Conferencia General Octubre 1985
Allegaos a él en oración
Dwan J. Young
Presidenta General de la Primaria
Podemos orar eficazmente al prepararnos, sentir agradecimiento, buscar la ayuda de nuestro Padre Celestial y hacerlo en el nombre de Jesucristo, nuestro intercesor ante el Padre.
Gracias, jovencitas, por esa canción tan hermosa. Lo que habéis cantado me hace pensar en una oraciónCy cantar himnos es como si se orara, una forma de acercarnos a nuestro Padre Celestial.
Y es acerca de la oración que deseo hablaros esta noche. Nuestro Padre Celestial ha dicho: «Allegaos a mi, y yo me allegare a vosotros». (D. y C. 88:63.) La forma de allegarnos a nuestro Padre es hablar con El, y a eso le llamamos «oración». Hablamos con nuestro Padre en los cielos de manera muy similar a la que hablaríamos con nuestro padre aquí en la tierra, a quien queremos y respetamos.
¿Os asusta hablar con vuestro Padre Celestial? No debería ser así. Es cierto que El es poderoso, mucho mas de lo que podemos imaginar. Pero también es cierto que nos ama. . . mucho mas de lo que podemos imaginar. El nos conoce muy bien, sabe todos nuestros secretos, todos nuestros temores; y mas aun: sabe cual es el potencial de cada una. El nos conoce mejor de lo que nos conocemos nosotras mismas, y quiere lo mejor para nosotras, quiere que seamos felices y que tengamos éxito en la vida. A fin de poder ayudarnos, quiere que hablemos con El a menudo en oración humilde y reverente.
Hay quienes dicen que no saben orar, pero existen solamente cuatro pasos muy sencillos que debemos dar cuando queremos hablar con El:
El primero es prepararnos . Recordemos con quien vamos a hablar. Debemos acercarnos a El con humildad y mansedumbre, tan dispuestas a escucharlo como para hablarle. Debemos acordarnos de que el ser con quien hablamos es nuestro Padre Eterno, y arrodillarnos siempre que podamos; también nos cruzamos de brazos e inclinamos la cabeza para demostrarle que lo reverenciamos. No siempre es posible hacerlo así, a veces ni siquiera es posible cerrar los ojos al orar. Pero aun en momentos como esos, podemos tener una actitud reverente.
Por ejemplo: He orado en silencio pidiendo ayuda al conducir el auto, y por supuesto, seria peligroso cruzar los brazos o cerrar los ojos siquiera por un momento; a veces lo hago brevemente al parar en una señal de alto. Hay personas que oran al caminar por un bosque u otro lugar solitario; otras oran en el ascensor, en el ómnibus, o en la escuela antes de un examen. La necesidad de orar puede sentirse en cualquier momento; y al sentirla, recordemos la reverencia, arrodillémonos, inclinemos la cabeza y cerremos los ojos si podemos; luego, llamemos a nuestro Padre Celestial.
El segundo paso es agradecerle . Recordemos agradecer a Dios sus bendiciones. Este es un paso muy importante, no sólo porque nuestro Padre Celestial quiere que seamos agradecidos, sino porque el serlo nos ayuda mucho. La mayoría de las veces recordamos la oración sólo porque necesitamos algo, pero cuando empezamos dando las gracias por lo que ya tenemos, vemos la vida con una nueva perspectiva.
Me pasó eso cuando me llamaron para ser la Presidenta de la Primaria. Mi llamamiento no incluye sólo a los niños de la Iglesia, sino a los de todo el mundo. Es una responsabilidad enorme, y al principio sólo la sentía como una carga. Pero busco la ayuda del Señor constantemente; pido fortaleza y sabiduría para cumplir la tarea que se me ha asignado, pido por los lideres en todo el mundo, para que tengan el Espíritu del Señor para poder entender y querer a los niños por quienes son responsables. Y le suplico al Padre que le de a todo maestro un sentido de su gran responsabilidad a fin de que ayuden a los niños a conocer el evangelio de amor Y ruego que los padres puedan querer y enseñar a sus hijos.
Pero una mañana, hace unos días, pense: «He estado pidiendo demasiado; hoy no voy a pedir nada, sólo voy a agradecer». Me arrodille y le agradecí al Señor mi buena salud, mi comprensivo esposo, nuestros hijos, el hijo misionero, el privilegio de servir, los miembros de la mesa general y el personal que me ayudan, los miembros que sirven en barrios y estacas en todo el mundo, y especialmente, los maestros, que tanto dan de si. Le di gracias por los niños en todas partes; le di gracias por el Profeta. La lista aumentaba y mi espíritu se elevaba. ¡Que asombroso fue reconocer todo lo que tengo ! Para que se eleve el espíritu, para comprender cuanto nos ama nuestro Padre Celestial y cuanto hace por nosotros es necesaria la gratitud.
No siempre es fácil sentir agradecimiento. A veces, cuando nos dirigimos a nuestro Padre estamos tan desalentadas que es difícil recordar algo que podamos agradecerle. Esos son los momentos en que la oración tiene una importancia especial, momentos en que es especial acercarnos a El porque sentimos una gran necesidad de que El se acerque a nosotras.
A mis amigas jovencitas quiero deciros esto: que nada de lo que habéis hecho puede ser tan terrible que no podáis confiárselo al Señor. Quizás os sintáis solas, quizás penséis que no hay nadie en el mundo que se interese en vosotras; pero yo os aseguro, hay Alguien que se interesa. Sean lo que sean vuestras acciones, tenéis un Padre que se preocupa, que ve vuestro corazón, que siempre esta listo para escuchar. Acercaos a El en oración; y dejad que El se acerque a vosotras. Habladle, reconocedlo como vuestro Padre Eterno, sed agradecidas, aunque no sea por mas que la vida y la posibilidad de progreso que tenéis. Entonces podéis dar el tercer paso en la oración.
El tercer paso es buscar al Señor. Es pedir su ayuda, pero pedirla con el espíritu abierto y receptivo; pedir su guía para resolver problemas y cumplir cometidos; pedir sabiendo, como sabia Nefi, que el Señor «nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado» (1 Nefi 3:7).
Parte de buscar al Señor consiste en dar tiempo para la respuesta. Después de haber pedido ayuda, tenemos que esperar y escuchar. Muchas veces El contesta nuestras oraciones con una voz apacible y delicada; y quizás no sea la respuesta que queremos oír; o tal vez no reconocemos que lo que nos sucede es la respuesta a la oración.
Contare un ejemplo: Tres niñitos estaban remontando una cometa en un campo. De pronto comenzó a llover y trataron de recogerla para que no se mojara; al tirar rápidamente del hilo, la cometa se enganchó en una rama, a una altura que les era imposible alcanzar.
Encontraron un palo largo y con el trataron de bajarla, pero fue inútil. Intentaron todo lo que se les ocurrió, pero la cometa seguía en el árbol, agitada por el viento. Al fin, uno de los chicos les dijo a los otros:
-Vamos a orar.
Sus compañeros lo miraron, pero siguiendo su ejemplo bajaron la cabeza mientras el oraba. Al abrir los ojos vieron que se acercaba un auto por el camino; los tres se quedaron inmóviles, conteniendo el aliento, con los ojos fijos en la señora que conducía.
Aquellas miradas atrajeron la atención de la mujer, que detuvo el coche y les preguntó:
-¿Algun problema’?
-La cometa se nos enganchó en el árbol-le contestaron-. ¿Puede ayudarnos a bajarla?
-Voy a tratar dijo ella-. Aléjense del auto.
Lo hizo retroceder hasta que quedó debajo de la cometa; luego se trepó encima del coche y con el palo largo pudo recuperarla .
Cuando el niño que había orado entró en su casa y le contó a su mama lo que había pasado con la cometa, esta le preguntó:
¿Y quien los ayudó a bajarla’?
-El Padre CelestialCrespondió el. Por haber orado con perfecta confianza, el niño pudo reconocer la respuesta a su oración.
El último y cuarto paso es el final que damos a la oración. Recordad ofrecer vuestras oraciones en el nombre de Jesucristo. El es nuestro emisario, nuestro representante ante el Padre; por eso, oramos por intermedio de El. Y de esta forma lo reconocemos como nuestro Salvador.
Así que estos son los cuatro pasos de la oración: Primero, prepararnos; segundo, agradecer; tercero, buscar al Señor; cuarto, dar fin a la oración en el nombre de Jesucristo.
La oración puede tener muchas formas; puede ser un himno, un susurro y hasta un pensamiento. Puede limitarse a una sola palabra-» ¡Ayúdame!»-, o ser tan larga como la que dio Enós, que duró todo un día y una noche.
Lo importante es que recordemos orar a menudo, hablarle al Señor, buscar su consejo para que El pueda guiarnos. Cuando nos acercamos al Padre Celestial en oración, El se acercara a nosotras. No tenemos por que sentirnos solas jamas. De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.
























