El maestro del evangelio y su mensaje

EL MAESTRO DEL EVANGELIO Y SU MENSAJE
Presidente Ezra Taft Benson
Discurso a los Educadores Religiosos 17 Septiembre de 1976

En la tarde del 17 de septiembre de 1976, el presidente Ezra Taft Benson del Consejo de los Doce entrego el siguiente mensaje a los educadores religiosos de tiempo completo del Sistema Educativo de la Iglesia en el Departamento de Seminarios e Institutos de Religión en la Universidad de Brigham Young y en el Ricks College. Contando, con la asistencia de sus esposas. Este impresionante discurso fue presentado a una audiencia que colmaba en su capacidad el Hall de Asambleas de la Manzana del Templo y por línea directa a grupos de facultativos y sus esposas en otras veintiuna localidades en varias áreas de los Estados Unidos. Existen actualmente más de 300,000 alumnos inscritos en los programas de educación religiosa del Sistema Educativo de la Iglesia, y se estima que aproximadamente un 90% de los educadores religiosos de tiempo completo fueron cubiertos al escuchar directamente al presidente Benson como resultado de esta expansión en línea directa. Jeffrey R. Holland, Comisionado del Sistema Educativo de la Iglesia, presentó también algunos comentarios e introdujo al presidente Benson con el grupo.

El discurso del presidente Benson es el segundo de su tipo presentado a un grupo combinado similar de educadores religiosos. El Presidente Spencer W. Kimball entregó el primero en septiembre de 1975. Esta versión impresa del impactante mensaje’ se produce con el deseo sincero de que una audiencia aún mayor pueda recibir el excelente consejo que puede ser de tan gran valor a las facultades y estudiantes por igual a través de la totalidad del Sistema Educativo de la Iglesia. Como educadores religiosos sería buen consejo el que leyéramos y recordáramos regularmente el consejo contenido en las siguientes páginas Con los más afectuosos saludos
Joe J. Christensen
Comisionado Asociado de Educación Religiosa

Ezra Taft BensonMis hermanos y hermanas:

Es para mí un honor y un privilegio estar con Uds. esta tarde. Les estoy sumamente agradecido por la invitación. Deseo felicitar a Uds. y sus líderes por el excelente trabajo general que están cumpliendo al inculcar la fe y el testimonio en las vidas de nuestros jóvenes y señoritas.

Estoy seguro que aprecian el hecho de haber recibido la custodia de algunos de los espíritus más escogidos de todos los tiempos. Eso lo recalco. Estos no son espíritus comunes, pues entre ellos están algunos de los más especiales que han venido del cielo. Estos son aquellos que fueron reservados para venir en este tiempo para llevar triunfalmente el reino. Como miembro de la Mesa Educativa de la Iglesia, me he sentido halagado por el progreso que nuestro Sistema Educativo de la Iglesia ha hecho en las últimas décadas. Puedo recordar, con algunos de Uds., cuando el programa de Seminarios e Institutos estaba en su mayor parte confinado a algunos estados occidentales de los Estados Unidos, a partes de Canadá y a algunas áreas de México. Desde el año 1971 hemos presenciado una rápida internalización de nuestro programa de educación religiosa. Sus líderes han sido fieles al mandato de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce en el sentido de que el programa de seminarios e institutos siguiera el desarrollo de la Iglesia. En igual manera estamos halagados con la expansión del programa de educación religiosa en la Universidad de Brigham Young y en el Ricks College.

Como Uds. sin duda aprecian, este compromiso con la educación religiosa de nuestra juventud representa un gasto considerable de los diezmos de la Iglesia. También representa nuestra confianza en Uds. – una confianza sagrada.

Esta tarde deseo hablar del tema «El maestro del evangelio y su mensaje.” Al hacerlo no solo roe refiero al maestro que ocupa algún tiempo en la sala de clases, sino que además me dirijo a vuestros cónyuges, pues Uds. son un equipo pedagógico. A menos que Uds. y su cónyuge estén unidos en propósito, dedicación y lealtad, no van a tener el éxito que de otra manera tendrían o podrían tener.

Todo lo que tengo para decirles esta noche podría expresarse con mis propias palabras, pero deseo hacer algo más que hablar con mi propia autoridad. Deseo que entiendan lo que el Señor dijo respecto a vuestra misión y deseo apoyar el consejo de aquellos, mis hermanos, que han hablado con Uds. antes; por lo tanto citare libremente de las escrituras y de lo que algunos hermanos han dicho en mensajes previos a Uds.

Rara vez cito un texto en mis comentarios, pero me siento impulsado a hacerlo así esta noche. El texto ha sido tomado de la carta del apóstol Pablo a los santos en Corinto. En su tratado el apóstol no sólo declaró el propósito de su ministerio, sino que definió en un sentido amplio un cargo aplicable a cada maestro de religión en estos días en el reino.

«…vengo ante Uds. no con excelencia de expresión o de sabiduría, declarándoles el testimonio de Dios

Pues determiné no saber nada de entre Uds. salvo Jesucristo y El crucificado.

Y estuve con Uds. en debilidad, y en temor y mucho temblor Y mi palabra y mi predica no tenían la persuasión de las palabras de sabiduría de los hombres, sino que en demostración del Espíritu y de poder. Para que vuestra fe no se sostenga en la sabiduría de los hombres, sino que en el poder de Dios. (1 Corintios 2: 1-5.)

Con este, como un tema, para mis comentarios, quisiera ahora Ilustrar su aplicabilidad al maestro en el Sistema Educativo de la Iglesia hoy día

PREPARAOS ESPIRITUALMENTE

Vuestra primera responsabilidad como maestro del evangelio es prepararse espiritualmente. Todos Uds., fueron entrevistados por una Autoridad General cuando solicitaron empleo en el Sistema Educacional de la Iglesia. Presumo que a la mayoría de Uds. se les pregunto si poseían un testimonio -ese testigo personal- del llamamiento de José Smith y de la divinidad de Jesucristo. En las palabras del fallecido presidente Rebuén Clark, este es «el primer requisito de un maestro para enseñar (el evangelio)…. Ningún maestro que no tenga un real testimonio… de que Jesús es el Hijo y el Mesías y de la divina misión de José Smith – incluyendo en toda su realidad la Primera Visión – tiene nada que hacer en el sistema escolar de la Iglesia.» («El curso graficado de la Iglesia en la Educación,» Discurso al personal de Seminarios e Institutos, Aspen Grove, Agosto 8, 1938, pág. 7.) Presumimos que todos Uds. sin cualquiera duda, tiene tal testimonio; de otra manera, están corriendo con colores falsos y su enseñanza es fingida, una pretensión.

«La mera posesión de un testimonio,» declaró el presidente Clark, «no es suficiente.» Deben tener fuera de esto… coraje moral. Pues en la ausencia del coraje moral para declarar su testimonio, este llegará a los estudiantes tan sólo después de haberse diluido en gran manera, lo que hará imposible que ellos lo detecten…»

Todo esto es lo que asumimos que Uds. hacen en la ejecución de su misión; sin embargo, esto representa solamente un requisito básico. Yendo más allá, y parafraseando al Maestro de maestros, les diríamos a Uds., «¡Maestro, cúrate a ti mismo!» o, como Él dijo en otra ocasión a su apóstol principal, «Cuando te hayas convertido, fortalece a tus hermanos.» (Lucas 22: 32.) La conversión a Jesucristo y su evangelio es más que tener un testimonio; significa ser sanado espiritualmente. Usando las palabras de Pablo, es participar del «poder de Dios.» Un ejemplo muy digno de encomio de este proceso se halla en el Libro de Mormón en la historia de Enos. Uds. ya conocen la historia como para tener que repetírselas. No más deseo llamarles la atención a estos versículos. Enos testificó: «Os diré de la lucha que tuve ante Dios antes de recibir una remisión de mis pecados.» Enos 2.

Más adelante nos clarificó en que consistió la lucha que tuvo con Dios. Noten el fervor en su petición: «Mi alma tuvo hambre… me arrodille ante mi Creador… clame en ferviente oración y suplica por mi propia alma… clame a Él durante todo el día…» Enos 4.

Entonces Enos testifica: «Vino a mí una voz, diciendo: Enos, tus pecados te son perdonados, y has de ser bendecido… por lo tanto, my culpa fue barrida.» Enos 5,6. Cuando el preguntó al Señor como había ocurrido esto, el Señor le respondió: » A causa de tu fe en Cristo… tu fe te ha sanado.» Enos 8. Enos fue sanado espiritualmente. Por medio de sus poderosas suplicas a Dios, experimentó lo que los fieles de cualquier dispensación pueden, y deben experimentar si han de ver a Dios.-

Este proceso de obtener la remisión de nuestros pecados está más bosquejado en otro episodio significativo del Libro de Mormón.

Esto fue el resultado poderoso discurso del rey Benjamín acerca de Jesucristo, su calidad divina de Hijo y su sacrificio expiatorio. Siguiendo este mensaje, se nos dice como los santos de la época del rey Benjamín recibieron una remisión de sus pecados

PRIMERO: «Se contemplaron en su propio estado carnal (mundano)…»

LUEGO: «Y todos gritaron a una voz, diciendo: O ten misericordia y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos perdón de nuestros pecados y puedan purificarse nuestros corazones…»

FINALMENTE: «Luego que hubieron dicho estas palabras el Espíritu del Señor vino sobre ellos y se llenaron de gozo, habiendo recibió una remisión de sus pecados, y teniendo la conciencia en paz, a causa de la extremada fe que habían tenido en Jesucristo…» (Mosíah 4: 2-3.)

Esta es la manera en que los santos en todos los tiempos han llegado a convertirse, o, usando las palabras del Libro de Mormón, » habiendo cambiado de su estado carnal y caído, a un estado de justicia, siendo redimidos de Dios, habiendo llegado a ser hijos e hijas de Dios y así llegan a ser nuevas criaturas…» (Mosíah 27: 25-26.) Esto es lo que se quiere decir al participar del «poder de Dios.» Uds. maestros, Uds. que han de enseñar el poder de este evangelio- les pregunto, ¿han nacido espiritualmente de Dios? ¿Han recibido en sus rostros su imagen? ¿Han experimentado este poderoso cambio en sus corazones?» (Alma 5:14.)

Una medida de este cambio en el corazón es el que ocurre en los motivos y deseos del maestro del evangelio. Enos testifico que él «empezó a sentir un anhelo por la prosperidad de mis hermanos.» (Enos 9.) Alma, que también experimento este poderoso cambio, dijo: «He obrado sin cesar, para traer las abrías al arrepentimiento; para hacerles gustar del gozo increíble que yo había probado…» (Alma 36: 24.)

Que sus motivos sean igualmente puros. Que el bienestar de sus alumnos sea el motivo primario de su enseñanza. Puedan convertirse de tal manera que puedan fortalecer a sus alumnos.

Más antes que fortalezcan a sus alumnos, es esencial que estudien las doctrinas del reino y aprendan el evangelio por medio de la fe y el estudio. Estudiar por fe es buscar entendimiento y el Espíritu del Señor por medio de la oración de la fe. Entonces tendrán poder para convencer a sus alumnos. Esto no es tan solo un buen consejo; es un mandamiento del Señor. Escuchen Su voz:

«Os doy el mandamiento que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino. Enseñand diligentemente y mi gracia os asistirá… (D. y C. 88: 77-8.)

«…atesorad continuamente en vuestras mentes las palabras de vida y se os impartirá en la misma hora la porción que sea necesaria para cada hombre.» (D. y C. 84: 85.)

«…buscad conocimiento tanto por el estudio como por la fe.» (D. y C. 88: 118.)

“…(Enseñad) ninguna otra cosa que lo que los profetas y apóstoles han escrito, y lo que te enseña el Consolador a través de la oración y la fe,» (D. y C. 52; 9.)

«Seos dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu ni enseñareis,» (D. y C. 42: 14.)

«No busquéis declarar mi palabra sin antes obtenerlas, y entonces será desatada tu lengua y si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres.-» (D. y C. 11: 21.)

La secuencia para poseer el poder de Dios en su enseñanza es el de buscar primeramente obtener la palabra; luego viene el Espíritu y el entendimiento, y finalmente el poder para convencer. Sí, como nuestros profetas vivientes nos han instruido, «Hay bendiciones que vienen a nosotros cuando nos sumergimos en las escrituras. La distancia entre nosotros y nuestro Padre Celestial disminuye. Nuestra espiritualidad brilla más intensamente.» (Spencer W. Kimball, «Hombres de Ejemplo,» Discurso a los educadores religiosos en el Hall de Asambleas, Septiembre 12, 1975, pág. 2.)

Siempre recuerden que no hay un substituto satisfactorio de las escrituras y la palabra de los profetas vivientes. Estas han de ser sus fuentes originales. Lea y medite lo que el Señor ha dicho, y no se preocupe acerca de lo que otros han dicho concerniente a lo que el Señor ha dicho.

Espero que cada mañana antes que abandonen sus hogares se arrodillen ante el Señor en secreto así como en sus oraciones familiares. Espero también que antes que vayan a sus salas de clases soliciten ser guiados por el Espíritu. La parte más importante de su preparación pedagógica es que sean guiados por e1 Espíritu.

Enseñad solamente el evangelio de Jesucristo

Una segunda responsabilidad que les enumero es que enseñen solamente el evangelio de Jesucristo. Este también es un mandamiento del Señor, pues Él ha dicho: «los maestros, de esta iglesia han de enseñar los principios de mi evangelio, que están en la Biblia y en el Libro de Mormón, en los cuales está la plenitud del evangelio.» (D. y C. 42: 12.)

El Salvador ha definido claramente lo que quiere decir cuando habla de enseñar «mi evangelio»

«…este es el evangelio que os he dado.

  • Pues vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, pues mi Padre me envió.
  • Mi Padre me envió para ser levantado en 1a cruz
  • …luego que hubiese sido levantado en la cruz pudiese atraer todos los hombres a mí para que así como fui levantado por los hombres así ellos sean levantados por el Padre; para ponerse de pie ante mí, para ser juzgados por sus obras, sean buenas o malas. Y es por esta causa que he sido levantado.
  • …el que se arrepienta y se bautice en mi nombre será pleno y si persevera hasta el fin, he aquí, yo lo tendré por inocente ante mi Padre en aquel día en que juzgaré al mundo.
  • Nada impuro puede entrar en su reino; por lo tanto nadie puede descansar, excepto aquellos que han lavados sus vestiduras en mi sangre, a causa de su fe y el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin. Este es el mandamiento ahora: Arrepentíos, confines de la tierra y venid a mí y sed bautizados en mí .nombre, para que estéis sin mancha ante mí en el último día. En verdad os digo, este es mi evangelio… » (3 Nefi 27: 13-16, 19-21. Parafraseo alterado.)
  • «…el que construya sobre esto construye sobre mi roca, y las puertas del infierno no han de prevalecer en contra de ellos,

Y aquel que declare más o menos que esto y lo establece como mi doctrina, el mismo viene del diablo y no está edificado sobre irá roca…» (3 Nefi 11:39,40.)

Esto es lo que se quiere decir al enseñar el evangelio. Esto es lo que consistentemente se les ha instruido enseñar en el Sistema Educativo de la Iglesia

Cuando enseñamos el evangelio por el poder de su Espíritu, nosotros, como su Iglesia, tenemos esta promesa:

«Si la Iglesia esta edificada sobre mi evangelio entonces la voluntad del Padre mostrará sus propias obras en ella.

Más si no está construida sobre mi evangelio, y esta edificada sobre las obras de los hombres o sobre las obras del maligno, en verdad os digo que se regocijan en sus obras por una temporada pero y de aquí a un poco tiempo vendrá el fin…» (3 Nefi 27: 10-11.)

En 1938 el presidente J. Reuben Clark, Jr. hablando por la Primera Presidencia, les dio una comisión en un discurso titulado «El curso graficado de la Iglesia en la Educación.» Todos Uds. debieran tener una copia de este discurso y leerlo al menos al comienzo de cada año escolar. Les cito una declaración de su discurso:

» …su único y esencial deber es enseñar el evangelio del Señor Jesucristo… han de enseñar este evangelio empleando como fuentes y autoridades los Libros Canónicos de la Iglesia, y las palabras de aquellos a quienes Dios a llamado para guiar a su pueblo en estos últimos días. No han de inmiscuir en su trabajo su propia filosofía particular, sin importar su fuente o según cuan agradable o racional les pueda parecer a Uds…. No han de cambiar las doctrinas de la Iglesia o modificarlas, de la forma en que están declaradas en los Libros Canónicos de la Iglesia y por aquellos cuya autoridad es declarar la voluntad y deseo del Señor a la Iglesia…

No han de enseñar las filosofías del mundo… Su único campo es el evangelio…» (Clark, «Curso graficado,» pág. 9.)

Este consejo no ha variado a través de los años. Su aplicabilidad es aún mayor hoy en día, pues el programa de educación religiosa se ha expandido y las cantidades de maestros han aumentado.

Más recientemente el presidente Harold B. Lee renovó esta comisión en estas palabras: «Han de enseñar las antiguas doctrinas, no en forma tan simple que solamente entiendan, mas »Han de enseñar las doctrinas de la iglesia tan sencillamente como para que nadie malentienda.» («Lealtad,» discurso al personal de Seminarios e Institutos, 8 julio 1966, pág. 9.) AL permanecer en las doctrinas fundamentales y principios del evangelio, adhiriéndose a los libros canónicos, las palabras de la Primera Presidencia y los cursos delineados por el Sistema Educativo de la Iglesia para estudio, buscando la guía del Espíritu, no han de tener problemas siguiendo este consejo.

Creo que la mayoría, sino todos los maestros han de estar de acuerdo con este consejo. Un problema ocurre en ocasiones cuando, en la búsqueda de grados más altos, uno llega a estar tan imbuido con la terminología y metodología de una disciplina secular que, casi sin darse cuenta, se compromete el mensaje del evangelio. Los principios sencillos del evangelio, no las disciplinas de los hombres, han de siempre ser las bases de la verdad.

Cuando un maestro siente que ha de mezclar la sofisticación y erudición del mundo a los principios simples del evangelio o a la historia de nuestra Iglesia para que así su mensaje tenga más atractivo y más respetabilidad ante los académicamente sabios, ha comprometido su mensaje. Casi nunca impresionamos a la gente por estos medios y casi nunca se convierten al evangelio. Esto también se aplica a sus alumnos. Les animamos a obtener mayores títulos y a ampliar su educación; pero no olvidemos que un descontento con el evangelio y la Iglesia del Señor ha surgido en el pasado al Intentar reconciliar el evangelio puro con las filosofías seculares de los hombres.

La cristiandad nominal fuera de la iglesia restaurada es una evidencia que la mezcla entre la filosofía, del mundo y la verdad revelada lleva a la impotencia. En igual manera, Uds. maestros no han de tener poder si intentan hacer lo mismo en sus ocupaciones educacionales y la enseñanza en las aulas.

Algunas veces los principios del evangelio están escritos con tal erudición que es difícil distinguirlas. La fraseología del mundo y sus autoridades reemplazan las escrituras y los profetas. Uds. que son maestros de institutos deben estar especial­mente consientes de esto en cursos tales como Cortejo y Matrimonio, y al dar consejo respecto a la crianza de los niños. Tengan cuidado de mezclar la educación que el mundo les ha dado con los cursos del evangelio que Uds. enseñan, no sea que vayan a ser culpables de diluir el evangelio puro de Jesucristo y terminen enseñando las filosofías de los hombres mezcladas con unas cuantas escrituras.

El consejo del presidente Clark en esta materia es simple. «No necesitan disfrazar las verdades religiosas con la capa de las cosas del mundo…» (Curso graficado,» pág. 9.)

Hemos de adoptar la misma actitud del Profeta José Smith: «No importa si el principio (del evangelio) es popular o no, siempre he de mantener un principio verdadero, aún si tengo que hacerlo solo.» (HC 6: 223.)

En otra ocasión dijo: «Es nuestro deber concentrar toda nuestra influencia en hacer popular aquello que es puro y bueno e impopular aquello que es impuro.» (HC 5: 286.)

En otras situaciones algunos maestros han sentido que debían exponer algún nuevo ángulo de una doctrina, o revelar experiencias sagradas personales íntimas o sensacionales de sus propias vidas, o supuestamente de la vida de las Autoridades para ganar popularidad con sus estudiantes. No se les ha empleado para entretener a sus alumnos o para dramatizar indebidamente su mensaje. En las palabras del Presidente Kimball, Uds. no han de exponer una espectacular, extraña e incitante novedad» en su enseñanza. (Las ordenanzas del evangelio.» Discurso al personal de seminarios e institutos, 8 Junio 1962, pág.3)

Algunos de nuestros maestros han dicho, «¿Puedo ver como el consejo de enseñar el evangelio de Jesucristo es aplicable a los temas del evangelio, pero qué hay respecto a temas tales como historia de la Iglesia que tiene que ver con hechos?» Respondería esto, diciendo que los hechos no han de ser enseñados tan solo como hechos; han de enseñarse para aumentar nuestra fe en el evangelio, para edificar un testimonio.

La clave para enseñar historia de la Iglesia fue dada por el Señor» en su prefacio a las doctrinas y convenios, en la primera sección: «Yo el Señor, sabiendo de las calamidades que habrían de venir sobre los habitantes de la tierra llame a mi siervo José Smith, hijo, y le hablé desde los cielos y le di mandamientos…» Ahora, noten el propósito de estas revelaciones:

Tara que cada hombre pueda hablar en el nombre de Dios el Señor, aún el Salvador del mundo;

«Para que la fe pueda aumentar en la tierra.» (D. y C. 1:17,20,21.)

Su propósito es aumentar el testimonio y la fe en sus alumnos. Si Uds. se preguntan cómo se hace estos estudien cuidadosamente el Libro de Mormón para ver como lo hizo Mormón con sus pasajes de «y así vemos.» Un cuidadoso estudio de La vida de Heber C. Kimball de Orson F. Whitney o La vida de Wilford Woodruff de Mathias Cowley demostrarán como uno enseña hechos y saca grandes lecciones de fe de allí. Quisiera sentir que todos mis nietos son edificados, fortalecidos e inspirados como resultado de sus clases.

Quisiera decir nuevamente algo que dije antes en este año en el devocional de asamblea de la universidad de Brigam Young en lo que se refiere a la historia de la

Iglesia. Dije entonces: «Han habido y continúan habiendo intentos de traer ‘una filosofía (humanista) a nuestra historia de la Iglesia… el énfasis está en la subestimación de la revelación y la intervención de Dios en eventos de importancia y la de humanizar desordenadamente a los profetas de Dios para que sus debilidades humanas sean más evidentes que sus cualidades espirituales.» (Charla fogonera Doce. Estacas -Universidad de Erigham Young – Marzo 28, 1976.)

Queremos advertirles maestros de esta tendencia, que parece ser un esfuerzo por reinterpretar la historia de la Iglesia para que sea más racionalmente interesante al mundo. Nunca hemos de olvidar que la nuestra es una historia profética… Nuestros estudiantes deben entender esta historia profética, pero esto solamente puede hacerse con maestros que posean de sí el espíritu de profecía y de revelación.

Hemos tenido en ocasiones uno o dos maestros que cuestionan esta posición con este desafío: «¿Cuando y donde podemos empezar a contarles nuestra verdadera historia?» Se infiere en tal pregunta la acusación de que la Iglesia no ha estado enseñando la verdad. Unos pocos maestros (y enfatizo la palabra pocas) se han deleitado en sacar a luz hechos supuestos de ciertos líderes de la Iglesia para exponer sus debilidades. En vista de los convenios hechos en santos lugares no tendría tal temeridad.

Les recuerdo nuevamente que su único deber es el de enseñar el evangelio. No han de «entremeter en su obra su propia filosofía particular, no importa cuál sea su fuente, o cuan agradables o racionales le puedan parecer.» (Clark, «Curso graficado,» pág. 9.) Su enseñanza no ha de ser las «seductoras palabras de la sabiduría de los hombres, sino que una demostración del Espíritu y de poder: Para que su fe (y la fe de sus alumnos) no se base en la sabiduría de los hombres, sino que el poder de Dios.» (1 Corintios 2: 4,5.)

Permítanme ofrecerles una palabra acerca de escribir libros o artículos. Algunos de Uds. han deseado escribir, y no estamos en contra de eso. A causa de problemas con algunos escritos de algunos de nuestros maestros es necesario darles algunas cautas palabras de advertencia. La interpretación doctrinal es jurisdicción exclusiva de la Primera Presidencia. El Señor les ha dado tal mayordomía por revelación. Ningún maestro tiene derecho a interpretar doctrina para los miembros de la Iglesia.

Si los miembros de la Iglesia recordaran eso podríamos habernos evitado una cantidad de libros que han preocupado a alguna de nuestra gente.

La misma cautela ha de observarse al interpretar historia de la Iglesia. ¿Se les ha ocurrido que uno puede interpretar doctrina cuando él o ella tratan de explicar ciertos eventos de la historia de la Iglesia? Sugerir, por ejemplo, de que la Palabra de Sabiduría sea un resultado de un movimiento de temperancia en América y que José Smith selecciono ciertas prohibiciones y características dietéticas de ese movimiento y los presento al Señor para, su confirmación es también pronunciar una explicación contradictoria a la dada por Brigham Young. (Ver Journal of Discouses, 12:158.)

Esperamos que si sienten que han escribir para revistas especializadas siempre defendan la fe. Eviten expresiones y terminología que ofenda a las Autoridades y miembros de la Iglesia. Me refiero a expresiones tales como «alego» cuando un presidente de la Iglesia describe una revelación o manifestación; u otras expresiones tales como «sistemas experimentales» y «vida comunitaria» al describir revelaciones sagradas concernientes a la Orden Unida y la Ley de Consagración. Una revelación de Dios no es un experimento. El Señor ya ha hecho la investigación. Las revelaciones de Dios no están basadas en las teorías o filosofías de los hombres, sin importar su conocimiento de las cosas del mundo.

A causa de muchas interpretaciones erróneas entre nuestra gente respecto al Orden Unido, el presidente J. Reuben Clark Jr., se dirigió al sacerdocio en 1942 sobre este tema. En sus comentarios enfatizó los siguientes puntos:

«El principio fundamental de este sistema fue el dominio privado de la propiedad. Cada hombre poseía su porción, o herencia, o mayordomía con un título absoluto, que podía alienar, hipotecar o tratar de cualquier manera como si fuera propia.

La Iglesia no poseyó toda la propiedad, y la vida bajo la Orden Unida no fue una vida comunal, como el Profeta José Smith mismo dijo: (Historia de la Iglesia, Volumen III, pág. 28.) La Orden Unida no es un sistema individualista, ni tampoco un sistema comunal…»

«La Iglesia nunca fue, y bajo los mandamientos existentes, nunca será una sociedad comunal, bajo las direcciones hasta aquí dadas por el Señor. La Orden Unida no fue comunal ni comunista. Era completa e intensamente individualista.» «La Orden Unida y la Ley de Consagración como está expuesta en las revelaciones del Señor.» Reimpreso de la sección de Noticias de la Iglesia del Deseret News, pág. 26-7. El sugerir que la ley de consagración y mayordomía fue un sistema comunal es asumir una posición opuesta a la de un miembro de la Primera Presidencia.

Más aún, quisiera amonestarles a evitar usar etiquetas que desprecian el llamamiento de los profetas de esta dispensación, tales como el de clasificarles entre los así llamados «primitivistas»

Ahora, en otro asunto relacionado, ha llegado a nuestra atención el hecho de que algunos maestros, particularmente en nuestros programas universitarios, están adquiriendo escritos de algunos apostatas reconocidos, o de otras fuentes liberales, en un esfuerzo por informarse acerca de ciertos puntos de vista o para beneficiarse de sus investigaciones. Deben darse cuenta que cuando compran sus escritos o se subscriben a sus revistas les están ayudando a sostener su causa. Esperamos que sus escritos no estén en los seminarios e institutos o en sus bibliotecas particulares. Les estamos confiando la representación del Señor y la Primera Presidencia ante sus alumnos, y no las opiniones de los detractores de la Iglesia.

Vivan lo que enseñan

En tercer y último lugar, tienen la responsabilidad de vivir lo que enseñan. Que el mensaje que declaran a sus alumnos sea consistente con sus vidas. La mayoría de Uds. han entregado ejemplos encomiables y poderosos de lo que la vida y el hogar de un Santo de los Últimos Días debe ser. Muchos alumnos han tomado decisiones correctas a causa de los ejemplos de sus maestros de seminarios e institutos. «¡Deseo ser como ellos!» es una expresión que se escucha a menudo refiriéndose a Uds.- como la pareja de marido y mujer que son. Pensamos que merecen esas expresiones bien y les felicitamos por los ejemplos que dan.

Nos complace que en adición a su enseñanza, tantos de Uds. poseen cargos de responsabilidad dentro de la Iglesia. Les felicitamos por ello, pues tienen la obligación de hacer más en la Iglesia que lo que su vocación requiere. La misión de la Iglesia nunca ha variado.

Y es de que » procuremos establecer y exponer la causa de Sión.» (D. y C. 6:6.) Al buscar lograr esto en sus llamamientos profesionales y de servicio tendrán más del Espíritu con Uds.

Esperamos que haya una relación excelente entre Uds. como esposos. Esperamos que en sus hogares haya el espíritu de paz y amor del Salvador y que sea evidente para aquellos que llegan a sus hogares. En sus hogares no ha de existir argumentos ni fricción.

El viernes pasado, celebramos con nuestros hijos los primeros cincuenta años de nuestra compañía eterna. Se lo que es disfrutar de las invalorables bendiciones de una dulce compañía, sostenida por un amor diario, devoción, lealtad, unidad sin un murmullo de sus labios. Sí, se lo que es ser el mayor de once hermanos a crecer en un hogar donde nunca escuche palabras airadas entre el padre y la madre.

Me impresiono el tributo del élder Theodore Tuttle al élder Boyd K. Packer y su esposa en el prefacio al excelente libro de este último, Enseñad diligentemente, Hablando de la esposa del élder Packer, el élder Tutle escribió:

«Ella es su novia, su amiga y su firme apoyo. A causa de ella, él puede decir con total honradez, sé de familias donde los padres pueden vivir juntos enamorados sin una sola discusión por treinta y más años.» (Prefacio, pág. ix.)

Aun cuando el élder Packer es ahora uno de los Doce, fue una vez un maestro de seminarios; luego fue un administrador del Sistema Educacional de la Iglesia. El y su esposa vivieron ese ejemplo como lo hacen en la actualidad.

El ejemplo de su hogar puede ser una influencia más poderosa que la que Uds. logren darse cuenta. Hace años atrás, mientras estaba en la capital federal en Washington, un prominente abogado constitucional, John D. Miller, paso una tarde en nuestro hogar. Luego de conversar un rato en la sala de estar, la hermana Benson y nuestras hijas, que habían estado preparando la cena, anunciaron que estaba lista. Fuimos luego al comedor, y los niños empezaron a preparar las sillas para la oración familiar. Así se lo dije al juez Miller, «Juez, es costumbre en nuestro hogar tener una oración familiar, una diaria reunión devocional, en la mañana y en la tarde. ¿Le gustaría participar?» Él dijo, «Sí, me gustaría.» Observo para ver lo que harían los niños y luego se arrodillo en su silla. Le pedimos a nuestra hija mayor, que entonces probablemente tenía ocho o nueve años de edad, que dijera la oración. Ahora es madre de cinco niños, y es esposa de un presidente de estaca.

Barbará ofreció una dulce y maravillosa oración, igual a la que ofrecerían sus hijas, y luego añadió «…y, Padre Celestial, bendice al juez Miller para que disfrute su visita con nosotros y regrese sin novedad a su hotel.» Eso fue todo.

Llevamos al juez a su hotel. No se dijo nada del incidente. Casi seis meses más tarde, este hombre fue el anfitrión de veinticinco o treinta líderes del campo de la agricultura, labores, industria, negocios, etc. en su residencia de invierno en Florida. Luego de la cena, conversaban en una sala de estar acerca de los problemas que encaraba la nación y, como ocurre a menudo (más a menudo que lo que cap­tamos) el tema se volvió hacia cosas del Espíritu, hacia la religión. Y entonces John D. Miller, un estupendo caballero cristiano, no miembro de la Iglesia, narró este pequeño incidente que había ocurrido en nuestro hogar, esto tan simple de la oración familiar. Y luego dijo: «Señores, me fui a mi hotel aquella noche sintiendo que no me había elevado a la altura de un padre. Nunca habíamos tenido una reunión de carácter devocional en nuestro hogar con nuestros hijos.» Luego continuo hablando del poder que debía haber en las vidas de niños criados en un hogar donde había espiritualidad

Dejen que sus hogares irradien lo que son y aquella silenciosa influencia tendrá una impresión perdurable en aquellos que les rodean

Ahora déjenme hablarles de varios otros asuntos que se relacionan con sus ejemplos ante los jóvenes

Uds.- como pareja representan a la Primera Presidencia en «todo lo que hace y demuestran. Esperamos que se vistan en forma conservadora y bien presentada La expresión «seguir a las Autoridades Generales» tiene un significado más amplio que el que algunos le aplicarían. No significa tan solo estar de acuerdo con el consejo dado a la Iglesia por las Autoridades Generales, sino que también seguir el ejemplo en apariencia y conducta. Como maestros constantemente necesitan hacerse la pregunta: «¿Cómo quisiera el Salvador que luciera ante los demás?» «¿Cómo quisiera El que actuara?» No han de imitar las modas del mundo en su vestuario o las así llamadas expresiones «de onda». El largo y estilo de sus cabellos ha de estar en conformidad con las normas de la Iglesia. Están en la línea de fuego por así decirlo, impresionando a nuestros jóvenes para que vayan a servir misiones. Ciertamente han de darles un ejemplo de lo que esperamos que nuestros futuros misioneros obedezcan.

A causa de sus ejemplos e influencia entre los jóvenes, estos han de venir a Uds. de tiempo en tiempo pidiendo consejo respecto a problemas personales. Quiero urgirles a que desarrollen una estrecha relación con sus líderes eclesiásticos, para que cuando vengan a Uds., les puedan llevar hasta donde sus obispos. Esto permite que los problemas sean tratados a la manera del Señor. Nunca han de interponerse entre el alumno y su propio obispo.

Ahora les hablare mencionando su responsabilidad respecto a su solvencia financiera. Deben hacer todo lo que este dentro de su capacidad para librarse de deudas y permanecer solvente. Me doy cuenta que necesitan créditos para comprar sus hogares o posiblemente mejorar su educación y algunas veces necesitan crédito para obtener movilización; pero fuera de estas cosas, deben pagar a medida que adquieren las cosas. No podrán comprar de una vez todas las cosas que desean. Aprendan a posponer esas adquisiciones hasta que puedan pagar al contado. Nunca debe haber ninguna pregunta acerca de la honradez e integridad de cualquiera de nuestros maestros. Paguen sus deudas a tiempo. No hay ninguna excusa para ningún maestro en este programa que tenga mala reputación porque no paga sus deudas.

Cada uno de Uds. ha de pagar un diezmo honrado. Tal es una condición de su empleo. Han de entregar un honrado día de trabajo por su sueldo. Esto significa que han de estar en su trabajo en las horas normales de trabajo, aun cuando no estén enseñando una clase durante algunas de esas horas.

Se les ha aconsejado repetidamente «vivir en el mundo pero no ser parte del mundo.»

Algunas veces algunos de nuestros miembros desean vivir tan estrechamente como pueden a las normas del mundo y aún estar calificado para una recomendación para el templo. Vivan los convenios que aceptaron en el templo; no vivan en los bordes de ambas situaciones. Serán juzgados por las películas que van a ver, por la forma en que se visten, y por la música que escuchan.

Hace algunos años atrás un maestro de los nuestros les dijo a sus estudiantes que él bebía Coca-Cola y que ello no le impedía tener una recomendación para ir al templo.

Esto indicaba pobreza de juicio de su parte e ilustra lo que quiero decir respecto a vivir en los bordes de dos situaciones. Vivan el espíritu de los mandamientos.

El presidente Harold B. Lee hizo memorable esta expresión: «Si desean elevar otra alma, «han de estar en un terreno más elevado.» Ese «terreno más elevado» es su ejemplo persuasivo en guardar los mandamientos. Así, repitiendo el consejo del presidente Kimball a Uds.:

«Han de hacer todo lo que enseñan a la gente que está a su cargo, asistir a las reuniones adecuadas, asistir a las sesiones del templo, guardar el día domingo, trabajar en la Iglesia de buena gana, han de tener sus noches de hogar y oraciones familiares, mantenerse solvente, siempre honestos y llenos de integridad.» (Hombres de Ejemplo, pág. 8.)

«¿Qué clase de hombres habréis de ser?» preguntó el Salvador. Y su respuesta para nosotros fue esta: «¡En verdad os digo, que aun como Yo soy!» (3 Nefi 27: 27.)

Ahora esta noche os he hablado directamente. Lo que les he dicho es para ayudarles a mantenerse en el curso y puedan rendir su mensaje más efectivamente. Como lo declaré al comienzo, estamos complacidos con su servicio, su dedicación, su lealtad y esfuerzos para inspirar a la juventud de Sión con testimonios del evangelio. Les resumo entonces: Prepárense espiritualmente, enseñen solamente el evangelio de Jesucristo y vivan lo que enseñan.

En la visión de Lehi del árbol de la vida, vio a un hombre con vestiduras blancas que le indico seguirlo a través de un lugar desolado y obscuro, que representaban las tentaciones del mundo. Con la ayuda de la oración, Lehi fue llevado a participar del fruto de aquel árbol, que le dio «con inmensa y gran alegría.” (Ver 1 Nefi 8: 6-12.)

Esperamos que Uds. maestros sean los hombres de blancos guiando a .los jóvenes en forma segura a través de las tentaciones del mundo para que ellos también puedan participar del árbol de la vida y» tengan esa inmensa alegría y gozo.

Y ahora, quisiera terminar con una bendición pronunciada por el Presidente J. Reuben Clark en su discurso a Uds. en el año 1938. Es la misma bendición que deseo para Uds. hoy día:

«Que el Señor les bendiga en todos sus justos propósitos que pueda vivificar su entendimiento, aumentar su sabiduría, iluminarles por medio de la experiencia, concederles paciencia, caridad y entre uno de sus más preciosos dones, les conceda el discernimiento de espíritus para que ciertamente puedan diferenciar el espíritu de justicia al que se le opone al venir a Uds.; que pueda darles entrada en los corazones de aquellos que enseñan y que una vez que estén allí están en un lugar sagrado, que no debe ser corrompido ni ensuciado, ya sea por una doctrina falsa o corrupta o por una acción pecaminosa; que Él pueda enriquecer su conocimiento con la habilidad y el poder para enseñar la justicia; que aumenten sus testimonios y fe y su habilidad para alentar y animar tales virtudes en otros, cada día. Para que la juventud de Sión pueda recibir instrucción, sea edificada, animada, tocada en su corazón para que no caigan a un costado, sino que continúen hacia la vida eterna, para que esas bendiciones viniendo a través de ellos puedan bendecirles a Uds. también. («Curso graficado, pág. 11)

Y ahora es mi privilegio como uno de Sus testigos especiales el de darles mi testimonio a Uds.

Les testifico que Dios vive. El escucha y responde las oraciones. Jesús es el Cristo, el Redentor del mundo y el Abogado ante el Padre. Esos dos seres celestiales en verdad aparecieron a José Smith en el más grande evento que ha ocurrido en este mundo desde la resurrección de Jesucristo.

Les testifico que esta es la Iglesia del Señor, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El preside sobre ella y está cerca de sus siervos. No es un Maestro ausente, de tal cosa pueden estar seguros.

Les testifico que el Presidente Spencer W. Kimball es Su profeta viviente. Le amo y le apoyo con toda mi alma. Escuchen su mensaje pues eso es lo que el Señor quiere que entendamos en este día y esta época.

Dios les bendiga. Imploro las bendiciones del Señor sobre Uds. y sus familias. Sean siempre fieles y leales a la gran confianza que el Señor y la Primera Presidencia han depositado en Uds., de sostener, apoyar y defender la fe. En el nombre de Jesucristo, Amen.

(Discurso a los educadores religiosos en el Hall de Asambleas, el 17 de septiembre de 1976.)

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