Preparaos para una misión

Conferencia General Octubre 1984logo 4

Preparaos para una misión

élder R. LaVell Edwards
entrenador deportivo, Universidad Brigham Young

R. LaVell Edwards«Aquellos que logran el éxito tienen la constancia de prepararse, ya sea en el campo deportivo, en los estudios, en una misión o en cualquier otro aspecto de la vida.»

Mis queridos hermanos, me siento tanto honrado como humilde ante esta asignación de hablaros esta noche. A menudo se me pregunta cómo me las arreglo para hacer frente a las presiones que impone el ser entrenador sin perder la calma. Os puedo asegurar, mis hermanos, que no me parece que haya presión mayor que la de estar frente a vosotros en esta ocasión, especialmente por no tener demasiada habilidad como orador.

Quisiera tratar con aquellos de vosotros más Jóvenes uno o dos puntos que espero tengáis a bien considerar. Primero, muchos se preguntan cuánto puede llegar a afectar una misión regular una carrera deportiva. Cuando comencé a entrenar al equipo de fútbol americano de la Universidad Brigham Young en 1962. la actitud prevaleciente era de que el deporte y el salir como misionero no iban de la mano. Como resultado, pocos eran los jugadores que salían en una misión para después retornar al campo deportivo El criterio era que un Joven no podía salir a predicar el amor durante dos años y después regresar y participar de un deporte tan violento como es el fútbol americano. Muchos pensaban que perderían su coordinación, su dominio de la técnica del juego, así como la condición física necesaria para rendir satisfactoriamente en ese tipo de competencia y a ese nivel. Este tipo de enfoque prevaleció hasta que nuestro querido profeta, el presidente Kimball, proclamo que lodo joven en edad de salir como misionero debía prepararse para ese tipo de servicio. Como resultado de tal declaración, un número mayor de nuestros deportistas comenzaron a salir como misioneros, y desde entonces hemos podido comprobar que si un joven decide ir en una misión, cuando regresa, no solamente jugara bien, sino que en repetidos casos jugara hasta mejor que antes de su misión.

Si pudiera concluir definitivamente en algo, diría que si un deportista jugaba bien antes de su misión, sin lugar a dudas seguirá jugando bien tras su regreso; y que si un deportista no jugaba bien antes de su misión, lo más probable es que tampoco jugara bien al regresar. Sin embargo, sus posibilidades de jugar bien serán mucho mayores si sale como misionero, puesto que al regresar tendrá un entendimiento mucho mayor de sí mismo, poseerá aptitudes de liderazgo más grandes, sus hábitos de trabajo serán más definidos y sin duda conocerá mucho mejor lo que se requiere para alcanzar el éxito. Todo depende del deseo que el joven tenga, de su cometido y sus buenos hábitos de trabajo, y de cuán importante es el deporte para él cuando regrese de la misión. Este año, por ejemplo, tenemos 52 jugadores en el equipo de fútbol que han servido misiones.

Sean Covey, uno de nuestros jóvenes jugadores, se encuentra sirviendo una misión en Sudáfrica. Estoy seguro de que debido a las condiciones que ya ha demostrado tener, se destacara enormemente en el correr de los próximos años. Ahora bien, un joven vecino mío, Jon Collins, quien es muy buen amigo de Sean, se encuentra sirviendo como misionero en Escocia. La madre del joven Collins compartió conmigo no hace muchos días un hecho interesante. Sean Covey le escribió una carta a Escocia a su amigo Collins y entre otras cosas compartió con él la magnitud que le da a su misión. Decía en la carta: «Este fin de semana la Universidad Brigham Young juega su primer encuentro de fútbol americano de la temporada en Pittsburgh ante 50 mil espectadores. Si no estuviera aquí en Sudáfrica estaría allí con el equipo, viviendo esa experiencia tan singular. En cambio, ese día bautizare a una señora y a su hija, y no cambiaría esta experiencia por nada del mundo.»

En mi caso particular, me siento muy orgulloso de mis dos hijos, John y Jim, y mi yerno, Ken, quienes decidieron salir como misioneros. Después de cumplir excelentes misiones regresaron y reincidieron su participación en competencias deportivas, John en atletismo y Jim en fútbol americano. En las cartas que nos escribían, y ahora que hace algún tiempo han estado de regreso, frecuentemente hacen mención al hecho de que las experiencias vividas en el campo misional han sido las más gratificadoras de su vida. Jóvenes, comenzad a prepararos ya para la maravillosa experiencia del servicio misional.

Ahora el segundo punto. En el mundo de los deportes muchos de nosotros tenemos la tendencia de dar más importancia a deportistas renombrados que casi cualquier otra cosa. Así ha sido mi experiencia como maestro y entrenador por más de 30 años, y he visto a muchos jóvenes que alcanzaron la cumbre del éxito. También conozco el caso de otros que no lograron cristalizar todo su potencial. No sé en realidad a que se debe esta diferencia, pero sí sé que quienes logran el éxito es porque han podido hacer dos cosas.

Primero, reconocieron en sí mismos el potencial de hacer algo bien, y después trabajaron con ahínco para prepararse para cuando se les presentara la oportunidad. Otras personas aguardan que la oportunidad les caiga sobre sus hombros y entonces ponen manos a la obra, y de ese modo jamás alcanzan lo aspirado.

Todos los años contamos con jugadores en nuestro equipo de fútbol que son más grandes, más fuertes y más rápidos que los titulares. ¿A qué se debe’? Tampoco de esto estoy seguro, pero después de tantos años de entrenador, hay un principio que nunca falla. El potencial de una persona no siempre asegura el éxito. En otras palabras, los deportistas que más se destacan no son en todos los casos los más dotados. En la jerga deportiva a menudo escuchamos la frase: *’Fulano de tal tiene una mentalidad ganadora.» No es así’. Sea la experiencia que sea, un juego deportivo, un examen, un discurso que tenemos que dar, por mayores que sean nuestros deseos de hacerlo bien, de nada nos servirán si no nos preparamos debidamente. Sería bueno que todos tuviéramos mejor «una mentalidad de preparación». Aquellos que logran el éxito poseen este tipo de mentalidad, ya sea para poner en uso en el campo deportivo, en los estudios, en la carrera profesional que escojan, en una misión o en casi cualquier otro aspecto de la vida.

Aquellos que triunfan tienen también la habilidad para vencer la adversidad, la desilusión y hasta la tragedia en sus vidas. A modo de ejemplo, quisiera mencionar el caso de Steve Young, quien jugaba hasta el año pasado en nuestro equipo y ahora es profesional tras haber firmado un contrato multimillonario. Steve es uno de los jóvenes de más talento que jamás he conocido. Es rápido, fuerte, alto, bien parecido . . . y ahora rico. Es fácil para cualquiera mirar a alguien como Steve Young y llegar a la conclusión de que alguien con tantos atributos sin duda triunfara. No obstante, su triunfo no está basado simplemente en sus atributos físicos, sino en su enfoque de la vida. En su penúltimo año de universidad, y su primera temporada como titular, tuvimos la tremenda oportunidad de jugar contra el equipo de la Universidad de Georgia, el que había ganado el campeonato nacional la temporada anterior y en el cual jugaba Herschel Walker, otra gran estrella del fútbol americano. Nos preparamos con intensidad y llegamos a la conclusión de que nuestras posibilidades de ganarles eran muy buenas siempre que jugáramos sin cometer errores.

Ante 82 mil espectadores en un día sumamente lluvioso en Georgia, Steve Young jugó, tal vez, el peor primer tiempo de toda su carrera. Sin embargo, a pesar de todos los errores tácticos cometidos por Steve, al promediar el juego estábamos empatados en el marcador. Al retirarnos hacia los vestuarios para el descanso, me dije a mí mismo: «Debo hablar con Steve y asegurarle que todo va a salir bien «

Estaba preparado para consolarlo con todos los atenuantes que se pueden imaginar, por los errores que había cometido en el primer tiempo. Comencé a hablarle y de pronto me detuvo, mirándome como se mira a alguien que no sabe lo que está hablando, y me dijo: «Señor Edwards, no hay ningún problema. Estoy deseando que empiece el segundo tiempo. Hoy ganamos.»  Recuerdo que pensé: «¿Qué quieres decir con eso de que no hay ningún problema? Pedazo de tonto, ¿qué le llamas a todos los errores que cometiste en el primer tiempo?» Pero Steve piensa de otra manera. Y por eso es lo que es, y ha logrado todo que ha hecho. Esto fue sólo el comienzo de una brillante carrera que le llevó hasta donde se encuentra hoy.

El segundo ejemplo se dio esta temporada con Robbie Bosco, quien ocupó el lugar de Steve Young. Estábamos jugando contra el equipo de la Universidad de Pittsburgh, considerado, en ese momento, como el tercero en los Estados Unidos. Al promediar el encuentro ganábamos por una diferencia insignificante, y ante un error de precisión en un pase de Robbie Bosco, nuestro contrincante anotó y pasó al frente. Pocos minutos después. Robbie Bosco cometió otro error: Pittsburgh se fue afianzando en su posición en el campo y en el control del juego y convirtió otra vez. En ese momento pensé: «Pues, aquí es donde Robbie Bosco habrá de mostrarnos qué clase de pasta tiene.» De hecho, dentro de poco habíamos atravesado todo el campo para apuntar. Entonces, con tres o cuatro minutos para terminar el partido, Robbie Bosco se transformó en el motor de nuestro equipo y con dos jugadas brillantes de su parte, salimos ganadores. Fue entonces que llegue a la conclusión de que Robbie Bosco seria sin dudas un gran jugador.

Ahora hermanos, ¿cómo hacemos frente a la adversidad? Jamás nos veremos libres de la adversidad: nos acompañará en casi cada faceta de la vida en nuestros tratos con otros seres humanos, en el campo misional, en nuestra profesión, y en nuestra familia. Cuando nos viene, a menudo pensamos que somos llaneros solitarios, que somos los únicos con problemas. Y siempre miramos a nuestro alrededor y nos encontramos con personas que tienen más talento, que son más altas, más inteligentes, más guapas o más rápidas que nosotros. Os puedo asegurar que todos tenemos problemas -aun los entrenadores deportivos. El éxito que tengamos en la vida estará determinado por la destreza que exhibamos en nuestra lucha contra la adversidad. En lo que a mí respecta, es en esto donde el evangelio nos puede ser de mayor ayuda. El poder del Espíritu Santo es la mayor fuente de fortaleza y consuelo que jamás podamos incorporar a nuestra vida. El Espíritu Santo no solamente nos ayudará en momentos de necesidad, sino que nos ayudará a ganar un testimonio firme del evangelio de Jesucristo, preparándonos de esta manera para la vida.

Como entrenador he progresado mucho en las últimas décadas. Pero considero que el progreso que he experimentado como entrenador, al igual que como persona, es el resultado directo del crecimiento que he logrado por medio de mis llamamientos en la Iglesia. Tuve oportunidad de servir como obispo en un barrio de la universidad cuando era todavía ayudante de entrenador. Cuando fui nombrado entrenador principal en 1972. decidí enfocar mi función profesional de la misma manera que habla enfocado la de obispo, delegando responsabilidades a mis colaboradores, haciendo a los jugadores responsables por su progreso personal en todos los aspectos de sus vidas, y entrevistando a los jugadores individualmente con el fin de darles el incentivo necesario para que rindieran de acuerdo con su potencial, tanto dentro como fuera del campo de juego.

Todos y cada uno de los llamamientos que he tenido han dado a mi vida un incalculable caudal de experiencia y crecimiento. Cualquiera que sea el cargo al que seáis llamados, hermanos, ya sea de obispo, asesor de quórum del sacerdocio, maestro orientador o director de deportes, no experimentaréis mayor satisfacción que cuando un joven bajo vuestra mayordomía toma la decisión de acertar un llamamiento misional. Os insto a que redobléis vuestros esfuerzos en este sentido, y veréis que vale la pena.

Ahora, hermanos, mi profesión me ha permitido vivir momentos muy valiosos, mucho más de lo que jamás siquiera soñé. Sin embargo, quisiera que todos los jóvenes que me escuchan supierais que todas esas experiencias que he tenido en mi carrera profesional son insignificantes en comparación con las cosas verdaderamente importantes de la vida. El testimonio que tengo del evangelio de Jesucristo, junto con mi esposa y el resto de mi familia, son mis posesiones más preciadas. Y este testimonio os lo dejo en el nombre de Jesús. Amen.

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