1 de noviembre de 1891. Palabras pronunciadas por el presidente Wilford Woodruff en una conferencia de estaca.
Somos dirigidos por revelación
por Wilford Woodruff
Esta mañana, antes de asistir a la reunión, tuve la oportunidad de observar algunas pinturas que se encuentran en la casa del hermano Moses Thatcher, intituladas, «Cristo ante Pilato» y «Cristo en el Calvario». Al observarlas pensé que el Salvador, tal como lo ha expresado el hermano Joseph F. Smith, en verdad’ ‘descendió debajo de todas las cosas» (D. y C. 88:6). Vino a la tierra, nació de una mujer en una dispensación determinada por el Padre, y recibió un cuerpo mortal… Pensemos en el corto tiempo que laboró en la carne después de su llamamiento por el Padre; tres años y medio. Pensemos en el sufrimiento por el que pasó, el trabajo que llevó a cabo, la organización de la Iglesia de Dios, el llamamiento de los Doce Apóstoles, de los Setenta. . . y los pocos discípulos que le siguieron durante aquel periodo.
Recordemos entonces que no sólo El mismo fue condenado y crucificado, derramando su sangre por la redención del mundo, sino que cada uno de sus apóstoles también fue ejecutado, muerto por la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, con la excepción de Juan el Revelador; a él no pudieron matarle porque el Señor le prometió que habría de sobrevivir; de otro modo, él también habría sido asesinado como los demás.
AI observar al Salvador clavado a la cruz, pensé en nosotros y en nuestras propias convicciones. Han transcurrido sesenta años desde nuestra llegada a las montañas, en los que hemos vivido como pueblo, ¿y por qué tenéis con vosotros a la presidencia? ¿Por qué tenéis también apóstoles que viven en vuestro medio, caminando libremente por las calles, después de sesenta años? ¿Por qué tenemos más de 200.000 Santos de los Últimos Días congregados en estos valles de las montañas, en medio de un país de 60 millones de habitantes? Estas son las preguntas que deben ser contestadas por los Santos de los Últimos Días. Todo esto tiene una razón de ser hermanos y hermanas; nosotros vivimos en una dispensación diferente, y en un sentido, bajo un orden diferente de cosas al que vieron el Salvador y sus Apóstoles. Aquel fue un tiempo de sacrificios. Aquellos devotos hombres que tuvieron sobre sus hombros el apostolado, estuvieron dispuestos a dar su vida con el Salvador, y su vida fue corta comparada con la historia de la Iglesia de Dios en la actualidad. Con una excepción, todos ellos fueron asesinados y Dios los llevó junto a Él; también retiró el Sacerdocio de la tierra, el que permaneció en manos de Dios el Padre y su Hijo Jesucristo hasta el año 1829.
Largos siglos transcurrieron, millones de seres humanos nacieron, vivieron en la tierra, murieron, volvieron al mundo espiritual; y ni siquiera una de esas almas, según nuestro conocimiento, tuvo el poder de administrar a la humanidad las ordenanzas del evangelio de vida y salvación. Indudablemente, se trataba de millones de buenas personas, que actuaron de acuerdo con la mejor comprensión que pudieron obtener. Hubo hombres como Juan Wesley, Martín Lutero, Wiclef, Zwinglio , Melanchton, y miles de otros que nacieron a su debido tiempo y predicaron el evangelio de acuerdo con el conocimiento y comprensión que poseyeron. Pero ellos no tuvieron el poder de administrar ni siquiera una sola ordenanza que tuviera algún efecto después de la muerte, porque no poseían el Sagrado Sacerdocio.
En nuestro tiempo y generación hemos arribado a un Sacerdocio que se encuentra restaurado. El Señor llamó a José Smith a su debido tiempo, y él organizó la Iglesia. ¿Quién era José Smith? Era sólo un jovencito ignorante de las cosas del mundo. Pero fue también un hombre puro, perteneciente al linaje de Abraham, Isaac y Jacob. Su nacimiento fue profetizado por los antiguos patriarcas y profetas. El Libro de Mormón nos da su nombre. José Smith fue inspirado por el Espíritu Santo, y el Padre y el Hijo le manifestaron su presencia en respuesta a sus oraciones; el Padre le dijo: «Este es mi Hijo Amado, escúchalo.»
José Smith escuchó atentamente a las palabras de Jesucristo lo que continuó haciendo hasta que él, al igual que el Salvador, fue asesinado; siempre me pareció extraño que se permitiera que el Profeta y su hermano Hyrum fueran llevados de esta vida en ese momento. Pero José Smith fue ordenado por mandamiento de Dios y por el poder y las revelaciones de los cielos, y puso los fundamentos de esta gran dispensación del cumplimiento de los tiempos. Fue traído al mundo y ordenado para organizar la Iglesia de Cristo por última vez sobre esta tierra, para prepararla para la venida del Hijo del Hombre. Al pensar en ello, me he convencido de que también fue ordenado para morir, para derramar su sangre como testimonio a esta dispensación. . .
Como lo dije, José Smith era un hombre relativamente ignorante; pero llegó el momento en que los ángeles fueron sus maestros e instructores, además de los apóstoles que habían vivido en los días de Jesús. Él se encontró en condiciones en las que recibió testimonio y enseñanzas de hombres que el mundo no recibió, y tuvo el poder de organizar la Iglesia de un modo en que todo el mundo cristiano combinado no podía haberlo hecho. ¿Por qué? Porque un hombre, no obstante lo adinerado o culto que sea, no puede dar de lo que no posee. El mundo no poseía el poder de organizar la Iglesia de Cristo, porque no poseía el Sacerdocio. Pero José Smith poseyó dicho Sacerdocio y tuvo por lo tanto el poder de organizar la Iglesia.
Desde aquel día hasta el presente, esta Iglesia ha estado desarrollándose, aun cuando los miembros han sido perseguidos, echados de sus casas, y sus posesiones destruidas. Millones de espíritus caídos, juntos con millones de seres de la familia humana, se han organizado para luchar en contra de esta Iglesia, pero jamás han tenido el poder para destruirla. ¿Por qué? Porque el Dios Todopoderoso ordenó que esta Iglesia habría de permanecer. . .
Quisiera agradecerle a Dios porque vivimos en estos tiempos, cuando disponemos del poder para edificar a Sión y cumplir con las palabras de los profetas. Los habitantes de la tierra deben ser advertidos; este es el motivo por el que estamos aquí. . .
El Señor ha elegido a lo débil del mundo para guiar a este pueblo. José era un hombre joven cuando murió, ya que no tenía todavía cuarenta años de edad. Vivió casi catorce años después de organizar la Iglesia. El presidente Brigham Young le sucedió. ¿Quién era Brigham Young? Era un hombre humilde, pero el Señor le llamó para guiar a su pueblo. Todos conocemos a Brigham Young y sabemos lo que hizo, y que el Espíritu estaba con él. El Señor estaba con él, por lo que continuó guiando a su pueblo por el poder de Dios y por las revelaciones de Jesucristo. Él puso los cimientos de una gran obra en estas montañas de Israel…. ¿Quién era John Taylor? Era tan sólo un carpintero, y aún así guio a la Iglesia durante una época.
Esta es la forma en que el Señor eligió a estos hombres. Dios siempre elige a los débiles dé la tierra. En su tiempo, Él le mostró a Abrahán los espíritus que habían morado en su presencia, «… y entre todas éstas había muchas de las nobles y grandes… y Dios le dijo a Abrahán:. . . A estos haré mis gobernantes. . . Abrahán, tú eres uno de ellos, fuiste escogido antes de nacer» (Ab. 3:23). Abrahán guio a Israel en los comienzos; él es nuestro gran progenitor y Dios levantó al Salvador de la descendencia de Abrahán.
Los Santos de los Últimos Días no deben considerar que el Señor ha olvidado a su pueblo, o de que El no revela su voluntad; tal idea no es verdadera. El Señor se encuentra entre nosotros y lo ha estado desde el comienzo. Esta Iglesia jamás ha sido dirigida por otro medio que no sea el de la revelación, y así será siempre. Se sucederán muchos presidentes, pero sea quien sea llamado a guiar a la Iglesia, todos sus líderes deberán guiarla por medio de la inspiración del Dios Todopoderoso. Si no lo hacen así, no habrán de hacerlo de ningún modo. El Señor no habrá de fracasar en estos últimos días, sino que cumplirá con todo lo que ha prometido mediante sus profetas y apóstoles, hasta que Sión se levante en su gloria y la esposa del Cordero sea preparada para la venida del Gran Esposo.
El domingo pasado, hablé acerca de este mismo principio de la revelación, en otra ciudad. Si leéis la vida de Brigham Young, escasamente encontraréis alguna revelación donde él diga: «Así dice el Señor», pero el Espíritu Santo estaba con él, le enseñó por medio de la inspiración y la revelación, y con una sola excepción, él no daba esas revelaciones en la forma en que José lo hizo, ya que no eran escritas y dadas como revelaciones, como mandamientos a la Iglesia en las palabras y en el nombre del Salvador. José dijo «Así dice el Señor» casi cada día de su vida en la época en que establecía los cimientos de esta obra. Pero sus seguidores no consideraron necesario decirlo siempre; aún así guiaron a su pueblo por el poder del Espíritu Santo, y si deseáis saber qué es eso, leed los primeros seis versículos de la sección 68 de Doctrinas y Convenios, donde el Señor les dijo a Orson Hyde, Luke Johnson, Lyman Johnson, y William E. McLellin que salieran y predicaran el evangelio a la gente, de acuerdo con la inspiración del Espíritu Santo:
«Y lo que hablaren cuando fueren inspirados por el Espíritu Santo, será escritura, será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para la salvación.» (D. y C. 68:4.)
Ese es el poder mediante el cual se guía a Israel. Por ese poder el presidente Brigham Young presidió y guio la Iglesia, y por el mismo poder la presidió y dirigió el presidente John Taylor. Esta es la forma en que yo actúo, de acuerdo con mi habilidad y capacidad. No quiero que los Santos de los Últimos Días piensen que el Señor no está con nosotros y que no nos provee de las revelaciones necesarias; él nos brinda revelación y seguirá haciéndolo mientras sea necesario.
Últimamente yo también he tenido algunas revelaciones muy importantes, y quisiera deciros lo que el Señor me ha comunicado. Quisiera traer a colación lo que es conocido como el «manifiesto». El Señor me ha dicho por revelación que hay muchos miembros de la Iglesia en todo Sión, que se sienten profundamente afectados por dicho manifiesto, al igual que por el testimonio del presidente de esta Iglesia y de los apóstoles ante la cancillería. He oído que muchos miembros de la Iglesia se han sentido profundamente afectados desde que recibí esta revelación, aun cuando antes no hubo ningún tipo de problemas. El Señor me mandó que hiciera algo, y lo hice durante la conferencia del domingo pasado; también lo haré en esta oportunidad. Él me ha pedido que les haga una pregunta a los Santos de los Últimos Días, asegurándome que si los santos ponen atención a lo que les diga y contestan sinceramente la pregunta mediante el Espíritu y el poder de Dios, todos la contestarán de la misma forma. La pregunta es la siguiente: ¿Cuál es el curso más sabio para seguir por parte de los Santos de los Últimos Días? ¿Continuar tratando de practicar el matrimonio plural? En este caso, tienen contra ellos las leyes de la nación, al igual que la oposición de 60 millones de personas, el costo de la confiscación y pérdida de todos los templos y la finalización de todas las ordenanzas que allí se llevan a cabo, tanto por los vivos como por los muertos, y el encarcelamiento de la Primera Presidencia y de los Doce Apóstoles, al igual que el de todos los jefes de familia de la Iglesia, y la confiscación de la propiedad personal de nuestro pueblo (todo lo cual, de todas maneras haría cesar la práctica). ¿O, después de haber sufrido todo lo que sufrimos como consecuencia de nuestra adherencia a este principio, cesar la práctica y sujetamos a la ley? Así, dejaríamos a los profetas y apóstoles, y a los padres en el hogar, para que puedan instruir al pueblo y encargarse de sus responsabilidades en la Iglesia; y también dejaríamos los templos en manos de los santos para que puedan continuar con las ordenanzas del evangelio tanto por los vivos como por los muertos.
El Señor me mostró por visión y revelación, exactamente lo que habría de pasar si no cesáramos en esta práctica. Si no lo hiciéramos, no habría necesidad de que ninguno de los hermanos trabajara en el templo, ya que todas las ordenanzas cesarían a lo largo y ancho de la tierra de Sión; el caos reinaría en Israel y muchos hombres estarían encarcelados. Estos problemas habrían recaído sobre toda la Iglesia, y de todos modos nos veríamos obligados a dejar la práctica del matrimonio plural. La gran interrogante es entonces si debe permitirse que cese de esta manera, o si debemos suspenderla en la forma en que el Señor nos lo ha manifestado, permitiendo que los profetas, apóstoles y padres sean libres, y que los templos queden en manos del pueblo para que los muertos continúen siendo redimidos.
Muchos ya han sido liberados de la prisión del mundo espiritual por los santos; ¿Debe detenerse o se debe seguir adelante con el trabajo? Esta es la gran pregunta que presento a los Santos de los Últimos Días. Debéis juzgar por vosotros mismos. Yo no habré de contestar; pero quisiera deciros que esta es exactamente la condición en que como pueblo nos encontraríamos si no hubiéramos tomado el camino que tomamos.
Sé que hay muchos buenos hombres y probablemente en posiciones muy importantes en esta Iglesia, que han sido sometidos a una gran prueba y que han pensado que el presidente Woodruff perdió el Espíritu de Dios y que se encontraba a punto de apostatar. El Señor me ha dicho exactamente lo que debo hacer y cuales habrían de ser los resultados si no lo hiciera.
Algunos amigos que no son miembros de la Iglesia me han llamado y urgido a dar algunos pasos correspondientes a este asunto; ellos sabían perfectamente cuál era la determinación del gobierno. Este sentimiento fue puesto también de manifiesto por algunos miembros de la Iglesia. Así fue que tuve una idea clara de lo que habría de pasar si no tomábamos alguna medida. Sólo quisiera agregar lo siguiente: Yo habría permitido que perdiéramos todos los templos; yo mismo habría ido a la prisión y habría permitido que la mayor parte de los hombres de la Iglesia también fueran, si el mismo Dios de los cielos no me hubiera mandado hacer lo que hice. Me dirigí al Señor y escribí todo lo que el Señor me mandó que escribiera. Puse el escrito a consideración de mis hermanos de las Autoridades Generales, de hombres inspirados como el hermano George Q. Cannon, el hermano Joseph F. Smith y los Doce Apóstoles. Creo que podría convencer con más facilidad a un ejército entero que abandonara su posición, antes de hacerles cambiar de idea a estos hombres con respecto a algo que ellos consideran justo y verdadero. Todos estuvieron de acuerdo conmigo, y más adelante miles de Santos de los Ultimos Días también lo estuvieron. ¿Por qué? Porque ellos se vieron influenciados por el Espíritu de Dios, al igual que por las revelaciones de Jesucristo, para tomar esa decisión,
Dejo entonces esto a vuestra consideración. El Señor está trabajando con nosotros y está haciendo cosas que muchas veces no comprendemos. Orad al respecto; no os preocupéis ni os sintáis mal.
Me regocijo en el hecho de que Dios nos ha revelado el evangelio; me regocijo por vivir en una época y en una generación cuando tenemos la Iglesia de Dios sobre la tierra. Entre nosotros hemos tenido profetas y apóstoles, que han laborado en el mundo y se han salvado muchas almas. Ellos han muerto y se han ido al mundo espiritual; pero José Smith tiene las llaves de esta dispensación y las tendrá por las eternidades, sea quien sea el que guíe la Iglesia después de él.
El Señor nos ha dado el poder para establecernos aquí y edificar templos. Contamos con tres templos erigidos en estas montañas y muchos de los muertos tendrán parte en la primera resurrección porque pudieron ser redimidos en ellos. Por lo tanto debemos sentimos agradecidos al Señor. Debemos continuar trabajando en estos templos; ellos deben estar ocupados por los Santos de los Últimos Días. Deseamos que nuestros hermanos y hermanas continúen asistiendo al templo, redimiendo a los muertos y bendiciendo a los vivos. El Señor os bendecirá y se hará cargo de vosotros y de vuestras familias; se hará cargo de Sión y de esta generación, y se encargará de cumplir con todo lo que ha prometido.
Yo digo, Dios os bendiga; y Él os bendecirá si escucháis Su voz y seguís Sus consejos.
Deseo que los Santos de los Últimos Días dejen de murmurar y protestar por lo determinado por Dios. Creed en Dios; cumplid con vuestras responsabilidades; recordad vuestras oraciones. Tened fe en el Señor y continuad con vuestra obra de edificar a Sión. Todo habrá de estar bien. El Señor habrá de visitar a su pueblo y mediante la justicia apresurará Su venida, para que no quede carne que no sea salva. Os digo que miréis las señales de los tiempos y os preparéis para lo que habrá de venir. Que Dios os bendiga. Amén.

























Somos dirigidos por revelaciones solo esta en nstrs continuar y ser fuertes ante cualquier situacion. Oren con mucha fe ante nstr Padre Celestial su amado hijo Jesucristo y el Espiritu Santo nos guiaran.. Amen
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