27 de Octubre 1978. Conferencia de Área en Montevideo, Uruguay
“Preparaos para lo que viene”
por el élder David Kennedy
Hermanos, es una vista inspiradora contemplar esta gran congregación del Sacerdocio, líderes de la Iglesia de Jesucristo en Uruguay y Paraguay. Me regocijo con vosotros, mis hermanos, al estar presente en esta gran conferencia; es un gran privilegio el estar aquí. Hoy tuvimos la oportunidad de escuchar juntos las palabras de verdad y vida, principios del Evangelio proclamados por profetas y hombres inspirados. Os testifico que estos hombres han sido llamados por Dios para enseñar, guiar, dirigir y persuadir a los hombres a seguir al Maestro. Ellos pueden decir con la misma autoridad del Santo Sacerdocio, el cual es el poder para hablar en el nombre de Dios, el mismo llamado que el Salvador dio: “Venid en pos de mí“ (Mat. 4:19).
Anoche tuvimos el privilegio de asistir al maravilloso programa cultural, el cual tenía como tema la cita de Alma:
“Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra”. (Alma 34:32.)
En uno de sus recientes discursos ante los Representantes Regionales del Consejo de los Doce, el presidente Kimball hizo una declaración que me impresionó sobremanera. Él dijo: “Este es vuestro día”. Y agregó: “El Señor no abrirá puertas por las cuales no estemos preparados para entrar”. Creo que estas dos declaraciones fijan una responsabilidad concreta en cada uno de nosotros, los que somos miembros de la Iglesia, tanto los poseedores del Sacerdocio como las hermanas, de llevar el mensaje del Evangelio a nuestros amigos, nuestros vecinos, a aquellos con quienes trabajamos, y a cada nación, tribu, lengua y pueblo. El encargo del presidente Kimball nos hace reflexionar y meditar en si estamos haciendo en nuestro día todo lo que podemos individualmente para servir al Señor. Ciertamente podemos hacer más; cada uno de nosotros. Como dice el dicho: “Querer es poder”. Por lo tanto, creo que debemos tomar la firme resolución de servir al Señor. En la primera sección de Doctrinas y Convenios se nos instruye de una forma un tanto similar:
“Preparaos, preparaos para lo que viene, porque el Señor está cerca.” (D. y C. 1:12.)
En la sección 19 se nos dice:
“Aprende de mí, y escucha mis palabras, camina en la mansedumbre de mi espíritu, y en mí tendrás la paz.” (D. y C. 19:23.)
En la sección 88 encontramos esta exhortación:
“Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría, sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”. (D. y C. 88:118.)
Después, en la sección 90 encontramos este consejo:
“Y poned las ramas de la Iglesia en orden, y estudiad y aprended, familiarizaos con todos los libros buenos, y con los idiomas, lenguas y pueblos.” (D. y C. 90:15.)
Si el Evangelio se ha de enseñar en toda nación, a todo pueblo en nuestros días, tal como el Señor lo ha mandado y los profetas vivientes nos han instruido, debemos estar preparados para enseñar, a fin de que su mensaje pueda ser propagado. A la gente se le debe enseñar en el idioma que habla para que pueda comprender, y debemos tener un conocimiento de la cultura del pueblo a fin de que nuestra comunicación pueda ser eficaz.
Permitidme citar nuevamente la sección 90 de Doctrinas y Convenios:
“Y entonces, vendrá el día en que el brazo del Señor se manifestará con poder para convertir a las naciones, las naciones paganas, la casa de José, al evangelio de su salvación.
Porque acontecerá que en aquel día, todo hombre, por conducto de aquellos a quienes se confía este poder, oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua, y en su propio idioma, por la administración del Consolador, derramado sobre ellos, para revelar a Jesucristo.” (D. y C. 90:10-11.)
La Iglesia está creciendo rápidamente en muchas partes del mundo, miles de justos de corazón están escuchando las buenas nuevas de gran gozo y están recibiendo las bendiciones del Evangelio en su vida. Tenemos en la actualidad aproximadamente 27.000 misioneros en todo el mundo, y bajo la dirección del presidente Kimball este número muy pronto se duplicará. Más, a pesar de esto, hay mucho más que queda por hacer. Pensemos en los muchos países donde actualmente no se nos permite enseñar, pensemos en los millones y cientos de millones de personas que viven en los países donde no tenemos misioneros y que no han escuchado ni aceptado el Evangelio. ¿Estamos preparados para hacer nuestra parte? Es nuestro día, la obra del Señor seguirá adelante, tal como las Santas Escrituras y nuestros profetas nos lo dicen, ya sea con nuestra ayuda o sin ella. De manera que éste es el día en que creo que debemos elegir; en que debemos tomar nuestra resolución, y luego debemos estar preparados y calificados para servir. Recordaréis las palabras de Josué, cuando en su época exclamó:
“Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” (Josué 24:15.)
El profeta José Smith recibió la revelación dirigida a su padre, en la cual se establecían los requisitos para la obra del ministerio. Entre otras cosas, el Señor dijo: “Por lo tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día.
De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra; porque he aquí, el campo está blanco, listo para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí de modo que no perece, sino que obra la salvación de su alma;
Y fe, esperanza, caridad y amor, con un deseo sincero de glorificar a Dios, lo califican para la obra.” (D. y C. 4:2-5.)
Ahora, considerad por un momento las palabras del profeta Alma:
“Sí, al que se arrepiente y ejerce la fe, y produce buenas obras y ruega continuamente sin cesar, a éste le es permitido conocer los misterios de Dios; sí, y a éste le será concedido llevar a miles de almas al arrepentimiento, así como a nosotros se nos ha permitido conducir a éstos nuestros hermanos al arrepentimiento.” (Alma 26:22.)
Tanto padres como madres enseñarán a sus hijos el Evangelio de Jesucristo en el hogar, si es que cada semana tienen su noche de hogar con la familia; si a los niños se les invita y alienta a participar en el programa de esa noche especial, entonces estaremos siguiendo el programa de la Iglesia y nuestros hijos se estarán preparando para su servicio individual en el reino.
Recuerdo una ocasión en mi infancia, cuando mi padre y yo estábamos teniendo una conversación de hombre a hombre; surgió la pregunta que todos hemos escuchado y que quizás muchas veces nos hayamos formulado: ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el propósito de la vida? Mi padre poseía una fe sencilla y siempre me daba una respuesta directa, sin evasivas. Me dijo que el propósito de la vida era obtener experiencia terrenal, vivir obedientemente a fin de poder aceptar los susurros del Espíritu Santo y vivir de toda palabra que procediera de la boca de Dios. Luego, en una declaración bastante directa, casi en forma de mandato, dijo: “David, tu propósito en la vida es servir a Dios y a tu prójimo”. Este sabio consejo causó en mí una impresión tremenda y duradera. Ese mismo consejo, expresado casi con las mismas palabras, me fue dado por el apóstol Stephen L. Richards, quien me apartó para mi misión. Recuerdo en la manera en que me preparé para ese acontecimiento: estudié las Escrituras, fui llamado para dar discursos en la Escuela Dominical, en las reuniones del Sacerdocio, en las reuniones sacramentales, en conferencias, y a enseñar clases y hacer mis visitas de maestro orientador. Como presbítero tuve el gran privilegio de bautizar; también tuve el privilegio de entrar en el Templo del Señor y ser bautizado por los muertos. Tales experiencias están a disposición de todos o la mayoría de los jóvenes de la Iglesia, y nos ayudan a prepararnos y calificamos para servir en la Iglesia.
Me enamoré de una hermosa joven. El llamamiento para mi misión no me llegó todo lo pronto que lo había esperado; en la impaciencia de la juventud, pensé que me habían olvidado: tenía ya 20 años de edad. Desanimado, pensé que no sería llamado, y mi novia y yo decidimos casamos. Las invitaciones para la boda ya habían sido enviadas, cuando fui a ver al obispo para obtener una recomendación para el templo. ¿Sabéis lo que el obispo me dijo? Me dijo que pensaba que yo debía ir a una misión, que conocía muy bien a mi novia, y que estaba seguro de que ella comprendería y desearía que yo sirviera una misión. Hablamos al respecto, ella comprendió, y me fui a la misión.
Hoy día, los obispos no deben esperar hasta que los jóvenes estén a punto de casarse antes de hablar con ellos acerca de sus respectivas misiones. De hecho, he escuchado al presidente Kimball decir que los padres deberán discutir periódica y regularmente la misión en el hogar, preparar a sus hijos, ayudarlos a ahorrar su dinero para la misión y prepararlos espiritual y emocionalmente para la misma. El punto que estoy tratando de recalcar es que debemos estar preparados para cualquier llamamiento que nos pueda proceder de aquellos que presiden sobre nosotros, y si estamos dispuestos a responder a dichos llamamientos del presidente de rama, el obispo, el presidente de misión, el presidente de estaca o cualquiera que tenga autoridad, recibiremos bendiciones.
“Preparaos, preparaos para lo que viene, porque el Señor está cerca.” (D. y C. 1:12.)
Testifico que esta es la obra del Señor, que José Smith fue un Profeta, que vio a Dios. Tenemos un Profeta en la actualidad: Spencer W. Kimball es un hombre de Dios, lo amo y apoyo con todo mi ser. Dios bendiga al Sacerdocio en esta región, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























