Las decisiones determinan el destino
por el élder Thomas S. Monson
del Consejo de los Doce
Liahona Octubre 1980
La juventud de hoy se enfrenta a decisiones trascendentales. El mundo en el cual vivís no es un mundo de ilusión o de pasatiempos; es uno de constante lucha que requerirá lo mejor que podáis aportar y os recompensará siempre que deis de vosotros mismos los mejores esfuerzos.
Es importante recordar ésta verdad solemne: La obediencia a la ley de Dios acarreará libertad y vida eterna, en tanto que la desobediencia traerá cautividad y muerte.
Hace muchos años alguien dijo que la historia rueda sobre ruedas pequeñas, lo mismo que en la vida del hombre. Nuestra existencia gira en tomo a las decisiones que torneamos, ya que ellas son las que determinan el éxito o el fracaso futuro.
Las decisiones acarrean consecuencias eternas, por ejemplo, la decisión tomada por los moradores de la tierra en tiempos del profeta Noé, cuando se burlaron y rieron de este siervo de Dios porque construía un navío llamado arca. Pero dejaron de reír y sus gestos de burla también cesaron al comenzar la lluvia y ver que no paraba. Aquellos hombres habían tomado una decisión contraria a las instrucciones del profeta de Dios, y pagaron con sus vidas el precio de ella.
Pienso en la decisión de Lamán y Lemuel, cuando se les mandó buscar las planchas de Labán. ¿Qué nos cuenta el Libro de Mormón? Murmuraron diciendo: “Lo que se nos exige es cosa difícil” (véase 1 Nefi 3:5); decidieron no obedecer ese mandamiento… y perdieron la bendición. Pero Nefi, al recibir el mandamiento, contestó con aquella hermosa declaración: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado” (1 Nefi 3:7), y así lo hizo. Recibió la codiciada recompensa producto de la obediencia.
Pensad en la decisión de un joven-cito de catorce años de edad que leyó que si alguien carecía de sabiduría debía pedirla a Dios, “que da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Tomo la decisión de poner a prueba la epístola de Santiago; y fue a la arboleda y oró. ¿Fue aquélla una pequeña decisión? No, fue una que afectó a toda la humanidad, particularmente a nosotros que somos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Durante el siglo XIII fue tomada otra decisión importante cuando las hordas salieron de Mongolia, barrieron la parte del mundo que hoy conocemos como Turquía e Irán y luego entraron a Europa. Estaban a las puertas de la ciudad de Viena, y parecía que la Europa occidental y sus civilizaciones estaban condenadas en momentos en que aquel caudillo mongol, Subedei, se acercó allí, listo para guiar su caballería en la aniquilación de la cultura occidental. Pero sucedió algo. Un mensajero llegado de Mongolia trajo noticias de que el Gran Khan, Ogedei, había muerto. Subedei se enfrentó a la encrucijada de seguir adelante y conquistar Europa o regresar a Mongolia; y nunca más amenazó a la Europa occidental. Una pequeña decisión, pero ¡qué consecuencias tuvo!
Al leer la historia de la Segunda Guerra Mundial pienso que posiblemente una de las decisiones más importantes tomada en ese período fue la del general Eisenhower y su estado mayor de invadir Francia por las playas de Normandía. El estado mayor enemigo había sido inducido a creer que la invasión se efectuaría en Calais, y en consecuencia había colocado el grueso de sus tropas en esa zona, listas para hacer retroceder a la fuerza invasora hacia el mar. Esta estrategia demostró ser errónea. La fuerza atacante desembarcó en las playas de Normandía, penetró más allá de las escasas defensas, y antes de que las tropas del enemigo pudieran ejercer su acción defensiva, se habían atrincherado firmemente más allá de la zona costera. La Segunda Guerra Mundial estaba en camino de llegar a su fin. Una decisión que determinó un destino.
Cada joven, de hecho todos, tienen la responsabilidad de tomar decisiones importantes y vitales. Nuestras decisiones tal vez no consistan en invadir la costa de Normandía y ciertamente no consistirán en cabalgar con las hordas de Mongolia hacia las puertas de Viena. No seremos llamados a tomar la misma decisión que tuvo que tomar la gente en tiempos de Noé. Pero hay ciertas decisiones que vosotros, los jóvenes, tenéis que tomar; todas ellas son importantes.
¿Cuáles son las tres decisiones más importantes? Primero: ¿Cuál será mi fe? Segundo: ¿Con quién me casaré? Tercero: ¿Cuál será el trabajo u ocupación de mi vida?
En cuanto a la primera de las decisiones, ¿Cuál será mi fe?, siento que deberíamos depositar nuestra confianza en nuestro Padre Celestial, que cada uno debería tener la responsabilidad de averiguar por sí mismo si este Evangelio de Jesucristo es verdadero o no. Al leer el Libro de Mormón y los otros libros canónicos, y al poner a prueba las enseñanzas, sabremos si la doctrina lo es, pues ésta es la promesa: Sabremos si es del hombre o si es de Dios (véase Juan 4:14). Nuestra búsqueda puede tener consecuencias de largo alcance o efecto.
Durante el período comprendido entre 1959 y 1962, tuve el privilegio de presidir la Misión Canadiense, con sede en Toronto. Allí mi esposa y yo tuvimos la oportunidad maravillosa de trabajar con 450 de los mejores jóvenes y señoritas de todo el mundo. De aquella experiencia particular me gustaría relatar una que mi esposa vivió y que tuvo significado perdurable. Cierto domingo ella era la única persona que estaba en la casa de la misión, la cual generalmente era habitada por gente sumamente ocupada. De pronto sonó el teléfono y la persona que estaba al otro lado de la línea habló con acento holandés y preguntó: “¿Es ahí la oficina de la Iglesia Mormona?” Mi esposa respondió que sí y luego preguntó: “¿Puedo servirle en algo?” La persona dijo: “Sí. Hemos recientemente llegado de nuestra tierra, Holanda, donde tuvimos la oportunidad de aprender algo respecto a los mormones. Nos gustaría saber más.” Mi esposa, como era una buena misionera, dijo: “Estoy segura que podemos ayudarles.” Luego la encantadora señora que había llamado dijo: “Nuestros hijos están atacados por varicela, de manera que si usted pudiera esperar hasta que mejoren, nos gustaría que los misioneros nos visitaran.” Mi esposa respondió que haría los arreglos necesarios, y así terminó la conversación.
Llena de entusiasmo dijo a dos de nuestros misioneros de la oficina: “Esta es una referencia de oro”, con lo cual los misioneros estuvieron de acuerdo. Entonces, tal como hacen algunos de ellos, demoraron la visita. Los días se tomaron en semanas y las semanas en meses. Mi esposa decía: “¿Van ustedes a visitar hoy a esa familia holandesa, élderes?” y ellos respondían: “Esta noche estamos demasiado ocupados, .pero lo haremos apenas podamos.” Después de algunos días mi esposa volvió a preguntar: “¿Qué dicen de mi familia holandesa? ¿La van a visitar esta noche?” Nuevamente la respuesta fue: “Estamos demasiado ocupados esta noche, pero vamos a incluirla en nuestro calendario de visitas.” Finalmente mi esposa dijo: “Si ustedes no pueden visitar a la familia holandesa esta noche, mi esposo y yo vamos a hacerlo”, y los élderes respondieron: “Bien, la incluiremos entre nuestras visitas de esta noche.”
Y así visitaron a una familia encantadora, a la cual le enseñaron el evangelio, y donde cada uno de sus miembros se convirtió a la Iglesia. La familia era la de Jacob de Jager. El hermano de Jager llegó a ser el presidente de un quorum de élderes. Su empleador, la gigantesca compañía Phillips, lo transfirió a México, donde sirvió con distinción a la Iglesia. Posteriormente llegó a ser consejero de varios presidentes de misión en Holanda; Representante Regional de los Doce; y finalmente llamado como miembro del Primer Quorum de los Setenta, sirviendo como Administrador Ejecutivo de la obra en el sudeste de Asia.
Pregunto: ¿Fue importante la decisión que los misioneros tomaron de visitar a la familia de Jager? ¿Fue una decisión importante la que tomó mi esposa al decir, “Si ustedes no pueden visitar a la familia holandesa esta noche, mi esposo y yo vamos a hacerlo”? ¿Fue una decisión importante la de la familia de Jager de telefonear a las oficinas de la Iglesia en Toronto y decir, “¿Podrían venir los misioneros a nuestra casa?” Doy testimonio de que estas decisiones tuvieron consecuencias eternas, no solamente para los de Jager sino para muchas personas más, pues gracias a tal decisión se convirtió a un hombre que puede enseñar el evangelio en inglés, en holandés, en alemán, en español y en indonesio y que ahora está aprendiendo a hacerlo en chino. Pregunto: ¿Cuál será nuestra fe?
Nuestra conversión tal vez no sea tan emocionante como lo fue la de los hermanos de Jager, pero para cada uno de nosotros será igualmente vital, perdurable y de alcance inimaginable. Aquello en lo que creemos es sumamente importante para nosotros, por lo tanto, consideremos cuidadosamente nuestra responsabilidad de buscar la verdad.
A vosotros se os presenta una segunda pregunta: “¿Con quién me casaré?” ¿Me permitís hacer una aplicación personal de ella? En un baile para la clase de primer año en la Universidad de Utah, yo estaba bailando con una joven cuando a nuestro lado pasó bailando otra señorita cuyo nombre era Frances Johnson, lo cual yo desconocía en ese momento. Con una sola mirada me bastó para saber que me gustaría ser presentado a ella. Pero ella se alejó bailando y no la vi sino hasta después de tres meses. Un día, mientras esperaba el ómnibus en una esquina de la ciudad, levanté la vista y no pude creer lo que veía. Allí estaba la joven que había visto bailando en el salón de la universidad, y estaba parada junto a otra joven y a un muchacho a quien reconocí como un antiguo compañero de escuela. Lamentablemente no podía acordarme de cómo se llamaba; pero tenía que tomar una decisión y pensé: “Esta decisión requiere valor. ¿Qué debo hacer?” En mi corazón reconocí el valor de aquella frase que dice: “Cuando llega el momento de la decisión, ya ha pasado el tiempo de la preparación”.
Me paré lo más derecho que pude, reuní mi valor y me dirigí hacia mi oportunidad. Me acerqué al muchacho y le dije: “¡Hola, mi viejo amigo de los años de escuela!” El me saludó diciendo: “No recuerdo tu nombre”. Se lo dije y él me dijo el suyo, y luego me presentó a la joven que más adelante llegaría a ser mi esposa. Aquel día hice una anotación en mi agenda para visitar a Frances Beverly Johnson y así lo hice; esa decisión fue una de las más importantes que he tomado en mi vida. Los jóvenes que están en ese tiempo particular de sus vidas tienen la responsabilidad de tomar decisiones semejantes. Tienen la responsabilidad enorme de elegir con quién casarse… no elegir solamente con quién salir a pasear.
El élder Bruce R. McConkie dijo: “No hay nada más importante que casarse con la persona indicada, en el momento apropiado y en el lugar en que se debe hacer mediante la autoridad competente.” Esperamos que vosotros evitéis los noviazgos demasiado breves. Es importante que cada uno de vosotros conozca bien a la persona corí la cual se piensa casar, que haya seguridad de que cada uno está buscando la misma senda teniendo los mismos objetivos presentes.
Volvamos a la tercera pregunta: “¿Cuál será el trabajo de ocupación de mi vida?” He aconsejado a muchos que han regresado del campo misional y han venido a mí con esta pregunta. Frecuentemente encontramos que los misioneros tienden a imitar a su presidente de misión. Si éste es un educador, gran número de misioneros querrá serlo; si es un hombre de negocios, muchos querrán estudiar administración de empresas; si es médico, muchos querrán dedicarse a la medicina, pues naturalmente desean imitar al hombre que respetan y admiran. Mi consejo a los misioneros que regresan de su campo misional, y a cada persona joven, es que estudien y se preparen para el trabajo de la vida en la actividad que les produzca mayor gozo, porque van a pasar gran parte de la vida en esa esfera. Creo que debe ser una actividad que ponga vuestro intelecto a prueba y que sirva para el uso máximo de vuestros talentos y capacidad; y finalmente, creo que debe ser un ámbito que os provea de suficiente remuneración como para cuidar adecuadamente de vuestra compañera e hijos. Muchos pueden decir que son demasiadas pretensiones, pero os testifico que este criterio es muy importante para la elección del trabajo de toda la vida. Cito un pasaje por el cual el presidente David O. McKay tenía predilección: “Tú eres quien debe decidir si lo tomas o lo dejas… si te esforzarás por la meta que aún está lejana o si te contentarás con quedarte donde estás.” (“It’s Up to You” en Design for Living, de Clinton T. Howell, New York: Grosset and Dunlap, 1970, pág. 30.)
La preparación adecuada realza la habilidad de pensar y decidir. Encontramos que hay mucha gente propensa a buscar excusas para sus fracasos. Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial uno de los grandes líderes de las fuerzas aliadas tomó una decisión sumamente importante. Se trata del vizconde Slim, de Gran Bretaña. Mucho después de terminada la guerra hizo esta declaración concerniente a una decisión tomada en la batalla de Khartoum en 1940: “Como muchos generales cuyos planes han fallado, yo podía encontrar suficiente cantidad de excusas pero solamente una razón: ¡Yo mismo! Al presentárseme dos cursos de acción, yo no había elegido el más osado, tal como debe hacer un buen comandante, sino que me había aconsejado en mis temores.”
Os insto a no tener temor. Espero que no digáis: “No soy lo suficientemente inteligente como para estudiar química; estudiaré algo menos difícil”. “No puedo ser lo suficientemente disciplinado como para estudiar este material tan difícil o como para estar en este campo tan amplio; por eso elegiré uno más fácil.” Os ruego que escojáis el camino arduo y que uséis vuestros talentos al máximo de vuestra capacidad, y nuestro Padre Celestial hará posible que logréis vuestra meta. Si se tropieza, o si se emprende un curso y no se alcanza la máxima calificación, no debe tornearse en elemento de desánimo, sino por lo contrario, uno debe levantarse y probar de nuevo.
Considerad la experiencia del almirante Chester W. Nimitz. Cuando se graduó como alférez le dieron su primer comando en un destructor decrépito. Se llamaba Decatur, y todo lo que pudo hacer fue prepararlo para navegar. En uno de sus primeros viajes lo hizo encallar, lo cual dio inicio a un tribunal militar inmediato. Si Chester Nimitz no hubiera sido la clase de hombre que era, aquella derrota habría destrozado su carrera. ¿Pero qué hizo? Dejó aquel fracaso a sus espaldas y siguió adelante hasta llegar a ser almirante de la flota más grande que se conoció en este mundo, la Flota del Pacífico de los Estados Unidos. Mostró a todos que una derrota no podía aplastar a un hombre bueno.
¿Cuál será mi fe? ¿Con quién me casaré? ¿Cuál será el trabajo de mi vida?
Estoy muy agradecido porque no tenemos que tomar decisiones sin ayuda celestial. Todos podemos tener la guía y dirección de nuestro Padre Celestial si nos esforzamos por tenerla. Os exhorto a que leáis y tratéis de entender la sección nueve de las Doctrinas y Convenios, Esta es una sección que frecuentemente no es tenida muy en cuenta pero que contiene una lección para todos nosotros. Al contemplar una decisión a tomar, sugiero que consultemos a nuestro Padre Celestial en cuanto a la forma en la que el profeta José Smith indicó que el Señor le consejo a él. El Señor dijo a Oliverio Cowdery, mediante el profeta José, en la sección nueve:
“He aquí, no has entendido: has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en preguntarme.
Pero, he aquí, te digo que tienes que estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, causaré que arda tu pecho dentro de ti; por lo tanto, sentirás que está bien.
Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que vendrá sobre ti un estupor de pensamiento que te hará olvidar la cosa errónea…” (D. y C. 9:7-9.)
Tal es la instrucción inspirada para nosotros en esta época.

























¿Donde encuentro el discurso original en Ingles?
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