Nuestras inapreciables familias

4 de octubre de 1974
Nuestras inapreciables familias
por el Presidente Loren C. Dunn
del Primer Consejo de los Setenta

Loren C. DunnLos padres tienen el derecho y la obligación de fortalecer a sus familias.

¡Qué hermoso espíritu de paz ha logrado establecer el Coro del Tabernáculo con su último canto!

Es un honor encontrarse esta mañana en esta conferencia, mis queridos hermanos, y recibir las instrucciones y la dirección del Profeta de Dios. Quisiera, para empezar, dejaros mi testimonio acerca del hecho de que el presidente Spencer W. Kimball es un Profeta de Dios, de que él es el administrador legal del Señor sobre la tierra en la actualidad, de que quienes sigamos sus instrucciones y consejos, llegaremos a saber por experiencia propia, que lo que nos ha dicho es verdad y es bueno para el fortalecimiento y la elevación de la humanidad. El presidente Spencer W. Kimball es un Profeta de Dios.

Quisiera utilizar como base de mis palabras de hoy, algo que dijo el presidente Kimball previamente, tema al cual volvió a referirse esta mañana. Dijo: “El país se edifica sobre los fundamentos de sus hogares, y los hogares son edificados sobre los cimientos de sus familias.

La familia, madre, padre y los hijos, constituye la más antigua de todas las instituciones, y permanece al frente y como fundamento de nuestra civilización. No puede haber nada más perdurable ni precioso que la familia. Es no obstante evidente, que existe la necesidad de elevar el papel que desempeñan los padres en la estructura familiar.

Recuerdo cuando hace unos pocos años me dirigía yo hacia Canadá, en un viaje de negocios, junto con una vasta gama de líderes políticos y del comercio. Después de los negocios del día, cenamos juntos; durante el transcurso de la cena, al tiempo que todos comenzábamos a entrar en confianza y a conocernos mejor, uno de los presentes y sin un motivo aparente, comenzó a hablar de su hijo, a quien era evidente que amaba mucho. Pero aun así, era evidente que existía cierto conflicto y un pequeño alejamiento entre él y su hijo, por lo que no sabía qué hacer, si es que en verdad había algo que debía hacer.

Eso provocó un comentario similar de los demás caballeros sentados a la mesa. Se podía apreciar que se trataba de algo de lo que ellos no estaban acostumbrados a hablar, pero cada uno se preocupaba personalmente de algún aspecto de su vida familiar, lo que se relacionaba principalmente con sus hijos.

Aun cuando nos encontramos viviendo en una era de cambio y transición, creo que los padres se encuentran tan ansiosos y preocupados por sus hijos como siempre lo estuvieron. Si la familia es entonces la unidad fundamental de la sociedad, tal vez exista la necesidad de reafirmar algunos de los conceptos y principios básicos sobre los cuales se apoya.

Lo primero que debemos afirmar es que los padres deben reconocer que ellos tienen el derecho de estructurar las actitudes y la conducta de sus hijos; no sólo tienen el derecho de hacerlo, sino la responsabilidad.

Segundo, que el principio del trabajo, la ética del trabajo podríamos decir, sea enseñado en el seno familiar, ¿Dónde habrá de enseñarse la dignidad del trabajo, si no es en el hogar?

Y tercero, los padres tienen el derecho de establecer el tono moral y espiritual en la familia, para ayudar a sus miembros a comprender la importancia de la obediencia de los principios divinos, como el único medio de lograr las metas humanas y la paz mental.

Primero entonces, el derecho que tienen los padres de estructurar las actitudes y la conducta de sus hijos. Este es, en forma fundamental, un derecho divino. Dios dice de Abraham: «. . . habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra.

Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.» (Génesis 18:18-19.) Dios pudo hacer de Abraham el patriarca de una numerosa posteridad, como consecuencia de su fidelidad en la enseñanza de sus hijos.

Están aquellas personas que piensan que tal actitud o influencia paterna es represiva, y le roba al hijo la libertad que le corresponde, lo que no es así, sino todo lo contrario. En cierta oportunidad, un grupo de j ove licitas se encontraba hablando acerca de los padres de una de sus compañeras. Demostrando una madurez que se encontraba más allá de su edad, una de las jóvenes dijo: «Los padres no la quieren, siempre le permiten hacer lo que ella quiere.» Las demás compañeras asintieron.

En un artículo del «New York Times», condensado más tarde por la revista del Reader’s Digest, el escritor William W. Shannon, hace la siguiente’ afirmación: «Los niños de los Estados Unidos. . . sufren de un propagado fracaso paterno. Tanto por sus palabras como por sus hechos, muchos padres se enfrentan con el conflicto personal de no saber cuáles son sus propios valores y principios. Otros por su parte, creen conocerlos, pero a ellos Ies falta la confianza y convicción de imponer la disciplina en beneficio de sus creencias y valores espirituales. . .»

Lo que falta, dice, no es más información acerca del desarrollo del niño, sino más convicción. Aun cuando es verdad que la herencia juega un importante papel en el desarrollo del niño, la influencia más grande «depende del hecho de que los padres se preocupen lo suficiente por sus hijos, como para mantener y defender los valores y principios necesarios.»

El autor dice también que tanto el padre como la madre, deben anteponer las responsabilidades del hogar a cualquier otra cosa. «El criar hijos es, sin lugar a ninguna duda, la responsabilidad y obra más grande que la mayoría de nosotros llegaremos a realizar en el transcurso de nuestra vida.»

Declara también que los padres que no perseveran en la buena crianza de los hijos, de acuerdo con sus propias convicciones, no les están concediendo la «libertad» de desarrollarse. Lo que hacen es permitir entonces que otros niños amigos, así como los medios de información—revistas, cine, televisión—cumplan con una tarea que sólo les pertenece a los padres.»

El más grande e importante de los principios que se deben enseñar y aprender en el seno familiar, es el amor. Si los padres ejercen su influencia, dirigen y perseveran en sus responsabilidades con amor, los miembros de la familia también integrarán ese principio en todos sus hechos. El principio del amor puede vencer o sobrellevar muchos errores paternos con respecto a la crianza de los hijos. Pero hay que tener en cuenta que el amor no puede ser confundido con la falta de convicción.

En segundo término, el principio del trabajo se debe enseñar en la familia y en el seno del hogar. Existen poderosas evidencias que indican que al menos en los Estados Unidos, los problemas humanos relacionados a las tensiones, tienen mucho que ver con la paulatina disminución de la cantidad de horas trabajadas por las fuerzas laborales. La conclusión sugerida es que el tiempo libre y no el trabajo, es el origen de los principales problemas de tensión en los individuos.

Mi padre consideró siempre muy importante inculcarnos a mi hermano y a mí, el principio del trabajo. Como resultado de esa preocupación, nos puso a trabajar en una pequeña granja que se encontraba en las afueras del pueblo donde vivíamos. Él era el encargado del periódico local, por lo que no tenía mucho tiempo disponible para estar con nosotros y ayudarnos, excepto temprano por la mañana y a últimas horas de la tarde. El estar encargados de la operación de la granja, era una responsabilidad bastante grande para dos jóvenes adolescentes y muy seguido cometíamos errores que hubiéramos querido evitar.

Nuestra granja estaba rodeada por otras similares. En una oportunidad uno de nuestros vecinos fue a hablar con mi padre para contarle lo que había visto y que consideraba que estábamos haciendo mal. Luego de escuchar atentamente a nuestro vecino, mi padre le respondió: «Jim, te agradezco por tu preocupación, pero creo que no comprendes el hecho de que estoy criando muchachos y no ganado.» Después de la muerte de mi padre, «Jim» me contó esta anécdota. Cuán agradecido estoy por ese padre que había decidido criar muchachos y no «ganado.» A pesar de los muchos errores que cometíamos, aprendimos a trabajar en aquella pequeña granja, y pienso1 que aun cuando nunca nos lo dijeron con muchas palabras, nosotros sus «muchachos», éramos para mamá y papá mucho más importantes que el ganado, o que cualquier otra cosa.

Es indudable que en cada familia, cada miembro puede recibir responsabilidades que estén de acuerdo con sus habilidades o posibilidades de llevarlas a cabo, enseñándoles al mismo tiempo las satisfacciones y la dignidad del trabajo.

El tercer punto es que los padres tienen el derecho de enseñarle a sus hijos, los principios morales y espirituales. Con respecto a esto, quisiera leeros de las escrituras modernas lo siguiente:

«Y además, si hubiere en Sión, o en cualquiera de sus estacas organizadas, padres que tuvieren hijos, y no les enseñaren a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, cuando éstos tuvieren ocho años de edad, el pecado recaerá sobre las cabezas de los padres,» (Doctrinas y Convenios 68:25.)

En su primer discurso al Congreso de los Estados Unidos, el presidente Gerald Ford, declaró la siguiente verdad Universal:

«Si pudiéramos hacer un uso efectivo de la moral y la sabiduría ética acumulada por los siglos en nuestra compleja sociedad, podríamos prevenir más crímenes y más corrupción de lo que jamás podrán lograr las fuerzas policiales y judiciales.» Agregó más adelante:

«Esta es una tarea que debe comenzar en el hogar en lugar de tener su origen en el gobierno.»

En el artículo del Sr. Shannon que mencioné previamente, dice: «No hay nada que haya invalidado la duramente ganada sabiduría moral acumulada por la humanidad desde los tiempos bíblicos. El matar, robar, mentir o codiciar las posesiones ajenas, continúa estimulando y guiando hacia los varios grados de miseria humana, tanto para la víctima como para quien comete la infracción. El no cometer adulterio podrá parecer anticuado, pero expresado en los más modernos términos de: ‘No arruines la vida de otro ser humano’, continúa siendo portador de un significativo mensaje,»

Este autor destaca también las virtudes de la continencia. A medida que los adolescentes aprenden las verdades y realidades del sexo, dice, no estaría demás aprender el principio de la utilización del autocontrol.

«Una determinada cantidad de tensiones y frustraciones, pueden ser soportadas sin mayores consecuencias. Sólo los norteamericanos consideran a la frustración como un problema más importante que el cólera, en la escala de las aflicciones humanas.»

Estos son sólo tres de los muchos principios que deberían ser enfatizados y puestos en práctica en el seno familiar.

Lo que a continuación debemos preguntarnos entonces, es: ¿Cómo logran esto los padres?

Para los miembros de la Iglesia el entrenamiento y la comunicación comienzan en la Noche de Hogar. El lunes por la noche está dedicado especialmente para este programa familiar, sin que haya interferencias de ninguna clase. El padre es el director del programa, pero hace intervenir a todos o a muchos de los miembros de la familia. Lo que se diga y haga durante la noche de hogar, depende siempre de las necesidades de la familia en particular. La Iglesia publica lo que se puede considerar como guías que ayudan a los padres a enseñar los principios morales y religiosos a la familia, y a aplicarlos a la vida diaria.

La Iglesia también ofrece ayuda específica para los padres que no son miembros de la Iglesia y que estén interesados en establecer en sus hogares un tipo similar de actividades. Cerca de donde viva cualquier padre interesado en la aplicación del programa, se pueden encontrar misioneros que han sido especialmente entrenados para enseñar la puesta en práctica de la Noche de Hogar, Estos misioneros tendrán mucho placer en llegar hasta la casa de cualquier padre interesado y hacer una demostración sin ninguna obligación ni compromiso por parte de éste. Se trata de un servicio de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, especialmente preparado para las familias que se encuentren interesadas en el programa. Lo único que se requiere es que toda la familia esté presente, especialmente el padre, ya que él es el jefe y cabeza de la familia.

Claro que estos jóvenes misioneros están preparados para enseñarle también a esas familias, en visitas subsiguientes, los principios del evangelio de Jesucristo, si ese fuera el deseo y el interés de dichas familias. Aun cuando no se manifestara este último interés, la familia quedaría munida con un programa que ya ha sido adoptado por muchas personas que no pertenecen a la Iglesia, pero lo encuentran sumamente beneficioso para la familia y el hogar.

Algunos importantes directores industriales y de negocios han estudiado cuidadosamente el programa de la Noche de Hogar, y lo han recomendado a sus obreros y empleados. Los trabajadores desempeñan mejor su tarea cuando las cosas marchan bien en el hogar.

Que el Señor nos bendiga a los padres, para que comprendamos mejor el gran poder que tenemos en influenciar para bien la vida de nuestros hijos, al enseñarles la dignidad del trabajo y establecer principios morales y religiosos en el hogar, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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