Conferencia General Octubre 1985
«Como yo os he amado»
élder Robert L. Backman
del Primer Quórum de los Setenta
«El tomar de la mano a otro, con peligro de perder la propia popularidad, requiere bastante madurez y un amor semejante al de Cristo.»
Fern asistía a la escuela secundaria de un insignificante pueblo. Era una de esas chicas que no llaman mucho la atención, una estudiante común y corriente, un nombre mas en la lista de asistencia; su familia era pobre y vivían en las afueras del pueblo. No formaba parte del «grupo» y las únicas veces en que se mencionaba su nombre era en esa forma burlona y sarcástica que parece jocosa cuando se es joven, inseguro y se siente la necesidad de poner a alguien en ridículo para aliviar las propias presiones. Su nombre llegó a ser sinónimo de cosa tonta o pasada de moda; cualquier cosa que fuera inaceptable o ridícula los estudiantes decían que era una «fernada».
Los jóvenes pueden ser muy crueles.
Una de las tradiciones de la escuela era reconocer al alumno que demostrara mas entusiasmo en apoyar los eventos deportivos y los equipos de la escuela. El día en que se convocó la asamblea para honrar a esa persona, como se esperaba llamaron a una de las jóvenes mas populares de la institución; ella se levantó y camino por el pasillo saludando a todos sus amigos. Pero luego sucedió un milagro. Cuando llegó al estrado dijo: «No puedo aceptar este honor. Es cierto que estimo a mis compañeros y los he apoyado en todos los eventos deportivos, pero Fern también asistió a todos los juegos. Yo venia en coche, rodeada de mis mejores amigos; ella venia a pie y sola, caminando los cuatro kilómetros desde su casa, algunas veces en la lluvia, otras entre la nieve. Y aunque estaba sola, no creo que hubiera otra persona que animara a los equipos con tanto espíritu como ella. Me gustaría nominarla como la alumna mas entusiasta de la escuela.»
Fern fue acompasada hasta el estrado y sus compañeros la colmaron de aplausos espontáneamente.
La juventud puede ser muy bondadosa.
Aquella joven es ahora una mujer madura, con el pelo veteado con hilos plateados. Le han sucedido muchas cosas que modelaron su vida, pero nada tan importante como lo que ocurrió en aquel memorable día en que fue aceptada por sus compañeros. Y hay muchos hombres y mujeres de la misma edad de Fern que no recuerdan cuantos partidos ganó o perdió el equipo aquel año; pero que nunca han olvidado el sentimiento tan cálido que tuvieron cuando se pusieron de pie y la aplaudieron en señal de bienvenida a su circulo amistoso.
En una conferencia en la Estaca de Lancaster, California, escuche a una atractiva Laurel, Marianne Mortensen, contar la historia que acabo de relatar, al hablar sobre el tema de demostrar amor hacia nuestros compañeros.
El acercarnos a los demás no es cosa fácil, especialmente cuando se es joven. El tomar de la mano a otro, con peligro de perder la propia popularidad, requiere bastante madurez y un amor semejante al de Cristo. Aun así, nuestro Salvador no hizo distinción entre los jóvenes y los adultos cuando declaró: «. . .como yo os he amado, que también os améis unos a otros». (Juan 13:34). ¡Cuanto necesitamos esa clase de amor en nuestro mundo!
Actualmente los jóvenes reciben las saetas de un abierto y penetrante ataque a su fe, sus ideales, moralidad, autoconfianza y hasta a su propia identidad. Al adolescente típico se le describe como parte de la generación del «yo»: egocéntrico, egotista, insensible hacia los demás, buscando sólo su propia gratificación. Aunque algunos jóvenes encajen dentro de esa descripción, y haya muchos que fracasen luchando en la batalla de la vida, otros triunfan en forma espectacular. En nuestros días hay jóvenes, tanto mujeres como varones, que logran lo que nosotros pensábamos que nos llevaría una vida alcanzar. En la ciencia, la literatura, las artes, el trabajo social, cívico y espiritual, podemos señalar con orgullo a millones de adolescentes talentosos que se han fijado elevadas metas y están esforzándose por lograrlas.
La pregunta que nos hacemos: ¿Que podemos hacer para ayudar a los que tropiezan a unirse con los que confiadamente van hacia adelante por la senda de la vida?
Lo que los expertos en sociología llaman presión positiva de los amigos, puede ser la salvación de esta generación. Si así es, pensad en la forma admirable en que los quórumes del Sacerdocio Aarónico y las clases de las Mujeres Jóvenes pueden prestarse para ofrecer ese servicio tan significativo.
En su discurso, la joven a quien mencioné anteriormente dijo:
«Para la mayoría de nosotros es muy difícil no escuchar a aquellos que nos quieren de verdad. Esas personas llegan a ser muy importantes para nosotros, porque sabemos que nosotros somos importantes para ellas. El anhelo de los jóvenes de hoy es que los demás no sean indiferentes para con ellos, y llevarse bien los unos con los otros. Cuando hablo de llevarse bien entre sí, inmediatamente pienso en la Regla de Oro: ‘Haz con los demás lo que te gustarla que hicieran contigo’ .
«Siendo adolescente, esto es muy difícil de lograr. Querer a aquellos que no pertenecen al mismo circulo de amigos es difícil de comprender cuando nos sentimos tan cómodos dentro de los confines de nuestro ‘grupo’. Pero si observamos la vida del Salvador, vemos que El no dejó ‘su grupo’, los Apóstoles, ni los amigos que lo rodeaban; lo que hizo fue abrir sus brazos a todos los que escuchaban, y así aumentó su rebaño. Por lo tanto. . . nosotros no tenemos por que abandonar el grupo de camaradería para poder interesamos en aquellos que nos rodean. Sólo necesitamos abrir los brazos y ensanchar nuestro círculo de amistades.»
Aquella joven tenla mucha razón.
Hay otro aspecto en este asunto de rendir servicio a los demás, y no sólo a los amigos de nuestra misma edad, que se aplica a los que están luchando por encontrar la senda correcta.
De joven buscaba la felicidad como el mundo la define: deseaba que me aceptaran, obtener un buen puesto, alcanzar la fama (especialmente en los deportes) y tener dinero. No tuve nada de eso; me sentía infeliz y opinaba que la felicidad era escurridiza.
No fue sino hasta que fui llamado a la misión que descubrí la llave de la verdadera felicidad. Para mi sorpresa, a pesar del desanimo, las desilusiones y el arduo trabajo de las labores misionales, me sentía feliz; la aprendí que la felicidad es producto del servicio. Conforme olvidaba mis propios deseos, mis propias debilidades y flaquezas en la obra misional, empece a comprender el consejo tan profundo que el rey Benjamín dio a su pueblo:
«Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis en el servicio de vuestros semejantes, sólo estáis en el servicio de vuestro Dios.» (Mosíah 2:17. )
Es por esto que un misionero puede regresar después de haber tenido las experiencias mas difíciles de su vida y decir: «Estos han sido los dos años mas felices de mi vida.»
La vida de una persona no puede ser feliz cuando esta centrada en el «yo». Así que si no os sentís bien, olvidaos de vuestros problemas, salid de vuestra casa y buscad a alguien que necesite vuestra ayuda. Si deseáis ser felices encontrad maneras de servir a los demás; vuestra felicidad estará en proporción con el servicio que deis. Pensad en cuanto podrá crecer ese gozo a medida que aumente el número de personas a las que damos nuestro amor y servicio.
Tomad en cuenta la felicidad que produjeron los siguientes ejemplos de servicio tanto para los que dieron como para los que recibieron:
- Hace poco la juventud de la Estaca Este de Meridian, Idaho, participó en un programa de servicio titulado «Pinta de todo corazón». Unos 164 jóvenes participaron y se formaron cinco equipos; y cada equipo pintó la casa de una persona anciana en un período de siete horas.
- Preocupado por el egoísmo de los jóvenes en su barrio, un obispo de Bountiful, Utah, llamó a los jóvenes y los instó a que saborearan los frutos del servicio. De mala gana al principio dejaron las diversiones y decidieron confeccionar acolchados para la escuela de personas retardadas; una vez terminados, los fueron a entregar. Llegaron a la escuela justo a la hora en que podían ayudar a dar de comer a los «niños». Esa si que fue una experiencia especial. Cuando terminaron, tenían puré de papas, salsa y legumbres en el pelo y en la ropa; una de las chicas emocionada por la dulzura del «niño» al que había ayudado dijo: «Nunca olvidare a Billy».
- En una carta enviada recientemente al editor de un diario leí:
«Continuamente estamos escuchando acerca de los ‘terribles adolescentes’ con su manera tan absurda de vestir y acciones deplorables. ¡Que contraste para mi fue tener una experiencia maravillosa con cuatro, sí, nada menos que cuatro adolescentes!
«Una noche fui anfitriona de un invitado especial de Nueva York. Estabamos en la Manzana del Templo de Salt Lake City admirando el Monumento a la Gaviota. Ya nos retirábamos cuando cuatro jovencitos se nos acercaron: inmediatamente sentí la seguridad que me inspiraba estar en la compañía de un caballero. Uno de los chicos se adelantó y me dijo: ‘Señora, nos gustaría darle esta rosa para alegrarla, y esperamos que tenga una linda velada’. «En la mano llevaba una hermosa rosa roja de tallo largo, con unas hojas de helecho, todo artísticamente envuelto en papel celofán. «Compramos la rosa para regalársela a alguien, y cuando la vimos a usted, decidimos dársela.’
«Al ver que se iban, rápidamente les pedí que me dieran su nombre y les exprese mi profundo agradecimiento y admiración por su delicadeza y bondad hacia mí, lo cual era un hecho poco común; les manifesté lo asombrada que estaba de que cuatro jovencitos tuvieran el deseo de hacer algo así y que nadie lo apreciarla mas que yo, siendo como soy, una abuelita también. Le di a cada uno un gran abrazo.» (Irene E. Staples, Deseret News, 22 de septiembre de 1985.)
- Con el conocimiento de que su hermanito tenía leucemia, Michelle salió para la escuela secundaria triste y desanimada. Luchó todo el día por prestar atención y sintió alivio cuando sonó la campana de salida. Al recoger sus libros, una amiga se le acercó y le dijo: «Michelle, ven conmigo al salón de música.» Con muy pocas ganas la jovencita la acompañó. Al entrar en el salón se sorprendió al ver que sus compañeros del coro estaban allí. En la manera directa que tienen los jóvenes le dijeron que habían estado orando y ayunando a favor del pequeño y querían que ella se uniera a ellos para terminar el ayuno con una oración.
Emerson lo expresó muy bien: «Sirve y serás servido. Si amas y sirves a tu prójimo, no podrás, de ningún modo escapar de la recompensa». («La soberanía de la ética». de The Complete Writings of Ralph Waldo Emerson. William H. Wise &Co., pág. 1004.)
Amamos a aquellos a quienes servimos. Descubrimos que el amar profundamente a una persona es uno de los sentimientos mas gozosos que podemos llegar a sentir, y es entonces cuando empezamos a comprender el abundante amor que nuestro Padre en los cielos nos tiene.
- Brent Collette narró esta emocionante historia:
«Ronny no sólo era tímido, era totalmente introvertido. Tenia diecisiete años y cursaba el ultimo grado de la escuela secundaria; nunca había tenido un amigo intimo, ni había hecho nada que incluyera a otras personas. Era famoso por su timidez; no hablaba con nadie, ni siquiera con los maestros. Con una sola mirada se podía reconocer su problema: complejo de inferioridad. Se encorvaba como si quisiera esconder la cara y parecía que continuamente estaba mirándose los pies Siempre se sentaba al final del salón y nunca participaba. . .
«Debido a su timidez, me quede asombrado cuando empezó a asistir a las clases de la Escuela Dominical. . .
La asistencia a la clase fue el resultado de los esfuerzos de Brandon Craig que recientemente se había hecho amigo de Ronny. Aquellos dos eran polos opuestos. Brandon era el chico mas popular entre los jóvenes; mucho mas alto que Ronny, era la estrella del programa deportivo de la escuela; el participaba en todo y en todo tenia éxito. Además, era muy bueno.
«Lo cierto es que Brandon se hizo intimo amigo de Ronny. Era obvio lo difícil que le resultaba a Ronny asistir a la clase, pero Brandon lo protegía como si estuviera guardando al rey. Yo no decía mucho ni le hacia preguntas, y sólo de vez en cuando sonreía o le daba alguna palmadita en la espalda. A menudo pensaba si Brandon y compañía (el resto de la clase ciertamente se comportaba bien) iban a poder romper el hielo, pero parecía que el tiempo seria su aliado. Por eso me sorprendió tanto cuando Brian, el presidente de la clase, pasó frente al grupo un domingo por la mañana y anunció que Ronny ofrecería la primera oración.
«Hubo un momento de vacilación. Entonces Ronny se levantó despacio, todavía mirándose los zapatos, se puso al frente de la clase y cruzó los brazos (ya tenia inclinada la cabeza). Parecía que la clase estaba congelada. Yo pense: ‘Si ofrece la oración vamos a ser trasladados’ .
«Como en un suspiro escuché: ‘Nuestro Padre Celestial, gracias por la clase de la Escuela Dominical.’ Después silencio. . . un pesado silencio. Sentía lo que el pobre de Ronny estaría sufriendo. Después, se escucharon sollozos.
» ‘Ay, no!, pense. ‘Si pudiera estar allí con el para ayudarlo o hacer algo’.
«Todos sabíamos el mal momento que estaba pasando. Abrí un ojo a fin de ver para poder llegar hasta el, pero Brandon ya me había ganado. Con el ojo abierto pude ver al alto Brandon poner el brazo alrededor de su amigo; después se inclinó, le colocó la barbilla en el hombro, y en susurros le dijo las palabras de una corta pero linda oración.
«Cuando terminó, mantuvo la cabeza inclinada y añadió: ‘Y gracias por Brandon. Amen’. Levantó la vista para ver a su alto amigo y con una voz fuerte que todos oímos le dijo: ‘Eres un buen amigo’ .
«Brandon, que todavía tenia el brazo alrededor de su amigo, respondió: ‘Tu también, Ronny’. ¡Fue un momento especial para mi!’
«Y lo había sido para todos nosotros.» (New Era, mayo de 1983, pág. 18.)
Nuestros niños cantan en la Primaria:
«Como os he amado, amad a otros,
Un nuevo mandamiento, amad a otros.
Por esto sabrán que sois discípulos míos.
si os amáis unos a otros.»
(Manual de Sugerencias para la Noche de Hogar. pág. 163.)
Es allí donde yace la felicidad. En el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador. Amén .
























