Conferencia General Octubre 1988
El Sacerdocio de Dios
por el élder Joseph B. Wirthlin
del Quórum de los Doce Apóstoles
«Si somos dignos de ejercer el sacerdocio, este nos eleva para poder hacer aquello que este fuera de nuestro alcance.»
Mis estimados hermanos del sacerdocio, me siento honrado y a la vez humilde con esta asignación de hablaros esta tarde. Estoy muy al tanto del gran poder del sacerdocio que vosotros fieles hermanos poseéis y del bien que hacéis en la obra del Señor.
¡Con que placer levante la mano hoy para sostener al élder Richard G. Scott como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles! De ahora en adelante, y por muchos años, tendré el privilegio de sentarme a su izquierda.
Durante los dos años que han pasado desde que me llamaron para ser miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, se ha refinado mi punto de vista sobre la Iglesia y cl lugar que esta ocupa en el mundo. Me siento mas agradecido por el evangelio, siento mas afecto y admiración por los miembros y me siento mas agradecido por el amor que nuestro Padre Celestial y su Hijo amado, Jesucristo, tienen por cada uno de nosotros. Ellos nos han mostrado que podemos tener paz interior y la forma en que podemos progresar.
Ha sido un placer para mi tener el privilegio de asociarme regularmente con los hermanos de la Primera Presidencia, del Quórum de los Doce y otras Autoridades Generales. Estos grandes lideres, que el Señor ha llamado para dirigir su obra, sienten un amor puro por la gente. Son compasivos y sensibles, en especial con los enfermos, los débiles y los necesitados. Están ansiosos por edificar el reino de Dios y se dedican completamente a llevar a cabo esa obra. Sus oraciones, que verdaderamente expresan gratitud y piden la guía divina, me sirven de inspiración Os testifico que el Espíritu del Señor está presente en nuestras reuniones y guía nuestras deliberaciones.
El ser miembros de la Iglesia es un verdadero privilegio y honor. Debemos ser como Pablo, el Apóstol, y nunca avergonzarnos del evangelio ni de la Iglesia (véase Romanos 1:16); ni tampoco debemos sentirnos amenazados si alguien critica a la Iglesia, a sus lideres, a sus miembros o su doctrina. Por el contrario, debemos proclamar el evangelio con valentía. Debemos sentirnos agradecidos de poder participar en este gran movimiento de los últimos días.
Primero, quiero hablarles a los jóvenes del Sacerdocio Aarónico. Quisiera que entendierais que tenemos confianza en vosotros. Nos damos cuenta de que de vosotros surgirá la próxima generación de oficiales y maestros de la Iglesia y lideres de la comunidad. Más importante aún es que seréis padres y patriarcas de vuestras propias familias. Vuestra tarea, entonces, será enseñar y preparar a la generación que os siga. El consejo que os doy es muy sencillo. Como lo dijo el Señor, os repito: «Preparaos para lo que ha de venir» (D. y C. 1: 12).
La mejor fuente de enseñanza, gula y consejos que tenéis la mayoría de vosotros son vuestros padres. Gracias a la sabiduría de nuestro Padre Celestial, cada uno de nosotros tiene padres que han llegado a esta tierra unos años antes que nosotros, y que han pasado por las mismas experiencias que estamos pasando ahora. Ellos han aprendido lo que lleva al éxito y a la felicidad y lo que arrastra hacia la tristeza y el sufrimiento. Buscad su consejo, escuchadlos y aprended de ellos. Vosotros también aprenderéis de vuestras propias experiencias, pero no necesitáis cometer los mismos errores. En nuestra sociedad, los jóvenes a menudo relacionan a los padres con el pasado y a los amigos con el futuro. Las revistas, las películas y la música para los jóvenes muchas veces les sugiere que hagan lo que les parezca y que no sigan el consejo de los padres. Evitad pensar así porque es un error. Vuestros padres son sensatos y tienen la madurez que les da la experiencia. El Señor les ha dado la tarea básica de enseñar, guiar y cuidaros, y de ayudaros a prepararos para las dificultades que sean necesarias para que progreséis. (Mosíah 4.14 15; D. y C. 68:25-28; 93:40-50; Proverbios 22:6.)
Cuando era jovencito, yo admiraba a mis líderes del sacerdocio, entre los que se encontraba Charles E. Forsberg, mi obispo desde que yo tenía cinco años. El no hablaba muy bien el ingles, pero sabía mi nombre y eso era importante para mí incluso a esa edad. Otros de mis líderes fueron mi padre, que también fue mi obispo, y Marion G. Romney, que fue obispo de mi barrio después de mi padre. Esos lideres tuvieron mucha influencia en mi vida; vuestros lideres también os ayudaran si os mantenéis cerca de ellos.
Tarde o temprano, todos los jóvenes tienen que decidir que rumbo va a tomar su vida; si van a elegir el bien o el mal, la felicidad o la desgracia. E1 principio del libre albedrío que Dios nos dio nos proporciona el derecho de elegir en un mundo lleno de hermosas creaciones de Dios por un lado, y las trampas de Satanás, el enemigo del hombre y de Dios, por el otro. Tened siempre el valor de tomar decisiones correctas.
Podéis hacerlo porque «os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal» (Moroni 7:15). Dios os ha dado esa capacidad. Y recordad que Dios «no os dejara ser tentados mas de lo que podéis resistir» (I Corintios 10:13).
Siempre tened presente el privilegio que habéis recibido de tener el sacerdocio de Dios. Es un don único que se dio al mundo. Tener el sacerdocio es un honor y una oportunidad, a la vez que una sagrada obligación de magnificar todos nuestros llamamientos. Toda asignación es una bendición; consideradla como tal, aunque parezca insignificante y aburrida. Llevadla a cabo lo mejor posible y haced siempre mas de lo que se espere o requiera. Recordad que estáis actuando en nombre de Dios y poseéis la autoridad que recibisteis de El cada vez que recojáis ofrendas de ayuno, bendigáis o repartáis la santa cena, bauticéis o visitéis a las familias como maestros orientadores. La capacidad de aceptar las tareas más importantes dependerá de cómo desempeñéis las de menor calibre.
Cada uno de vosotros, los jóvenes, debe estar preparándose para la obra misional. Para ser dignos de recibir un llamamiento a la misión, aprended y vivid los principios del evangelio y, especialmente, vivid una vida pura. Los que poseen el sacerdocio nunca deben deshonrar ni avergonzar a la Iglesia del Señor. Preparaos, también, por medio del estudio de los principios del evangelio para poder enseñarlos a los que esperan la verdad. Por ultimo, preparaos económicamente. El mundo necesita el mensaje del evangelio y vosotros debéis ayudar a difundirlo.
En estos últimos días, en los que cumplir los mandamientos no es importante para muchos, vosotros tenéis un deber mayor de honrar el sacerdocio que los que lo han poseído en otras épocas. La razón es que Lucifer esta al acecho porque sabe que le queda poco tiempo. Él sabe como destruir a la gente, especialmente a la juventud; busca las fallas de nuestra armadura; sabe cuales son nuestras debilidades y cómo explotarlas si se lo permitimos. La única forma de defendernos de sus ataques y mentiras es comprendiendo los mandamientos y fortaleciéndonos todos los días por medio de la oración, el estudio de las Escrituras y siguiendo el consejo de los ungidos del Señor.
Os recuerdo, hermanos del Sacerdocio de Melquisedec, que la semilla del presente nos da la cosecha del futuro. Como padres y lideres del sacerdocio, os ruego que pongáis mas esfuerzo en enseñar, guiar y cuidar a estos jovencitos, especialmente por medio del ejemplo. El Señor os ha dado ese deber. Recordad que los corderos tienen muy pocas posibilidades de seguir la senda correcta si el pastor se extravía.
El Sacerdocio de Melquisedec se ha dado a relativamente pocos de los hijos de nuestro Padre Celestial. Vosotros lo habéis recibido para magnificar vuestros llamamientos en la obra del Señor; y debéis ejercerlo para crear un ambiente espiritual en vuestros hogares y para darles un cimiento espiritual. Vosotros, hermanos, tenéis un deber solemne de bendecir a vuestras esposas, hijos y a otros familiares por medio del poder y la autoridad del sacerdocio.
Espero que los hombres solteros sigan el consejo de nuestro profeta de casarse cuando llegue el tiempo apropiado y que no desperdicien la oportunidad de ser maridos y padres. Ese es el plan del evangelio. El presidente Benson no hablaba en vano cuando dijo: »Entended que el casamiento en el templo es esencial para recibir la salvación y la exaltación» (Liahona, julio de 1988, pág. 50). Y yo quisiera agregar: «mejor tarde que nunca». Muchas mujeres fieles y amorosas esperan tener ese privilegio. No decepcionéis a Dios ni a ellas ni a vosotros mismos. No temáis las responsabilidades que acarrea el matrimonio.
Yo creo que un poseedor noble del sacerdocio debe llevar una vida equilibrada. He observado que algunos padres pasan demasiado tiempo mirando deportes en la televisión. Esta costumbre se ha vuelto casi un vicio en el mundo actual. Los deportes nunca deben llevarnos a dejar de lado nuestras obligaciones hacia la familia ni hacia la Iglesia. En algunas casas no hay ningún control para mirar televisión; en ellas el televisor esta siempre encendido, no importa el programa. Algunos de esos programas son inmorales y diabólicos y envenenan la mente de los hijos de Dios; también muchas películas y videos muestran corrupción y maldad y hacen que los que los miran se vuelvan insensibles a los susurros del Espíritu Santo (Helamán 4:24). Satanás ha hecho de la televisión y de las películas uno de sus medios más eficaces para destruir la mente y el alma.
Uno de los ejemplos de la influencia satánica de la televisión es la propaganda de bebidas alcohólicas. El mensaje de fondo es que el único objetivo de nuestra existencia es divertirse y que los que se divierten, según ellos, son los que toman una marca determinada de bebida alcohólica. Hermanos, esta propaganda es falsa; es una mentira rotunda creada por el padre de las mentiras. Lo que es peor en mi opinión es la propaganda de vinos »refrescantes» que presentan como bebidas deliciosas con gusto a fruta que apenas son un poco más fuertes que los refrescos comunes. Quieren hacernos creer que beber cerveza es lo mejor que se puede hacer para divertirse. Tomar bebidas alcohólicas no nos da las cosas buenas de la vida. Cada día que pasa se suman las evidencias que prueban el efecto destructor y desastroso del alcohol en el cuerpo humano y en la sociedad. La Palabra de Sabiduría era valida cuando se dio en 1833 y, a pesar de que algunos no la han aceptado; los descubrimientos científicos han corroborado la validez de esta gran revelación.
A pesar de lo que he dicho, muchos programas de buena calidad y edificantes se encuentran a nuestra disposición por poco dinero o gratis en la televisión, los videos y el cine. Tenemos que tener equilibrio, aceptar lo bueno y rechazar lo malo.
También quisiera agregar algo sobre las implicaciones morales que representa el juego. Como lo ha hecho en el pasado, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días sigue oponiéndose a los juegos de azar, incluso a las loterías auspiciadas por el gobierno.
Las razones que dan para justificarlas son que alivian la carga de los impuestos, pero se ha demostrado claramente que demasiado a menudo la lotería agrega dificultades a los que son más pobres, al sacarles dinero y no darles nada de valor a cambio.
En varios estados de los Estados Unidos el próximo mes se va a presentar en las elecciones el asunto de las loterías, y los ciudadanos de dichos estados podrán votar. Pedimos a los miembros de la Iglesia que se unan a los que tengan la misma opinión para oponerse a la legalización de las loterías del gobierno.
Ruego que, como poseedores del sacerdocio, sigamos el ejemplo de Pedro, el Apóstol, a quien el Salvador escogió para encabezar su Iglesia. En una oportunidad en que Pedro y Juan iban a entrar en el templo, un hombre que era cojo de nacimiento y al que habían llevado a la puerta del templo les pidió limosna. Él quería dinero, pero «Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó» (Hechos 3:6-7).
Las palabras »lo levantó» son claves en este milagro. Eso es lo que hace el sacerdocio. Levantar también puede querer decir: » . . . ser llamado de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas» (Quinto Artículo de Fe). Hermanos, vuestra línea de autoridad comienza con el Salvador. Si somos dignos de ejercer el sacerdocio, este nos eleva para poder hacer aquello que este fuera de nuestro alcance. Además, nos da el poder y la autoridad para elevar a los demás. En realidad, nos da la obligación de »levantar» a todos los que nos rodean, como Pedro levantó al limosnero.
El Señor ha levantado a sus profetas, tanto antiguos como modernos. Los profetas de los últimos días, desde José Smith hasta el presidente Ezra Taft Benson, son representantes del Señor. El mundo tal vez no los reconozca, pero Dios habla por medio de ellos. Las revelaciones de Dios son las que determinan la doctrina de la Iglesia y no las decisiones de un concilio de hombres mundanos.
Hace unas semanas visitamos la Arboleda Sagrada cerca de Palmyra, Nueva York. La experiencia de andar por ese suelo sagrado fue grandiosa. El Espíritu Santo me confirmó, otra vez, que la Primera Visión realmente ocurrió y que son ciertas las palabras de José Smith: » . . . vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: ‘Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!’ » (José Smith-Historia 17).
Vosotros tenéis el derecho de pedir a Dios que os guíe, tal como lo hizo el profeta José Smith a los catorce años. Debéis tener el mismo anhelo intenso de saber la verdad, el mismo deseo de saber lo que debéis hacer y de cómo debéis comportaros. Recordad que fue a la arboleda y oro para que Dios lo guiara a saber que iglesia decía la verdad y como lo sabría (véase José Smith-Historia 10-13).
Hermanos, la misión de la Iglesia es mucho más que un elevado ideal concebido por las Autoridades. Debe formar parte de la misión personal de todos los miembros. Cada uno de nosotros debe acostumbrarse a invitar a todos a »venir a Cristo» por medio de la predicación del evangelio, el perfeccionamiento de los santos y la redención de los muertos (Ezra Taft Benson, Liahona, julio de 1988, págs. 84 85). No debemos dejar que las exigencias del mundo nos impidan cumplir con esta misión sagrada.
Los consejos claves que ríos han dado nuestros profetas no son palabras vanas, sino conceptos vitales para nosotros que nos ha dado el Señor por medio de ellos. Debemos prestar atención a declaraciones como la del presidente David O. McKay: »Ningún éxito puede compensar el fracaso en el hogar» (Liahona, abril de 1982, págs. 76 77); o la del presidente Harold B. Lee: »La más grande de las obras del Señor que podéis hacer como padres está dentro de las paredes de vuestro propio hogar» (Liahona. Diciembre de 1973. pág. 35); o lo que dijo el presidente Kimball: »La Iglesia se encuentra en un estado de desarrollo y madurez, en que por fin estamos listos para llevar a cabo un gran esfuerzo de avance. . . Nos hemos detenido suficientemente en algunas de nuestras etapas. Dispongámonos a retomar nuestro movimiento para avanzar y elevarnos» (Liahona, agosto de 1979. pág. 118).
Os testifico que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, que esta es su Iglesia y que Él la dirige por medio de sus profetas; que José Smith es el Profeta de la Restauración y que el presidente Ezra Taft Benson es el actual Profeta de Dios. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























