El amor por lo justo
Élder Marvin J. Ashton
Ayudante del Consejo de los Doce
Durante los últimos días mis pensamientos han vuelto repetidamente hacia ese poderoso mensaje: «. . . porque yo, el Señor, lo amo (Hyrum Smith) a causa de la integridad de su corazón, y porque él estima lo que es justo ante mí. . .» (Doc. y Con. 124:15). ¡Qué bendición es ser uno de los que aman lo justo!
Existe en nuestra sociedad una muy marcada tendencia a vivir en base a contemporizaciones, excusas, comparaciones y auto justificación. El amor por lo justo ha sido reemplazado por la tolerancia y la conveniencia. Hay quienes equivocadamente piensan que el camino hacia la seguridad se encuentra en algún lado entre la justicia y el camino que conduce a la destrucción. Otros parecen convencidos de que el camino hacia la perfección se logra viajando por la carretera del conformismo.
Hace poco una madre, refiriéndose a la conducta de su hijo estudiante, dijo en un suave tono de satisfacción: «Quizás no esté estudiando mucho, pero por lo menos no está participando en los disturbios universitarios.» Un presidiario que había sido sentenciado como consecuencia de un robo, parecía muy seguro de sí mismo cuando, señalando a otro prisionero, dijo: «Por lo menos no soy tan malo como ese individuo. Él está aquí porque cometió un crimen de segundo grado.» Una ladrona de tiendas se sentía sólo medianamente falsa, como consecuencia de haber sido aprehendida robando un sombrero, mientras que otras compañeras de la prisión habían sido convictas por robar vestidos. ¿Qué clase de mentalidad hace que alguien piense: «Estoy fumando dos paquetes de cigarrillos por día, pero no estoy enviciado con drogas»?
Las presiones del mundo tanto sobre los jóvenes como sobre los viejos, tendientes al conformismo y la experimentación, son reales y van en aumento. Muchos quedamos estupefactos cuando nos damos cuenta del hecho de que entre los enviciados con drogas, hay jóvenes de doce y trece años; pero lo que debería provocar más consternación son los métodos de que se valen aquellos que envician a los jóvenes con las drogas. Me he enterado por medio de jóvenes encadenados al vicio, que se usan ampliamente algunas afirmaciones parecidas a las siguientes: «Las drogas son una alegre evasión del miserable mundo en el cuál tienes que vivir»; «las drogas son el amigo del solitario»; «las drogas te darán esa imagen madura y autosuficiente que tanto deseas»; «las drogas substituyen a la gente.»
Deseo declarar, con todas las fuerzas que poseo, que estas maléficas insinuaciones provienen de Satanás. Los jóvenes han sido guiados a creer que los «viajes» de las drogas son el camino seguro que existe entre una pía rectitud y la destrucción.
Las drogas son la causa de que muchos de nuestros jóvenes desistan, aun antes de haber comenzado la batalla de la vida, y le roban al individuo el sentido de los valores.
A medida que observamos el problema del vicio de las drogas así como de otros problemas sociales, quisiera recomendar que enfocáramos dichos problemas desde el punto de vista de la causa, en lugar de hacerlo desde el de los síntomas.
Cuando los jóvenes hacen la clásica pregunta: «¿Por qué no he de tomar drogas?» es muy probable que la estén formulando en forma equivocada. Lo que en realidad desearían y necesitan saber es: «¿Por qué no he de tomar ninguna clase de estimulante o depresivo? ¿Qué es lo que hay en mi vida que me hace tan infeliz que deseo escapar hacia un mundo de diabólicas ilusiones?» Si nosotros como padres y amigos le aconsejamos a la juventud que las drogas son malas, diabólicas e inmorales, y aun así no tratamos de entender los motivos por los cuales los jóvenes se vuelven hacia este maligno substituto de la realidad, entonces éstas en sí mismas se convierten en el problema y no en los síntomas del problema más grande que es la desgracia. Tenemos que conocer los motivos por los cuales nuestros seres queridos desean escapar de su presente vida para correr en brazos de la desconocida y peligrosa vida de los adictos a las drogas. ¿Cuáles son los motivos que hacen que un fuerte, hermoso y vibrante joven, permita que un elemento químico controle, su personalidad? ¿Qué es lo que pasa en el hogar, la escuela, el trabajo o la iglesia, que sea tan incómodo como para provocar y hacer necesaria esa evasión?
Si no tuviéramos que enfrentarnos con los malignos efectos de la mariguana, el LSD y la heroína, tendríamos que hacer frente a alguna otra clase de mecanismo de evasión, porque algunos de nosotros en nuestra condición de hermanos, padres, amigos y maestros, no hemos sido capaces todavía de llegar a nuestros jóvenes, de modo que podamos ganarnos su confianza y el amor que ellos buscan. Algunos de nosotros no proveemos la necesaria estabilidad en el hogar, el respeto y el cuidado que cada persona necesita. Ellos necesitan algo más que la educación que la Iglesia provee; necesitan una vida familiar colmada de amor.
¿Dónde podemos enseñarles mejor el amor por lo justo, que dentro de un hogar feliz? Nuestros jóvenes no estarían buscando los «substitutos de la gente» si nosotros les proveyéramos una atmósfera hogareña desarrollada en base a relaciones personales cariñosas, donde tanto el padre como la madre y los hermanos realmente se preocuparan por su mutuo bienestar.
Los padres debemos asegurarnos de que nuestra juventud no se encuentre expuesta en forma continua a la idea de que los problemas de la vida diaria requieren alivio químico; debe mantenérseles informados acerca de los daños que provocan las drogas en lugar de asustarlos o avergonzarlos. Debemos esforzarnos en criar a nuestros hijos de tal forma que no se encuentren privados del afecto, pero que tampoco los echemos a perder por exceso de cariño; debemos darles responsabilidades que estén de acuerdo con sus capacidades, y nunca protegerlos demasiado cuando se enfrenten con dificultades que tengan que vencer. En la misma medida con que algunos adultos, especialmente los padres, continúen sembrando vientos, así mismo continuarán cosechando tempestades. Estrechémonos más firmemente en los verdaderos propósitos de la vida familiar y sembremos unidad para cosechar gozo.
Cuando lleguen los tiempos de las tentaciones y los grandes desafíos, éstas serán pruebas no sólo para los jóvenes sino también para sus padres; pero entonces más que nunca, se hará imperativa la presencia del amor, el entendimiento y la mutua comprensión en el hogar, para que los jóvenes puedan aprender a buscar con constancia los caminos del Señor, los únicos que les brindarán una vida rica y feliz.
Es tiempo de que reafirmemos la gran verdad de que los senderos del Señor son rectos; de que no sólo proveen seguridad, sino que también dirigen hacia la felicidad y el progreso eternos.
Hablando acerca de permanecer en el sendero recto, nunca olvidaré una experiencia que tuve hace poco con un amigo en una localidad del estado de Utah. Uno de sus pasatiempos favoritos es la caza de pumas. Junto con otros compañeros, con buenos caballos y armas y perros especialmente entrenados, rastreaba a los pumas hasta capturarlos. En una oportunidad en que visité su negocio, tenía un perro de caza adulto atado a una de las casillas. «¡Qué hermoso es!» comenté. A lo cual él respondió: «Sí, pero tengo que venderlo. No puedo complicarme la vida con él.» «¿Por qué, qué le pasa?» pregunté.
«Desde que era cachorro, traté de entrenarlo para que encontrara la huella de los pumas; sabe perfectamente qué es lo que debe hacer. La última vez que estuvimos de casa, se fue corriendo detrás de un ciervo, luego persiguió a un coyote y finalmente a algunos conejos, lo cual le llevó la mayor parte del día. Él sabe perfectamente que debe permanecer en la huella de los pumas para ser uno de los míos. Nosotros nos dedicamos exclusivamente a los pumas. Sí, está a la venta, y bien barato.»
¿Cuán a menudo nos apartamos del camino que debemos seguir, distrayéndonos detrás de algo, como las drogas, que se nos cruzan por delante? ¿Seguimos nosotros a veces al fácil «conejo» aun cuando la presa grande se encuentra más adelante en el camino?
El problema de las drogas es muy severo en la actualidad, y la Iglesia se encuentra profundamente preocupada. Las familias, los padres y los oficiales de la Iglesia deberían hacer todo lo posible para evitar el peligro de estas maldades.
El desarrollo del uso de las drogas casi ha creado una sub-sociedad dentro de la sociedad mundial. La gente, tanto los jóvenes como los maduros, que forman parte de los adictos a las drogas, tienden a adoptar vestidos poco comunes, raros estilos de cabello y otros amaneramientos tendientes a apartarlos del resto de la sociedad. Pero a menos que adopten actitudes ofensivas o imposibles de aceptar, sólo les haremos daño si los rechazamos de nuestras reuniones y de la Iglesia en general. Es de esperar que evitemos caer en el error de crear una excesiva publicidad a los de comportamiento erróneo, a expensas de la mayoría que vive vidas virtuosas.
Al mismo tiempo, no debemos reaccionar con pánico hacia algo que sólo es un síntoma de una enfermedad grave. En realidad, existen indicaciones bien claras de que hemos saturado a la juventud tanto de afuera como de la misma Iglesia, con informaciones sobre drogas. Sin haber tenido la intención, les hemos enseñado cómo y dónde obtenerlas, a través de nuestras masivas campañas.
La Iglesia reconoce y apoya los esfuerzos que, tanto la gente de buena reputación como diversas organizaciones, están llevando a cabo para combatir el problema de las drogas. Los obispos así como otros directores del sacerdocio, deberían ayudar a los enviciados a encontrar medios para curarse y rehabilitarse.
Cuando la gente se involucra con drogas, nosotros debemos ayudarles a fortalecer sus hogares y su vida personal por medio de una cálida y cariñosa reeducación fundamentada en los principios básicos del evangelio. Nuestra juventud necesita ser bien dirigida. Debemos traer a los «perdidos desde dondequiera que se encuentren. Debemos enseñar a los otros a continuar eligiendo lo justo, permaneciendo en los caminos del Señor.
Deseo reiterar que, a pesar de que las drogas constituyen un problema muy serio y mientras la iglesia constituye también un instrumento flexible en las manos del Señor, no debemos distraer nuestra atención de nuestro curso eterno por problemas que, aunque serios, son sólo síntomas de enfermedades mayores.
Las elevadas normas de conducta siempre estarán basadas sobre el amor por lo justo; la iniquidad en cualquiera de sus formas, no conducirá jamás hacia la felicidad. Debemos cuidarnos de aquellos que quieren hacernos creer que no existe cielo, que no existe infierno, y que el único camino hacia la felicidad lo demarcan el conformismo y la conveniencia. Satanás es real y eficaz, y el uso de las drogas constituye una de sus herramientas, y por medio de sus astucias, pretende denigrar al hombre y hacerlo extranjero delante de Dios. No seamos engañados, Dios vive y por El y con El, podemos lograr todas las cosas. No debemos permitirnos mezclarnos ni involucrarnos con el pecado de las drogas o el pecado de contemporizar nuestras normas, sino que debemos aprender a evitar los caminos de Satanás.
Nuestro Padre Celestial se preocupa tanto para que hagamos lo justo, que nos bendecirá con una señal, siempre que pidamos su consejo. ¿Es que no recordamos que el Señor nos ha prometido una manifestación física si tan sólo le pedimos que nos dirija en lo justo? En la novena sección de Doctrinas y Convenios, versículo 8, tenemos la siguiente promesa del Señor:
«Pero, he aquí, te digo que tienes que estudiarla en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, causaré que arda tu pecho dentro de ti; por lo tanto, sentirás que está bien.»
Quiero destacar, que cuando no pedimos la guía del Señor en nuestras decisiones como parte de nuestras vidas diarias, ponemos en juego nuestras bendiciones y nos autojustifícamos para apartarnos del camino seguro.
El Señor ha prometido que Él nos ayudará a lograr la felicidad si nosotros confiamos en El y seguimos su sendero; la vida plena estará a disposición nuestra siempre que confiemos en su fortaleza. Si magnificamos el sacerdocio que poseemos y compartimos nuestros talentos diariamente, Satanás no tendrá poder sobre nosotros y el poder de nuestro Padre Celestial hará que todas las cosas justas nos sean posibles. Ammón, en sus comentarios a su hermano Aarón en el vigésimo sexto capítulo de Alma, versículo 12, destaca el camino de vida que proporciona la seguridad: «Sí, y sé que nada soy; y en cuanto a mi fuerza, soy débil; por tanto, no me jactaré de mí mismo sino me gloriaré en mi Dios, porque con su poder puedo hacer todas las cosas;. . . por lo que alabaremos su nombre para siempre jamás.» Todo lo que necesitamos hacer para disfrutar de la vida feliz y eterna, es vivirla de acuerdo con el evangelio de Jesucristo.
Después de una de nuestras recientes sesiones de la Conferencia General, una madre preocupada se aproximó a mí y me dijo: «Necesito saber qué es lo que significa la declaración: ‘Ningún éxito puede compensar el fracaso en el hogar. » (Declaración hecha por el presidente David O. McKay) Sabiendo algo acerca de los problemas que esta amiga mía cargaba sobre sus hombros y su corazón como consecuencia de una hija rebelde y descarriada, compartí la siguiente explicación con ella: «Creo que comenzamos a fracasar en el hogar cuando nos damos por vencidos el uno para con el otro. No creo que hayamos fallado hasta que abandonamos los esfuerzos. Mientras permanezcamos trabajando y esforzándonos diligentemente, con amor, paciencia y longanimidad, a pesar de las dificultades o de la aparente falta de progreso, no seremos clasificados como fracasos en el hogar. Sólo comenzamos a fallar cuando nos damos por vencidos con un hijo, hija, madre o padre.»
Hace algunos días tuve a mi cargo la agradable asignación de visitar a uno de nuestros amigos lamanitas en Supai, al pie del Gran Cañón del Colorado, en Arizona. Mientras me encontraba en los senderos del cañón, tuve la oportunidad de conversar con algunos jóvenes de estilo hippie, quienes habían viajado a esa apartada zona en busca de la soledad que, según ellos, necesitan. Las drogas y el deseo básico de escapar de todos y de todo, de acuerdo con lo que ellos mismos admitieron, los impulsaron a ir a ese lugar y los impulsará a ir a otros lugares cuando éste en especial se convierta en rutinario. «Nadie se preocupa por nosotros, y francamente, a nosotros no nos importa el ‘establecimiento'» fue el mensaje que me dejaron; sin embargo, os puedo asegurar que éstas no fueron las exactas palabras que usaron. Como le dije a uno de esos jóvenes, y comparto este mismo pensamiento con nuestros otros amigos que en la actualidad se encuentran involucrados en el hábito de las drogas, «con tanta seguridad como que tú puedes salir de este Gran Cañón en el término de tres o cuatro horas, con todas tus posesiones mundanas a la espalda, del mismo modo podrías dejar el hábito de las drogas. Muchos de nosotros nos preocupamos por ustedes y nos gustaría ayudarles a volver a tomar la senda hacia la carretera principal.»
A nuestros jóvenes amigos y los aturdidos padres atrapados en el vicio de las drogas con todas sus repercusiones, les declaramos que hay un camino por el cual se puede regresar. Podéis lograrlo, y hay esperanzas. Os dejo mi testimonio de que el amor por lo justo os proveerá la fuerza necesaria de nuestro Padre Celestial y su protección. En sus senderos encontraremos seguridad. Ruego que tengamos el deseo en nuestro corazón, de buscar sinceramente los caminos que nos guarden seguramente de iniquidades tales como las drogas, mediante el honrado cumplimiento de los mandamientos del Señor.
Al unificar nuestras fuerzas para trabajar en favor de la juventud, combatiendo y evitando todas las tentaciones que hay en la actualidad, recordemos: «. . . todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Santiago 1: 19-20).’
Ruego que nuestro Padre Celestial nos ayude a enseñar y a amar aquello que es justo, en el nombre de Jesucristo. Amén.

























Excelente mensaje me ayudo mucho para reflexionar sobre las personas que desvian su camino ahora comprendo cuan importante es la ayuda de la familia. ahora maS QUE NUNCA SE QUE ESTOY EN LA IGLESIA VERDADERA
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