El valor de la fe y la esperanza

Conferencia General Abril 1987logo 4
El valor de la fe y la esperanza
élder Paul H. Dunn
del Primer Quórum de los Setenta

Paul H. DunnPor más incómodas que sean las realidades que debemos enfrentar durante toda la vida, es imperioso que reconozcamos y valoremos las muchas cosas hermosas que la vida nos ofrece.

Muy cerca de este tabernáculo hay un edificio de veintiséis pisos. En él hay dos tipos de ascensores, uno de los cuales es expreso y se desplaza a gran velocidad, mientras que el otro es un poco mas lento.

No hace mucho entre en uno de los ascensores rápidos, los que, según la opinión de muchas de las personas que trabajan en ese edificio, bien podrían ser una de las atracciones de Disneylandia. De todos modos, había en el ascensor también un niñito con su papa. De pronto el ascensor inició su marcha y el niño, sorprendido por la velocidad, abrió los ojos muy grandes y, lleno de fe y confianza le dijo a su papa: »Papito, ¿sabe nuestro Padre Celestial que vamos en camino?»

Esta experiencia encierra una gran lección.

La doctora Jo Ann Larsen, una consejera familiar de Salt Lake City, dio recientemente muy buenos consejos en cuanto a la manera de enseñar a los niños y ayudarlos a sentir estima por sí mismos. Hizo mención a la tendencia que muchos padres tienen, al esforzarse por enseñar a sus hijos a ser responsables, a recalcar a menudo las cosas negativas que ellos hacen: los errores y faltas que cometen y los problemas y dificultades que causan.

Declaro que desde el momento en que nace hasta que llega a los veinte años de edad, una persona recibe de padres, educadores, hermanos y amigos un promedio de aproximadamente cien mil mensajes negativos los cuales rara vez se ven equilibrados por otros de naturaleza positiva. Se puede considerar afortunado el niño que por cada diez mensajes negativos recibe uno positivo, lo cual, en la opinión de la profesional, puede dejar huellas nefastas de por vida en la forma en que el niño siente hacia sí mismo.

Ella nos aconseja desarrollar la capacidad de ver mas lo positivo que lo negativo, haciendo posible que se verifiquen milagros a veces, y que los resultados de nuestros esfuerzos de enseñanza y la relación que tenemos con nuestros hijos ciertamente sean mucho mejores. Todo lo bueno que se logra para hacer un mundo mejor con enfoques confiados y edificantes de las situaciones de la vida, en contraste con los que tienden a destruir, es posible que jamas pueda medirse con exactitud.

¿Por que será que los humanos tendemos a poner tanto énfasis en lo negativo cuando hay tanto de positivo para apreciar? No solo criticamos en forma constante a nuestros hijos y el uno al otro, buscamos defectos, jugamos y a menudo hacemos hincapié en las debilidades y fracasos de la gente mas bien que en sus virtudes y triunfos, sino que también hay algunos entre nosotros que adolecemos de paranoia crónica. Vivimos preocupados ante todas las cosas negativas que podrían llegar a suceder y que generalmente no suceden, en vez de hacer frente a los problemas con una actitud positiva de fe y esperanza.

Nuestra sociedad parece deleitarse en lo grotesco, lo trágico, lo profano y los males de la época. Casi a diario los medios de comunicación centran su atención en aspectos negativos de la vida: adolescentes que se suicidan, problemas con drogas, el SIDA, asesinatos, casos de infidelidad, falta de honradez y toda una variada gama de calamidades sociales.

Al viajar por la Iglesia me encuentro algunas veces con otra forma de pensar que puede también llegar a ser bastante negativa: miembros que se sienten agobiados, a veces severamente, de las tareas que deben llevar a cabo para ganarse la vida, para pagar sus cuentas, para criar a sus hijos, para cumplir fielmente con sus llamamientos, para cumplir con sus obligaciones en los estudios y ante la comunidad, para vivir recta y dignamente, etc., etc.

Hay veces que pienso que algunas de estas personas han perdido la capacidad de sentir gozo y satisfacción, y todo lo que perciben son días grises y frustrados, a menudo llenos de sentimientos de culpabilidad al tratar de lograr sin resultados favorables todo lo que ellos consideran que es necesario, y al intentar alcanzar la perfección sin demoras. Resulta interesante que las actitudes negativas nos afecten de esta manera.

No dejamos de reconocer que la vida es una cosa seria, que hay que educar a los hijos, que debemos pagar las cuentas, que debemos vivir rectamente; eso es lo que nos aconseja el Señor. A veces no podemos menos que preocuparnos, pues han habido y siempre habrán a nuestro alrededor incesantes elementos negativos a los que debemos hacer frente y tratar de solucionar. Pero me pregunto si el constante bombardeo de dilemas y adversidades, mas las frecuentes situaciones para las que no vemos esperanza, tanto personales como colectivas, no llegan acaso a frustrarnos, desanimarnos y deprimirnos al punto de distraernos de los mismos principios que nos permitirían sobreponernos a lo negativo y encontrar las respuestas que necesitamos.

A pesar de las muchas cosas negativas que la vida nos depara, hay quienes tienen la capacidad de ver por lo general el lado positivo. Un joven hombre de negocios estaba inaugurando una sucursal de la firma para la que trabajaba y un amigo le envió un ramo de flores a modo de felicitación. Mas tarde, cuando el remitente llegó a la recepción, se encontró con que las flores iban acompañadas por una banda con el mensaje «Que en paz descanse». Bastante enojado llamó mas tarde a la florería para quejarse. Tras la disculpa el florista le dijo: «Mírelo desde otro punto de vista. En algún lugar se le dio sepultura hoy a una persona y la banda de su corona de flores decía: «Buena suerte en tu nueva ubicación».

En el Libro de Mormón, en el cual encontramos muchas respuestas y tantas pautas para la solución de problemas, hay un pasaje que, en lo personal, aclara enormemente este asunto de tener una actitud positiva y confiada, llena de esperanza y de fe, en vez de hacer frente a los problemas de la vida con desanimo y desesperación. Escuchad lo que dice el profeta Eter al exhortarnos a depositar nuestra confianza en Dios como el cimiento de nuestra esperanza y nuestra fe:

»Por medio de la fe todas las cosas se cumplen.

«De modo que los que crean en Dios pueden esperar con seguridad un mundo mejor, sí, un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios.» (Eter 12:34.)

Todo a lo largo de este maravilloso capitulo se nos habla de las cosas maravillosas que logran la fe, el amor y la esperanza. Me da la impresión de que una actitud y enfoque negativos tienden a truncar la esperanza, la fe y la confianza en el Señor, en nosotros mismos y en otras personas-y causan constantes sentimientos melancólicos mientras que lo positivo nos eleva, nos sostiene y nos impulsa a seguir adelante. Se trata de una actitud que puede desarrollarse, un habito que se puede cultivar.

El epitome de regocijarse con lo hermoso y hacer a un lado el infortunio lo encontramos en este relato de Thomas Moore.

Poco después de su casamiento, Thomas Moore, el famoso poeta irlandés del siglo diecinueve, tuvo que salir en un viaje de negocios. A su regreso, no lo recibió su flamante y bella esposa, sino el médico de la familia.

«Su esposa esta arriba», le dijo el médico, «pero pidió que usted no entre al cuarto». Entonces Moore se enteró de las terribles razones: su esposa había contraído viruela. La enfermedad había dejado su piel otrora sedosa llena de manchas y cicatrices. Tras haberse mirado al espejo había ordenado que se cerraran las persianas de las ventanas y que su esposo jamas la volviera a ver. Moore se negó a acceder a su pedido. Subió deprisa y abrió prestamente la puerta de la recamara de su esposa. Adentro había una obscuridad sepulcral y no se escuchaba ni un ruido. A tientas Moore buscó la lampara de gas.

Entonces se dejó escuchar una voz quejosa desde un rincón del cuarto:

-¡No, por favor, no enciendas las lamparas!

Moore vaciló conmovido por la suplicante voz.

-¡Vete!-le imploró ella-. ¡Por favor, vete! Te lo pido por tu propio bien.

Moore se retiró y se fue a su estudio, donde permaneció casi toda la noche, escribiendo con ahínco, no un poema, sino una canción. Nunca había escrito una canción, pero en esta ocasión encontraba en estas estrofas algo mas apropiado que un simple poema. No sólo escribió la letra sino también la música. A la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol, regreso a la habitación de su esposa.

A tientas llegó hasta una silla y se sentó.

-¿Estas despierta?-preguntó.

-Sí, -respondió la voz desde el otro extremo del cuarto, pero no debes verme; no debes forzarme.

-Bien, entonces te cantare una canción, -le dijo.

Y así, por primera vez, Thomas Moore le cantó a su esposa una canción que ha pasado a la inmortalidad:

Créeme, si todo tu bello encanto
Que hoy contemplo con amor,
Huyera mañana, cual el manto de la noche
Al llegar el fulgor,
Mis sentimientos aun serían
Los mismos que hoy son.

Moore escuchó un movimiento en las sombras detrás de las que se amparaba su esposa, aguardando. Entonces continuó:

Porque el corazón que en verdad ama nunca olvida;
Sigue amando con fervor hasta el final,
Como el girasol que sigue el astro hasta el ocaso
Desde las primeras horas al romper el día.

La canción había terminado, y mientras su voz sostenía la ultima nota, Moore escucho a su esposa levantarse. Cruzó la habitación hacia la ventana y lentamente levantó las persianas.

Necesitamos en el mundo más actitudes como esa. Tenemos también el caso de un matrimonio que había ahorrado y ahorrado para comprar un nuevo automóvil. Una vez el vehículo en su poder, el hombre le dijo a su esposa que todos los documentos legales y de seguro estaban en un sobre en la guantera. La primera vez que la mujer salió con el flamante auto tuvo un accidente que destruyo por completo la parte delantera del vehículo. Ilesa, pero presa del pánico y en lagrimas abrió la guantera para mostrarle los documentos al oficial de policía y se encontró con una nota de su esposo escrita a mano que decía: »Ahora que has tenido un accidente, recuerda que el auto es reemplazable, pero tu no. Te quiero mucho».

Como decía al principio que en el caso de los niños generalmente vemos lo negativo antes que lo positivo, había un niño a quien casi se le reprende por expresar sus sentimientos debido a que un mayor suyo no lo entendía. Un buen amigo, el Dr. Thomas Myers, compartió conmigo esta tierna experiencia:

Un niño acompañó a sus abuelos al consultorio del doctor Myers. El anciano se desplazaba lentamente apoyado en el niño, quien le animaba diciendo:

-Vamos abuelo, unos pasos más. Ya veras que el doctor te curara las piernas.

La dulce abuela los seguía. Después de la consulta, los tres salieron de la misma manera. La recepcionista del consultorio le regaló al niño un globo de gas. El niño ayudó a su abuelo a caminar hasta el automóvil y después volvió corriendo a la clínica y, de puntillas ante el mostrador, le pidió a la recepcionista si le podía obsequiar otro globo.

La abuela, quien todavía estaba allí, le reprendió diciendo:

-De ninguna manera. ¡Te advertí que no soltaras el globo!-y se disculpo ante la recepcionista-. Lo mismo le sucedió la semana pasada; salió y soltó el globo. Ya se lo había advertido esta vez.

Pero el niño trataba de decirle algo. Entonces la abuela se inclino para escucharlo y, después de hacerlo, se incorporo y con los ojos llenos de lágrimas le pidió a la recepcionista si seria tan amable de darle al niño otro globo, y agrego:

-Lo que sucede es que su hermanita murió hace pocos meses y él quiere obsequiarle un globo para que ella pueda jugar también.

Por mas críticos que a menudo debamos ser, por mucho que debamos corregir, por más incómodas que sean las realidades que debemos enfrentar durante toda la vida, es imperioso que reconozcamos y valoremos las muchas cosas hermosas que la vida nos ofrece, los muchos ejemplos de vidas virtuosas, el valor y la fortaleza que brotan de tantas almas, los talentos excepcionales y los logros de miembros de nuestra familia, vecinos y amigos, las innumerables bendiciones que recibimos. Como se ha citado tantas veces, pero que en esta ocasión es muy apropiado:

Dos hombres mirán a través de las mismas rejas.
Uno vio sólo el fango,
Mientras que el otro las estrellas.
(Frederick Langbridge, A Cluster of Quiet Thoughts, citado en The Oxford Doctionary of Quotations, segunda edición. Londres Oxford University Press, 1966, pág. 310; traducción libre.)

Y como nos enseñó el profeta Mormón:

»Pero la caridad [en este caso la caridad en nuestros pensamientos y en lo que apreciamos en otras personas] es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le ira bien.» (Moroni 7:47.)

Recordad, mis hermanos, especialmente vosotros, los jóvenes, que Cristo vino a elevarnos, no a humillarnos. Junto con las demás Autoridades Generales y en calidad de testigo, os invito a venir a Él.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

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