La gente que tiene influencia en nosotros

Diciembre de 1975
La gente que tiene influencia en nosotros
por el élder William Grant Bangerter
Ayudante del Consejo de los Doce

William G. BangerterLa breve entrevista que hace unos días, tuvimos mi esposa y yo con el presidente Kimball, indicó que la oportunidad de servicio de la cual hemos disfrutado todos estos años pasados, está ahora en perspectivas de expandirse para que podamos tratar de ser una buena influencia en la gente de todo el mundo. Nos ha sorprendido a ambos ver cómo de pronto, en un breve espacio de tiempo, la parte más importante de nuestros planes personales, ambiciones y deseos mundanos ha desaparecido para no volver jamás a nuestra vida.

Hace algunos años me desperté una mañana y, al recordar que cumplía en ese día mis 35 años, un pensamiento vino a mi mente: «Tienes edad suficiente como para ser presidente de los Estados Unidos.» Entonces, se me ocurrió algo de inmediato y modestamente me dije: «Sí; la edad es la única calificación con que contarías para llegar a serlo.»

La calificación con que cuento hoy para este llamamiento, es la misma que poseen y aprecian todos los Santos de los Últimos Días, la dulce seguridad que da el Espíritu Santo de que Dios realmente vive; el conocimiento que tengo de haber hablado con Él en mis oraciones y que ha contestado muchas veces y me ha dado la influencia de su Santo Espíritu,

En una ocasión, hace también muchos años cuando fui llamado para ser presidente de estaca, el élder Mark. E. Petersen, del Consejo de los Doce, me entrevistó minuciosamente con el fin de saber si yo era digno> e insistió mucho con una pregunta: «Hermano Bangerter, ¿cree usted en el evangelio?»

Le contesté que creía de acuerdo a mi forma de entenderlo.

El entonces me dijo: «No, lo que quiero decir es si usted cree en el evangelio de acuerdo al presidente Joseph Fielding Smith» (por entonces, Profeta de la Iglesia).

La mayoría de vosotros sabéis lo estricto que era el presidente Smith con respecto a la enseñanza de la doctrina del evangelio; por lo tanto, esta pregunta podría servir para separar a los verdaderos creyentes de los que no lo son. Estoy agradecido de haber gozado de una influencia que me ha hecho aceptar fácilmente la gran verdad de que el evangelio ha sido restaurado en los últimos días sobre la tierra y que el Presidente de esta Iglesia es en realidad un Profeta de Dios, con el sacerdocio y la autoridad de Jesucristo para organizar su reino y dirigirlo aquí en la tierra. Quizás algunas de mis cualidades sean apropiadas; soy carpintero y aunque no tenga que arrepentirme por mi profesión, igual me he estado arrepintiendo.

Sé que mis padres nos criaron a sus once hijos a fin de que fuéramos dignos de este o cualquier otro llamamiento. Desde muy niño he sentido que mi madre, que es un alma especial, ha tenido un espíritu, similar al de Ana, la madre del profeta Samuel del Antiguo Testamento, que dedicó sus hijos al servicio del Señor. Crecimos preparándonos para ir a misiones, para trabajar mucho, para orar seguido, y dedicar nuestra vida a servir en su obra. Más que la influencia de todas las demás personas que conozco, ha sido la de mis padres lo que me ha conducido a este cargo. Sus nombres son sagrados para mí, del mismo modo que lo son los de mis hermanos y mis otros familiares.

Nuestra vida no nos pertenece sólo a nosotros. Mi mundo está formado por el círculo de mis amigos íntimos y mis seres queridos. E incluye también a muchos que no están ya en esta tierra, comenzando por mi querida esposa Mildred, quien pasó hace muchos años a la vida eterna, y que me dio nuestros cuatro primeros hijos, uno de los cuales está con ella ahora. Y mi actual esposa y amada compañera Geraldine, una maravillosa e infatigable mujer. Ella ha agregado siete niños más a nuestra familia, todos vibrantes y encantadores, y nuestra vida se ha enriquecido enormemente. Seis de ellos están actualmente esperándonos en Europa, También hay otros que están dentro de nuestro círculo que incluyen los compañeros de infancia y juventud, los grandes compañeros de misión, entre los que se cuenta el élder Faust, quien trabajó conmigo en el campo misional; compañeros de servicio en la Iglesia, en obispados, presidencias de estaca y misión, sumos consejos; son tantos que apenas si puedo recordarlos a todos; esos queridos compañeros entre los Representantes Regionales, muchos de los cuales han sido ya relevados; las Autoridades Generales de la Iglesia, con quienes he tenido el privilegio de relacionarme de vez en cuando, a veces en forma personal; y hay muchos otros, dentro y fuera de la Iglesia, a quienes les debo mucho. Especialmente, me gustaría mencionar hoy la tremenda experiencia que he tenido a través de muchos años, de asociarme y trabajar con la gente en Brasil. Sus representantes están hoy aquí y es muy difícil describir cuánto he disfrutado y he amado mi relación con ellos. Hay también muchos cientos de misioneros que han estado cerca de nosotros como si fueran parte de nuestra familia, y nosotros los apreciamos y amamos mucho.

El hermano Peter Mourik, quien brinda un devoto servicio a la Iglesia como representante de bienes raíces en Europa, me decía el otro día que mientras estaba sentado en el avión pronto para partir, una mujer que aparentaba ser muy rica entró y se sentó en el único asiento vacío, que estaba junto al de él. El hombre que estaba sentado delante de ellos los molestaba con el humo del cigarrillo, y el hermano Mourik le dijo a su compañera de asiento: «Espero que llegue el día en que podamos subir a un avión sin vernos sofocados por el humo del cigarrillo.»

La mujer respondió: «Estoy de acuerdo con usted».

Entonces sin detenerse a pensarlo el hermano Mourik dijo: «Joseph Fielding Smith es un Profeta de Dios».

La mujer lo miró y repitió casi para sí: «Joseph Fielding Smith es un Profeta de Dios. ., ¿Joseph Fielding Smith? . . . ¡Sí! Ahora recuerdo! Estaba sentada mirando en televisión algo así como una conferencia o asamblea religiosa y vi a un hombre hablando. Parecía mirarme directamente a los ojos y hablarme a mí, diciéndome que me arrepintiera de mis pecados y que guardara los mandamientos de Dios. Creo que dijeron que aquel hombre era Jpseph Fielding Smith.»

El Espíritu de Dios se mueve entre los hombres con gran poder, de modo que ahora debo deciros, sabiendo que lo que voy a decir va a llegar a muchos cientos de miles de personas, que el presidente Spencer W. Kimball, quien está ahora ocupando el lugar de Joseph Fielding Smith y de otros profetas que han muerto, es un Profeta de Dios. Puedo decir esto porque cuando hace un año fue presentado a la Iglesia para ser Presidente, el Espíritu del Señor dijo en forma muy clara y de modo que casi podía oírse: «Él está hablando como un Profeta de Dios».

Yo sé que cuando os digo estas cosas el Espíritu también os dice que son verdaderas. Él no es el Profeta de Dios sólo para los miembros de la Iglesia; es el Profeta de Dios para toda la tierra. Y tiene para nosotros todos los mensajes de vida eterna cuando nos dice una y otra vez que el evangelio ha sido restaurado y que estamos en la obra de edificar el reino de Dios en los últimos días, para que el ser humano no sea aniquilado por las calamidades y destrucciones que han .sido predichas y que por seguro sucederán a menos que nos arrepintamos y nos volvamos a Dios.

Os testifico de la verdad de estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.

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