El pueblo del Señor recibe revelación

Conferencia General Abril 1971

El pueblo del Señor recibe revelación

élder Bruce R. McConkie

Por el élder Bruce R. McConkie
Del Consejo de los Doce

«Cuando sintonizamos nuestras almas con el Infinito, oímos, vemos y experimentamos las cosas de Dios»


Cuando fui presidente de misión en Australia, les dije en una ocasión a los misioneros que se encontraban en Tasmania: «Mañana ascenderemos al Monte Wellington y efectuaremos nuestra reunión de misioneros en la cima; ahí trataremos de comunicarnos con el Señor y participar de su Espíritu.»

Escalamos el monte, y mientras nos encontrábamos en la cumbre, visitamos una estación de televisión; un inteligente jovencito nos explicó en palabras que yo nunca había oído y usando principios que no podía ni puedo comprender, cómo se transmitían valle abajo los sonidos y escenas de televisión.

Esa noche, al encontrarnos de nuevo en la ciudad de Hobart, mis dos hijos y yo nos sentamos frente a un televisor que estaba sintonizado en la frecuencia debida, y vimos, escuchamos y experimentamos lo que se nos había descrito en palabras,

Creo que esto ilustra perfectamente lo que se requiere cuando se recibe una revelación y se ven visiones. En los registros de la antigüedad podemos leer sobre visiones y revelaciones, podemos estudiar los inspirados escritos de gentes que tenían la plenitud del evangelio en aquella época, pero no podemos darnos cuenta de los que esto encierra hasta que vemos, oímos y lo experimentamos por nosotros mismos.

Este Tabernáculo está ahora lleno de palabras y música; se está cantando el Mesías de Handel, y los estadistas del mundo hacen propaganda de su gente, pero nosotros no oímos nada de ello. Este Tabernáculo está lleno de escenas de Vietnam y noticias mundiales; hasta hay una imagen de hombres caminando sobre la superficie de la luna, pero nosotros no vemos estas cosas. No obstante, al minuto que sintonizamos la radio en la frecuencia debida, y ponemos el televisor en el canal apropiado, empezamos a oír, ver y experimentar lo que de otro modo permanece completamente desconocido para nosotros.

Así es con las revelaciones y las visiones de la eternidad; están a nuestro alrededor todo el tiempo. Este Tabernáculo está lleno de las mismas cosas que están registradas en las escrituras, y muchas más. La visión de los grados de gloria se transmite ante nosotros, pero no lo podemos oír, ver o experimentar porque no hemos sintonizado nuestras almas en la frecuencia en la cual transmite el Espíritu Santo.

José Smith dijo: «El Espíritu  Santo es un revelador.» Y, «Ningún hombre puede recibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones» (Enseñanzas del Profeta José Smith, página 405).

Moroni dijo: «Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas» (Moroni 10:5).

El Consolador sabe todas las cosas; él está comisionado para testificar del Padre y del Hijo, para revelar, enseñar y testificar; y todo el tiempo está transmitiendo todas las verdades de salvación y todo el conocimiento y sabiduría de Dios.

Cómo se lleva esto a cabo, no lo sabemos; no podemos comprender a Dios ni las leyes mediante las cuales gobierna el universo; pero sí sabemos que sucede porque aquí en el valle, cuando sintonizamos nuestras almas con el infinito, oímos, vemos y experimentamos las cosas de Dios.

Las leyes que gobiernan la radio y la televisión han existido desde el tiempo de Adán hasta la actualidad, pero únicamente en los tiempos modernos los hombres han oído, visto y experimentado estas cosas milagrosas. Y siempre han existido las leyes mediante las cuales los hombres pueden ver visiones, oír la voz de Dios y participar de las cosas del Espíritu; pero millones de personas en todas partes viven y perecen sin probar la buena palabra de Dios, porque no obedecen las leyes que implantan las revelaciones del Señor en sus almas.

Y quisiera agregar que la única manera de obtener la verdadera religión es recibiéndola del Señor. La verdadera religión es religión revelada; no es una creación del hombre; proviene de Dios.

El hombre no creó a Dios, ni tampoco puede redimirse a sí mismo. Ningún hombre puede resucitarse a sí mismo, ni asignarse una herencia en un reino celestial. La salvación proviene de Dios, de acuerdo con sus condiciones, y las cosas que los hombres deben hacer para lograrla pueden saberse únicamente por revelación.

Dios se revela constantemente o permanece para siempre desconocido; y las cosas de Dios son y pueden ser conocidas sólo por medio de su Espíritu.

La verdadera religión trata las cosas espirituales; nosotros no llegamos a comprender a Dios y sus leyes mediante la inteligencia, o la investigación y la razón. Tengo un intelecto regular, que no es ni mejor ni peor que el del resto de la humanidad. En el reino de los logros intelectuales, poseo un avanzado grado universitario. En esta esfera, la educación y la facultad intelectual se desean vehementemente, pero cuando se comparan con los dones espirituales, poseen tan sólo un leve y transitorio valor; desde una perspectiva eterna, lo que cada Uno de nosotros necesita es un grado avanzado en la fe y la rectitud. Las cosas que nos beneficiarán eternamente no son el poder de razonar, sino la habilidad de recibir revelación; no las verdades aprendidas por medio del estudio, sino el conocimiento logrado por medio de la fe; no lo que sabemos acerca de las cosas del mundo, sino nuestro conocimiento de Dios y sus leyes.

José Smith dijo que un hombre podría aprender más acerca de las cosas de Dios al ver dentro de los cielos por cinco minutos que leyendo todos los libros que se hayan escrito sobre el tema de la religión. La religión es algo que debe experimentarse.

Conozco personas que pueden hablar indefinidamente acerca de religión, pero que nunca han tenido una experiencia religiosa. Conozco personas que han escrito libros sobre religión, pero que tienen tanta espiritualidad como un tronco. Su interés en la doctrina del evangelio es para defender sus propios puntos de vista especulativos en vez de buscar lo que el Señor piensa de todo ello. Sus conversaciones y escritos están en el reino de la razón y el intelecto; pero el Espíritu de Dios no ha tocado sus almas; no han nacido de nuevo ni han llegado a ser nuevas criaturas del Espíritu Santo; no han recibido revelación.

Todo miembro de la Iglesia tiene el privilegio y el derecho de recibir revelación y gozar de los dones del Espíritu. Cuando se nos confirma miembros de la Iglesia recibimos el don del Espíritu Santo, el cual es el derecho al compañerismo constante de ese miembro de la Trinidad, basado en la fidelidad de la persona. El gozo verdadero de este don depende de la dignidad personal. «Dios os dará conocimiento por medio de su Santo Espíritu», le dice la revelación a los santos, «Sí, por el inefable don del Espíritu Santo» (Doc. y Con. 121:26).

Refiriéndose a las revelaciones que recibió su padre, Nefi dijo: «Verdaderamente les había dicho muchas cosas de gran importancia… eran difíciles de comprender si no recurrían para ello al Señor.»

De estas mismas revelaciones, Lamán y Lemuel dijeron: «. . . no podemos comprender las palabras de nuestro Padre. . .»

Nefi preguntó: . .»¿Os habéis dirigido al Señor para ello?»

Le contestaron: «No; porque el Señor no nos da a conocer estas cosas a nosotros.»

Entonces Nefi pronunció esta maravillosa declaración: «¿Cómo es que no guardáis los mandamientos del Señor? ¿Cómo es que queréis perecer a causa de la dureza de vuestros corazones?

¿No os acordáis de que el Señor ha dicho: Si no endureciereis vuestros corazones, y me pidiereis con fe, con la seguridad de recibir, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?» (3 Nefi 15:3, 7-3 3).

Los miembros de la Iglesia tienen el derecho de recibir revelación. José Smith dijo: «. . . Dios no ha revelado nada a José que no hará saber a los Doce, y aun el menor de los Santos podrá saber todas las cosas tan pronto como pueda soportarlas. . .» (Enseñanzas del Profeta José Smith, página 177).

También: «Todo élder tiene el privilegio de hablar de las cosas de Dios; y si todos pudiésemos lograr ser de un corazón y ánimo, con fe perfecta, el velo bien pudiera partirse hoy o la semana entrante o cualquier otro tiempo. . .» (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 3).

La religión se debe sentir y experimentar; en el registro del ministerio del Señor resucitado entre los nefitas, encontramos este relato: Jesús «se arrodilló también en el suelo; y he aquí, oró al Padre, y las cosas que dijo en su oración no se pueden escribir, y los de la multitud que lo oyeron, dieron testimonio.

«Y de esta manera testifican:

Jamás el ojo ha visto o el oído escuchado, hasta ahora, cosas tan grandes y maravillosas como las que vimos y oímos que Jesús habló al Padre;

«Y no hay lengua que pueda hablar, ni hombre que pueda escribirlo, ni corazón de hombre que pueda concebir tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos que habló Jesús; y nadie se puede imaginar el gozo que llenó nuestras almas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre» (3 Nefi 17:15-17).

Después de una oración subsiguiente, el registro dice: «Y la lengua no puede pronunciar las palabras que oró, ni puede hombre alguno escribir las palabras de su oración.

«Y la multitud las oyó y da testimonio; y se abrieron sus corazones, y comprendieron en sus corazones las palabras de su oración.

«No obstante, tan grandes y maravillosas fueron las palabras de su oración, que no pueden ser escritas, ni tampoco puede el hombre proferirlas» (3 Nefi 19: 32-34).

La religión proviene de Dios por revelación y se trata de las cosas espirituales; y a menos y hasta que un hombre haya recibido revelación, no habrá recibido religión, ni se encuentra en el sendero que conduce a la salvación en el reino de nuestro Padre.

Testifico de estas cosas porque he recibido revelación; la revelación que me dice (entre otras cosas) que Jesucristo es el Hijo de Dios; que José Smith es un Profeta, por medio de quien se ha restaurado el conocimiento de Cristo y de la salvación en esta época; y que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días es literalmente el reino de Dios en la tierra. Y de estas cosas testifico, en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

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