El vínculo de la caridad
Barbara B. Smith
Presidenta de la Mesa General de la Sociedad de Socorro
El escuchar las palabras implorantes de este bello coro me hace recordar el significado de la caridad en las enseñanzas de nuestro Padre Celestial, quien ha dicho:
«Y sobre todo, vestíos con el vínculo de la caridad, como con un manto, que es el vínculo de la perfección y la paz.» (D. y C. 88:125.)
Veo un manto cuando muchas de vosotras os preocupáis unas por otras en actos de tierna compasión, siempre procurando el más alto, noble y fuerte amor ―el amor puro de Cristo.
La caridad o el amor puro de Cristo no es sinónimo de buenas obras o benevolencia. Pero los actos nobles, considerados y de amor son la forma en la que Jesús nos ha enseñado a expresar nuestro amor; tanto por El cómo por oíros. Él dice que si tenemos substancia, debemos compartirla con aquellos que no la tienen. Si somos considerados, cariñosos, y nos preocupamos por aquellos que están enfermos, aquellos que sufren, aquellos que son huérfanos, aquellos a quienes amamos y aun aquellos a quienes nos ultrajan, entonces tenemos caridad, porque estamos movidos a actuar con compasión.
En español la palabra caridad significa «el amor que nunca deja de ser». En Micronesia la palabra «amor» traducida es «el poder que cambia vidas». Estos tiernos matices nos dan un mejor entendimiento del amor puro de Cristo. Cuando servimos con el deseo único de nutrir lodo ser viviente, llegamos a comprender el significado de la caridad.
Esta parece ser una de las características de Rut quien expresó sus sentimientos por Noemí en el Antiguo Testamento. Rut tenía compasión aun cuando las circunstancias de su vida eran amargas. Experiencias amargas llegan a la vida de todas nosotras. Sin lo amargo no podemos conocer lo dulce. El profeta Lehi explicó:
«Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo… no se podría llevar a efecto la justicia m la iniquidad, m tampoco la santidad m la miseria, m el bien m el mal. De modo que todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto. . .» (2 Nefi 2:11.)
Rut sabía de este «solo conjunto». Ella era solamente una joven-cita cuando su esposo murió y la dejó sola sin ningún hijo. Fue una época difícil, y aún así, estaba la dulzura de su relación con su suegra y la fuerza de su fe en el Dios de Israel; ambas cosas habían llegado a su vida gracias a su matrimonio.
Rut recogió espigas del campo para sostenerse a sí misma y a Noemí. Pero además de las espigas que recogió de los campos, adquirió experiencias mientras desgranaba el trigo. Al final del día tenía grandes bendiciones debido a su esfuerzo. Este es el desafío que cada una enfrenta en su propia vida. Nosotras también debemos recoger de las circunstancias y experiencias de la vida aquello que nos dé fortaleza, fe y tranquilidad mental.
De ninguna manera podemos, ni debemos querer, escapar de los desafíos y dificultades de la mortalidad. Somos nosotras quienes tenemos que decidir la forma en que les haremos frente. El plan del evangelio nos da una perspectiva eterna que debe ayudarnos a tener valor cuando recogemos las espigas.
Cuando José Smith habló a las hermanas en las primeras reuniones de la Sociedad de Socorro en Nauvoo, les dijo:
«Después de estas instrucciones ustedes serán responsables de salvarse a sí mismas. Es un honor salvarse a sí mismo; todos son responsables de salvarse a sí mismos.»
Notaréis que él no dijo que el tener el conocimiento las salvaría. Él dijo que el tener el conocimiento les daría la responsabilidad de trabajar para salvarse a sí mismas.
La Sociedad de Socorro fue organizada por el Señor para ayudarnos a nosotras, sus hijas, mientras trabajamos paso a paso hacia la perfección. La Sociedad de Socorro puede ser una guía, una fuerza, una luz, una dirección. La Sociedad de Socorro nos enseña cómo desarrollar un amor que nunca deja de ser. Nos provee oportunidades para demostrar amor por medio de nuestras acciones. Además nos ayuda a discernir la verdad del error en nuestro mundo moderno al que Lehi llamó un conjunto de bien y mal.
Esta noche he seleccionado ocho directivas que creo que son cruciales si vamos a desarrollar el vínculo de la caridad.
Número 1: El tema de esta noche es «APRENDED PARA ENSEÑAR».
Recordad cuando Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos antes de su sufrimiento en el Getsemaní. Él les recordó que «el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve» (Lucas 22:26).
Se volvió a Simón, y dijo: «… Simón, Simón… he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos». (Lucas 22:31-32.)
La forma de proceder que el Señor le reveló a Simón Pedro es dada a todas nosotras. Debemos conocer los principios de verdad y entonces salir convertidas y enseñar esos principios a otros.
Os rogamos esta noche que salgáis de esta reunión con la determinación de enseñar y aprender en la Sociedad de Socorro por medio de las lecciones preparadas por inspiración, aprended arrodilladas en humilde oración, aprended por medio del estudio de las Escrituras, aprended al escuchar a los profetas modernos, aprended escuchando los susurros del Espíritu Santo.
Y cuando hayáis aprendido, enseñad y fortaleced a vuestras hermanas, fortaleced a vuestros hijos, a vuestros esposos y a vuestros asociados. Enseñadles por medio de cada oportunidad que se os presente; enseñadles por medio de la clase de vida que vivís.
Número 2: Sed activas en la Sociedad de Socorro.
Para ser activa en la Sociedad de Socorro una mujer necesita asistir a sus reuniones y aceptar asignaciones. No importa si sois de edad avanzada o joven, casada o soltera, debéis asistir a la Sociedad de Socorro y desarrollar un vínculo de hermandad con otras mujeres que compartan vuestros intereses y creencias. Estad allí. Participad en las discusiones de las lecciones.
Un día había estado conversando con el presidente Kimball, y cuando estaba lista para salir de su oficina, me di vuelta y le pregunté si había algo en que pudiera servirle. El respondió: «Sí, ayude a las mujeres a que asistan a la Sociedad de Socorro.»
El me pidió que hablara de este problema porque sabe que cuando asistimos, tenemos la oportunidad de fortalecernos espiritualmente, aumentamos nuestro entendimiento de las verdades eternas, y podemos hacer decisiones en nuestra vida que nos ayudarán a salvarnos a nosotras mismas. Si vuestro actual llamamiento es en la Primaria o en la organización de las Mujeres Jóvenes, buscad maneras de acercaros a vuestras hermanas de la Sociedad de Socorro. Leed las lecciones, hablad de ellas con vuestras maestras visitantes. Haced de la Sociedad de Socorro una parte de vuestra vida.
Número 3: Extended el mensaje del evangelio.
Cuando José Smith se dirigió a los santos por última vez en una polvorienta calle de Nauvoo, en camino a Carthage, les recordó que su trabajo era administrar vida y salvación a todo el mundo.
El presidente Kimball continúa recordándonos que nuestra gran responsabilidad es «alargar el paso» y enseñar el evangelio a todas las naciones.
Como mujeres de la Iglesia necesitamos estar preparadas para hacer la obra misional por medio del estudio, oración y servicio. Entonces estaremos más capacitadas para vivir los principios de verdad, y otros viendo nuestras «buenas obras» estarán más dispuestos a aceptar. La mayoría de los bautismos son de personas que conocen a Santos de los Últimos Días activos.
Así como miles de nuestros hijos e hijas salen cada año a enseñar al mundo el mensaje de salvación, nuestras unidades locales de la Sociedad de Socorro pueden encontrar maneras para que las mujeres cooperen con los misioneros regulares de la Iglesia a fin de llevar las nuevas de gran gozo a otros miles. El primer paso es dar regularmente a los misioneros nombres de personas que no son miembros.
Considerad la posibilidad de una misión para vosotras mismas ya sea como misioneras proselitistas o misioneras de servicios especiales. Una de las consejeras en la presidencia de la Sociedad de Socorro en nuestra estaca y su esposo han recibido recientemente su llamamiento misional a Nigeria. Ella dijo: «Mi vida probablemente sería más fácil si no fuera, pero quiero compartir el evangelio con otros para que ellos puedan recibir las bendiciones que ahora son mías.»
Estad genuinamente interesadas en conocer gente sirviendo a la comunidad, en vuestro vecindario, donde trabajáis, o dondequiera que os lleven vuestras actividades diarias. Sed honestas en vuestra amistad y sinceras al vivir lo que creéis y así aumentarán vuestras oportunidades de compartir el evangelio.
Número 4: Aprended y vivid los principios de trabajo de los Servicios de Bienestar.
Recordad que la esencia del plan del evangelio es cuidar a los pobres y necesitados, lograr una condición providente en el hogar, y contribuir al sistema de recursos de la Iglesia para que haya suficiente para abastecer a aquellos que lo necesiten.
A cada una de nosotras Dios ha dado el desafío de extender nuestro amor y compasión a aquellos con necesidades especiales y que sufren. No podemos desatender la obra del plan de bienestar de la Iglesia.
Número 5: Sed susceptibles a los cambios en vuestra vida, no solamente por vosotras sino por otros.
Constantemente nos estamos enterando de las realidades de la vida las cuales incluyen muchas etapas de cambios, aun desde la juventud hasta la madurez, desde la soltería hasta el matrimonio, desde una casa llena de niños a una casa vacía, desde la vida militar hasta la civil, desde el empleo a la jubilación, desde el matrimonio a la viudez o el divorcio, y así sucesivamente. Cada cambio trae consigo una combinación especial de sobrecargas y preocupaciones.
Cada una de nosotras necesita un oído que sepa escuchar, y aliento mientras tratamos de encontrar nuestro camino. Podemos ofrecer nuestra ayuda cuando estas dificultades se presenten si somos susceptibles a los cambios que llegan a la vida de los demás.
Número 6: Maestras visitantes haced un trabajo de calidad.
El programa de las maestras visitantes es una herramienta dada por el Señor. Si se hace debidamente es una gran fuente de inspiración, fuerza y consuelo.
A menudo escuchamos decir a las hermanas que sus oraciones fueron milagrosamente contestadas cuando las maestras visitantes tocaron a su puerta en el momento preciso de sus necesidades. En un mundo que en medio de la multitud a menudo está lleno de soledad, las maestras visitantes son indispensables.
Ellas son la manera en que el Señor nos ayuda a mantenernos en contacto las unas con las otras y pienso que son Su manera de reconocer la santidad de cada hogar.
Lo que el programa de las maestras visitantes necesita es más dedicación a aquellas a quienes somos llamadas a visitar.
Número 7: Sed un eslabón de conexión.
Durante este año histórico mírate a ti misma como un eslabón que conecta el pasado y el futuro. Muchas de vosotras quizás ya lo han hecho o pueden considerar archivar una caja de jubileo como la que cerraremos esta noche. Nuestras abuelas cerraron cajas de jubileo antes de nosotras. Lo que se pone en estas cajas debe representar el espíritu de nuestras hermanas y sus actividades actuales, para que en 50 años aquellos que las abran puedan saber de nuestro gran cometido y fe.
Individualmente sois un eslabón en la grande y creciente experiencia humana.
Pero también podéis moldear un entendimiento de nuestros tiempos por medio de los diarios que dejáis y las cosas de valor que escogéis para guardar. Sed una parte vital de enlace eterno con vuestros antepasados, con aquellos que ahora viven, y aquellos que todavía están por llegar.
Número 8: Valórate a ti misma.
Las Escrituras dan testimonio de que nuestro Padre Celestial valora a sus hijos más que a Cualquier otra de sus creaciones, porque en ellos se puede encontrar inmortalidad y vida eterna. Cada uno de nosotros tiene el potencial de llegar a ser como Él es.
Cada mujer en la Iglesia debe reconocer que ninguna de las bendiciones que el Señor tiene para sus hijas fieles serán negadas a aquellas que vivan dignamente. La Sociedad de Socorro está para ayudarnos a cada una de nosotras, casada o soltera, a prepararnos por medio de nuestra fidelidad para gobernar y reinar para siempre como una compañera eterna al lado del esposo, y no conformarnos con ser solamente un ángel ministrante.
Si todas nos unimos y llegamos a ser una hermandad en nuestras reuniones y actividades, juntas podemos llegar a ser instrumentos en las manos de Dios y por medio de El llevar a cabo su obra. Seremos motivadas a buenas obras por el noble y alentador amor de Cristo. Mis amadas hermanas:
«Y sobre todo, vestíos con el vínculo de la caridad, como con un manto, que es el vínculo de la perfección y la paz.» (D. y C. 88:125.)
Que el Señor nos permita «aprender para enseñar» con mentes receptivas y un propósito claro. Que seamos completamente unidas en el vínculo de caridad para que podamos recoger todas las bendiciones que el Señor ha preparado para nosotras desde la fundación del mundo, oro humildemente, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























