27 de Octubre 1978. Conferencia de Área en Montevideo, Uruguay
Sigamos la inspiración del Espíritu
por el élder Boyd K. Packer
del Consejo de los Doce
Mis queridos hermanos, quisiera compartir con vosotros una gran lección que aprendí de mi madre. Muchas veces nos contó de un incidente que le había sucedido; con ello nos estaba enseñando algo que todo Santo de los Últimos Días debe saber. Y es éste el mensaje que deseo dejaros ahora.
Una mañana mi padre rompió parte de la maquinaria que estaba utilizando. Llegó a casa y le dijo a mi mamá que tenía que ir a la ciudad para llevar la pieza rota al herrero; aunque en este momento ella estaba lavando la ropa, rápidamente empezó a arreglarse para ir con él pues no iba al pueblo frecuentemente. Mientras tanto, mi papá le puso las riendas al caballo y llegó con el coche. Mi mamá se apresuró a subir a los niños; pero al subir ella, titubeó y dijo:
— Creo que será mejor que no vaya contigo en esta ocasión.
— ¿Qué sucede? —-le preguntó mi papá. —No sé —contestó—, pero siento que no debo ir.
Cuando ella dijo esas palabras, mi papá simplemente le respondió:
—Bueno, si sientes que no debes ir, posiblemente será mejor que te quedes en casa. Ella se bajó y se quedó parada en la entrada con los niños, que lloraban desilusionados; mientras lo veía alejarse se dijo: “¡Qué tonta fui!”
Sólo había estado en la casa durante unos cuantos minutos cuando sintió olor a quemado y se dio cuenta de que el techo estaba ardiendo. Inmediatamente hizo que los pequeños se pusieran en fila y pasaran el agua de uno a otro desde la bomba hasta donde estaba mi mamá parada en una silla tirando el agua desde allí hacia el techo, apagando así el comienzo del incendio.
Y allí termina el incidente, con excepción de esta importante pregunta:
¿Por qué no fue al pueblo mi madre ese día?
Esa madre mía había orado muchas veces para que fueran bendecidos, y ese día, sus oraciones fueron contestadas. Otra vez la pregunta: ¿Por qué no fue al pueblo mi madre ese día? No escuchó ninguna voz que le dijera: «Emma, es mejor que no vayas al pueblo, voy a contestar tus oraciones”.
Tampoco recibió un mensaje por escrito en el cual ella pudiera leer: “Emma, es mejor que te quedes en casa ahora”.
Ella permaneció en casa por un presentimiento. Le dijo a mi padre: “Siento que no debo ir’ ’. Fue un gran lección que nos enseñó mi madre.
Este es mi consejo a vosotros, hermanos y hermanas, y especialmente a los jóvenes, que aprendáis a vivir por medio del Espíritu.
Después de bautizamos, cada uno de nosotros fue confirmado miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En esa ordenanza se nos bendijo con el Espíritu Santo para que fuera un don y una bendición en nuestra vida, una guía constante para nosotros. Nos puede guiar en todo lo que hacemos en la vida. Todos nosotros, especialmente los jóvenes, debemos aprender a confiar en ese Espíritu. Debemos aprender a ser espirituales.
«Tened presente que ser de ánimo camal es muerte, y ser de ánimo espiritual es vida eterna.” (2 Nefi 9:39.)
Esta es la impresionante lección que aprendí de mi madre, que tenemos el derecho de recibir inspiración y si vivimos dignamente y oramos al Señor, Él nos guiará.
¡Oh, si nuestros jóvenes pudieran aprender a seguir la inspiración del Espíritu, esa dulce voz! Nos inducirá a vivir rectamente, a permanecer moralmente limpios, a ser dignos Santos de los Últimos Días.
¡Oh, cuán grande es el gozo de conocer la vida llena de felicidad que espera a los que seamos rectos!
Mis queridos hermanos y hermanas especialmente los jóvenes, quiero compartir mi testimonio con vosotros, yo sé que Dios vive, que el Evangelio es verdadero, yo sé que el Libro de Mormón es verdadero, que el presidente Spencer W. Kimball es un Profeta de Dios, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























