Una invitación para servir

Conferencia General Abril 1985logo 4
Una invitación para servir
élder John Sonnenberg
del Primer Quórum de los Setenta

John Sonnenberg«Si hemos de llegar a ser como El, debemos actuar como El. Debemos incluso invitar a aquellos que no demuestren ningún interés en el mensaje del evangelio.»

Antes de comenzar, quisiera testificar que se que esta Iglesia es verdadera, que Jesús es el Cristo y que los lideres de esta Iglesia son profetas de Dios.

El 3 de octubre de 1984 comenzó como cualquier otro día. El sol salió e iluminó con colores otoñales nuestra región del país [el estado de Illinois], haciéndola parecer como el jardín de la nación. El día había sido un tanto tranquilo hasta que sonó el teléfono. «¿Elder Sonnenberg?» preguntó la voz, y después dijo: «Le llama la oficina de la Primera Presidencia. El presidente Hinckley desea hablar con usted».

Después de intercambiar expresiones de cortesía, me extendió la invitación de formar parte del Primer Quórum de los Setenta como Autoridad General. Ha sido y continua siendo algo abrumador para mi. El día adquirió un nuevo significado y una dimensión totalmente diferente en nuestra vida al meditar sobre el desafío y la invitación. Haré todo lo que este de mi parte por servir con todo mi corazón. Mi buena esposa, mis hijos y sus maravillosas familias ciertamente me apoyan, como siempre lo han hecho.

La vida de muchos hombres ha cambiado debido a tales invitaciones recibidas de los siervos de Dios. Manifesté mi aceptación preguntando «cuando y dónde» deseaba el Señor que sirviera.

Por todo el mundo hay hombres y mujeres que diariamente reciben la invitación de unirse a la Iglesia. El Salvador invita a todos los hombres, diciendo: «Ven, sígueme» (Luc. 18:22). El seguir a Jesús no es una invitación común y corriente. El cometido implica consecuencias sempiternas. A Pedro se le invitó a «boga[r] mar adentro» (Luc. 5:4). Había sido un pescador común, fuerte y tostado por el sol hasta el momento de recibir la invitación de echar la red para pescar (Luc. 5:4), y después nunca volvió a ser el mismo, puesto que mas que un barco sobre el tormentoso mar de Galilea, el Salvador guiaba su alma. Si, había sido un pescador común hasta que escuchó la voz de Cristo y aceptó su invitación.

En otra ocasión, a Pedro se le invitó a andar sobre el agua y, cuando no pudo continuar, descubrió que cuando nuestra fe vacila, caemos (Mat. 14:2a31). El aceptar la invitación requiere una fe incondicional.

En presencia de hombres arrogantes y llenos de ira que estaban prestos a acusar, el Maestro inscribió en la arena y el polvo lo que ahora ha quedado grabado en hormigón. La atestada plaza de acusadores se despejó y una pecadora se salvó de ser apedreada porque el Salvador estaba mas interesado en la persona que en el problema (Juan 8:3-11). El nos invitó a no juzgar, y después demostró que el perdón engendra amor y que el arrojar piedras simplemente no resolvería el problema.

Si hemos de llegar a ser como El, debemos actuar como El. Debemos incluso invitar a aquellos que no demuestren ningún interés, con la esperanza de que de alguna manera reconozcan el discurso divino conocido como testimonio.

Nos invitó a ir en busca de la oveja perdida; nos hizo ver que esta en realidad representa a un alma perdida a la que debemos buscar; que la moneda perdida representa al hombre que necesita ser contado y luego convertido, y que el hijo pródigo es aquel que puede salvarse al recibir servicio y después servir a otros.

Invitó a los niños pequeños a ir en pos de El y a cada uno de nosotros a que fuésemos como ellos. Invitó a los hombres a amarse como El ha amado, y que luego El les llamaría sus discípulos. Extendió su amor a sus Apóstoles a fin de ayudarles a comprender lo que era el amor incondicional hacia sus semejantes.

Invita a los hombres a recibir el sacerdocio de Dios y a magnificarlo mediante el servicio. Nos invita a pagar nuestros diezmos y ofrendas, a enseñar el evangelio, a ser bautizados y a recibir el Espíritu Santo. También nos invita a predicar el evangelio en todo el mundo porque somos una Iglesia mundial.

El mes pasado, mi joven y fiel compañero en la orientación familiar, Timmy Manners, y yo, hicimos nuestras visitas. El joven Timmy nació en las Islas Británicas, yo nací en la República Democrática Alemana, enseñamos a una familia de Francia, les visitamos en Alemania Occidental, e impartimos el mensaje en ingles y todos nos comprendemos.

Las tres familias fueron convertidas a esta, la Iglesia verdadera del Señor, por misioneros dedicados que predicaban en diferentes países, y aprendimos por medio del dulce Espíritu del Señor. Al reunirnos en nuestra visita mensual de orientación familiar en el bello hogar de Jean Collin y su hermosa familia tenemos la oportunidad de iluminarnos mutuamente mediante ese mismo Espíritu.

Arrodillados invocamos la presencia del Espíritu del Señor. «Vosotros, pues, orareis así.» ¡Que hermosa invitación de comunicarnos en el nombre de Cristo! Se nos invita a clamar el arrepentimiento y a compartir nuestro testimonio, y luego como recompensa nos permite ir a su Santa Casa para sellarnos por la eternidad.

Antes de 1830, el 6 de abril era también un día común y corriente. Desde la aparición del Libro de Mormón y la organización de la Iglesia, el Espíritu del Señor ha tocado el corazón de hombres y mujeres de todo el mundo. Los profetas, apóstoles y miembros de la Iglesia han declarado su testimonio de la divinidad de la restauración del evangelio. Se ha restaurado la luz, el conocimiento y la verdad, y los miembros de la Iglesia del Señor han experimentado la presencia de su Espíritu.

Mis amados hermanos y hermanas, testifico que el Libro de Mormón es verdadero, que Jesús es el Cristo y que Spencer W. Kimball es un profeta de Dios, y os invito a seguirles y a disfrutar del Espíritu del Señor, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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