Conferencia General Octubre 1985
«Allegaos a mí»
élder J. Thomas Fyans
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta
Podemos acercarnos a nuestro Padre Celestial si buscamos conocerlo a través del estudio, si pedimos su ayuda mediante la oración y si llamamos a su puerta mediante la obediencia.
Y un niño los pastoreara» (Isaías 11:6). ¿Podéis imaginaros el gozo que siente nuestro Padre Celestial cuando nos acercamos a El con la tierna fe de un niño pequeño y aceptamos el amor que tiene para cada uno de nosotros’? El desea que nos alleguemos a El y nos ha prometido que estará allí para darnos la bienvenida. En Doctrina y Convenios dijo: «Allegaos a mi, y yo me allegare a vosotros» (D. y C 88:63) Esta es una invitación que nos extiende nuestro Padre Celestial de compartir las maravillosas bendiciones que tiene para nosotros. Después nos da instrucciones explícitas respecto a la manera de encontrarlo. «Buscadme diligentemente, y me hallareis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá.» (D. y C. 88:63; cursiva agregada. ) Buscad, pedid y llamad .
Con estas instrucciones, nos ha bosquejado los pasos que debemos seguir para acercarnos a El . Lo buscamos a través del estudio de las Escrituras y al escuchar a sus profetas, y así es como aprendemos de El y del eterno plan que tiene para nosotros. Pedimos mediante la oración y recibimos la guía de su Espíritu. Y al llamar, se nos abre la puerta para obtener la vida eterna y regresar a la presencia del Señor mediante la obediencia a sus mandamientos.
Si de la noche obscura nos llegan sinfonías preciosas por la radio emitidas
Si notas frágiles de un violín a través de mares anchos nos vienen transmitidas,
Si del espacio inmenso escuchamos enajenados tan maravillosa composición,
¿Por que, pues, dudan los hombres de que Dios pueda oír nuestra simple oración?
(Ethel Romig Fuller, «Proof», Masterpieces of Religious Verse [Harper and Brothersl. 1948, New York. pág 407.)
El Salvador nos ha prometido: «Cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre os será dada, si es para vuestro bien» (D. y C. 88:64).
Al estudiar las Escrituras recibimos mayores instrucciones con respecto a la manera de allegarnos al Señor: «Santificaos para que vuestras mentes sean sinceras para con Dios, y vendrán los días en que lo veréis, porque os descubrirá su faz; y será en su propio tiempo y en su propia manera, y de acuerdo con su propia voluntad» (D. y C. 88:68). Santificar significa hacer santo o sagrado, liberar del pecado, purificar. Esto lo hacemos para estar en armonía con su Espíritu.
Se nos da una guía que constantemente nos recuerda lo que podemos hacer para permanecer libres del pecado y tener la compañía de su Espíritu. La escuchamos cada vez que participamos de la Santa Cena. Poned atención a las palabras: «Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, te pedimos que bendigas y santifiques este pan para las almas de todos los que participen de el, para que lo coman en memoria del cuerpo de tu Hijo, y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de tu Hijo, y a recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos que el les ha dado, para que siempre puedan tener su Espíritu consigo» (Moroni 4:3; D. y C. 20:77; cursiva agregada).
El primer versículo de la sección 93 de Doctrina y Convenios resume nuestras oportunidades: «De cierto, así dice el Señor: Acontecerá que toda alma que deseche sus pecados y venga a mí, invoque mi nombre, obedezca mi voz y guarde mis mandamientos, verá mi faz y sabrá que yo soy». (Cursiva agregada.) Esa es la promesa que el Señor da a cada una de vosotras, mis hermanas maravillosas, como niñas, como jovencitas y como mujeres, para acercaros a lo celestial.
Buscad. Pedid. Llamad.
Buscad mediante las Escrituras.
Pedid mediante la oración.
Llamad mediante la obediencia.
Que podamos unir nuestros esfuerzos a su poder. El vive hoy y podemos tener la compañía de su Espíritu.
En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
























