Vuestro mejor amigo

Octubre de 1980
Vuestro mejor amigo
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballMis queridas jóvenes hermanas, nos sentimos sumamente orgullosos de vosotras y profundamente agradecidos al Señor por haber enviado a la Iglesia en estos tiempos tantos selectos jóvenes espíritus. Es evidente que Él ha mostrado gran confianza en vosotras al enviaros a la tierra en esta época en que la Iglesia tiene tantas cosas importantes para llevar a cabo, y en que los problemas que enfrentamos son tan grandes. Si tenéis momentos de sentiros desilusionadas o desanimadas, recordad que nuestro Padre en los cielos os tuvo la suficiente confianza como para colocaros en el mundo ahora, en días especiales de grandes acontecimientos y grandes oportunidades.

Deseamos deciros, al igual que les dijimos a las hermanas mayores de la Iglesia, que el Señor se regocija cuando tenemos en la Iglesia mujeres estudiosas de las Escrituras.

La participación en las muchas actividades de la Iglesia —programa de seminarios, programa de las Mujeres Jóvenes y, más importante aún, los consejos familiares— os dará la oportunidad de aumentar vuestro conocimiento de estos maravillosos registros de los tratos del Señor con su pueblo a través de las generaciones. Os pido que saquéis provecho también del nuevo programa integrado de reuniones dominicales, a fin de aumentar este conocimiento; en la misma forma, aprovechad este nuevo horario a fin de prestar más servicio cristiano en cumplimiento del segundo gran mandamiento (véase Mat. 22:37-40).

En aquellos momentos en que os sintáis desilusionadas de vuestros amigos mortales, recordad que el Salvador de la humanidad se ha proclamado nuestro amigo, ¡Él es vuestro mejor amigo!

La mejor manera de honrar a vuestros padres es honrar a nuestro Salvador, porque Él ha dicho que si lo amamos, guardaremos sus mandamientos (véase D. y C. 42:29; Juan 14:21). Si sois buenos miembros de vuestra familia ahora, seréis mejores esposas y madres más tarde.

Sois verdaderamente la “Juventud de la promesa» (Himnos de Sión, N° 60). Sed fieles a la confianza que nuestro Padre Celestial ha depositado en vosotras. Recordad que nada de lo que tengáis que rechazar en vuestra experiencia de la vida por ser miembros de la Iglesia puede ser virtuoso, de buena reputación o digno de alabanza; son las cosas artificiales, las cosas que dañan el cuerpo y el espíritu, las que todos nosotros debemos rechazar siempre y de las que debemos alejarnos. El ser miembros de la Iglesia multiplicará y mejorará todo lo bueno y digno de la vida, más allá de vuestros más caros sueños.

Recordad, mis queridas jóvenes hermanas, que no hay felicidad en el pecado. No os permitáis formar parte de las maldades del mundo; esto os dejaría con una sensación de vacío e infelicidad, mientras que el obedecer los mandamientos os dará fortaleza y paz interior, al mismo tiempo que la felicidad eterna y la belleza de cuerpo y espíritu. La rectitud lleva consigo una luz especial que brillará a vuestro alrededor si obedecéis los mandamientos del Señor. Al hacerlo, podéis tener fe en vuestro futuro porque vosotras mismas le daréis forma a fin de que os brinde felicidad y gozo, no sólo a vosotras, sino a todos aquellos que os conocen y aman.

Si estáis saliendo con jóvenes ―y aun las que todavía no lo estáis― cuando llegue el momento del noviazgo serio recordad que el noviazgo os indica lo que puede ser vuestro matrimonio y aseguraos de que esa relación refleje el modelo que deseáis en vuestra unión eterna.

Os queremos mucho, maravillosas hijas de Sión, y volvemos a deciros que el Señor ciertamente os ha bendecido al enviaros a la tierra en esta época. En medio de vuestra preocupación por el hoy no olvidéis vivir también para el mañana ―para la eternidad― y llegará el momento en que estaréis agradecidas al Señor por los problemas y dificultades que os ha dado para vencer.

Diariamente ruego por vosotras y os dejo mi bendición. Os testifico que Dios vive, que Él está al timón, que ésta es su Iglesia. Nosotros recibimos revelación. Lo sé por experiencia personal, y os dejo mi testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

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