29 de Octubre de 1978. Conferencia de Área en Buenos Aires, Argentina
Sigamos las normas de virtud
por el élder Juan Carlos Avila
Representante Regional del Consejo de los Doce
Mis queridos hermanos y amigos, hace más de cinco mil años ocurrió aquí en América una escena maravillosa: Adán, nuestro primer padre terrenal, reunió a su descendencia, que incluía siete generaciones después de él. El Señor le reveló al profeta José Smith lo siguiente:
“Tres años antes de su muerte, Adán llamó a Set, Enós, Cainán, Mahalaleed Jared, Enoc, y Matusalén, quienes eran sumos sacerdotes, y junto con ellos al resto de los de su posteridad que eran justos, al valle de Adán-ondi-Ahman, y allí les confirió su última bendición.
Y Adán se puso de pie en medio de la congregación, y a pesar de que lo agobiaba el peso de sus años, lleno del Espíritu Santo predijo todo cuanto habría de sobrevenir a su posteridad hasta la última generación.” (D. y C. 107:53, 56.)
Mis hermanos, he tratado muchas veces de imaginar esa escena, y tal vez mi mente llevada por el Espíritu me ha hecho participar y saborear otra escena similar que seguramente deberá llevarse a cabo en ese mismo lugar llamado Adán-ondi-Ahman, precediendo la segunda venida del Salvador.
El presidente José F. Smith nos dice lo siguiente:
“Cuando esa reunión se celebre, el mundo no lo sabrá, los miembros de la Iglesia en general no se enterarán de eso, sin embargo, será preparatoria a la venida de nuestro Salvador Jesucristo en nubes de gloria.”
Como lo ha dicho el Profeta, el mundo no podrá saber de ello y los santos no podrán saber de ello, excepto aquellos que oficialmente serán convocados a ese concilio, porque precederá la venida de Jesucristo como ladrón en la noche, ignorado por todo el mundo.
Esta sesión del Sacerdocio, en la que muchos padres e hijos están congregados, me hace recordar que también hace muchos años, cuando yo era un adolescente, el Presidente de la Misión, Emest Young, hacía reunir en la vieja capilla de Liniers a todos los padres junto con sus hijos. Recuerdo que era todo un acontecimiento para mis hermanos y para mí, el hecho de que mi padre nos llevara a nosotros seis para tener esta actividad junto a los otros padres con sus hijos. Recuerdo la reunión de testimonios al finalizar la actividad, cuando los ojos de muchos padres se llenaban de lágrimas al expresar su gratitud por esta sublime experiencia vivida.
A veces he pensado si, como en aquella hermosa ocasión en que Adán se reunió con sus descendientes para darles sus últimas instrucciones y bendiciones, nosotros como padres, estaremos preparados para hacer lo mismo cuando lo requieran las circunstancias. ¿Hemos estado hablando a nuestros hijos de las normas por las que deben regir su vida? ¿Hemos hablado con ellos de la necesidad de mantenerse limpios? Decía nuestro querido élder Richard L. Evans: “Si no tenemos normas, no sabremos cómo conducir nuestra vida”. No habiendo normas, leyes y principios, no sabremos lo que es o no es aceptable; violar o eliminar cualquier norma o principio es como sacar las estrellas del firmamento, o quitar la aguja de la brújula, o las reglas de una misión; si lo hacemos nos quedaremos sin ninguna manera de saber dónde estamos, ni hacia dónde vamos.
Es importante que vosotros, hijos, seáis obedientes a estas normas de virtud. Debéis prepararos desde ahora para ser verdaderos líderes en nuestras misiones. El presidente
Kimball quiere más y mejores misioneros; entonces la meta de cumplir una misión debe estar siempre presente en todo joven. No hagáis experimentos con las cosas profanas. A veces la curiosidad por las cosas obscenas o la pornografía, hace caer a los jóvenes por una pendiente que desemboca en un gran precipicio. ¡Cuántas huellas dejan estas tristes experiencias!
Recuerdo cuando yo presidía la Misión del Sur, a un misionero que en una de las entrevistas descargó su alma dolorida por el pecado, confesándome las terribles faltas que había cometido entre los 16 y 18 años de edad. Me dijo: “Presidenta, ya no puedo vivir más siendo un hipócrita, y tal vez usted deje de amarme, pues no tendrá más confianza en mí cuando sepa lo que yo he hecho de mi vida.”
El Salvador dijo que no podemos esconder nuestra luz debajo del almud, el élder Sterling W. Sills dijo que cuando hacemos lo malo, a semejanza de Lucifer arrastramos a otras personas en pos de nosotros.
Siempre fueron una hermosa guía para mi vida las palabras del querido presidente Heber J. Grant: “Sueña, sueña, oh juventud, sueña noble y varonilmente, y tus sueños serán tus profetas”.
Solía decir el élder Richard L. Evans:
“No os dejéis engañar por la música ni por la luz de la luna. Escoged vuestra compañera consultando al Señor, confiaos a vuestros padres, tened en cuenta que la más fina pieza del universo es el cerebro, y que la naturaleza se cobrará cada centavo que le debamos. Joven, algún día tendrás que volver al mostrador de la naturaleza. Ten en cuenta que el éxtasis de un momento puede ser miseria para toda la vida; no coquetees con el pecado.”
Quiero testificaros que el vivir limpio trae una tranquilidad de espíritu, cuya paz no puede compararse con ningún otro valor terrenal. También os testifico que Jesús es el Cristo, a quien amo tanto; que José Smith fue y es un Profeta y que el presidente Kimball lo es en nuestros días. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























