La ley del ayuno

Octubre de 1974
La ley del ayuno
por el élder Henry D. Taylor
Ayudante del Consejo de los Doce

Henry D. TaylorLa obediencia a este principio del evangelio aumentará la prosperidad, tanto material como espiritual

En una reciente reunión, el presidente Marión G. Romney dio un mensaje que me impresionó mucho. Dijo en primer término; «Siempre ha sido y sigue siendo el deseo y el objetivo de la Iglesia, obtener los fondos necesarios para cumplir con las obligaciones de dinero en efectivo del Programa de Bienestar, mediante las recolecciones de las ofrendas de ayuno. Podemos y deberíamos lograr mejores resultados de los que estamos alcanzando.» Más tarde expresó esta reconfortante aseveración: «Si duplicamos nuestras ofrendas de ayuno, aumentará nuestra prosperidad, tanto espiritual como material. Esto es lo que prometió el Señor y de ello podemos dar testimonio por innumerables ejemplos que conocemos.»

Hace muchos años se eligió un día en el cual se observaría la ley del ayuno. Un aspecto muy importante de esta ley, tanto en aquel entonces como ahora, fue la contribución liberal de los que ayunaban para el fondo de ofrendas. La norma actual de la Iglesia ha sido expresada en la siguiente forma:

«El primer domingo de cada mes, es el señalado generalmente como el día de ayuno y oración, durante el cual se realiza la reunión de testimonios. En dicha reunión se debe contar con suficiente tiempo para que los miembros presenten su testimonio. . .

La observancia adecuada de un día de ayuno consiste en la abstención de alimentos y bebida por espacio de dos comidas consecutivas, asistiendo a la reunión de ayuno y testimonios y haciendo una generosa ofrenda para los fondos que administra el obispo, mediante los cuales se cuida a aquellos que tienen necesidades materiales. La ofrenda de ayuno mínima es el equivalente en dinero al costo de dos comidas.» (Manual General de Instrucciones, 1968, pág. 40.)

Sin embargo, el día para tener la reunión de ayuno y testimonios en la Iglesia, no ha sido siempre el domingo. El presidente Joseph Fielding Smith nos proporciona una interesante explicación del desarrollo de esta ley y principio;

«El ayuno y la oración que observamos en la actualidad, provienen de los primitivos tiempos de la Iglesia. El principio del ayuno y el espíritu de oración, fueron ordenados por el Señor desde los tiempos de la organización’ de la Iglesia restaurada. (Véase D. y C. 59:8-13; 88:76, 119.) Con respecto a la elección de un día determinado del mes para llevar a cabo este mandamiento, disponemos del siguiente testimonio del presidente Brigham Young, en un discurso pronunciado en el Tabernáculo de Salt Lake City, el 8 de diciembre de 1867:

‘Vosotros sabéis que el primer jueves de cada mes observamos el día de ayuno. ¿Cuántos de los presentes conocen el origen de ese día? Antes de que se pagaran los diezmos, los pobres eran mantenidos con lo que se recolectaba de las donaciones. Pero algunos se presentaron en Kirtland al profeta José Smith en procura de la ayuda que necesitaban, y él dijo que debía haber un día de ayuno. Habría de celebrarse una vez al mes, como lo hacemos ahora, y todo lo que se hubiera comido en ese día, harina, carne, mantequilla, fruta o cualquier otra cosa, se llevaría a la reunión de ayuno y se pondría en las manos de la persona encargada del cuidado de pobres y necesitados. Si hiciéramos eso fielmente ahora, ¿creéis que a los pobres les faltaría harina, mantequilla, queso, carne, azúcar o cualquiera de los artículos de primera necesidad con que pudieran alimentarse? ¡No! Habría mucho más de lo que pudieran utilizar todos los pobres que hay entre nosotros. . .'»

Y continúa el presidente Smith:

«Esa costumbre de llevar a cabo la reunión de ayuno y testimonios el día jueves, se continuó durante la época de Nauvoo, así como en los tiempos posteriores a la llegada de los santos a las montañas Rocosas. Todavía recuerdo que algunos negocios cerraban sus puertas el jueves de ayuno, y ponían un cartelito para el público que decía, ‘Cerrado por la reunión de ayuno’.

El cambio del primer jueves al primer domingo de cada mes, se produjo de la siguiente manera: Hyrum M. Smith, que más adelante pasó a integrar el Consejo de los Doce, era misionero en Inglaterra durante el año 1896. Para poder asistir a la reunión de ayuno de los jueves, los miembros de la Iglesia en esa nación tenían que perder el día de trabajo, con la correspondiente pérdida del jornal. Muchos de ellos eran obreros en las minas de carbón, y cuando salían de los túneles, tenían que ir a la casa, bañarse y cambiarse de ropa. Se trataba entonces de una pérdida de tiempo, además de parte de la compensación del día. Hyrum escribió a su padre, el presidente Joseph F., Smith, preguntándole si en tales circunstancias podría cambiarse el día de ayuno del jueves al domingo. El presidente Smith llevó la carta a la reunión de la Primera Presidencia y los apóstoles, y les presentó el problema. El siguiente es un extracto de las actas de la reunión, realizada el 5 de noviembre de 1896:

‘El presidente Joseph F. Smith presentó el problema que había con las reuniones de ayuno, sugiriendo que probablemente sería beneficioso hacer un cambio del primer jueves al primer domingo de cada mes. La propuesta fue apoyada por el presidente George Q. Cannon y, después que otros hermanos hablaron sobre el tema, se decidió que se cancelarían los servicios en el Tabernáculo el primer domingo de cada mes, y que los santos tendrían el privilegio de congregarse en sus centros de reunión a las dos de la tarde, para celebrar su reunión de ayuno.’ » (lmprovemenl Era, diciembre de 1956, pág. 895.)

Además de haber un cambio en el día de ayuno, hubo otro desarrollo digno de mención. Cuando el profeta José Smith estableció el programa, durante los primeros tiempos de la Iglesia, se aconsejó a los santos que llevaran los bienes donados, aquellos de los que se abstenían durante el ayuno. Este método ha sido cambiado al de la actualidad, en el que los diáconos de la Iglesia pasan por la casa de los miembros mensualmente, para recolectar las contribuciones que se hacen en dinero en efectivo.

El ayuno sincero y la oración han producido verdaderos milagros. En 1850 Lorenzo Snow, que más tarde llegó a ser Presidente de la Iglesia, trabajó arduamente como misionero en Italia, tratando de introducir el evangelio en dicho país. Era algo tímido y cohibido, pero también era un gigante espiritual. Una familia que había hecho amistad con él, tenía en esa oportunidad un hijo bastante enfermo. El élder Snow comprendió que en realidad, ese niño de tres años sólo podría salvarse mediante un ayuno sincero, oración, fe inquebrantable y el poder del sacerdocio; también sabía perfectamente lo que podría significar para la gente de ese pueblecito la salvación de la criatura.

Junto con su compañero subieron las laderas de los Alpes, hasta llegar a un apartado lugar donde, en espíritu de ayuno y oración, rogaron fervientemente al Señor durante seis largas horas, que Ies concediera el privilegio de utilizar su divino poder para curar al niño. Finalmente, recibieron la respuesta tan ansiada de que su súplica sería concedida.

Este humilde siervo del Señor bajó de la montaña con una fe absoluta de que el pequeño viviría. Le dieron una bendición, junto con la promesa de que le sería restaurada la salud y seguiría viviendo. Unas horas más tarde, cuando ambos élderes regresaron a la casa para ver cómo seguía el niño, éste se encontraba mucho mejor y en proceso de recuperación. El élder Snow comprendió entonces que su ayuno y su oración habían llegado hasta el trono del benevolente Padre Celestial, y les dijo a los agradecidos padres: «El Dios de los cielos es quien ha hecho esto por ustedes.»

Es indudable que la ley del ayuno es un programa inspirado y que su observancia tiene muchas virtudes. El presidente David O. McKay hizo el siguiente resumen de ellas:

«La palabra ayuno se utiliza para expresar una restricción auto establecida en la ingestión de alimentos. Los historiadores insisten en el hecho de que la costumbre de ayunar se remonta hacia la historia primitiva de la raza humana. . .

Cualesquiera que sean sus orígenes, es interesante destacar las varias virtudes relacionadas a la observancia de la costumbre. . . Todos los principios asociados con el ayuno parecen indicar el hecho de que produce, primero, bienestar físico; luego, el autodominio y la oportunidad de ayudar al prójimo; y, finalmente, fortaleza espiritual.

Pero el mayor de todos los beneficios del ayuno, lo constituye la fortaleza espiritual que se logra al sujetar el apetito físico a la voluntad del individuo.» (Gospel Ideáis, por David O. McKay. Improvement Era, 1953, págs. 208-213.)

Un factor extremadamente importante del día de ayuno, es la asistencia a la reunión de testimonios, donde expresamos nuestro reconocimiento y gratitud a nuestro Padre Celestial, por las muchas bendiciones que de Él recibimos.

Creo que existen cuatro factores involucrados en la observancia del día de ayuno: abstinencia, oración, testimonio y contribución.

Tengo la plena convicción de que todos tenemos la constante necesidad de bendiciones adicionales. Un devoto siervo del Señor, miembro de la Primera Presidencia, nos ha dado la fórmula que, si se sigue con fidelidad, aumentará nuestras bendiciones. Quisiera repetir ahora su inspirada promesa: «Si duplicamos nuestras ofrendas de ayuno, aumentará nuestra prosperidad, tanto material como espiritual.»

Creo con toda firmeza que el pago de las ofrendas de ayuno da como resultado ricas bendiciones, y de esto testifico en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

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