Nuestro Testimonio al mundo

Nuestro Testimonio al mundoLiahona197211
por el presidente Hartman Rector, Jr
Discurso pronunciado en la 142a.
Conferencia General Anual Octubre 1971

Hartman Rector, JrBuenos días, mis hermanos y amigos. Considero un privilegio y un gran honor saludaros en el nombre del Señor Jesucristo. Nos encontramos reunidos en su nombre; es por El que estamos aquí, y todo lo que hacemos en esta vida, si realmente vale la pena, proviene de Él.

Somos cristianos; deseamos que todo el mundo sepa que lo somos. Algunas veces se nos acusa de no ser cristianos, pero esta es una acusación falsa. En las palabras del gran profeta Nefi: «. . . hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos acerca de Cristo, profetizamos respecto de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados» (3 Nefi 25:26). Miramos a Cristo como el Autor y Consumador de nuestra fe; Él es nuestro Redentor.

Su Iglesia fue establecida en el meridiano de los tiempos, sobre un fundamento de apóstoles y profetas, hombres santos a los que El conoció en la carne, mientras anduvo sobre la tierra. Estos recibieron sus enseñanzas; Él los ordenó y les dio la autoridad de actuar por El en todas las cosas, con respecto a la salvación de la humanidad. Sabiendo que no permanecería sobre la tierra por mucho tiempo, declaró: «. . . el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).

Por lo tanto, necesitaba hombres que permanecieran aquí en esta tierra y que pudiesen recibir comunicación de Él desde los cielos. Esta clase de comunicación se conoce como «revelación», y los que la reciben son nombrados profetas por Dios. En el comienzo de su ministerio escogió a doce testigos especiales que lo acompañaron en la mortalidad; pero después de su crucifixión, escogió por revelación a otros que quizás no lo conocieran en la tierra. Ciertamente, Pablo fue uno de éstos.

Por un tiempo, estos hombres recibieron la Iglesia, resolvieron dificultades y pusieron los asuntos de la misma en orden; pero después de un tiempo, la Iglesia se corrompió, y los miembros rehusaron seguir el consejo inspirado de los apóstoles; Pablo escribió muchas epístolas tratando de que volviesen al redil. La persecución se intensificó y los apóstoles, que eran profetas, fueron muertos o quitados de la tierra. Al haberse ido ellos, la luz de la revelación cesó. Aun la historia secular registra este período como la era del obscurantismo.

Pero como había sido predicho por los apóstoles y profetas de antaño, brilló un nuevo día y Dios habló nuevamente desde los cielos para llamar a un nuevo Profeta en este día y época; era un joven de tan sólo quince años de edad, y se llamaba José Smith, hijo. En el año 1820 Dios lo llamó en una gran visión; le habló desde los cielos y le dio mandamientos; asimismo, les dio mandamientos a otros de que debían proclamar estas cosas a todo el mundo, y todo esto para que se cumpliese aquello que habían predicho los profetas:

«Lo débil del mundo vendrá y derribará a lo fuerte, para que el hombre no se aconseje con su prójimo, ni ponga su confianza en el brazo de la carne—

«Sino que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, aun el Salvador del mundo.

«Para que también se aumente la fe en la tierra;

«Para que se establezca mi convenio sempiterno;

«Para que la plenitud de mi evangelio sea proclamada por los débiles y sencillos hasta los cabos de la tierra, y ante reyes y gobernantes» (Doc. y Con. 1:19-23).

Nosotros no somos protestantes, porque no protestamos contra ninguna persona, grupo ni organización; no tenemos conflicto con otras iglesias; no publicamos folletos ni propaganda en contra de otras iglesias, y nunca lo haremos, porque no estamos en el negocio de destruir la fe y creencias de los hombres, sino de edificarlas.

A nuestros amigos protestantes, y tenemos muchos, que creen que la salvación viene solamente por la gracia a través de la fe, les decimos: «Comprendemos vuestro énfasis en la fe; nosotros también lo creemos. Sin fe es imposible agradar a Dios, pero hay mucho más que la fe solamente; hay ciertas ordenanzas que debéis recibir, y cierta autoridad que debéis poseer y hay ciertas obras que debéis efectuar, de manera que venid luego, y arguyamos juntos. Permitidnos compartir con vosotros la plenitud del evangelio de Jesucristo.»

Esto fue de acuerdo con las enseñanzas del Maestro. A los judíos, que estaban seguros de que Él había venido para condenar y destruir su religión, les dijo: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir» (Mateo 5:1.7). Y tampoco encontró ninguna falta con sus hechos justos, porque dijo: «. . . Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (Mateo 23:23). Y así les decimos a nuestros amigos protestantes.

A nuestros amigos católicos que creen en la salvación por la gracia mediante los sacramentos de la Iglesia, les decimos: «Comprendemos vuestro énfasis en los sacramentos o las ordenanzas de la Iglesia; nosotros también lo creemos. ¿No dijo el Maestro, ‘El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’? (Juan 3:5) El bautismo de manos de quien posea la autoridad para actuar, es algo esencial para la salvación.

«Pero la salvación requiere algo más que las ordenanzas del evangelio simplemente. Hay ciertos actos de fe que debéis manifestar; hay ciertas obras que debéis efectuar y cierta autoridad que debéis poseer, que os dé el derecho de actuar en el nombre del Señor y todo esto puede venir únicamente a través de un profeta viviente. Venid, permitidnos compartir con vosotros la plenitud del evangelio de Jesucristo. De lo que tengáis no os quitaremos nada que sea verdadero; simplemente añadiremos a lo que ya tenéis, y lo haremos con amor, sin compulsión ni fuerza; solamente el amor y el sacrificio pueden llevar a las personas a un conocimiento de la verdad.»

Ahora bien, parecería que hubiéramos examinado las muchas diferentes religiones del mundo y tomado las mejores partes de cada una de las iglesias. Parecería que fuese así, pero éste no es el caso. Podemos mostrar que cada principio que enseñamos se enseña en la Santa Biblia, la cual es un registro de los asuntos de Dios con su pueblo, particularmente los hebreos y los judíos, hablando en forma general. Pero si todas las biblias de la tierra hubiesen sido destruidas en el año 1830 (cuando esta Iglesia fue organizada), todavía se encontraría organizada exactamente como en la actualidad.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se distingue de la Iglesia que el Maestro organizó en el meridiano de los tiempos por la frase «Santos de los Últimos Días.» Estos principios no vinieron de la Biblia, sino a través de la revelación de Dios mediante un Profeta moderno, José Smith.

Tenemos un mensaje para todos los buenos hombres del mundo. A los que son justos en sus corazones, el Señor nos ha mandado que declaremos las buenas nuevas. «. . . sí,» Él ha dicho, «decláralo desde las montañas y en todo lugar alto, y entre toda la gente que te sea permitido ver.»

Más adelante, el Señor ha mandado «lo harás con toda humildad, confiando en mí, no denigrando a los que denigren.

«Y de dogmas no hablarás, sino que declararás el arrepentimiento y la fe en el Salvador, y la remisión de pecados por el bautismo y por fuego; sí, aun el Espíritu Santo» (Doc. y Con. 19:29-31).

Y así salimos con amor, por Dios, por nuestros semejantes, suplicándoles que escuchen, y ofrecemos con sacrificio el mensaje de la restauración. Actualmente hay en las misiones de la Iglesia por todo el mundo más de 15,000 misioneros que están dedicando su tiempo, talentos y recursos, costeándose sus propios gastos, para llevar este mensaje a su prójimo.

«Irán y nadie los impedirá, porque yo, el Señor, se lo he mandado» (Doc. y Con. 1:5).

Y de nuevo dijo: «. . . la voz del Señor se dirige a todo hombre y no hay quien escape; y no hay ojo que no verá, ni oído que. No oirá, ni corazón que no será penetrado» (Doc. y Con. 1 -.2). Es un mensaje de esperanza, ya que declaramos que Dios, nuestro Padre Celestial, vive, que escucha y contesta oraciones, que Jesús es el Cristo, y que vive.

Él ha restaurado su Iglesia sobre la tierra en nuestro día y época, y es para todos los hombres, para los que la deseen. Y Él ha llamado testigos especiales, los ha ordenado y enviado a predicar el evangelio de verdad, a reunir a los elegidos, a aquellos que escuchen este mensaje.

Tenemos la plenitud del evangelio de Jesucristo; Él es muy generoso y benévolo para con nosotros en este día y época en que tan desesperadamente lo necesitamos. Nos ha dado un Profeta viviente de Dios, que todavía toma las decisiones importantes en la Iglesia y reino de Dios, bajo la dirección de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, de quien esta Iglesia realmente es.

Y os damos este testimonio con toda sobriedad, dejando con vosotros nuestro amor y bendiciones, y nuestro más profundo afecto. Os amamos, os queremos, y lo hacemos en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que es nuestro Redentor. Amén.

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