Lehi, Profeta y patriarca

Abril de 1977
Lehi, Profeta y patriarca
por Marshall R. Craig

El Libro de Mormón comienza con Lehi, su visión acerca de la destrucción de Jerusalén, los viajes | de su familia a través del desierto y su viaje a América. Pero debido a que su hijo Nefi escribió la narración, frecuentemente no comprendemos el predominante papel que desempeñó Lehi como Profeta y patriarca en aquel éxodo divinamente dirigido. Nefi nos presenta un relato de sus propios hechos y de su “reinado y ministerio” (1 Nefi 10:1). Por lo tanto Lehi, el hombre cuyos hechos dieron comienzo a la magnífica epopeya del pueblo del Libro de Mormón, permanece a la sombra, y su personalidad se encuentra mucho menos definida que la de Nefi, Jacob u otras de las principales figuras de las Escrituras.

Lehi fue un gran Profeta, y las experiencias que tuvo al cumplir la misión que Dios le encomendó, corren paralelas a las de los otros profetas de renombre. Demostró su devoción y disposición para cumplir con la voluntad del Señor, así como la gran determinación de seguir las direcciones del Señor, que deseamos encontrar en un profeta ideal. Como respuesta a su ferviente oración, Lehi fue llamado conmovedoramente a profetizar por medio de la visión de un pilar de fuego. Al igual que Sofonías y Jeremías, sus profecías fueron de condenación para su pueblo, y al igual que muchos otros profetas del Antiguo Testamento, también predijo la venida del Mesías. Fue rechazado por todos aquellos que lo escuchaban, su vida estuvo en peligro y del mismo modo que sucedió con Abraham y Moisés, se alejó de su tierra natal para establecer una nueva nación.

Pero Lehi fue más que un profeta común y corriente, y aun cuando no disponemos de mucha información acerca de él, sabemos que fue un hombre cuya personalidad podemos llegar a descubrir, por lo menos en parte. Lehi mismo nos da una clave con respecto a su carácter. Cuando Saríah, suponiendo que sus hijos iban a “perecer en el desierto”, lo acusó de ser un “hombre visionario”, Lehi respondió: “Sé que soy hombre visionario, porque si no hubiera visto las cosas de Dios en una visión, no habría conocido la bondad del Señor, y hubiera permanecido en Jerusalén con mis hermanos para perecer allí con ellos” (1 Nefi 5:2, 4). Los sueños y visiones predominaron en la vida de Lehi; fue llamado por el Señor en una visión en la cual vio a Cristo y los Doce Apóstoles. (Véase 1 Nefi 1:6-14.) En otra profecía predijo el cautiverio en Babilonia, el ministerio del Mesías, y la predicación del evangelio entre los gentiles (1 Nefi 10:3-14). Aun el mandamiento de viajar al desierto fue recibido en un sueño (1 Nefi 2:1-13). En otro, Lehi recibió el mandamiento de enviar a sus hijos a Jerusalén para que obtuvieran las planchas, y posteriormente, para que persuadieran a Ismael y sus hijas a que se les unieran (1 Nefi 3:2-4, 7:1-2). Lehi no establece diferencias entre los sueños y las visiones, pues comienza su informe concerniente al árbol de la vida diciendo: “He aquí, he tenido un sueño, o mejor dicho, he visto una visión” (1 Nefi 8:2), Verdaderamente, era un “hombre visionario”.

Lehi no fue el único Profeta de su tiempo cuyo nombre no se menciona en el Antiguo Testamento. Nefi dice que anteriormente al llamamiento de su padre, “llegaron muchos profetas. . . profetizando al pueblo que se arrepintiera, o la gran ciudad de Jerusalén sería destruida” (1 Nefi 1:4). Estos fueron algunos de los mensajeros de Dios de los cuales la Biblia nos dice que la gente su burlaba de sus mensajes, eran “menospreciados” y hacían “escarnio” de ellos. (Véase 2 Crónicas 36:15-16.) Ningún profeta que sea capaz de ver más allá de la situación inmediata a la caída de una nación, es bien visto por sus habitantes; más aún, la mayoría de las veces es ignorado.

De los muchos profetas que en aquel tiempo hablaron por el Señor, la mayoría acompañó a los judíos en el cautiverio o hicieron algún arreglo con los babilonios. Lehi sin embargo, fue detenido por el Señor en la mitad de su carrera profética en Jerusalén, y se le dijo que saliera. Aparentemente él nunca vaciló; confió en el Señor y pasó de una importante tarea a otra mucho más importante y peligrosa. Ya no volvería a tratar de cambiar a una nación, sino que crearía una, levantaría un pueblo justo para el Señor.

La familia de Lehi siempre había sido importante para él, pero entonces, todo su llamamiento se concentraba en sus hijos y nietos. En verdad, sus hijos eran su misión, sin que hubiera nada que lo apartara de su responsabilidad. Repentinamente, el papel de patriarca y de Profeta se convirtieron en uno. Fue para el beneficio de “su posteridad” que se le mandó enviar a sus hijos en busca de las planchas de Labán (1 Nefi 5:19), y al pedirle a Ismael y sus hijas que se unieran a ellos en ese viaje, estaba escogiendo las madres que ayudarían a “levantar su posteridad” (Véase 1 Nefi 7:1-2). Al encontrarse en la etapa final de su vida, cuando supo por una visión que Jerusalén había sido destruida, no se lamentó por la ciudad a la cual había amado tanto y servido, sino que exhortó a sus hijos a que recordaran que vivían en “una tierra de promisión, una tierra escogida sobre todas las demás” (2 Nefi 1:5); había sido un Profeta para su familia y estaba satisfecho. (Véase 2 Nefi 1:14-15).

Un “hombre visionario” suena como algo que no es muy práctico para ningún fin; un soñador parece algo inapropiado para tareas que requieran decisión, fortaleza y dirección. Pero los sueños de Lehi no eran sueños comunes y corrientes: eran la palabra del Señor a uno de sus pocos hijos fieles y decididos a obedecerle en todas las cosas. No era una criatura quien conducía a esta aguerrida familia por el desierto. Nefi aclara que no importa cuán cerca estuviera él mismo (Nefi) del Señor; las revelaciones relacionadas con la familia las recibía Lehi, a quien el Señor le habló “en la noche, mandándole que a la mañana siguiente continuara su camino por el desierto” (1 Nefi 16:9), La “esfera de bronce fino” que los guiaba, apareció ante la tienda de campaña de Lehi (Véase 1 Nefi 16:10). Cuando se quebró el arco de Nefi, e hizo otro para seguir alimentando al grupo, acudió a su padre para saber dónde debía ir para encontrar alimento, (Véase 1 Nefi 16:23-26, 30-31.) Aunque el Señor le mandó a Nefi que construyera un barco (1 Nefi 17:8), Lehi fue quien recibió las instrucciones de entrar en él y comenzar el viaje (1 Nefi 18:5),

Lehi era un hombre demasiado justo como para resentirse por el repentino liderato de Nefi; por el contrario se regocijó de que uno de sus hijos estuviera siguiendo al Señor tan fielmente, Nefi tenía la plena confianza de su padre cuando “siendo mis padres de una edad muy avanzada, y habiendo padecido mucho a causa de sus hijos, Lehi y Saríah cayeron enfermos; sí y tuvieron que guardar cama. . . casi entregaron sus almas a Dios” (1 Nefi 18:17-18). Debe haber sido un gran consuelo para Lehi el observar a su buen hijo dirigir el barco por el resto del viaje hacia la tierra prometida: y cuando vio a Nefi parar el viento y calmar la tormenta, supo entonces que el Señor había provisto un líder para la próxima generación (1 Nefi 18:21-22), y aconsejó a sus otros hijos: “No os rebeléis contra vuestro hermano, cuyas manifestaciones han sido gloriosas, y quien ha guardado los mandamientos … Él no ha buscado poder o autoridad sobre vosotros, sino que sólo ha pensado en la gloria de Dios y en vuestro eterno bienestar . . . Y es menester que el poder de Dios esté con él, aún al grado de mandaros para que obedezcáis” (2’Nefi 1:24-25, 27).

Aun cuando gradualmente Nefi asumía la dirección, Lehi permaneció como patriarca hasta su muerte. Pese a todas las riñas y contiendas entre la familia, sus miembros no se separaron hasta la muerte el padre. (Véase 2 Nefi 4:12-13, 5:5.)

Al igual que Abraham, Isaac y Jacob, Lehi fue un Profeta conocido sólo por sus hijos; pero a través de ellos, sirvió como poderosa influencia sobre las naciones, durante miles de años. En sus palabras a sus hijos él nos dice: “En tanto que guardéis mis mandamientos, prosperaréis en el país; pero si no los guardáis, seréis desechados de mi presencia” (2 Nefi 1:20), Él explica un importante principio para el progreso: “Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Entonces aplica este principio a la caída del hombre: “Si Adán no hubiese pecado, no habría caído, sino que habría permanecido en el jardín de Edén” y él y Eva “no habrían tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, por no tener conocimiento de la miseria; sin hacer bien, por no conocer el pecado” (2 Nefi 2:22-23).

Lehi fue un hombre fuerte, por no haber confiado en su riqueza, poder o talentos, sino porque confiaba completamente en el Señor, confianza que expresó desde su primera visión hasta el fin de sus días. Su gran gozo y felicidad durante la vida tuvo su origen en las obras de Dios, lo qué le hizo exclamar: “¡Cuán grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso! ¡Tú trono se eleva en las alturas de los cielos, y tu poder, tu bondad y misericordia se extienden sobre todos los habitantes de la tierra; y porque eres misericordioso, no dejarás perecer a los que acudan a ti” (1 Nefi 1:14).

Aunque por seguir al Señor Lehi tuvo que soportar épocas de sufrimiento en la vida, también tuvo una recompensa mayor a la de muchos que parecían disfrutar del éxito y la felicidad. Poco antes de su muerte dijo: “Pero he aquí, el Señor ha redimido mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor” (2 Nefi 1:15). Durante toda su vida Lehi su guio por la inspiración de sus visiones, sabiendo que Aquel que le daba esos sueños, finalmente le daría la vida eterna, donde él y todos los miembros de su familia que le siguieran, podrían obtener por siempre el blanco fruto del amor de Dios. (Véase 1 Nefi 8:11, 13, 16; 11:21-22.)

Marshall R. Craig, es profesor de inglés en la Universidad Brigham Young.

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2 Responses to Lehi, Profeta y patriarca

  1. Avatar de Víctor Cárdenas Víctor Cárdenas dice:

    Excelentes observaciones sin El al seguir las instrucciones del Señor no estaríamos aquí,

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  2. Avatar de Víctor Cárdenas Víctor Cárdenas dice:

    Realmente como dice en su estudio el autor, ante nosotros Nefi ha opacado a su Padre en nuestra mente imperfecta, pero definitivamente sin el ejemplo de un Padre fiel e inspirado, Nefi ni nosotros tendríamos las
    Escrituras del libro de Mormón que es la clave de nuestra religión, ni estaríamos en esta tierra prometida. Gracias a Padres como Lehi, existen Nefis excelentes y Lamanes que
    día tras día, estos Padres no sólo lucharán por sus hijos en esta vida sino por las eternidades, porque el amor nunca dejará de ser.

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