Que salisteis a ver?

Conferencia General Octubre 1988logo 4
¿Que salisteis a ver?
por el élder Gerald E. Melchin
del Primer Quórum de los Setenta.

Gerald E. Melchin«He podido observar la vida de todos los profetas que han tenido una influencia en mi vida, y me he dado cuenta de que todos ellos han cumplido con el papel que describió el Maestro.»

Cuando uno recibe una llamada telefónica de la Oficina de la Primera Presidencia o de uno de los consejeros de la Primera Presidencia, la vida entera parece dar un gran vuelco. No me es posible expresar los pensamientos que han acudido a mi mente y a mi corazón desde el viernes que converse con el presidente Monson.

Al pensar en la asignación de dirigirme a vosotros esta noche, me sentí muy humilde y, a la vez, considere que es un gran honor y privilegio el poder expresar mi testimonio del Salvador ante poseedores del sacerdocio de la Iglesia de todo el mundo. ¡Es verdaderamente un gran honor!

Es mucho lo que le debo al Señor, porque me ha bendecido mucho.

Ruego que pueda apoyar a las Autoridades en las asignaciones que se me den, y hacerlo de tal manera que pueda pagarle al Señor, en una mínima porción, por esas ricas bendiciones que me ha dado. Me ha bendecido con las cosas de mas valor en la vida. Me ha bendecido con una buena compañera, a quien me une un amor especial, y quien me ha brindado su apoyo a través de todas mis actividades, tal como yo he tratado de hacerlo con ella. Creo que en estos momentos ella esta tan confusa como yo, al pensar en los cambios a que nos tendremos que adaptar en nuestra vida futura. Me ha bendecido con hijos de los que me siento muy orgulloso, y que están también al servicio del Señor. No sé que otra cosa podría uno pedirle a nuestro Padre Celestial que fuera de mas valor. Sé que ellos también tendrán que hacer algunos cambios en su vida, ya que no estaremos viviendo tan cerca el uno del otro como hemos estado acostumbrados, pero sé que contare con su apoyo y que harán los ajustes necesarios.

En estos momentos estoy pensando en los dos misioneros que visitaron a mi abuelo, durante la década de 1920, en Kitchener, Ontario. En esa ciudad no había Santos de los Ultimos Días. Los misioneros estaban desanimados, y cuando pasaron frente a la casa donde vivía mi abuelo, oyeron la melodía de una canción que habían cantado en el programa de despedida, antes de ir a la misión. Se acercaron a la puerta para oír mejor y él los vio. Estos misioneros le tocaron el corazón con el mensaje del evangelio, y mi abuelo se unió a la Iglesia. Es por eso que, durante toda mi vida, he sido bendecido con el conocimiento de que el evangelio es verdadero y que tenemos un profeta que nos dirige y nos guía.

Pienso en las palabras que el Maestro dirigió a la multitud en cuanto al llamamiento profético de Juan el Bautista. Él dijo: «¿Que salisteis a ver al desierto? ¿Una cana sacudida por el viento?. . . ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas?» Entonces declaró que Juan era un profeta «y más que profeta», porque «todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan» (Mateo 11:7-13).

En otra ocasión les preguntó a los escribas y fariseos que le hablan estado interrogando: »El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?» (Marcos 11:30). Naturalmente, las obras de Juan, como las de todos los profetas, eran del cielo. Conforme he leído las escrituras, he podido observar la vida de todos los profetas que han tenido una influencia en mi vida, y me he dado cuenta de que todos ellos han cumplido con el papel que describió el Maestro. He tenido, el privilegio de tener al presidente Benson como huésped en nuestro hogar; me he arrodillado junto con él al hacer, por profecía, el llamamiento de un presidente de estaca. He sentido que su llamamiento es divino, conforme guía y dirige esta Iglesia, mediante el espíritu de revelación, lo cual testifico en el nombre de Jesucristo. Amen.

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