Las bendiciones de ser unidos

Conferencia General Abril 1987logo 4
Las bendiciones de ser unidos
élder Hugh W. Pinnock
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta.

Hugh W. PinnockCuando estamos unidos, «ocurren cosas extraordinarias. Al trabajar unidos, nos olvidamos de nuestras mezquindades y necedades personales; nos sometemos al servicio de la organización y de la causa.»

Hay cuatro mandamientos concluyentes, cuatro declaraciones del Señor tan poderosas que, en comparación, todo lo demás que consideramos o hacemos disminuye en importancia.

Los extraemos de las enseñanzas del Maestro, cuando dijo:

»Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
»Este es el primero y grande mandamiento.
«Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo.» (Mateo 22:37-39; cursiva agregada.)

«¿Y el tercero?», preguntaréis. Es: »Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14:15)

Y el cuarto: «. . . si no sois uno, no sois míos» (D. y C. 38:27).

De ese cuarto mandamiento, del concepto de la unidad, quisiera hablar en esta oportunidad.

Para empezar. Podríamos preguntarnos: »¿Somos uno con nuestra familia?» ¿Tenemos en realidad paz en nuestro hogar’?»

Un hermano de una ciudad distante luchaba por ganarse la vida, criar a sus hijos y cumplir con sus llamamientos en la Iglesia. Las deudas se le acumularon, había descontento en su casa y el mal comportamiento de sus hijos aumentaba, yendo cada uno por un camino distinto. De pronto, se vio en peligro de perder su trabajo y sus apremios se intensificaron.

Cuando pensaba que ya no podría soportar mas, su hija adolescente, que había observado la frustración y el dolor de su padre, le dijo:

»Papá, unidos como familia podremos hacer cualquier cosa. Trabajemos juntos. He conseguido un trabajo muy bueno para después de la escuela y Guillermo también ha encontrado un trabajito. Además, podríamos comenzar a consumir los alimentos que tenemos almacenados.»

Sucedió que toda la familia captó el espíritu de unidad. Aunaron las fuerzas y con el tiempo y el apoyo mutuo, las cosas mejoraron.

¿Recordáis a Lehi cuando reunió a sus seres queridos a su alrededor hacia el fin de su vida? Como patriarca amoroso y tras haber padecido duras pruebas, pidió a su familia que abandonara su cómodo hogar para viajar a un lugar lejano, donde hubieron de hacer frente a circunstancias difíciles peligros y contenciones. Dijo a su familia:

«Y ahora para que mi alma pueda regocijarse en vosotros y mi corazón pueda salir de este mundo con gozo por causa vuestra a fin de que no sea yo llevado con pena y dolor a la tumba levantaos del polvo, hijos míos . . . y estad resueltos en un mismo parecer y con un solo corazón unidos en todas las cosas, para que no descendáis al cautiverio.» (2 Nefi 1:21.)

Como padre amoroso, sabía que para prosperar debían ser uno.

¿Somos nosotros uno con nuestros vecinos? ¿Es la calle donde vivís algo mas pacifica porque vosotros vivís allí?

En el sudoeste del Estado de Montana colindaban las tierras de dos rancheros que reñían constantemente porque cada uno pensaba que la cerca de alambre que separaba sus propiedades no estaba donde debía estar. Cada uno pensaba que el otro había invadido sus tierras. Los documentos de bienes raíces del municipio local eran imprecisos al respecto.

Prohibieron a sus respectivos hijos que se juntaran con los del otro. El conflicto empeoró por fin un buen día tras años de intercambiar palabras y amenazas uno de los rancheros se dijo: »Basta ya de problemas». Y dicho eso fue directamente a ver al vecino en cuestión.

-¿Que desea? -le preguntó su adversario.

-Vengo a proponerle que lleve usted a sus criados y a sus hijos, y también yo llevare a los míos, e instalaremos la cerca donde usted lo diga. Estoy harto de esta situación y quiero que seamos amigos.

La dureza del rostro del vecino se desvaneció y las lágrimas se deslizaron por las mejillas de ambos. Entonces, le respondió:

-Vayamos al pueblo y hagamos constar que la cerca de nuestras tierras esta donde nosotros deseamos que este.

Así lo hicieron y el problema se resolvió. ¿Por que? Porque uno de esos hombres deseó vivir en unidad con la familia vecina.

Otro caso: en un pueblo del centro de Utah pudo haber habido serias contenciones; pero un grupo de vecinos con unidad, resolvió el problema antes de que se agravara.

Una encantadora joven contó lo siguiente en una conferencia de estaca: »Me convertí a la Iglesia en New York. Mis padres querían que nosotros nos casáramos en el templo pero como en la pequeña rama a que asistíamos no había miembros con los cuales casarse nuestra familia se trasladó a Utah.

»Con el tiempo, encontré esposo. Él era el presidente del club local de motociclistas los que se vestía con chaquetas de cuero negro botas etc. Comenzamos a salir juntos en las motos. Tal vez no era lo que mi madre había esperado, pero para entonces me había apartado de la Iglesia.»

Siguió su relato: Nos mudamos a una casa en la que a menudo se reunían nuestros amigos. Me temo que intranquilizábamos bastante a los vecinos. Al menos una vecina hacía entrar a sus hijos en su casa en cuanto nos vela por allí.

»Pero, ¿saben que hacían los vecinos? Nos cortaban el césped porque nosotros no teníamos la maquina para hacerlo. Nos llevaban flores cuando uno de nosotros estaba enfermo y muchas veces nos llevaban comida. Invitaban a nuestra hijita a las actividades con los demás niños y hasta le celebraban el cumpleaños.»

Cuando ella y su marido intentaban dar las gracias a los vecinos, estos les decían: »Nos gusta ayudarnos unos a otros». El vivir con vecinos unidos y cariñosos los hizo sentirse bienvenidos.

La hermana prosiguió: «Unos diez meses después nos cambiábamos las chaquetas de cuero negro y las botas por la ropa y las zapatillas blancas del templo. Al arrodillarnos ante el altar vimos alrededor a nuestros vecinos que nos acompañaban, los mismos que nos habían estado cortando el césped y ayudándonos en todo».

Esos hermanos eran en verdad uno. La hermana me contó que ese espléndido sentimiento de unidad y amor sigue en su vecindario y en su barrio y no fue algo temporario.

La mayoría hemos observado un equipo de baloncesto o de fútbol actuar en perfecta armonía cuando los jugadores juegan como si fueran uno. De repente, cambia el curso del juego. Pero si los jugadores conservan esa unidad, se podría saber cual equipo resultará ganador.

Sí, las bendiciones de ser unidos se encuentran en casi todas partes. Yo tenía menos de treinta años cuando fui llamado a ser obispo y era muy inexperto. Llamé como consejeros a dos hombres mayores. Los hombres que sabían mucho mas que yo, que evidentemente eran mas diestros que yo.

¿Que hicieron? Se unieron para realizar la obra. Servimos juntos durante cinco magníficos años, porque eran hombres maduros y tenían el deseo de bendecir el reino en armonía.

Cuan a menudo vemos que cuando una misión, un barrio una estaca o una clase de las Mujeres Jóvenes o de la Escuela Dominical se une, ocurren cosas extraordinarias. Al trabajar unidos, nos olvidamos de nuestras mezquindades y necedades personales; nos sometemos al servicio de la organización y de la causa.

En nuestra memoria, todavía podemos ver al presidente Kimball sentado en el estrado en las conferencias generales recibiendo la ayuda y las atenciones de sus dos leales consejeros y después la de un solo y fuerte consejero al servir en armonía, como uno, durante aquellos importantes años, así coma nuestra Primera Presidencia sirve, como uno, en la actualidad. De la misma manera que las Autoridades Generales son uno en el ministerio, nos unimos todos los miembros en él logra de la misión de la Iglesia de proclamar el evangelio, perfeccionar a los santos y redimir a quienes han fallecido; pero ¿somos uno en llevar estas bendiciones eternas a la vida de las personas a quienes conocemos?

Recuerdo un suceso especial en Idaho. Empezaba la primavera y el presidente de la estaca me llamó y me dijo que fuera a echar un vistazo por allí. Hice entonces el viaje hasta el sur de Idaho, donde me llevo hasta una represa que se eleva sobre varios pueblos pequeños. Las aguas estaban a punto de rebasar el borde de la represa, y me dijo: »La mayoría no se da cuenta de que este año habrá inundación y siguen viviendo tan tranquillos allá abajo. No se percatan de lo que va a suceder si no se hace un canal para desaguar la represa».

Me dijo que de jovencito había recorrido esos cerros y que nunca había visto que quedara tanta nieve para esa fecha ni tanta agua en la represa en esa época del año. He allí un hombre con una idea clara de lo que debía de hacer. Lo único que pude decirle fue: »Haga lo que debe hacer».

Volví por allí unas semanas después y vi enormes palas mecánicas que se movían en todas direcciones, casi a un mismo ritmo, y que excavaban el canal. Hombres y muchachos trabajaban con palas; todos trabajaban juntos. Un milagro se iba efectuando al ir cavándose el canal a lo largo de mas de 37 kilómetros en tan sólo unos días. Las comunidades se salvaron; aunque algunas granjas sufrieron daños, el área entera quedó a salvo. ¿Cómo? ¿Por qué? Gracias a la unidad de personas valerosas que hicieron juntas lo que había que hacer. Una sola persona no podría haberlo logrado. Ningún grupo pequeño de hombres y mujeres hubiera podida llevar a cabo esa tarea; pera con la unidad que ese presidente de estaca logró crear, vimos a la guardia nacional, compañías de construcción, que ni siquiera sabían si se les pagaría, y hombres de cerca y de lejos que prestaban su maquinaria para salvar el valle. Fue un milagro que se realizó gracias a la unidad.

Hace unas semanas estuve conversando con un notable hombre de negocios y maestro de cristianismo en la ciudad de Nueva York. Es un hombre que trabaja activamente con unas 220 iglesias cristianas diferentes. Me habló muy bien de la eficacia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días e hizo excelentes comentarios acerca de nuestros miembros, de la dedicación y de la certeza de nuestras creencias.

Dijo: «Una de las características más extraordinarias de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es que sus miembros trabajan unidos. Ustedes se dirigen en la misma dirección. Como uno, se concentran en hacer lo que creen que Jesús desea que hagan. Estudian la misma doctrina; responden a las peticiones de sus lideres. Ustedes son, en suma, unidos».

¡Que gran lección fue aquella! Aun cuando yo ya sabia gran parte de lo que me decía, el oírlo de labios de un hombre que tiene mas contacto que casi ningún otro con otras iglesias amplió para mí el significado de la importancia de nuestra unanimidad y de los lazos de nuestra armonía.

Como podéis ver, uno de los rasgos que nos hacen diferentes es que nos esforzamos por ser uno. Sostenemos a nuestros lideres y en general seguimos su consejo e instrucciones. Hay muchas razones por las que hay que ser unidos, pero tal vez la más importante sea que se nos ha pedido ser uno. En Doctrina y Convenios el Señor nos ha pedido congregarnos para que nos pongamos de acuerdo en cuanto a su palabra (véase D. y C. 41:2). José Smith dijo: »La unión hace la fuerza» (History of the Church. 6:198) al hablar de la estabilidad de los gobiernos. De la misma forma, la unidad aumenta el poder tanto en la Iglesia como en nuestras familias.

Volvamos al Libro de Mormón, a la ocasión en que nuestro Salvador dirige la palabra a sus otras ovejas. Jesús ora con los del hemisferio occidental y dice: »Y ahora, Padre, te ruego por ellos, y también por todos aquellos que han de creer en sus palabras» (3 Nefi 19:23). No sólo oraba por los creyentes y por los futuros misioneros que estaban allí congregados sino por aquellos a quienes habían de enseñar: «. . . para que crean en mi, para que yo sea en ellos como tu, Padre, eres en mi, para que seamos uno» (3 Nefi 19:23; cursiva agregada).

Podemos ver en nuestra mente a Jesús ante los antiguos habitantes de las Américas al seguir diciendo: »Padre, no te ruego por el mundo, sino por los que me has dado del mundo, a causa de su fe, para que sean purificados en mi, para que yo oca en ellos como tu, Padre, eres en mi, para que seamos uno, para que yo sea glorificado en ellos» (3 Nefi 19:29). Fue este mismo Jesús, en calidad de Jehová del Antiguo Testamento, quien inspiró las palabras: »¡Mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!» (Salmos 133:1).

¿Cómo glorificamos a Jesús? ¿Cómo podemos dar gracias por la Expiación? ¿Cómo podemos expresar gratitud por las ordenanzas y los convenios? ¿Cómo expresamos nuestro agradecimiento por las enseñanzas del Señor’? Claro que lo hacemos amando a Dios, amando a nuestros semejantes, viviendo los mandamientos y también siendo uno. Nos ceñimos a las enseñanzas del Maestro. Con Él y con los demás llegamos a ser uno: un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4:5), como lo enseñó Pablo. Aceptamos a los que han sido llamados a ser nuestros lideres sin quejarnos. Nuestros lideres conocen nuestra lealtad porque hacemos lo que nos piden hacer.

Que seamos uno en esta gran obra, mis hermanos. Que trabajemos con amor y delicadeza con los que todavía no son miembros de la Iglesia para que comprendan. Que vayamos en busca de los que se han apartado y que les extendamos la mano para que vuelvan a ser uno con nosotros. Que nuestros hijos observen esa solidaridad y deseo sincero de ser uno, lo cual realza nuestra vida con paz y poder.

Con gratitud en el corazón, hermanos, por vosotros y por lo que realizáis juntos, ruego que resolvamos, en esta época de problemas sociales y económicos, seguir como uno a nuestro Profeta y líder y a los demás que han sido llamados para dirigirnos. Que evitemos el dolor y los problemas que sobrevienen a las familias, a los vecindarios y a las instituciones cuando sus miembros no son uno, en el nombre de Jesucristo, nuestro Redentor. Amén.

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1 Response to Las bendiciones de ser unidos

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Muy verdadero a mí me ha servido mucho para darme el ánimo de llevar mi llamamiento con más humildad y amor espero puedas hacerlo por medio de la unidad

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