Sistemas de escritura entre los pueblos del
Libro de Mormón
por John L. Sorenson
Liahona, Enero de 1979
Como Santos de los Últimos Días, sabemos algo con respecto a la antigua escritura que se utilizaba en el continente americano por lo que liemos leído en el Libro de Mormón, y podemos complementar este conocimiento con los datos que los expertos han obtenido concerniente al mismo tema.
Los únicos sistemas auténticos de escritura que positivamente se sabe hayan sido usados antiguamente en el hemisferio occidental, se encontraban en la parte central y sur de México, y al norte de Centroamérica. En dicha región, se han descubierto más de media docena de sistemas diferentes pero afines. Durante varias generaciones, los expertos han tratado, con poco éxito, de descifrar los antiguos sistemas de escritura jeroglífica.
La mayoría de las civilizaciones antiguas no empleaban el alfabeto; en vez de ello, utilizaban una sola figura o símbolo, ya fuera para una silaba, o para una palabra o significado enteros. A este último sistema se le llamaba escritura «ideográfica» (representación de ideas). Un sistema ideográfico se componía de cientos, o aun miles de signos distintos, uno por cada palabra o idea. Los sistemas de escritura china y egipcia eran de este tipo; así también lo eran el maya y los de otros pueblos del Nuevo Mundo. El número de jeroglíficos egipcios era de aproximadamente 750, casi la misma cantidad que el de los primeros esquemas centroamericanos.
La mayoría de estos símbolos comunicaban una idea central; el diseño de la huella de un pie podría significar «pie», pero a la vez, podría significar «ir» o «jornada» de manera que el lector tenía que intentar dilucidar exactamente qué significaba el diseño. El significado tenía que aclararse ya fuera en base al contexto o mediante la adición de otro símbolo. Había caracteres que representaban sonidos en algo semejantes a un alfabeto: pero esa técnica, la cual utilizamos todo el tiempo, nunca se perfeccionó ni utilizó extensamente. Como resultado, se requería mucha experiencia y conocimiento para llegar a comprender el sistema escrito. La gente común no disponía de tiempo para ser instruida en tales asuntos; por lo general, sólo los sacerdotes y algunos de los que integraban la clase gobernante aprendían el complejo sistema.
El sistema descrito en el Libro de Mormón parece ser un sistema ideográfico con algunos símbolos que representan sonidos. Cuatrocientos años después del nacimiento de Cristo. Moroni refino que escribían en «caracteres» a los cuales llamaron «egipcio reformado» (Mormón 9:32-33). Esta escritura nefita parece haber sido complicada y un tanto ineficaz. Mormón dijo lo siguiente:
«Hay muchas cosas que no podemos escribir de acuerdo con nuestro idioma.» (3 Nefi 5:18.) Su hijo Moroni se lamentó ante el Señor, diciendo:
“Y no nos has concedido escribir sino poco, a causa de la torpeza de nuestras manos. . . cuando escribimos, vemos nuestra debilidad, y tropezamos al colocar nuestras palabras.» (Eter 12:24-25.)
Como resultado, fue una tarea difícil dominar el sistema.
El rey Benjamín recalcó a sus tres hijos cuán importante era que fueran instruidos «en todo el idioma de sus padres» (Mosíah 1:2-4), el cual comprendía «la ciencia de los judíos y el idioma», o sea, los caracteres escritos, «de los egipcios». (1 Nefi 1:2.) Es muy factible que esta difícil enseñanza explique el porqué, en otra ocasión, «algunos eran ignorantes a causa de su indigencia, al paso que otros recibían amplia instrucción por motivo de sus riquezas» (3 Nefi 6:12).
A primera vista, parece haber una gran diferencia entre los jeroglíficos del egipcio reformado de Moroni y los antiguos jeroglíficos de los pueblos americanos, aunque los mayas, después de lodo, se basan en los mismos principios que los de los egipcios que Lehi llevó consigo de Palestina. Naturalmente, los caracteres específicos eran continuamente modificados, y, tal como lo explicó Moroni, «han sido transmitidos, y los hemos alterado conforme a nuestra manera de hablar» (Mormón 9:32); con todo, la denominación «egipcio reformado», no es una mala descripción.
Nuestra única manera de llegar a saber cómo eran los signos del egipcio reformado, se encuentra en la copia de Anthon: siete líneas de caracteres que se supone que Martin Harris copió de las planchas del Libro de Mormón y mostró a un tal profesor Anthon. No sabemos con cuánta exactitud fueron copiadas, y de hecho, ni siquiera sabemos cuál lado de la copia es el principio del escrito. Más tarde, el profesor Anthon describió lo que había visto, de la siguiente manera:
«Los caracteres estaban dispuestos en columnas, semejantes a modo de escribir china. . . y toda clase de letras, más o menos torcidas, ya fuera por causa de inhabilidad en el arte o por el diseño en sí, parecían entremezcladas con diversas delineaciones de medias lunas, estrellas, y otros objetos naturales, terminando por construir, en suma, una aproximada representación del zodíaco mexicano.»
En otra ocasión, repitió la descripción de las columnas verticales, agregando: «Todo concluía en una tosca delineación de un círculo, dividido en varios compartimientos, arqueado con diversas marcas singulares y evidentemente copiado del calendario mexicano publicado por Humbolt, pero copiado de tal forma que no revelara esa fuente». (Comprehensive History of the Church, por B. K Roberts, 1:100-107.)
En vista de que Anthon es el único testigo que nos dejó una descripción de lo que vio, nos vemos obligados a llegar a la conclusión de que el aspecto que presentaban las planchas del Libro de Mromón se semejaba en cierta manera a un códice, con sus columnas verticales de jeroglíficos.
El sacerdote católico Diego de Lauda describió los libros de Yucatán, México, poco después de la conquista española: «Estas gentes también emplearon ciertos caracteres o letras, con los cuales escribían en sus libros sus antiguos asuntos y ciencia, y mediante estos y dibujos, y ciertas señales en dichos dibujos, comprendían sus asuntos, hacían que otros los comprendieran, y se los enseñaban. Encontramos un gran número de libros escritos en estos caracteres.» (Relación de las cosas de Yucatán.Traducción libre.)
Pero para Landa y otros sacerdotes españoles, aquellos libros eran del demonio, de manera que quemaron cuantos les fue posible arrebatar a los nativos, «lo cual les causó gran dolor» a éstos, ya que los libros eran considerados entre sus posesiones más preciadas.
Aquellos libros mayas estaban hechos de papel que se elaboraba con la corteza de un cierto tipo de higuera; una hoja grande de este material se doblaba, a modo de acordeón, de manera que una parte, o todo, se pudiese abrir. Cada «página» de información era separada de la siguiente, a su derecha o a su izquierda, por un pliegue. Por otra parte, en el centro de México, los documentos por lo general se enrollaban.
El Libro de Mormón describe libros de papel así como planchas de metal. En la ciudad de Ammoníah, los inicuos gobernantes no sólo quemaron vivos a los hombres, mujeres y niños que creían en las palabras de Alma y Amulek, sino que «también trajeron sus anales que contenían las Santas Escrituras, y los arrojaron al fuego para quemarlos y destruirlos». (Alma 14:8, 14. Nótese, además, en Alma 63:12 que los «grabados» de metal se distinguen de los registros escritos, los cuales debieron de haber sido de papel.)
El doctor Robert Carmack ha descrito las historias tradicionales conservadas por los pueblos quichés de Guatemala. Cada linaje tenía su propio libro, historiador y amanuense; su libro registraba la historia y la leyenda que explicaba su origen, su derecho al gobierno y su parentesco con las gentes que los rodeaban. En estos sagrados volúmenes también se predecía el futuro; una gran cantidad de estas anécdotas tradicionales fueron preservadas en forma oral, aunque solamente se han preservado tres libros que datan de la época prehispánica.
Todo esto se asemeja mucho al Libro de Mormón. Nefi y su línea de descendientes conservó no solamente su registro (en dos volúmenes, uno para la historia y otro para sus asuntos religiosos: 1 Nefi 9:3-4, 2 Nefi 4:14), sino también el de su padre. Los descendientes de Laman y Lemuel, quienes necesitaban el registro de Lehi para probar su derecho al gobierno, afirmaban que Nefi les había robado su soberanía; por consiguiente, deseaban destruir a los nefitas y sus registros. (Véase Alma 54:16-25, y Enós, ver. 14.) Después, hubo registros separados de la gente de Senifi (Mosíah25:5), la línea de Alma (Alma 63:16), la de Helamán (Helamán 16:25), y muchos otros, todos los cuales Mormón combinó en el volumen que tenemos en la actualidad desde el Libro de Mosíah hasta el Libro de Moroni.
Desde luego, toda la escritura no se hizo en papel o planchas de metal; los monumentos de piedra grabados («estelas») eran también familiares a los pueblos del Libro de Mormón. Los versículos 20 al 22 de Omni hablan de Coriántumr, el último rey de los jareditas, quien grabó en una piedra grande un relato de su pueblo y el fin de éste, así como el origen de su linaje. (Éter 1: 6-32 y 10:32 indican que las 24 planchas de oro jareditas relatan la historia de solamente un linaje, y no de todo el pueblo.)
En los últimos 20 años, los expertos han demostrado que la estela maya en realidad representa la «conquista, su humillación como prisioneros, los casamientos reales y la descendencia real» (como recientemente lo explicó el doctor Michael Coe) en vez de la astrología y cronología, como pensaban anteriormente los expertos. La piedra grabada de Coriántumr sirve muy bien como una historia de un linaje real.
Aun cuando tenemos mucho que aprender con respecto a las antiguas escrituras de América, sabemos lo suficiente como para desear más luz y conocimiento sobre este tema tan fascinante.
























