Seguiré el plan que Dios tiene para mi

Conferencia General Octubre 1988logo 4
Seguiré el plan que Dios tiene para mi
por Michaelene P. Grassli
Presidenta General de la Primaria

Michaelene P. Grassli«Si siguen el plan de Dios, sabrán que hacer y esa es una forma de ejercer control sobre sí mismas.»

Gracias, hermana Winder, por su mensaje tan importante. Deseo reconocer en público el cariño y el profundo respeto que usted y la hermana Kapp me inspiran. Valoro mucho las experiencias que tenemos juntas y la obra que llevamos a cabo.

Mi mensaje de hoy es para ustedes, niñas de diez y once años.

Cuando yo tenia unos diez años, en una tarde de verano me fui con una amiga, llevando mantas y galletitas, al campo de heno que había detrás de nuestra casa en el estado de Idaho. En medio del verano, el heno tenia un perfume dulzón, estaba denso y era tan alto que, después de extender las frazadas sobre el y sentarnos en ellas a comer las galletas, formaba una pared a nuestro alrededor escondiéndonos de la vista de cualquiera. Aquel pedacito de terreno era nuestro propio mundo.

Nos gustaba recoger dientes de león, que abundaban por allí y eran muy grandes; les cortábamos los tallos a lo largo (¿han hecho eso alguna vez’?), los sumergíamos en el agua del canal y nos quedábamos observándolos; los tallos empezaban a rizarse en la punta; cortándolos un poco mas, todos los pedacitos se rizaban hasta que todo el tallo era como un pompón de fibras rizadas.

Aquella fue una tarde de maravilla para nosotras. Estabamos solas bajo el cielo brillante, azul y claro del verano; parecía que Dios hubiera creado la tarde y los dientes de león especialmente para que los disfrutáramos nosotras. Le pregunte a mi amiga:

-¿No te sientes feliz por dentro?

Ella me miró y me dijo: -No, yo no.

Su respuesta brusca y casi fría me sacudió y exclamé:

-¡Cómo es posible!

-Porque esto no durara- me contesto-. Se puede ser feliz por un momento, pero no muy largo.

Me parece que la vida no tiene sentido.

Ese día no supe que contestarle a mi amiga, pero hoy si lo se. Y por eso quiero hablarles a ustedes, niñas de diez y once años, mis queridas y simpáticas hermanitas, contestándole a mi amiga y a ustedes, como si estuviéramos sentadas todas en aquel hermoso campo de heno:

Nuestro Padre Celestial quiere y espera que seamos felices. »Existen los hombres para que tengan gozo», dicen las Escrituras (2 Nefi 2:25). Y eso quiere decir que las niñas de diez y once años también existen para que tengan gozo. La vida tiene sentido porque existe un plan para nosotras, un plan para que tengamos gozo y seamos felices aquí en la tierra y en la eternidad Mi amiga no lo sabia.

Niñas, ustedes han repetido en la Primaria el lema: »Cumpliré con el plan que Dios tiene para mi». ¿Y que plan es ese? Creo que todas ustedes lo saben.

En nuestra vida preterrenal probamos que éramos fieles; pero teníamos que probarle a nuestro Padre Celestial que podíamos ser obedientes cuando estuviéramos lejos de El. y por eso nos permitió venir a la tierra. Satanás se enojo muchísimo al ver que se rechazaba su método para poner en practica el plan del Padre y prometio que nos alejaría de nuestro Padre Celestial.

Así que podemos elegir. Es muy sencillo: podemos seguir el plan de nuestro Padre o podemos seguir a Satanás. Las Escrituras nos dicen que todo lo bueno viene de Dios y que seguir a Satanás nos traerá pesar y desgracia (véase 2 Nefi 2:27; Alma 5:40). Y es importante que todas sepamos eso.

Hace unas semanas, fue mi cumpleaños, y mis hijos me preguntaron lo mismo que me preguntan siempre ese día o el Día de la Madre o en Navidad: »Mama, ¿que quieres para tu cumpleaños?» Y como siempre, les conteste: »Queridos, solo quiero que sean buenos para que sean felices». Lo que mas deseo en la vida es su felicidad. Y lo que mas desea nuestro Padre Celestial es nuestra felicidad. El nos ha dado el Evangelio de Jesucristo. Recibimos Sus enseñanzas mediante las Escrituras, la revelación y nuestro Profeta a fin de que, por nuestra rectitud y bondad, podamos tener gozo. El Señor quiere que seamos buenos para que seamos felices.

Lehi, el gran profeta del Libro de Mormón, sobre el que ustedes han estudiado este año, les dijo a sus hijos: »Si no hay justicia, no hay felicidad» (2 Nefi 2:13). Si somos buenos y justos, o rectos, seguimos así el plan de Dios.

Pero, ¿no es difícil ser bueno a veces? Si, luchamos con las tentaciones que tenemos por ser humanos, por ser mortales en este mundo mortal. Mas eso también es parte del plan, pues entonces es cuando tenemos oportunidad de elegir.

Lehi además enseñó esto a sus hijos: «Y para realizar sus eternos designios [o sea, que seamos felices y estemos en la gloria para siempre]. . . era menester una oposición; si, el fruto prohibido en oposición al árbol de la vida, siendo dulce el uno y amargo el otro. Por lo tanto, Dios el Señor le concedió al hombre que obrara por si mismo. De modo que el hombre no podía actuar por si, a menos que lo atrajera lo uno o lo otro» (2 Nefi 2:15-16).

Si, ustedes pueden elegir. Dándoles la oportunidad de elegir, el Señor les ha dado un medio de ejercer control sobre si mismas. Permítanme repetirlo: el Señor les ha dado un medio de ejercer control sobre si mismas. No quiero decir que nunca les pasara nada malos No siempre podrán controlar lo que otras personas digan o hagan, pero si pueden controlar la forma en que ustedes reaccionen a eso. La tentación. Las enfermedades, los accidentes y la tragedia son parte de esta vida, y en la suya habrá días difíciles, muy difíciles. Pero si siguen el plan de Dios, sabrán que hacer y esa es una forma de ejercer control sobre si mismas. Pueden decidir si serán o no felices al elegir aquello que las acerque a su Padre Celestial y las aleje de Satanás. Pueden decidir lo que ustedes dirán y harán.

Creo que saben a que me refiero. Ya han tomado algunas decisiones que las han hecho felices: han decidido bautizarse; han decidido asistir a las reuniones de la Iglesia, como esta; quizás hayan decidido no hablar con grosería y no mirar programas malos de televisión, vestirse con decoro, obedecer la Palabra de Sabiduría. Todos los días tenemos muchas oportunidades de tomar la decisión de seguir el plan de Dios.

Susana tenia ocho años y había sido bautizada. Estaba un día jugando en el jardín con sus hermanas y unas amigas, cuando sintió sed y entro a tomar agua. Su mama le dijo:

»Susana, la cena esta lista. ¿Quieres llamar a tus hermanas?», así que fue a la puerta y las llamó. Ellas no querían entrar todavía, y por eso le contestaron: »¡Mama no te dijo nada! Es sólo una broma tuya», acusándola de decir una mentira.

La niña reunió toda la gravedad de sus ocho años y les dijo muy indignada: «La cena esta lista. ¿No saben que me bautice? ¿Cómo voy a estar mintiéndoles?» Ella sabia que su bautismo le exigía cierta norma de conducta. Había decidido decir la verdad y estaba dispuesta a hacerlo siempre.

Con esto, no supongo que Susana pudiera crecer sin decir nunca una mentira, pero, al fijarme en el significado de la palabra rectitud no encontré nada que quiera decir perfección: en cambio, sí moralidad, justicia, honradez, integridad son sinónimos, pero no perfección. Todos cometemos errores; aunque la perfección sea nuestra meta final, la rectitud será el medio que nos llevara a ella; y sería trágico no emplear ese medio o, una vez empleado, abandonarlo pensando que nos va a fallar. Las fallas pueden enmendarse y podemos otra vez embarcarnos en la rectitud y seguir el plan de Dios, para poder así ser felices.

Todo lo bueno que ustedes hagan equivale a seguir el plan de Dios. Cada vez que sean bondadosas con alguien, cada vez que tengan valor para hacer algo difícil, cada vez que sean consideradas sin que se les haya pedido, cada vez que oren, cada vez que lean las Escrituras, cada vez que vayan a la iglesia, cada vez que ayuden a un amigo, estarán siguiendo el plan que Dios tiene para ustedes.

A veces es difícil elegir, porque frecuentemente queremos hacer lo que todos hacen o porque algo nos asusta o nos preocupa, o porque de verdad no sabemos cual es la decisión correcta. Pero, cuando les pusieron las manos sobre la cabeza al confirmarlas miembros de la Iglesia, se les confirió el Espíritu Santo para que les ayude a saber lo que nuestro Padre Celestial quiere que hagan y para que El les de él valor de hacerlo. Por eso, aun cuando sea difícil, pueden orar para pedir ayuda, pueden leer las Escrituras, y el Espíritu Santo les ayudara a saber que hacer. A veces sabrán exactamente lo que deben hacer; otras veces sentirán que deben hablar con alguien que podrá ayudarlas. La respuesta quizás les llegue en seguida o quizás demore, pero cuando la reciban, de ustedes dependerá que la sigan.

Al hablar de ser buenas y ser felices, es conveniente recordar que es posible que al tomar una decisión correcta se sientan solas o abandonadas o avergonzadas y quizás no se sientan nada felices. Por ejemplo, cuando tengan que irse de una fiesta porque vean allí cosas que no sean correctas o si sus amigos las critican por hacer algo que ustedes saben que esta bien. Si les pasa eso, recuerden que lo que los demás piensen de ustedes tiene mucho menos importancia que lo que su Padre Celestial piense o que lo que ustedes piensen de sí mismas. Su felicidad entonces radicara en el consuelo intimo que sentirán sabiendo que han hecho lo correcto y que su Padre Celestial aprueba su decisión. Y, finalmente, el tiempo probara que ustedes tenían razón, y eso hará que los demás las respeten y admiren.

Ojalá aquel día en el campo yo hubiera podido ayudar a mi amiga. Aunque conocía el plan, no sabia que eso era lo que ella necesitaba saber. Si hubiera conocido el plan de Dios, la vida habría tenido mas sentido para ella. Espero que alguien se lo haya enseñado, y desearía haber podido ser yo ese alguien. Nuestro mundo necesita de niñas de diez y once años que sepan el propósito que tiene esta vida y que, con valor y sinceridad, puedan declarar su determinación de seguir a Dios.

Si se me concediera mi deseo mas grande, las oiría ahora a ustedes, niñas de diez y once años, decir a una voz »Yo cumpliré el plan que Dios tiene para mí». Pero como no puedo oírlas, mientras ustedes me escuchan en el Tabernáculo o en el centro de su estaca o en su casa, declaremos esto juntas en nuestro corazón, una promesa a nuestro Padre Celestial, privada y hecha en silencio: ‘Yo cumpliré el plan que Dios tiene para mi». Sólo El sabe que la han hecho, pero recuerden que hay miles de niñas en todo el mundo que se han unido a ustedes en ese cometido. Y públicamente les aseguro, hermanitas, que yo también lo he hecho. Les prometo que continuare repitiéndomelo a menudo para recordarlo. Yo sé que Dios vive y nos ama, y cumpliré el plan que El tiene para mi.

Dentro de un momento escucharemos el coro de niñas de la Región de Holladay, Utah. En la letra que cantaran se ha hecho un cambio para que la canción refleje el cometido que nos hemos establecido hoy. Cumpliré el plan que Dios tiene para mi.

Ruego que podamos cumplir ese cometido, que todas podamos cumplirlo. Espero que ustedes lo repitan juntas a menudo. Espero que lo escriban y lo pongan donde siempre puedan verlo. Espero que tengan muchas oportunidades de decir y de cantar »Cumpliré el plan que Dios tiene para mi». Y dondequiera que yo vaya, espero que ustedes se acerquen a mi y me hagan saber que se han comprometido con su Padre Celestial a seguir siempre Su plan para ustedes.

Ahora, sigamos adelante con gozo, como hermanas que somos, determinadas a no permitir que ninguna fuerza nos aleje de las vías de nuestro Padre Celestial. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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