mismo que conduce a los hombres a todo lo bueno.» (Eter 4:12.)

Para ser bueno, uno debe buscar la verdad, ya que es el ingrediente que cambia nuestra vida en forma positiva, cuando lo incorporamos en el diario vivir.

«Y. la verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser.» (D. y C. 93:24.)

«La verdad perdura y no tiene fin.» (D. y C. 88:66.)

La inteligencia es la habilidad para utilizar correctamente el conocimiento. El Señor ha dicho: «La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad.» (D. y C. 93:36.) La luz que menciona este pasaje es la Luz de Cristo, pues Jesús también dijo: «Soy la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo.» (D. y C. 93:2.)

Uno de mis primeros recuerdos es de un incidente que ocurrió cuando tenia unos cuatro años de edad. A varias calles de mi casa había un pequeño almacén de madera en donde vendían víveres. En la vereda, frente a la vidriera, el propietario había construido una repisa de unos diez centímetros de ancho en donde en esa época del año colocaba unas hermosas manzanas jugosas para atraer a los clientes. Al pasar frente al almacén, vi aquellas jugosas manzanas rojas y se me hizo agua la boca. Sin darme cuenta de lo que hacia, tome una y seguí caminando por la calle.

Cuando apenas había caminado unos cuantos pasos, mire lo que tenia en la mano y repentinamente caí en cuenta de que había robado una manzana. Comencé a correr, pero cometí el error de correr en dirección equivocada.

Junto a la entrada de mi casa había una pequeña puerta de madera que daba acceso a un cuartito debajo del porche en donde se almacenaban las herramientas del jardín, el cual también nos proporcionaba un excelente escondite.

Corrí todo el camino a casa, me metí a gatas al pequeño escondite, y me quede allí toda la tarde, temblando de miedo-y comiendo la manzana. Sabia que había hecho algo malo, y que mi Padre Celestial también lo sabia.

A menudo he reflexionado en el sufrimiento que experimente a causa del remordimiento de conciencia, siendo todavía tan pequeño. La Luz de Cristo, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, se manifestó ese día, e hizo que en años posteriores meditara acerca de la manera en que esa luz puede influir en nuestra vida.

Imaginaos que estáis parados a la orilla del río Jordán cierto día, hace 2.000 años, y os encontráis observando a dos hombres parados en el agua. Juan el Bautista, vestido de piel de camello y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos, bautiza a Jesús, quien viste la ropa típica de su época. Ahora Jesús sale del agua, los cielos se abren, y ocurre algo maravilloso. Desciende el Espíritu Santo en forma de paloma y descansa sobre El; y se escucha una voz del cielo que dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.» (Mat. 3:17.)

Ahora imaginaos que os encontráis tiempo después en el Templo de Jerusalén. Afuera hace calor, pero dentro de los gruesos muros de piedra, donde un grupo se ha reunido para hablar, esta fresco. Jesús es quien se dirige a los escribas y a los fariseos:

«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

«Entonces los fariseos le dijeron: Tu das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

«Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.

«Y en vuestra ley esta escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.

«Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y cl Padre que me envió da testimonio de mí.» (Juan 8: 12-14, 17-18.)

El testimonio del Padre y de Jesús no estaba dirigido solamente al pueblo de su época, sino a los hombres de todas las épocas. Se documentó en ese tiempo para nosotros en la actualidad, y ahora es tan valido como lo fue hace 2 000 años. Por medio del profeta José Smith, se han restaurado a la tierra las verdades de la plenitud del evangelio de Jesucristo, las cuales cada uno de nosotros tiene a su disposición para estudiarlas.

En la limitada experiencia que he tenido en el campo de la religión y la educación, he observado que para asimilar los principios del evangelio se requiere tanta inteligencia como para comprender las complicadas fórmulas de la ciencia. La comprensión del evangelio es una búsqueda que debe llevarse a cabo por medio del estudio, la meditación y la oración.

Brigham Young enseñó:

«Toda sabiduría verdadera que posee el hombre, la recibió de Dios, aun cuando a veces no lo sepa. No hay ninguna mente ingeniosa que haya inventado algo de beneficio para la humanidad, sin haberlo obtenido de Aquella fuente . . . Sólo de Dios pueden los hombres obtener sabiduría; porque Él es la Fuente de toda Sabiduría, y aunque los hombres afirmen haber hecho los descubrimientos con su propia inteligencia, meditación y reflexión, están en deuda con nuestro Padre Celestial por todo.» (Journal of Discourses, 13:48)

A aquellos que buscan y aplican los principios del evangelio, el Señor ha dicho: «Y si vuestra mira de glorificarme es sincera, vuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en vosotros; y el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas.» (D. y C. 88:67.)

El presidente Joseph F. Smith dijo:

«Este conocimiento de la verdad, combinado con la consideración apropiada hacia la misma y su fiel observancia, constituyen la educación verdadera. Meramente rellenar la mente con un conocimiento de los hechos no es educación; la mente no sólo debe poseer el conocimiento de la verdad, sino el alma debe reverenciarla, atesorarla y amarla como joya sin precio; debe orientar y dar forma a esta vida humana a fin de que cumpla su destino.» (Joseph F. Smith, Doctrina del Evangelio, pág. 263.)

¿Que valor puede tener la verdad si los hombres no la asimilan en su corazón y en su mente’? «La verdad es la piedra fundamental de todo gran carácter», escribió William George Jordán; «es la lealtad hacia el bien, como lo percibimos; es vivir nuestra vida en armonía con nuestros ideales.» (The Power of Truth, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1943, pág. 3.)

El Señor dice:

«Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantara con nosotros en la resurrección;

«y si en esta vida una persona adquiere mas conocimiento e inteligencia que otra, por motivo de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevara la ventaja en el mundo venidero.» (D. y C. 130:18-19.)

Y también dijo:

«Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia.» (D. y C. 131:6.)

Brigham Young formuló la siguiente pregunta: «¿Cuándo dejaremos de aprender’?» Y después se contestó a sí mismo: «Nunca, nunca.»

No debemos dejar de lado el hecho de que algunas verdades tienen muy poco o nada que ver con nuestra salvación eterna, mientras que otras son esenciales.

Cuando una persona es leal a la verdad, decimos que es integra. Cuando es leal a la verdad bajo una oposición intensa, decimos que es una persona de gran integridad. La integridad es una cualidad o manera de vivir los principios morales correctos; es la rectitud, la honradez y la sinceridad, sí, todo eso y aun más.

Después de la Primera Visión, al profeta José Smith se le persiguió sin misericordia durante el resto de su vida y murió como mártir a los 38 años de edad; no obstante, nunca vacilo en declarar lo que él sabia que era verdadero. Aun cuando tenia la certeza de que si la negaba, le dejarían de perseguir, siguió firme. Él dijo:

«[Vi] una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me censuraban, y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por que me persiguen por decir la verdad’? En realidad he visto una visión, y ¿quien soy yo para oponerme a Dios’?, o ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto’? Porque había visto una visión; yo lo sabia, y comprendía que Dios lo sabia; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabia que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación.» (José Smith-Historia, 1:25.)

El reaccionar de esta manera requiere una gran integridad al mismo tiempo que la refuerza.

En mi país admiramos a Abraham Lincoln por su dedicación a un principio en el que firmemente creía. Y aunque la oposición a la cual se enfrento fue severa, el sendero se hallaba lleno de piedras, y el futuro negro e incierto, tenazmente se aferró a lo que él creía que era el bien, prevaleció en su causa, y con el tiempo se ganó la gratitud imperecedera de una nación que tenia un gran destino. Tenemos otros patriotas en diferentes países del mundo que son igualmente reverenciados como hombres de gran integridad.

Samuel Johnson hizo una declaración muy interesante cuando escribió: «La integridad sin conocimiento es débil e inútil. El conocimiento sin integridad es peligroso y temible.» (Rasselas, cap. 41.)

Los directores en las escuelas primarias y secundarias y los decanos de las universidades y facultades saben que el verdadero éxito del sistema que emplean en sus instituciones se puede medir únicamente de acuerdo con la clase de hombres que salen de ellas. Y lo mismo se aplica a la familia, la política, los gobiernos y la religión.

Muchas personas basan sus vidas en el lema: «El fin justifica los medios.» Hay quienes obtienen sus posesiones mediante el engaño, los sobornos y las practicas ímprobas, y después pretenden legitimar sus hechos dando una contribución voluntaria a una causa justa. No es posible transigir con la integridad.

La previsión y la dedicación son los elementos en los cuales se basa la integridad. Acerca de los 2.000 jóvenes guerreros de Helamán se escribió lo siguiente: «Sí, y obedecieron y procuraron cumplir con exactitud toda orden.» (Alma 57:21.) Estaban totalmente dedicados a lo que harían cuando estuvieran en el fragor de la guerra, y por sus esfuerzos se ganaron la corona de la integridad.

Revisemos nuestra propia vida para determinar el progreso que hemos alcanzado en nuestra búsqueda personal de la integridad.

Como empleados, ¿trabajáis exactamente las horas por las que se os remunera?

¿Trabajáis con entusiasmo en vuestros empleos y os esforzáis al máximo para fortalecer a la corporación para la cual trabajáis?

Como administradores, ¿estudiáis concienzudamente cada caso y anticipáis los resultados antes de proponer vuestras recomendaciones?

¿Llegáis a conclusiones prematuras, sin tomaros el tiempo necesario para conocer los hechos antes de tomar una decisión?

¿Apoyáis adecuadamente a los que trabajan bajo vuestra supervisión?

¿Apoyáis sinceramente a vuestros superiores?

Jóvenes, ¿sois leales en los tiempos de oposición a los principios morales que habéis aprendido en vuestros hogares?

Como esposas y madres, ¿os esforzáis sinceramente por crear una atmósfera de amor y armonía en el hogar?

Como padres y madres, ¿os esforzáis sinceramente por inculcar en vuestros hijos la integridad, los talentos, la caridad y los buenos modales?

¿Sois totalmente honrados con vosotros mismos y con vuestros semejantes’?

¿Sois obedientes a Aquel que os dio la vida’?

Cristo dijo lo siguiente a la gente de su época, la cual se aplica a nosotros también: «Por sus frutos los conoceréis. » (Mat. 7:20. )

«No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.

«Porque cada árbol se conoce por su fruto.» (Lucas 6:43-44.)

Permitidme sugerir una fórmula para dar buenos frutos y ayudar a alguien a ganar la salvación eterna:

  1. Tened fe en el Señor Jesucristo y en vosotros mismos.
  2. Estudiad las verdades eternas.
  3. Meditad y orad para recibir comprensión.
  4. Esforzaos por incorporar en vuestra vida diaria los principios de la verdad.
  5. Sed integro en todo lo que hagáis.
  6. Fijad la norma de la excelencia como una meta para todo lo que hagáis.

Esforcémonos diligentemente por comprender las cosas maravillosas de Dios. Las joyas del evangelio de Jesucristo están a nuestro alcance, pero debemos buscar, pedir, esforzarnos y vivir los principios de verdad; y cuando lo hagamos, seremos mejores hombres y mujeres y contribuiremos al progreso de nuestra comunidad, de nuestra nación y de nuestro mundo.

Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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