C. G. Octubre 1970
Con corazones agradecidos
Por el Presidente Joseph Fielding Smith
Mis queridos hermanos: Al concluir otra gran conferencia de la Iglesia, deseo dejar mis bendiciones sobre vosotros.
El sacerdocio es el poder para bendecir a la humanidad, y todos aquellos que lo poseen, deben usarlo dentro de la esfera de sus asignaciones para bendecir a sus semejantes. Cuando cualquiera de nosotros hace uso justo de esta autoridad, siguiendo la inspiración del Espíritu Santo, nuestros actos son sellados y serán reconocidos por el Señor temporal y eternamente.
De manera que siento el deseo de bendecir a los santos, a todos aquellos que aman al Señor y que muestran devoción a su causa guardando sus mandamientos. Deseo bendecirlos temporal y espiritualmente, y le ruego a Dios, nuestro Padre, que derrame sus bondades sobre ellos a fin de que prosperen en todos sus justos deseos.
Hablando por mí mismo y por todos vosotros, abro mi alma en agradecimiento al Señor por todo lo que tan generosamente nos ha dado.
Por el poder de nuestro Padre Eterno hemos sido establecidos como un pueblo libre; las bellezas y abundancias de la naturaleza son nuestras, y poseemos estas verdades, mediante la obediencia a las cuales podemos llevar una vida agradable ante su vista, que nos brindará paz y gozo en esta vida, y nos asegurará una vida eterna y abundante con El en su reino sempiterno.
Me siento inspirado a decir: Oh, nuestro Padre Eterno, derrama tu Espíritu más abundantemente sobre estos tus santos, sobre esta porción del Israel dispersado que se ha unido a tu evangelio en estos últimos días.
Tú sabes que como pueblo tenemos el deseo de servirte, de guardar tus mandamientos y de llevar tu mensaje de verdad y justicia a todos los pueblos; por esta razón enviamos a nuestros misioneros a todas partes del mundo. Por muchos años he tenido constantemente a mis hijos en el campo misional, uno de ellos se encuentra actualmente en una misión en un país extranjero, donde ha estado por varios años.
Te agradecemos, nuestro Padre, el gran derramamiento de verdad y luz que ha emanado de los labios de tus siervos durante esta conferencia, el cual ha sido depositado en el corazón de los hombres honrados del mundo, mediante el poder del Espíritu Santo.
Te agradecemos el haber podido participar del pan de la vida, haber sido fortalecidos espiritualmente y estar ahora renovados y listos para llevar a cabo tu mandato, desempeñando al máximo de nuestras habilidades aquellas cosas que nos has mandado hacer.
Nuestro Padre Celestial, estamos agradecidos por todo lo que nos has concedido; reconocemos tu mano en todas las cosas, y rogamos por el éxito y triunfo de tus propósitos en toda la tierra.
Sabemos que has hablado en esta época como lo hiciste en los días antiguos, y estamos complacidos por ser instrumentos en tus manos para llevar tu mensaje al mundo, y por permanecer como una luz al mundo, para que ellos, viendo nuestras buenas obras, puedan glorificarse.
Y a tu santo nombre le atribuimos el honor y la gloria en todas las cosas, ahora y para siempre.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
























