La identidad de la mujer joven

Conferencia General Octubre 1989logo 4
La identidad de la mujer joven
Por la Hermana Elaine L. Jack
Segunda Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

Elaine L. Jack«Aparte de lo que significa ser santo de los últimos días es conocer en lo más íntimo de nuestra alma nuestro valor eterno, quienes somos en realidad y por que estamos aquí en la tierra.»

La parte predilecta de mi llamamiento como consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes es la de familiarizarme con ustedes, jovencitas, al visitar sus actividades, sus campamentos y conferencias, y contarme ustedes lo que estiman importante: sus aspiraciones, sus proyectos, sus amistades y lo que les resulta difícil. Me encanta oírlas cantar: «Ando por la fe». Eso me emociona al máximo, pues veo el gran potencial de ustedes y lo bueno de sus almas.

En esta ocasión, hablare de la fe en nuestro Padre Celestial, de las cualidades divinas que ustedes han heredado y del valor infinito de sus almas.

Tengo fe en ustedes, pero sé que algunas se sienten inseguras, tristes, solas, que piensan que no son tan buenas como sus amigas o que no son tan bonitas ni tan importantes. Quiero decirles que «ustedes son magnificas». ¿No se dan cuenta de lo extraordinarias que son ni de las oportunidades y bendiciones que tienen a su alcance?

Recuerdo que cuando yo tenia catorce años me asaltaban esas mismas dudas e inseguridad y me preguntaba que había yo de hacer con mi vida. Mi madre me decía: «Serás en la vida lo que quieras ser. Elaine [pronúnciese ilein], si te esfuerzas por lograrlo».

Hace ya mucho tiempo de eso v he aprendido que mi madre tenia razón. La vida de ustedes a los catorce o a los dieciséis años es muy diferente de lo que fue la mía. Ustedes viven en la era espacial y de la computadora: una época asombrosa de lanzamiento de satélites. Aunque el mundo es tan diferente, los principios que me enseñó mi madre son los mismos.

Todos los domingos, en todo el mundo, las mujeres jóvenes se ponen de pie y repiten el lema de las Mujeres Jóvenes, que dice: «Somos hijas de un Padre Celestial que nos ama». Ese lema ha llegado a ser parte del lema de mi vida; lo pongo en primera persona y digo: «Yo, Elaine Jack, soy hija de un Padre Celestial que me ama y yo le amo a El». Cuando las oigo repetirlo, recuerdo lo que yo pensaba a la edad de ustedes. A veces pienso igual que entonces. Aunque soy abuela, necesito sentir la certeza de que soy alguien. Todas tenemos necesidad de que se nos recuerde que somos hijas de un Padre Celestial.

Esa verdad eterna es muy importante.

En Romanos 8:16, el apóstol Pablo nos enseña que el Espíritu de nuestro Padre Celestial nos hará saber que en verdad somos hijas de Dios. El apóstol Pablo dijo:

«El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.»

Una niña Damita, de las Filipinas, expresó ese mismo pensamiento, como sigue:

«Antes me preguntaba: ‘¿Seré una de las hijas escogidas de nuestro Padre Celestial?’, y ‘¿habrá creado Dios a todas las personas?’ Esas dudas me llevaron a leer las Escrituras con la esperanza de recibir respuesta inmediata. Pero la respuesta tardó largo tiempo en llegar. Empece a participar en la organización de las Mujeres Jóvenes y, por la inspiración del Espíritu Santo, llegue a tener una fe firme en que soy en verdad hija de Dios y en que El nos creó a todos.»

He oído decir a algunas de ustedes: «No se si tengo un testimonio o no. Nunca he sentido el Espíritu». Aunque no lo hayan reconocido, lo mas probable es que lo hayan sentido. Quizá lo estén sintiendo en este mismo momento. Muchas veces es la influencia del Espíritu lo que nos hace experimentar un sentimiento agradable, lo que nos hace saber que un mensaje es correcto y verdadero, y lo que a veces nos emociona hasta las lagrimas. Siempre infunde paz. Presten atención a lo que dice la carta de una joven que una persona amiga me dio a conocer:

«Durante los últimos meses, me parecía que mi testimonio empezaba a debilitarse y que no me encontraba tan cerca de mi Padre Celestial como debía estar. Entonces, usted vino a hablarnos y nos contó que oraba todas las noches y pedía la bendición de que el Espíritu Santo le acompañara. Así que yo pense: ‘¿Y que mas da? Nada cuesta probar, ¿no?’ Y bien, durante esa primera semana, todos los días sentí ese Espíritu, el cual efectivamente me hizo sentir en paz.»

Yo también he experimentado lo que nos enseñó Pablo al decir que «el Espíritu da testimonio de que somos hijos de Dios».

Una vez que reciban ese testimonio, sabrán que forman parte de la familia de Dios, que Jesucristo es su hermano mayor y que han heredado las características de amar, de perdonar, de ser pacientes, de prestar servicio, de ser tolerantes, de ser obedientes. Cristo es nuestro ejemplo. Si quieren saber que otras cualidades han heredado, lo sabrán al recibir su bendición patriarcal.

Nuestro Profeta, el presidente Taft Benson, nos ha exhortado:

«También quisiera animaros, jóvenes hermanas, conforme os acerquéis a los años de la adolescencia, a que recibierais vuestra bendición patriarcal. Estudiadla detenidamente y consideradla como Escritura personal dirigida exclusivamente a vosotras, porque eso es. («A  las mujeres jóvenes de la Iglesia», Liahona, ene. de 1987, pág. 83.)

¿Han recibido su bendición patriarcal? ¿Se están preparando para recibirla dentro de poco? Piensen en esto: ¿que dice una bendición patriarcal? ¿Han oído acaso de alguna que diga: «Lo siento, pero usted es un fracaso» o «haga lo mejor que pueda a lo largo de la vida y una vez que muera veremos lo que habrá logrado»? ¡Desde luego que no! Y nunca lo oirán por motivo de las cualidades divinas que ha heredado cada hijo e hija de Dios. La bendición patriarcal es como un mapa, una guía que les dirige por el camino de la vida y que les da a conocer sus talentos y todo lo bueno que pueden llegar a poseer.

En mi bendición patriarcal, se me promete que tendré el don de la prudencia, de poder discernir los pensamientos de las personas y detectar los poderes del mal. En seguida, se me indica mi deber así: «. . .debes cultivar esos dones para que no seas engañada». Recibí esa bendición cuando era muy niña. Las circunstancias fueron extraordinarias, pero se que las bendiciones y los dones que se me prometieron habrían sido los mismos si yo hubiera tenido dieciséis o treinta y seis años.

¿Les han dicho alguna vez que son iguales a su mama o que tienen la sonrisa de su padre o que todos los de su familia tienen el mismo color de ojos? Las características físicas que heredamos de nuestros padres son obvias. Las características espirituales que heredamos de nuestros Padres Celestiales tienen que desarrollarse. Ustedes han nacido con todos los dones divinos que tiene Cristo; están dentro del alma de ustedes, pero ustedes mismas son las que tienen que decidir cultivarlos y desarrollarlos. El progreso espiritual no se verifica así como así, sin que despleguemos nuestros mayores esfuerzos. Se que ustedes comprenden eso. Una joven escribió:

«Una chica de la escuela, que no era muy popular, necesitaba ayuda en ciencias. Mis amigas del grupo mas respetado me decían que no me tratara con ella porque eso arruinarla mi reputación. Pero entonces me acordé de cuando yo necesitaba una amiga y ayuda en Matemáticas; me puse en el lugar de ella y resultó que no sólo le presté mi ayuda sino que me hice de una nueva amiga.»

Otra jovencita, de Inglaterra, que esta desarrollando su don de ser pacificadora, dice:

«Me encanta componer y escuchar música, y esa es una de las mejores formas de calmarme que conozco. Cuando estoy de muy mal humor, y así siempre me siento al piano y descargo mi enojo en el. Aunque eso no es muy bueno para el piano, no tardo en tranquilizarme y por lo general termino tocando un himno, lo cual me pone de buen humor, y todos los demás también reaccionan a la música, por lo que vuelve a reinar la armonía en casa, al menos por un tiempo.»

Una jovencita Laurel dice:

«Recuerdo cuanto admiraba yo a las chicas Laureles y procuraba imitarlas. Me emocionaba cuando me hablaban. Cuando fui mayor, me di cuenta de que las chicas menores me admiraban a mi. A una de las Abejitas le pidieron en la escuela que escribiera una composición sobre la persona que admiraba mas, y ¡ella escribió de mi! Comprendí entonces la importancia de la influencia que yo ejercía y mi obligación de ser un buen ejemplo.»

Lo que ustedes lleguen a ser será diferente de cualquier otra persona, pero ustedes tienen la responsabilidad particular de progresar espiritualmente y de ejercer una buena influencia en el alma de los demás. Somos importantes para nuestro Padre Celestial como sus hijas. Dios nunca dejara de ser nuestro Padre; sin embargo, a veces rechazamos ser sus hijas al no obedecer sus mandamientos o al manifestar irreverencia hacia El.

¿Saben lo que quiere decir infinito? Pues infinito quiere decir algo que no tiene límites. «Tengo valor infinito y mi propia misión divina que me esforzare por cumplir». ¿Creen ustedes en eso? La joven que dijo lo siguiente si lo cree:

«Se que he venido a la tierra en esta época [la de mayor iniquidad] porque soy fuerte y puedo resistir la tentación.»

Otra ha dicho:

«Se que ocupo un lugar destacado en el plan del Señor. Como mujer joven, soy bendecida con la oportunidad de ser madre algún día.»

Lamentablemente, Satanás procurará convencerlas de que no es así. El desea que ustedes piensen que no sirven para nada y que no vale la pena hacer ningún esfuerzo por superarse. Si han llegado a tener esos pensamientos, no los crean. El élder Neal A. Maxwell ha dicho: «Satanás se deleita en que nos despreciemos a nosotros mismos. El mirarse en menos proviene de Satanás; eso no existe en el cielo». Las Escrituras nos dicen que Satanás desea que seamos «miserables como el» (2 Nefi 2:27) y que desea poseernos (3 Nefi 18-18). El tratar i también de convencerlas de que no hay arrepentimiento, ni regreso, y que nadie se interesa en ustedes.

Cuando a una joven que volvió a la Iglesia después de haberse alejado de ella le preguntaron: «¿que fue lo que en verdad te hizo regresar?», ella contestó: «yo tenia una amiga y sabía que ella se interesaba sinceramente en mi bienestar. Yo quería ayuda; necesitaba ayuda, y sabia que la obtendría de mi Padre Celestial». En esta vida, cometemos errores, pero, por medio del proceso del arrepentimiento y de las bendiciones de la Expiación, esos errores o faltas pueden resolverse.

El arrepentimiento significa volver el corazón y la voluntad hacia Dios; indica un cambio en el modo de pensar, una perspectiva nueva acerca de Dios, de uno mismo y del mundo. Es el proceso de purificación. Es la vía de regreso. Hay alguien que se interesa en nosotras y que nos ayudara. Ustedes podrán escoger o hundirse en la desesperación o hacer los cambios que les brindaran felicidad eterna.  La confianza de ustedes se fortalecerá al practicar escoger hacer lo recto. Al estar con sus amigas, háblenles de lo que piensan con respecto al hacer lo bueno y ser buenas.

Michelle descubrió que fue de valor infinito para otra persona. Como alumna de escuela secundaria que gozaba de popularidad entre los demás estudiantes, recibió una carta de una chica ex vecina suya, una muchacha que se tildaba de «desdichada». En la carta, esta preguntaba a Michelle que podía hacer para que los chicos se fijaran en ella. La respuesta de Michelle decía en parte: «Sencillamente se tu misma, y veras que las personas que te rodean -y no tan sólo los muchachos- te querrán por lo que tu eres». Un tiempo después, Michelle recibió carta de su «nueva amiga».

¿No les parece interesante? Al ayudar a esa chica, Michelle halló una nueva amiga y no a una «chica desdichada».)

Michelle dijo: «Por lo que me decía en su carta, me di cuenta del cambio que había experimentado, del entusiasmo que sentía. Con unas cuantas palabras bondadosas, cambie la actitud de otra persona. Ahora se que podré hacer cualquier cosa que me proponga».

El mundo desea que ustedes crean que tienen algún valor sólo si tienen dinero, una cierta apariencia física, ropa elegante o una elevada posición social. El evangelio les asegura que el valor de ustedes como personas no depende de su apariencia física ni de sus bienes materiales. Lo que importa son sus creencias. Lo que mi madre me enseñó es verdadero. Siempre que me he esforzado incansablemente, sin darme por vencida ante los pequeños reveses, he progresado hacia la meta de llegar a ser lo que me había propuesto. Parte de lo que significa ser Santo de los Últimos Días es conocer en lo mas íntimo de nuestra alma nuestro valor eterno, quienes somos en realidad y por que  estamos aquí en la tierra.

La próxima vez que tengan dudas en cuanto a quienes son en verdad, o sea, en cuanto a su identidad, recuerden el potencial divino que poseen y las promesas que pueden cristalizar. Recuerden que creemos en ustedes. Digan junto conmigo: «Soy hija de un Padre Celestial que me ama. Yo creo en eso y lo digo en el nombre de Jesucristo. Amen.

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