La prueba de la adversidad

La prueba de la adversidad

Ezra Taft Bensonpor el élder Ezra Taft Benson
Presidente del Consejo de los Doce
Liahona, Enero de 1979

Todos tenemos nuestras vicisitudes. A quien el Señor ama, corrige. Es gracias a los golpes de la adversidad, que los seres humanos aprenden las lecciones que ayudan a forjar hombres y mujeres fuertes, y no a las circunstancias que rodean el pináculo del éxito. En la hora del triunfo se encuentra el mayor peligro del hombre; y a veces, es preciso que éste sufra sus reveses de fortuna para que logre apreciar las bendiciones de que goza, así como para que pueda desarrollar un carácter fuerte y valeroso.

Recuerdo bien a una joven pareja que hace algunos años empezó a dedicarse a la agricultura; eran de circunstancias económicas modestas, pero habían podido hacer el pago inicial de 16 hectáreas de tierra virgen. Decidieron cultivar melocotones, por lo tanto, nivelaron el terreno, plantaron los árboles, y luego se dieron a la tarea de regarlos y cuidarlos hasta que llegara el tiempo de la cosecha. Esa primavera en particular, la huerta se convirtió en un mar de flores, y parecía como si fuesen a tener una abundante cosecha; pero una noche, sin ninguna advertencia, hubo una helada que prácticamente acabó con toda la cosecha en cierne. El joven no asistió a la Iglesia el domingo próximo, ni el siguiente, ni el subsiguiente; por fin, su buen obispo fue a verlo que sucedía; lo encontró en el campo, y le dijo:

—John, no lo hemos visto en la Iglesia por varias semanas; ¿qué pasa? ¿Tiene algún problema?

John respondió:

—No, obispo, no volveré a ir. ¿Cree que puedo adorar a un Dios que permite que esto me suceda?

Y luego, procedió a explicar al obispo lo que había ocurrido. Naturalmente, éste también se afligió, y así lo expresó a John; y mientras miraba la tierra por un momento, le dijo:

—John, estoy seguro de que el Señor sabe que usted no puede producir los mejores duraznos después de la devastación dejada por la helada; pero también estoy seguro de que Él sabe que no se puede producir los mejores hombres sin que éstos experimenten las contrariedades que provocan, entre otras cosas de la vida, las inclemencias del tiempo; y Él está interesado en producir hombres, no duraznos.

Y bien, John asistió a la Iglesia al domingo siguiente, y con el paso del tiempo, tuvo mejores cosechas. Más tarde, llegó a ser obispo en la Iglesia.

Recuerdo también la ocasión en que asistí a una reunión en el Estado de Idaho, hace varios años; era patrocinada, en parte, por la Universidad de dicho Estado. Fue una reunión maravillosa; después que concluyó, saludaba yo a algunos de los agricultores que se encontraban presentes, cuando vi que entre ellos se encontraba el hermano Yost, a quien le pregunté:

—Hermano Yost, ¿cómo van las cosas en la granja?

El hermano Yost respondió:

—Creo que bien, hermano Benson, aunque en tres días perdí aproximadamente 20.000 dólares.

— ¿Cuál es el problema. . .  otra helada? —le dije.

—Sí —respondió—, nos arruinó completamente la cosecha del trigo. Aún tenemos un poco en la despensa, y por lo menos una parte de nuestro abastecimiento de un año en reserva. No nos moriremos de hambre, y habrá otra cosecha.

Al despedirnos, le dije a mi esposa:

— ¡Qué espíritu tan maravilloso!

En otra oportunidad, regresábamos a nuestra casa, y al pasar por una ciudad, nos detuvimos en una tienda para comprarles unas galletas a los nietos. ¿Y a quién pensáis que me encontré en la acera? Pues al hermano Yost. Le pregunté:

— ¿Que anda haciendo por aquí?

—Hermano Benson —respondió—, es nuestro día de asistir al templo.

Y le dije:

—Parece que las crisis no lo desalientan en absoluto, ¿verdad?

Entonces me enseñó una lección, al contestarme:

—Hermano Benson, cuando nos sobrevienen las vicisitudes es cuando más necesitamos el templo.

Cuando nos agobian las tribulaciones es cuando más necesitamos a la Iglesia y el evangelio. Me siento feliz de que sea posible, para cualquier hombre o mujer que posea un testimonio de la divinidad de esta obra, hacerle frente a cualquier tribulación, y aún mantener firmes su espíritu y su fe. Vi a miembros de esta Iglesia en Europa, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la guerra más espantosa que se conoce en la historia de las naciones modernas, cuando éstas habían caído económicamente; vi a miembros de esta Iglesia, siendo algunos de ellos los únicos sobrevivientes de familias que en una ocasión fueron felices y prósperas, con sus hogares destruidos y todos los demás miembros de la familia muertos en la guerra; y seguían adelante, solos. Los vi, y los escuché, cuando se ponían de pie, expresaban su testimonio de la divinidad de esta obra y daban gracias a Dios por sus bendiciones, las bendiciones de la eternidad del convenio del matrimonio, la convicción de que la familia continúa más allá del velo, de que hay una vida después de la muerte, de que en el más allá, para aquellos que vivan dignamente, será feliz la reunión con los seres queridos.

Sí, con la ayuda del Señor y las bendiciones de Dios, podemos hacer frente a cualquier vicisitud que nos pueda sobrevenir; cada crisis puede redundar en nuestro beneficio y bendición, y nos hará más fuertes, más valientes y más semejantes a Dios. Muchas personas han experimentado tribulaciones en estos últimos días.

Frecuentemente pienso en el profeta José Smith, a quien considero el Profeta más admirable que haya vivido sobre la faz de la tierra, con la excepción de Jesús, a quien representó y sirvió. Pienso en sus aflicciones y tribulaciones, las cuales acudieron a mi mente cuando visité por primera vez la cárcel de Liberty, y también más tarde, cuando fui allí por segunda vez. Recordaréis que cuando se encontraba en esa cárcel inmunda, rodeado de hombres despreciables, no por un período de días ni semanas, sino de meses, por último, cuando parecía que ya no podía soportar más, exclamó:

«Oh Dios, ¿en dónde estás? y ¿dónde está el pabellón que cubre tu escondite?

¿Hasta cuándo se detendrá tu mano, y desde los cielos eternos verá tu ojo, sí, tu ojo puro, los sufrimientos de tu pueblo y de tus siervos, y penetrarán sus llantos tus oídos?

Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y se llenen tus entrañas de compasión hacia ellos?

Acuérdate de tus santos que sufren, oh Dios nuestro: y tus siervos se regocijarán en tu nombre para siempre.» (D. y C. 121:1-3,6.)

El Profeta recibió la respuesta en una revelación, con estas palabras:» Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que un momento;

Y entonces, si lo sobrellevas debidamente, Dios te ensalzará; triunfarás sobre todos tus enemigos.

Tus amigos te sostienen, y te saludarán de nuevo, con corazones fervientes y manos de amistad.» (D. y C. 121:7-9.)

Ved la promesa. Y luego está leve amonestación:

«No eres aún como Job; no contienden en contra de ti tus amigos, ni te acusan de transgredir, como a Job.» (D. y C. 121:10.)

A esto sigue una promesa:

«La esperanza de los que te acusan de transgresión será disipada, y sus proyectos se desvanecerán como desaparece el rocío ante los cálidos rayos del sol naciente.» (D. y C. 121:11.)

En otra ocasión, el Señor manifestó al Profeta lo siguiente:

«Desde los cabos de la tierra inquirirán tu nombre; los necios de ti se burlarán, y el infierno se encolerizará en contra de ti; en tanto que los puros de corazón, los sabios, los nobles y los virtuosos constantemente buscarán consejo, autoridad y bendiciones de tu mano.» (D. y C. 122:1-2.)

Y luego, el Señor pronunció esta importante declaración:

«Si te echan en el foso o en manos de homicidas, y eres condenado a muerte; si eres arrojado al abismo; si las bravas olas conspiran contra ti; si el viento huracanado se hace tu enemigo; si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para atajar la vía; y si, sobre todo, las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que por todas estas cosas ganarás experiencia, y te serán de provecho.

El Hijo del Hombre se ha sometido a todo esto. ¿Eres tú mayor que El?» (D. y C. 122:7-8.)

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