La obra misional es la savia de la Iglesia

Conferencia General Octubre 1986logo 4
La obra misional es la savia de la Iglesia
élder H. Verlan Andersen
del Primer Quórum de los Setenta

H. Verlan Andersen«Aquellos que dedican su vida completamente a la tarea de difundir el evangelio experimentan un gozo inefable.»

Mis queridos hermanos y hermanas, con el conocimiento que tengo de que esta es la Iglesia del Señor, y captando a cierto grado la magnitud de la responsabilidad que acompaña a mi llamamiento y asignación de Autoridad General, he orado intensamente en busca de la divina ayuda que siento necesitar tanto.

Durante los últimos años, mi esposa y yo hemos servido como misioneros en países latinoamericanos. Esta ha sido una de las experiencias que mas nos ha puesto a prueba y nos ha recompensado en nuestra vida. Nos ha dado mucha satisfacción trabajar con esa gente amorosa y creyente, y ver cómo se cumplen las profecías del Libro de Mormón cuando se unen a la Iglesia a centenares de millares los descendientes de Lehi. Realmente el día de los lamanitas ha llegado.

La historia de los lamanitas en el periodo justo antes de la primera aparición del Señor en este continente hace un paralelo interesante entre lo que ocurrió entonces y lo que esta ocurriendo hoy día. Comenzando aproximadamente en el año 92 a. de J. C., los lamanitas empezaron a unirse a la Iglesia del Señor por decenas de millares. Este milagro de conversión que tuvo lugar muy poco antes de la primera venida del Señor se esta repitiendo ahora, antes de su segunda venida.

Hay un aspecto de la obra misional que me gustaría comentar brevemente, y es el gozo que reciben los que trabajan en ella.

El Libro de Mormón resume todo el propósito de la existencia en esta corta frase:

»Existen los hombres para que tengan gozo.» (2 Nefi 2:25.)

Si el gozo es la meta suprema de la vida, todos deberían estar fervientemente interesados en la forma de obtenerlo. También deberíamos estar igualmente interesados en la forma de evitar lo opuesto: la desdicha. En el Libro de Mormón se analizan y se ilustran estos temas vitales, y la información con respecto a ellos esta relacionada directamente con la obra misional. El libro nos dice que aquellos que dedican su vida completamente a la tarea de difundir el evangelio experimentan un gozo inefable, mientras que los que se oponen y tratan de promulgar la falsedad sufren una desdicha igualmente intensa

El evangelio ni la oportunidad de compartir su mensaje no siempre han estado en la tierra, pero al tenerlo aquí, debemos atesorarlo. El Señor nos ha prometido que si trabajamos todos nuestros días y salvamos aun cuando sea una sola alma, ;cuan grande será nuestro gozo con ella en el reino de nuestro Padre! (Véase D. y C. 18:15.)

Hace varios años, el presidente Spencer W. Kimball, quien en ese entonces era miembro del Quórum de los Doce, visitó la estaca en la que yo vivía y dijo que la obra misional era la savia de la Iglesia. También dijo que si no fuera por la obra misional, la Iglesia se marchitaría y moriría en la viña. Sin duda que esta declaración se aplica tanto a las personas y familias, como a la Iglesia en general. El hecho de no aprovechar nuestros talentos y cumplir con nuestros llamamientos puede causar que nos marchitemos y muramos en la viña.

Quisiera ahora analizar la tremenda influencia que la obra misional ha tenido en mi propia vida. Mis padres, que se criaron en México, no habían servido una misión antes de casarse, pero cuando al quórum de los setenta al que pertenecía mi padre le llegó un llamamiento para que un voluntario sirviera una misión corta, el fue, aun cuando eso significó abandonar una granja y una familia numerosa con niños pequeños al cuidado de su esposa. Ella acepto con gozo la oportunidad de sacrificarse por la Iglesia y por la familia, y recuerdo con cuanta valentía sobrellevó el peso de esos duros meses de invierno.

Mas tarde, durante los largos y crueles años de la gran depresión en los Estados Unidos, aun cuando mis padres sufrieron severas tribulaciones económicas, siempre mantuvieron a uno de sus hijos en el campo misional.

Mi padre falleció cuando era relativamente joven, y después de su muerte y después que todos los hijos nos casamos, mi madre pidió permiso para servir una misión en México, y se le concedió.

Si hay honor que ataña a mi llamamiento al Primer Quórum de los Setenta, y por supuesto que lo hay, no es para mi, sino para aquellos cuyos ejemplos de sacrificio y dedicación han influenciado mi vida tan grandemente. Rindo tributo a ellos por su devoción incansable e incesante hacia la Iglesia y la familia. Ellos han ejercido una inmensa influencia en sus diez hijos y numerosa posteridad.

No puedo terminar sin expresar mi amor y aprecio por mi querida compañera quien es en sí un notable ejemplo de arduo trabajo y sacrificio. Considero que merece que se la escuche, así que voy a citaros los siguientes pensamientos que me sugirió que incluyera en mis palabras de hoy, sin pensar que se los atribuyera a ella.

«Y ahora una palabra a los abuelos sobre la obra misional. Las bendiciones que se reciben de ella llegan hasta los familiares. Los nietos nunca olvidaran el gozo especial que sentirán cuando asistan a vuestra reunión sacramental de despedida. Luego, cuando lleguéis al campo misional, empezareis a recibir cartas con expresiones como estas: ‘Abuela y abuelo, sigo orando para que ustedes sean buenos misioneros’ o bien, ‘Algún día iré a una misión igual que ustedes’.

«Abuelas,  ¿creéis que no podéis dejar a vuestros nietos? Deseo daros mi testimonio de que podéis ser una influencia positiva y duradera en la vida de esos pequeños al dar un año o mas de vuestro tiempo al servicio del Señor en el campo misional. Los lazos del amor se fortalecerán y ocurrirán milagros verdaderos. No neguéis esas bendiciones a vuestros nietos. Os desafío a que pongáis a prueba la experiencia de la obra misional.»

Tal es el mensaje de mi querida esposa, con quien estoy totalmente de acuerdo. Y ahora, para terminar, os doy mi propio testimonio de que la obra misional es verdaderamente la savia de la Iglesia y que tenemos la comisión divinas de compartir el evangelio con los demás, tanto en nuestro país como en el extranjero. Se, sin lugar a dudas, que esta es la obra del Señor y que el presidente Benson es su profeta sobre la tierra hoy día. Este testimonio os lo dejo en el nombre de Jesucristo. Amén.

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