Conferencia General Octubre 1989
El recordar y la gratitud
Por el Obispo Henry B. Eyring
Primer Consejero del Obispado Presidente
«¿Cómo podemos recordar siempre la bondad de dios para retener la remisión de nuestros pecados?»
Muchos de vosotros habréis tenido una experiencia semejante a la mía, y si no es así, algún día la tendréis: iréis a un hospital o a alguna casa a consolar a alguien, y resultara que os consolarán a vosotros. O tratareis de alentar a una persona que os parece que tiene muy poco, y os asombrareis al oír expresar gratitud por poseer cosas por las que vosotros ni siquiera habríais pensado que se podía estar agradecido.
Os sorprenderá encontrar gratitud y generosidad cuando seria natural encontrar quejas y resentimiento; os sorprenderá tanto porque veréis muchas actitudes completamente opuestas: personas que tienen mucho mas que otras y que reaccionan con enojo cuando se les malogra una oportunidad lucrativa, o con resentimiento cuando se les niega un favor mas que hayan pedido. Hay un poema que describe ese contraste; se titula «Cuan diferente».
«Algunos se quejan si una nubecilla en el horizonte aparece
Cuando el cielo despejado y radiante esta.
En cambio otros se alegran y gracias a Dios dan
Si un rayito de luz las tinieblas de su noche viene a disipar.
(Traducción libre.) Richard Chenevix Trench, in Sourcebook of Poetry, Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1968, pág. 396.)
A todos nos gustaría saber cómo controlar nuestros deseos y aumentar nuestra gratitud y generosidad, cambio que también necesitaremos. Algún día, con nuestras familias y como pueblo, viviremos en unidad, buscando el bienestar mutuo.
Por medio del estudio de la historia de la Iglesia, sabréis que en distintas ocasiones hemos tratado de vivir en unidad. Un relato de una de esos intentos, en Orderville, Utah, nos da la pauta de por que es tan difícil.
Fundaron Orderville en 1870 y 1871 personas que querían vivir la Orden Unida, a la que dieron comienzo en 1875. Edificaron viviendas con un gran comedor común para todos, así como un depósito de almacenamiento, fabrica de calzado, panadería, herrería, curtiembre (curtiduría), escuela, cobertizo para las ovejas y una fabrica de tejidos de lana; criaban y hacían casi todo lo que necesitaban, desde el jabón hasta los pantalones; tenían carpinteros, parteras, maestros, artistas y músicos; producían lo suficiente para su uso y para vender a los pueblos vecinos, dinero con el cual crearon un fondo para comprar mas tierras y equipo.
La población llegó a setecientas personas, ciento cincuenta de las cuales dieron a Orderville un toque especial: habían llegado allí de la misión del Río Muddy, donde casi habían perecido de hambre. Cuando fueron relevados de su sellamiento a Muddy, estaban en la mayor pobreza. Veinticuatro de esas familias fueron a Long Valley, fundaron Orderville y ofrecieron todo lo que tenían al Señor. No tenían mucho, pero su pobreza, a la larga, llegó a ser, una ventaja. El que no hubiesen tenido casi nada fue la base para que en lo futuro sintieran gratitud: todo alimento, ropa o vivienda que recibían en Orderville fue un tesoro, comparado con las privaciones que pasaron en la misión Muddy.
Pero el tiempo pasó, llegó el ferrocarril, y el auge de la industria minera dejó dinero en las manos de la gente de los pueblos vecinos quienes ahora podían comprar ropa importada. La gente de Orderville vivía mejor que nunca, pero el recuerdo de la pobreza en Muddy se había desvanecido; ahora estaban atentos a lo que pasaba en el pueblo vecino, cosa que los hizo sentir anticuados y desposeídos.
Un muchachito ingenioso aetu6 movido por el descontento que sintió cuando le negaron un par de pantalones nuevos de la fabrica de Orderville porque los que tenia todavía no estaban gastados. A escondidas juntó las colas almacenadas que les habían cortado a los corderos nacidos en la primavera, les sacó la lana y la guardó en bolsas. Cuando lo mandaron a vender una carga de lana a otro pueblo, llevó también sus bolsas y las cambio en un negocio por un par de pantalones con los que causó sensación la próxima vez que fue a un baile.
El presidente de la orden le preguntó que había hecho y el joven le dijo la verdad. Lo llamaron entonces a una reunión y le dijeron que tenia que llevar el pantalón. Lo elogiaron por su iniciativa pero señalaron que el pantalón realmente era pertenencia de la orden y se lo quitaron, diciéndole que los desarmarían, los usarían como patrón, y de allí en adelante los pantalones de Orderville tendrían el estilo de los que compraban en la tienda; y a el le darían el primer par.
Con esto no se terminó la rebelión de los pantalones ya que los pedidos de pantalones nuevos pronto inundaron el departamento de confecciones. Cuando se negaron surtir los pedidos porque los pantalones en uso todavía no estaban gastados, los muchachos empezaron a resbalarse en el cobertizo donde guardaban la rueda para moler, gastando así los pantalones rápidamente. Los encargados se dieron por vencidos, mandaron una carga de lana para cambiarla por tela, y se confeccionó el nuevo estilo de pantalones para todos.
Vosotros sabéis que este no es un final feliz. Orderville tuvo que hacer frente a muchos problemas durante los diez años que vivieron la Orden Unida. Hubo uno problema que nunca pudieron superar; el de no recordar las dificultades del pasado, lo cual es algo que nosotros también debemos superar.
Así como ellos olvidaron la pobreza que pasaron en Muddy, nosotros fácilmente olvidamos que llegamos a la vida sin nada y todo lo que . . . recibimos pronto nos parece un derecho natural, no un don. Olvidamos también al dador; nuestras miradas entonces van de lo que hemos recibido a lo que todavía no tenemos.
Una y otra vez Dios ha usado un método para ayudarnos a superar ese problema de no recordar. Un pueblo del Libro de Mormón perdió sus rebaños, su ganado y sus cosechas; algunos perdieron la vida. Entonces los sobrevivientes recordaron. En Alma dice: «Y eran tan grandes sus aflicciones, que no había quien no tuviera motivo para lamentar[se]; y creían que eran los juicios de Dios enviados sobre ellos a causa de sus iniquidades y sus abominaciones; por consiguiente, se despertó en ellos el recuerdo de sus deberes» (Alma 4:3).
El enfrentar la muerte y las dificultades es motivo para recuperar la memoria, así como la gratitud tanto para los justos como para los inicuos. Pero debe haber otra forma de recordar, una que podamos escoger.
Es la siguiente. Un siervo de Dios, conocido como el rey Benjamin, la enseñó a su pueblo y a nosotros.
El enseñó que ninguno de nosotros es mayor que otro porque todos somos polvo, al cual Dios ha dado vida y luego lo ha sustentado. El describió un hecho que es verdad en lo que concierne a todo ser humano: el pecado por el cual no hemos recibido perdón nos llevara a un tormento sin fin, y prosiguió a describir el don que se nos ha ofrecido: aquellos a quienes la fe en Jesucristo les lleve al arrepentimiento y al perdón vivirán en un estado de felicidad sin fin.
La enseñanza del rey Benjamin tuvo un efecto milagroso. La gratitud por lo que tenían les llevó a la fe y al arrepentimiento, lo cual condujo al perdón, y origino mas gratitud. Entonces el rey Benjamin enseñó que si recordamos las bendiciones y somos agradecidos, retendremos la remisión de nuestros pecados en tiempos de perder y en tiempos de ganar. El dijo:
«Y otra vez os digo, según dije antes, que así como habéis llegado al conocimiento de la gloria de Dios, o si habéis sabido de su bondad, y probado su amor, y habéis recibido la remisión de vuestros pecados, que ocasiona tan inmenso gozo en vuestras almas, así quisiera que recordaseis y retuvieseis siempre en vuestra memoria la grandeza de Dios, y vuestra propia nulidad, y su bondad y longanimidad para con vosotros, indignas criaturas, y os humillaseis aun en las profundidades de la humildad, invocando el nombre del Señor diariamente, y permaneciendo firmes en la fe de lo que está por venir, que fue anunciado por boca del ángel.
«Y he aquí, os digo que si hacéis esto, siempre os regocijareis, y seréis llenos del amor de Dios y siempre retendréis la remisión de vuestros pecados; y aumentareis en el conocimiento de la gloria de aquel que os creó, o en el conocimiento de lo que es justo y verdadero.» (Mosíah 4:11 12.)
¿Cómo podemos recordar siempre la bondad de Dios para retener la remisión de nuestros pecados? El apóstol Juan registró lo que el Salvador nos enseñó en cuanto a este don de recordar que se recibe mediante el don del Espíritu Santo: «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, el os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26).
El Espíritu Santo nos hace recordar lo que Dios nos ha enseñado, y una de las formas en que Dios nos enseña es por medio de sus bendiciones de manera que si decidimos ejercitar la fe, el Espíritu Santo traerá a nuestra memoria las bondades de Dios.
Hoy podríais hacer la prueba al orar siguiendo el mandamiento: «Daréis las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas» (D. y C. 59:7). El presidente Benson sugirió que el momento de dar gracias es al orar. El dijo:
«El profeta José Smith dijo una vez que uno de los mayores pecados del que los Santos de los Ultimos Días serian culpables es el de la ingratitud. Creo que muchos de nosotros no pensamos que es un gran pecado. En nuestras oraciones y en nuestros ruegos al Señor tenemos una gran tendencia a pedir bendiciones adicionales, pero a veces pienso que debemos dedicar mas de nuestras oraciones a expresar gratitud por lo que ya hemos recibido, que es mucho.» (God, Family, Country, Salt Lake City: Deseret Book Company, 1974, pág. 199.)
Hoy mismo podríais tener una experiencia con el don del Espíritu Santo; podríais comenzar una oración personal dando gracias; podríais empezar a contar vuestras bendiciones y entonces esperar un momento. Si ejercitas la fe, y con el don del Espíritu Santo, veréis que los recuerdos de otras bendiciones llegaran a vuestra memoria. Si comenzáis a expresar gratitud por cada una de ellas, vuestras oraciones serán un poco mas largas que lo acostumbrado; los recuerdos llegaran y con ellos la gratitud.
Podríais hacer lo mismo al escribir en vuestro libro de recuerdos. El Espíritu Santo ha ayudado en esto desde el comienzo de los tiempos. En los registros de Moisés dice: «Y se llevaba un libro de memorias, en el cual se escribía en el lenguaje de Adán, porque a cuantos invocaban a Dios les era concedido escribir por el espíritu de inspiración» (Moisés 6:5).
El presidente Spencer W. Kimball describió ese proceso de escritos inspirados y sus efectos: «Es mas probable que aquellos que lleven un libro de recuerdos se acuerden del Señor todos los días. Los diarios personales nos sirven para llevar cuenta de nuestras bendiciones y para dejar a nuestra posteridad un inventario de esas bendiciones» (The Teachings of Spencer W. Kimball, ed. por Edward L. Kimball, Salt Lake City: Bookcraft, 1982, pág. 349).
Al comenzar a escribir, haceos esta pregunta: «¿Me ha bendecido Dios hoy?» Si lo hacéis lo suficiente y con fe, comenzareis a recordar bendiciones, y a veces recordareis dones que no habíais notado durante el día, pero entonces sabréis que era la mano de Dios en vuestra vida.
Podéis elegir recordar el mas grande de todos los dones. La semana próxima iréis a una reunión en donde se repartirá la Santa Cena y oiréis las palabras: «y recordarle siempre». Podéis prometer hacerlo y el Espíritu Santo os ayudara. El presidente Marion G. Romney habló del don que nos ayudara a recordar. El dijo:
«Debemos estar agradecidos y reconocer todas las bendiciones que hemos recibido, que indudablemente son muchas. Sin embargo, el objeto principal de nuestra gratitud debe ser. y es, Dios, nuestro Padre Celestial, y su hijo Jesucristo, nuestro Señor y Redentor. . .
«Con nuestro Señor Jesus tenemos una eterna deuda de gratitud, porque El nos rescató a un gran precio. Es imposible para nosotros, débiles mortales, entender y apreciar los sufrimientos que El soportó en la cruz para lograr por nosotros la victoria sobre la muerte.» (Ensign, junio de 1974, pág. 3.)
Os doy mi testimonio de que Jesus es el Cristo, que El expió nuestros pecados, y que las llaves que abren las puertas de la vida eterna fueron restauradas por el profeta José Smith y que hoy se encuentran en la tierra. Doy testimonio de que el presidente Ezra Taft Benson posee en la actualidad esas llaves.
No hace mucho un hombre me preguntó: «¿Cree todavía su iglesia que cuando Cristo venga ustedes vivirán en unidad como lo hicieron los de la ciudad de Enoc?» El recalcó la palabra todavía, como si ya no creyéramos esas cosas. Yo le contesté: «Si, eso es lo que creemos». Entonces el dijo: «Ustedes son los que pueden hacerlo». Yo no se por que el pensaba así, pero se por que estaba en lo cierto. Es porque este es el reino de Dios; el bautismo para la remisión de los pecados y el otorgamiento del don del Espíritu Santo los efectúan los poseedores del sacerdocio autorizados por Dios.
Y así, los recuerdos que el rey Benjamin nos insta a tener serán nuestros. El recordar es la semilla de la gratitud, y esta la semilla de la generosidad. La gratitud por la remisión de los pecados es la semilla de la caridad, el amor puro de Cristo. Dios ha hecho posible esta bendición para todos, un cambio en nuestro corazón: «y la remisión de los pecados trae la mansedumbre y la humildad de corazón y por motivo de la mansedumbre y la humildad de corazón viene la visitación del Espíritu Santo, el cual Consolador llena de esperanza y de amor perfecto, amor que perdura por la diligencia en la oración, hasta que venga el fin, cuando todos los santos moraran con Dios» (Moroni 8:26).
Ruego que elijamos hacer aquellas cosas que nos llevaran a morar con El, y que recordemos y demos gracias por el don de la Expiación y el don del Espíritu Santo, que hacen posible esa Jornada.
En el nombre de Jesucristo. Amen.























