Los senderos que llevan a la verdad

27 de Octubre 1978. Conferencia de Área en Montevideo, Uruguay
Los senderos que llevan a la verdad
por el élder Robert E. Wells
del Primer Quorum de los Setenta y Supervisor de Área

Robert E. WellsMis muy queridos hermanos y amigos de la Iglesia, os saludo con amor, con estima, con mucho agradecimiento en mi corazón, y ruego que estemos unidos por el Espíritu para gozar de las hermosas verdades del Evangelio y para aprovechar este momento sagrado e histórico en presencia de nuestro Profeta.

Estoy muy contento de estar aquí y poder disfrutar de la hospitalidad y hermandad, tanto de los miembros como de los que no son miembros de la Iglesia. Entendemos que hoy están presentes muchas personas de otras creencias religiosas, a quienes extendemos una cordial bienvenida. Queremos entender a nuestros amigos de otras religiones y queremos ayudarlos a ellos a comprender la nuestra. Para ello, me gustaría explicar el proceso de la conversión que casi todos los mormones hemos seguido para llegar a esta religión cristiana, esta religión de un Cristo que ha visitado las Américas; a esta religión que tiene nueva Escritura llamada el Libro de Mormón; a esta religión que respeta la bandera, y honra los símbolos patrióticos; a esta Iglesia, dirigida por un Profeta que se encuentra entre nosotros, y Doce Apóstoles, de los cuales también hay algunos presentes.

Permitidme ilustrar con experiencias verdaderas los cinco senderos principales que conducen al mormonismo, y que siguen la mayoría de los que se convierten a la Iglesia.

Sendero número 1: Los misioneros, que son mensajeros de Dios.

Dos jóvenes se detuvieron ante un grueso portón de rejas; en el fondo, se veía una hermosa casa. En respuesta a su llamado acudió una joven mujer; ellos le dijeron que tenían un importante mensaje para comunicarle y le preguntaron si podrían entrar por un momento. La señora les respondió: “No, gracias. Yo tengo mi propia religión”. Los misioneros insistieron: “Nuestro mensaje es para personas de todas las religiones”. Mas ella replicó: “Es que ya somos cristianos”. Los élderes entonces le explicaron que su mensaje era para todos los cristianos. La joven les dijo: “Estoy muy ocupada ahora”, a lo que los misioneros contestaron: “Nuestro mensaje es muy corto”.

La joven señora no había notado que su madre se había acercado por detrás, y había estado escuchando la conversación. En ese momento, la señora de más edad, apartando a su hija con suavidad, abrió el portón invitando a pasar a los élderes, al tiempo que les decía: “Sí, nos gustaría escuchar su mensaje”.

Después de conducirlos hasta la sala y servirles limonada y galletas, les preguntó: “Dígannos ahora, ¿cuál es ese mensaje tan importante que tienen para nosotros?”. Uno de los élderes comenzó con una pregunta: “En los tiempos de la Biblia, ¿cómo se comunicaba Dios con Sus hijos aquí en la tierra?” La señora respondió rápidamente: “Debe de haber hablado por medio de sus profetas”. Entonces el élder continuó: “Hemos venido para decirles que Dios ha hablado nuevamente desde los cielos, y que tiene un Profeta en la tierra otra vez, igual que en tiempos antiguos. Nos gustaría hablarles acerca de este Profeta y de lo que él tiene para decir sobre nuestro Salvador Jesucristo”. A este punto, la señora se puso muy seria. “Entonces, su mensaje es realmente importante”, dijo. “¿Por qué no vuelven esta noche, cuando mi yerno y los niños estén en casa, para que ellos también puedan escucharlo?” Los misioneros, muy contentos, acordaron volver a la hora indicada.

Cuando su madre volvió a entrar, después de cerrar el portón, la hija, que había permanecido en silencio durante todo ese tiempo, por fin se compuso y exclamó: “Pero, mamá, ¿qué te pasa? ¡Tú no tratas tan bien ni siquiera a algunos de nuestros parientes!” La sabia mujer respondió: “¿No te diste cuenta, mi querida? Ellos son ángeles. ¡Son ángeles!” Poco tiempo después, la familia entera fue bautizada.

Yo os testifico que los misioneros son mensajeros de Dios.

Sendero número 2: El Libro de Mormón, una Escritura antigua que testifica que Jesucristo es el Hijo de Dios.

Conozco a una joven que leyó el Libro de Mormón con la intención de probar su falsedad. Había estado enseñando en un colegio religioso para señoritas y, al ir a su casa durante unas vacaciones de verano, quedó horrorizada al enterarse de que los misioneros mormones visitaban a su familia y que ésta estaba leyendo el Libro de Mormón. Por tratarse de una persona de gran conocimiento y alcance espiritual, pensó que le sería fácil indicar a los demás miembros de la familia los errores, las contradicciones e inconsistencias que estaba segura de poder encontrar en aquel libro. Así fue que se sentó a leerlo, con un papel y un lápiz para ir anotando los errores; leyó página tras página, sin hacer anotación alguna. (Más tarde comentó que jamás había leído un libro cristiano que la hubiese atraído más.) Después de leerlo, decidió hablar con los misioneros, y antes de terminar las vacaciones se sintió tan impresionada con la pura doctrina cristiana y el poder espiritual del libro, que volvió al colegio a pedir el relevo de su posición y de sus votos, mientras aclaraba algunos conceptos espirituales que la tenían inquieta. Al cabo de corto plazo, fue bautizada.

Yo os testifico que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.

Llegamos así al sendero número 3: La visión de José Smith.

Un buen matrimonio estaba orando, solicitando la guía que lo llevara hacia la Iglesia verdadera, Un día, dos misioneras mormonas llegaron a su puerta mientras el marido estaba en el trabajo. La esposa no las dejó pasar, pero aceptó un folleto; cuando su esposo regresó ese día, ella le contó lo que había pasado y agregó que se sentía mal por no haberlas recibido. Ambos fueron a buscarlas y las invitaron a volver al día siguiente a las ocho de la mañana, pues ésa era la única hora en que los dos tenían libre y estaban en la casa juntos.

A la mañana siguiente llegaron las misioneras, y después de hablar con la pareja tuvieron la impresión de que debían relatarles la visión de José Smith, y les contaron de la oración de José a Dios pidiendo guía sobre cuál de las iglesias que conocía era la verdadera y a cuál debía unirse. Esto les interesó mucho, pues ese era justamente su mismo dilema. Las misioneras les explicaron que en contestación a su ferviente oración, José tuvo esta experiencia;

“. . .vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.

Al reposar la luz sobre mí, vi a dos Personajes, cuyo brillo y gloria no admiten descripción… Uno de ellos me habló llamándome por nombre, y dijo, señalando al otro: ¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!» (José Smith 2:16-17.)

José pudo ver que el Padre y el Hijo son dos Personajes separados y distintos, y que el hombre está verdaderamente hecho a la imagen de su Padre Celestial: aprendió que los cielos habían vuelto a abrirse al hombre y se le dijo que no debía unirse a ninguna iglesia. Después de un tiempo, se le dio la autoridad y el poder para restaurar la Iglesia original de Jesucristo.

Cuando las misioneras terminaron de explicarles esta historia maravillosa, se arrodillaron con la pareja para orar. Después de la oración, les dijeron que podrían volver a la semana siguiente para hacerles otra visita. El hombre se había emocionado mucho durante el relato de la visión, pues eso era lo que él y su esposa habían estado buscando; el pensar en esperar una semana para recibir más alimento espiritual, le pareció demasiado; por lo tanto, fue hasta la puerta, la cerró con llave y se puso la llave en el bolsillo, diciendo: “Señoritas, ustedes no van a salir de esta casa, hasta que nos digan todo lo que saben en cuanto a este José Smith y el Evangelio restaurado”. Las misioneras permanecieron allí durante varias horas, y, por supuesto, el matrimonio pidió el bautismo ese mismo día.

Yo os testifico que la visión de José Smith y su historia, son verdaderas.

Ahora, hablemos sobre el sendero número 4: El modelo bíblico de la Iglesia original de Jesucristo.

Sabemos que la Iglesia perfecta, establecida por Jesucristo, está descrita en la Biblia. ¿No deberíamos estar todos ansiosos por encontrar la religión que se asemeje a dicho modelo bíblico? Me gustaría contaros sobre un médico, que era diácono en su iglesia, pero no estaba satisfecho con su vida ni con sus creencias; cuanto más estudiaba la Biblia más consciente era de que su religión no satisfacía sus necesidades. Hizo un estudio completo sobre las distintas religiones, incluyendo la suya, y las comparó con la que la Biblia describe; hizo una lista de las características que, según la Biblia, deberían encontrarse en la Iglesia de Cristo. Sin embargo, ninguna de esas religiones contenía todos los detalles del modelo bíblico.

Fue entonces cuando se acordó de que tenía un amigo mormón, y lo llamó por teléfono a larga distancia, pidiéndole que le enviara algunos libros de su Iglesia. Luego los estudió, comparó los conceptos con los de su lista, y descubrió que cada comparación favorecía la religión mormona. El doctor volvió a llamar a su amigo, y le pidió que le enviara los misioneros. Después de estudiar y orar con fe, y de prestar atención a la inspiración del Espíritu, él y su familia fueron bautizados.

Feliz con su conversión, trató de convencer a sus amigos de su nueva fe, mas ellos se volvieron en su contra; su socio en medicina lo amenazó con romper la relación profesional; algunos de sus pacientes lo dejaron; sus parientes no querían saber nada más de él; y su ministro religioso, lo destituyó de la iglesia. Pero él perseveró. Con el tiempo, muchos de sus parientes se bautizaron, su socio se bautizó, algunos de sus pacientes y amigos se bautizaron, y también su ex ministro y miembros de la congregación.

Yo os testifico que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es igual al modelo de la organización de la Iglesia de Cristo, que se encuentra en la Biblia.

Sendero número 5: Llegamos a uno de los senderos más conocidos, el que más frecuentemente inspira el deseo de embarcarse en una búsqueda de conocimiento que nos lleve a la fuente de toda verdad: el ejemplo.

Un buen hombre había perdido un hijo en un accidente de aviación. Estaba desesperado por su pérdida y quería respuestas a sus preguntas: “¿Por qué tuvo que ser así? ¿Qué es la vida, que puede ser truncada en un momento? ¿Qué hay después de la muerte?’ ’ Consultó a unos amigos queridos, los padres de su yerno, a quienes visitaba a menudo y los cuales eran mormones. Sabía que había en su hogar un espíritu especial, y se sentía elevado cada vez que los visitaba.

Su hija también se había convertido a la Iglesia de ellos después de casarse. El hombre era consciente de la felicidad y el gozo que reinaban en aquellos hogares mormones, y había observado la actitud que tenían ellos ante la muerte de seres queridos; esa gente continuaba llevando una vida feliz, con propósito, a pesar de los problemas y las dificultades. En las visitas que hacía a ambas familias, notaba que ninguno fumaba, ni tomaba bebidas alcohólicas, ni té ni café; sabía que sus amigos, su hija y su yerno observaban el día del Señor, mientras que a él le gustaba practicar algún deporte o pasear los domingos.

Pronto se dio cuenta de que, si alguien poseía el secreto de una vida de paz y significativa, tenía que ser aquella gente tan buena, sus amigos y familiares mormones. Por lo tanto, pidió misioneros que le enseñaran sobre la Iglesia de Jesucristo. Después de su bautismo, este hombre declaró que le había sido más fácil aceptar las enseñanzas de los misioneros, a causa del ejemplo que le habían mostrado sus familiares y amigos mormones.

El ejemplo de una vida justa, es un testimonio poderoso para todos los que nos rodean.

“Por sus frutos los conoceréis.” (Mat. 7.16.)

Tenemos una filosofía de vida que tiene respuesta a todas las preguntas; tenemos una manera de vivir que nos conduce al desarrollo de los valores espirituales y el carácter cristiano. La vida mormona es la manera, la vía a la salvación. Enseñamos sobre Cristo, nos regocijamos en Cristo, profetizamos de Cristo, para que los que nos rodean puedan llegar a conocer la fuente a que deben recurrir para la remisión de sus pecados y la esperanza de una vida eterna.

Invitamos a nuestros amigos que no son miembros de la Iglesia a orar con nosotros, a estudiar con nosotros, a adorar al Salvador Jesucristo con nosotros. Declaro esto con testimonio solemne, en el nombre de Cristo Jesús. Amén.

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