Los niños pequeños

Conferencia General Octubre 1986logo 4
Los niños pequeños
élder Boyd K. Packer
del Quórum de los Doce Apóstoles

President Boyd K. Packer«Sea lo que fuere que las leyes de los hombres lleguen a tolerar, el mal uso del poder de procreación, la destrucción de una vida inocente por medio del aborto y el maltrato a los niños pequeños son transgresiones de enormes proporciones.»

Hace unos años, al doctor Faun Hunsaker, el entonces presidente de la Misión de los Estados del Sur de los Estados Unidos, se le invitó a pasar la noche en casa de uno de los miembros. Cuando llego allí, los niños ya se habían acostado.

El matrimonio le dio su dormitorio y, durante la noche, oyó que la puerta se abría y advirtió los pasos de un niño pequeño que entraba. El niño, asustado por una pesadilla, había ido a la cama de sus padres para que ellos lo con sol aran.

Al percibir que había algo diferente, el niño empezó a palpar la cara del hermano Hunsaker y este le habló en voz baja. El chiquito, asombrado, le dijo:

-¡Usted no es mi papa!
-No, no soy tu papa.
-¿Le dio mi papa permiso para dormir aquí?
-Si, tu papa me dio permiso para dormir aquí.

Dicho eso, el pequeñito se acostó junto al hermano Hunsaker y no tardo en quedarse dormido.

Bien podría terminar con esa lección sobre la confianza de un niño pequeño. Sin embargo, sin excusarme, deseo explayarme un poco sobre la inocencia de los niños pequeños y nuestra obligación para con ellos.

Mucho se dice en las Escrituras sobre los niños pequeños.

El salmista escribió: «Herencia de Jehová son los hijos» (Salmos 127:3).

Nuestro Salvador pronunció las conocidas palabras: «Dejad a los niños venir a mi, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14).

Cuando los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? . . . llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: . . . cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mi me recibe» (Mateo 18:15).

En seguida, advirtió:

«Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mi, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.» (Vers. 18:14.)

Para mi, la lección mas notable se encuentra en el Libro de Mormón:

Jesús «mandó que trajesen a sus niños pequeñitos.

«De modo que trajeron a sus niños pequeñitos, y los colocaron en el suelo alrededor de el, y Jesús quedó en medio [de ellos]. . . Y . . . mandó a los de la multitud que se arrodillasen en el suelo.
«Y sucedió que cuando se hubieron arrodillado en el suelo, gimió Jesús dentro de si, y dijo: Padre, turbado estoy por causa de la iniquidad del pueblo de la casa de Israel.
«. . . se arrodilló el mismo también en el suelo; y he aquí. oró al Padre, y las cosas que oró no se pueden escribir . . .
y no hay lengua que pueda hablar, ni hombre alguno que pueda escribir, ni corazón de hombre que pueda concebir tan grandes y maravillosas cosas como las que [vieron y oyeron] a Jesús hablar. . .
Y se levantaron del suelo. y les dijo: Benditos sois a causa de vuestra fe. Y ahora. he aquí. es completo mi gozo.
‘Y cuando hubo dicho estas palabras, lloró, y la multitud dio testimonio de ello; y tomo a sus niños pequeños, uno por uno, y les bendijo, y rogó al Padre por ellos.
‘Y cuando hubo hecho esto, lloro de nuevo;
‘y . . . dijo: Mirad a vuestros pequeñitos . . .
‘y vieron abrirse los cielos, y vieron ángeles que descendían del cielo cual si fuera en medio de fuego; y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos y fueron rodeados de fuego; y los ángeles los ministraron.» (3 Nefi 17:11-15. 17. 20-24. )

Hay mas, mucho mas en las Escrituras acerca de los niños pequeños.

Pero también hay un aspecto lamentable de este tema. De ello, no deseo mencionar y recalcar mas que cuatro transgresiones que atormentan a la humanidad, las cuales causan sufrimiento a los niños pequeños.

Primero. La completa unión física del hombre y la mujer que pertenece al convenio del matrimonio ahora se proclama falsamente como un apetito aceptable de cualquier par de adultos.

Segundo: El mal uso de ese poder procreador en actos pervertidos se promueve actualmente como el derecho de los adultos que lo aprueben. Ese proceder egoísta no lleva consigo ni la responsabilidad ni la satisfacción de la paternidad o la maternidad.

Tercero: La destrucción deliberada del inocente y desvalido por medio del aborto se fomenta actualmente a diestra y siniestra y aun se respalda con fondos públicos .

Cuarto: Tratan brutalmente el cuerpo, la mente y la moral de un numero cada vez mayor de niños pequeños y maltratan a estos los que debieran protegerlos .

Como resultado, la humanidad ha sembrado vientos huracanados y cosecha fuertes tempestades traducidas estas en angustias, culpabilidad, abandono. divorcio, enviciamiento, enfermedad y muerte; y los niños pequeños sufren.

Si esos pecados no se frenan, la civilización se dirigirá indefectiblemente a la destrucción.

Nuestro comportamiento no es totalmente dominado por impulsos naturales, ya que nuestro modo de proceder también tiene su origen en las creencias.

Las creencias nacen de las filosofías o doctrinas. Las doctrinas pueden ser espirituales o seculares, sanas o destructivas, verdaderas o falsas.

Hay dos doctrinas que falsean la condición de los niños pequeños y que son aceptadas por muchos, ¡pero las dos son falsas!

La primera sostiene que los niños pequeños se conciben en pecado y que llegan a la vida terrenal en un estado de corrupción natural. ¡Esa es doctrina falsa!

Cada vez que nace un niño, el mundo se renueva en inocencia.

Las revelaciones nos enseñan que »La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad.

»La luz y la verdad desechan al inicuo.

»Todos los espíritus de los hombres fueron inocentes en el principio; y habiéndolo redimido Dios de la caída.

el hombre llego a quedar de nuevo en su estado de infancia, inocente delante de Dios.

«¡Y aquel inicuo viene y despoja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad por medio de la desobediencia. y a causa de las tradiciones de sus padres

»Pero yo os he mandado criar a vuestros hijos en la luz y la verdad.» (D. y C. 93:36-40; cursiva agregada.)

Mormón enseñó esto a su hijo Moroni y, por ende, a nosotros. Citare solo algunas partes de su epístola:

»Porque, si he sabido la verdad», escribió Mormón, »ha habido disputas entre vosotros concernientes al bautismo de vuestros niños pequeños» (Moroni 8:5).

Tras calificar esas discusiones de «tosco error», continua:

»Inmediatamente después que [supe] estas cosas de vosotros, pregunte al Señor concerniente al asunto. Y la palabra del Señor vino a mi por el poder del Espíritu Santo, diciendo:

«Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios: He aquí. vine al mundo no para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los sanos no necesitan de medico sino los que están enfermos; por tanto, los niños pequeños son sanos, porque son incapaces de cometer pecado; por tanto, la maldición de Adán les es quitada en mi. de modo que no tiene poder sobre ellos. . .

‘Y de esta manera me manifestó el Espíritu Santo la palabra de Dios; por tanto. amado hijo mío, se que es una solemne burla a los ojos de Dios que bauticéis a los niños pequeños.» (Moroni 8:79.)

Mormón le dijo a Moroni que enseñara el arrepentimiento y el bautismo ‘va los que son responsables y capaces de cometer pecado» (Moroni 8:10).

La edad de ocho años se ha establecido por revelación como la edad de responsabilidad. (D. y C. 68:27. )

En seguida, con una severidad no superada en las Escrituras, Mormón advierte:

»El que supone que los niños pequeños tienen necesidad del bautismo se halla en la hiel de la amargura y en las cadenas de la iniquidad, porque no tiene fe, ni esperanza. ni caridad; por tanto, si perece mientras tenga tal pensamiento, tendrá que ir al infierno.

«Porque terrible es la iniquidad de suponer que Dios salva a un niño a causa del bautismo, mientras que otro debe perecer porque no tuvo bautismo.

» ¡Ay de aquellos que perviertan de esta manera las vías del Señor!, porque perecerán, salvo que se arrepientan. He aquí, hablo con arrojo. porque tengo autoridad de Dios.» (Moroni 8: 14-16)

Leed toda esa epístola. La cual es doctrina verdadera c inspirara reverencia hacia los niños pequeños. Después de leerla, ¿quien podría pensar en desatenderlos, ni, mucho menos, en maltratarlos?

Si la verdadera doctrina se entiende, ello cambia la actitud y el comportamiento.

El estudio de la doctrina del evangelio mejorara el comportamiento de las personas mas fácilmente que el estudio sobre el comportamiento humano. La obsesión por una conducta indigna puede conducir a una conducta indigna. y por eso hacemos tanto hincapié en el estudio de la doctrina del evangelio.

Las leyes de Dios sobre el matrimonio, el nacimiento y el cuidado de los niños pequeños tal vez parezcan rígidas, pero son muy practicas.

La ley de Dios decreta que la única unión legitima del hombre y la mujer es la del matrimonio, puesto que de resultar de esa expresión del amor la concepción de una vida, el matrimonio proporciona protección a la criatura que llega a la vida terrenal inocente y desvalida. Además, el matrimonio también ofrece seguridad y felicidad a los padres.

Sea lo que fuere que las leyes de los hombres lleguen a tolerar, el mal uso del poder de procreación, la destrucción de una vida inocente por medio del aborto y el maltrato a los niños pequeños son transgresiones de enormes proporciones, puesto que’ acunada en ellas, yace el destino de niños inocentes y desvalidos.

Hay otra doctrina, igualmente falsa y muy aceptada que también falsea la condición de los niños pequeños. Permitidme ilustrarla:

Hace años, dos de mis hijos, que entonces eran pequeños, luchaban en el suelo. Como vi que llegaban al punto que separa la risa de las lágrimas, los separé y senté al mayorcito en el suelo. Al hacerlo, les dije: «Ya, basta, par de monos. Cálmense».

Para mi sorpresa, el cruzó los brazos y, muy ofendido, protestó, diciéndome: »Yo no soy mono, papa; ;soy una persona!»

Los años no han borrado el intenso sentimiento de amor que sentía por mis pequeños. En muchas ocasiones. a lo largo de los años, han vuelto a mi mente las palabras de mi hijo: »Yo no soy mono, papa; ¡soy una persona!» ¡Que gran lección me enseñó mi pequeño hijo!

El no es tan solo una persona, ni tan sólo mi hijo. sino que también es hijo de Dios.

El ciclo de la vida ha seguido rápidamente su curso. Ahora esos dos hijos míos tienen sus propios hijitos. Los cuales a su vez enseñan lecciones a sus padres. Ahora, ellos observan crecer a sus hijos como nosotros los observábamos a ellos. En calidad de padres, van aprendiendo lo que no se les podía enseñar en calidad de hijos.

Muy pronto. sus hijos crecerán y tendrán a su vez sus propios hijos o personas pequeñas», y se repetirá el ciclo interminable de la vida.

Tal vez ahora sepan ellos lo que quiere decir el empezar nuestras oraciones, como lo enseñó nuestro Señor, diciendo: »Padre nuestro que estas en los ciclos». El es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos.

La doctrina secular a que me refiero sostiene que el hombre no es hijo de Dios, sino básicamente un animal y que su conducta es ineludiblemente dominada por impulsos naturales, exonerado de hacer juicios morales y exento de conducta moral.

Aun cuando muchos afirman que esa filosofía no puede, a la larga, conducir a la relajación moral, ;hay un elemento que si lo causa! (,Es acaso accidental que cuanto mas se propaga esa doctrina secular y se cree en ella tanto mas se generaliza la conducta inmoral’?

Defienden esa filosofía con datos estadísticos y dicen: »Esto comprueba que es cierto; miren todas las evidencias que tenemos».

Nosotros a la vez vemos la forma lamentable en que la gente degrada la procreación y el sufrimiento que ello trae consigo tanto a niños como a adultos, y decimos: »Miren todas las evidencias que tenemos nosotros».

Las doctrinas seculares tienen la ventaja de mostrar evidencias convincentes, tangibles, porque es mas fácil reunir datos de lo que se puede contar y medir.

Por otro lado, la doctrina que proviene de la luz se corrobora con la impresión intangible que recibe el espíritu del hombre y tenemos que confiar mas que nada en la fe.

Pero el tiempo se encarga de hacer visibles las consecuencias del seguir una u otra.

A vosotros, los adultos que repetís [con vuestros hijos] el ejemplo de la desatención y el maltrato que vosotros recibisteis cuando erais pequeños, creyendo que estáis atrapados en el circulo vicioso de vuestro proceder, del cual no podéis escapar, os digo:

Es contrario al orden de los cielos que alma alguna se encierre en un comportamiento inmoral como en un callejón sin salida.

Eso es compatible con la obra del adversario que desea engañaros y haceros creer que si estáis en un callejón sin salida.

Con agradecimiento, reconozco que las transgresiones, aun las que perjudican a los niños pequeños, ceden terreno al arrepentimiento sincero. Yo testifico con toda mi alma que la doctrina del arrepentimiento es verdadera y que produce un efecto milagroso y liberador sobre el comportamiento humano.

A vosotros, los inocentes que no habéis transgredido, pero que habéis sido víctimas de los que abusaron de vosotros cuando erais pequeños y que todavía lleváis una inmerecida carga de culpabilidad, os digo: ¡Aprended la verdadera doctrina, la del arrepentimiento y el perdón; liberaos de esa carga de culpabilidad!

Porque todos somos hijos del mismo Padre Celestial. Y cada uno de Sus hijos, de cualquier edad, puede hacer valer el sacrificio expiatorio de Jesucristo y, al hacerlo así, por medio del total arrepentimiento, puede ser limpiado y renovado a la inocencia de un niño.

Al empezar, dije que bien podría terminar allí con el relato de la confianza de un niño pequeño y así lo haré:

-¡Usted no es mi papa!
-No, no soy tu papi.
-¿Le dio mi papa permiso para dormir aquí?
-Si, tu papa me dio permiso para dormir aquí.

Dicho eso, el pequeño se acostó junto al hermano Hunsaker y no tardó en quedarse dormido.

Dios conceda que todos los niños pequeños estén a salvo con cada uno de nosotros porque su Padre y su Dios y nuestro Padre y nuestro Dios nos dio permiso para estar aquí. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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