Conferencia General Abril 1973
Mirad a vuestros niños

por el élder Boyd K. Packer
Del Consejo de los Doce
¿Quién no se ha sentido emocionado con el canto de estos niños? Me viene a la memoria el relato en el capítulo 17 de 3 Nefi cuando el Señor mandó que le llevaran a los niños. Así lo hicieron y El mandó a la multitud que les hiciera lugar hasta que se hubiera reunido a todos los pequeños, y luego que se arrodillaran. El mismo se arrodilló entre ellos y oró. El registro relata lo siguiente.
“…Jamás el ojo ha visto o el oído escuchado hasta ahora cosa tan grandes y maravillosas como las que vimos y oímos que Jesús habló al Padre.
«Y no hay lengua que pueda hablar, ni hombre que pueda escribirlo, ni corazón de hombre que pueda concebir tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos que hablo Jesús. . .
Después de la oración, el registro nos dice que el Maestro lloró y «tomo a sus niños pequeños uno por uno y los bendijo, y rogó al Padre por ellos.
Y cuando hubo hecho esto, lloró de nuevo.
Y hablando a la multitud les dijo: Mirad a vuestros niños» (3 Nefi 17:21-23). No me siento avergonzado de confesar que los niños pequeños me llegan al corazón fácilmente. En nuestro hogar tenemos un pequeño que todavía no tiene cuatro años y todo lo que tiene que hacer para tenerme a su disposición es decir una palabra: «papá». Estoy en deuda con él por la ayuda que me dio en esta asignación que tengo hoy.
«. . . herencia de Jehová son los hijos» (Salmos 127:3), y hoy desearía hablarles a los niños. Tenemos muchos acá en este coro; otros, una gran cantidad estarán escuchando. Espero que a los mayores no les moleste si por esta vez no me dirijo a ellos.
Hay algo muy importante que deseo deciros, niños, algo que espero recordéis siempre; algo que debéis aprender mientras sois niños y os resulta fácil recordar las cosas.
¿Sabéis que antes de nacer en la tierra ya vivíais? Antes de que nacierais a vuestros padres, vivíais en el mundo espiritual.
Es muy importante que lo sepáis pues eso explica muchas cosas que de otra manera son muy difíciles de entender. Hay mucha gente en el mundo que no lo sabe, pero esa es la verdad.
No fuisteis creados cuando nacisteis a esta vida, sino que vinisteis de otro lado y sólo vuestro cuerpo físico fue creado. Vosotros salisteis de la presencia de nuestro Padre Celestial porque os había llegado el momento de vivir sobre la tierra.
Había dos razones por las cuales teníais que venir a este mundo. Primero, para recibir un cuerpo mortal, lo que es una gran bendición. Nuestro Padre Celestial preparó las cosas de manera que por medio de una expresión muy sagrada de amor entre vuestros padres, vuestro cuerpo, pudiera ser concebido y comenzara a crecer. Después, en un momento determinado que no conocemos, vuestro espíritu entró en vuestro cuerpo y os convertisteis en seres vivientes. Pero todo no empezó cuando vinisteis al mundo.
Vuestro cuerpo se convierte en un instrumento de la mente y en el fundamento de vuestro carácter. Mediante la vida con un cuerpo mortal, podéis aprender a controlar la materia y esto será muy importante para vosotros a través de toda la eternidad.
Imaginaos que mi mano representa vuestro espíritu. Es algo vivo, con movimiento propio. Un guante representa vuestro cuerpo; no tiene movimiento. Pero cuando vuestro espíritu entró en vuestro cuerpo, pudisteis moverlo, actuar, vivir. Y fuisteis personas espíritus con cuerpos viviendo en la tierra.
Pero no existe el propósito de que nos quedemos en la tierra para siempre, sino solamente por lo que dura la vida. Pequeños, vuestra vida recién ha empezado. Vuestros abuelos y bisabuelos están acercándose al final de la suya, pero no hace mucho tiempo, eran niños como vosotros. Algún día dejarán esta existencia mortal, y también vosotros lo haréis.
Algún día, quizás por la vejez, u por una enfermedad o un accidente, el espíritu y el cuerpo se separarán. Cuando esto sucede, decimos que la persona muere. La muerte es una separación del cuerpo y del espíritu. Todo esto sucede de acuerdo con un plan.
Recordad que mi mano representa vuestro espíritu y el guante representa vuestro cuerpo. Mientras estáis vivos, el espíritu que está dentro del cuerpo lo hace trabajar y actuar y vivir.
Cuando el guante, que representa vuestro cuerpo, es quitado de la mano que representa vuestro espíritu ya no puede moverse más; está muerto. Pero vuestro espíritu sigue viviendo.
El espíritu, nacido de Dios, es inmortal. Cuando el cuerpo muere, el espíritu permanece vivo» (Primera Presidencia Improvement Era, marzo de 1912 pág. 463).
Es importante que comprendáis lo que es la muerte. La muerte es una separación.
Lo que hay en vosotros que ve con vuestros ojos, que os permite pensar y sonreír, actuar, y saber, y ser, es vuestro espíritu, y es eterno. No puede morir.
¿Recordáis la muerte de alguien de vuestra familia? Acordaos de que vuestros padres os explicaron que sólo el cuerpo se encontraba en el ataúd, que la persona había ido a vivir con el Padre Celestial, y que allí esperaría. Recordáis que os dijeron algo así, ¿verdad?
La muerte es una separación y está de acuerdo a un plan. Si ese plan finalizara ahí no serviría de nada pues habríamos venido a obtener un cuerpo sólo para perderlo.
Cuando nuestro Padre Celestial hizo que fuera posible para nosotros venir a este mundo, también nos hizo posible regresar a El, porque es nuestro Padre, y nos ama. No penséis que porque vivimos en la tierra lejos de donde el está y porque no podemos verlo. El puede habernos olvidado.
Al salir un hijo a la misión o al casarse una hija, ¿no habéis notado que los padres nunca dejan de quererlo? Tal vez a veces os haya parecido incluso que querían más al que estaba ausente, porque hablaban de él o se preocupaban, y les enviaban mensajes de aliento. La distancia puede hacer que el amor aumente.
Nuestro, Padre sabía que necesitaríamos ayuda así es que en su plan proveyó una persona que viniera a este mundo y nos ayudara a prepararnos para volver a su presencia.
Esta persona: es; Jesucristo el Hijo de Dios. El es un hijo espiritual como todos nosotros, pero también es el Unigénito del Padre de la tierra. Siento una gran reverencia por El. Y por El, mis pequeños amigos, nos es posible vencer a la muerte y hacer que las cosas se cumplan de acuerdo al Plan.
Vosotros estáis aprendiendo a conocerlo en la Escuela Dominical, la Primaria y las noches de hogar y es muy importante que lo recordéis y aprendáis todo lo posible sobre su vida.
El venció a la muerte para que nosotros podamos vencerla, y por medio de su Expiación, hizo posible que nuestro cuerpo y nuestro espíritu vuelvan a juntarse. Por El seremos resucitados, o sea, nuestro cuerpo y nuestro espíritu volverán a reunirse; eso es resucitar. Es un don que recibimos de El y todos los hombres lo recibirán; por eso lo llamamos nuestro Salvador, nuestro Redentor.
El segundo motivo por el cual venimos a este mundo es para ser probados; algo así como si fuéramos a la escuela para aprender a distinguir el bien y el mal. Y es muy importante que logremos aprenderlo.
Es importante también que sepáis que hay un ser malvado que os tentará a hacer lo malo. Por eso, es necesario que sepáis que existe otro tipo de separación; aún siendo tan pequeños, debéis saberlo. Es la separación de nuestro Padre Celestial.
Si permanecemos separados de El sin poder volver a su presencia entonces es como si estuviéramos espiritualmente muertos. Y esto no sería bueno; sería una segunda muerte, la muerte espiritual.
Estáis aprendiendo a leer, y podéis. comenzar a leer las Escrituras: la Biblia, especialmente el Libro de Mormón, Doctrinas y Convenios y la Perla de Gran precio. Por estas obras sabemos que los niños pueden aprender las verdades espirituales. Porque el Profeta dijo:
“. . .comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no sólo a los hombres, sino a las mujeres también. Y esto no es todo; muchas veces les son dadas palabras a los niños que confunden al sabio y al instruido.» (Alma 32:231.
Aprendemos en las Escrituras que nuestros espíritus deben ser puros a fin dé que podamos volver a la presencia de nuestro Padre Celestial:
“. . . que el reino de Dios no es inmundo, y que ninguna cosa impura puede entrar en él. . .» (1 Nefi 15:34).
Vemos entonces que hay dos cosas que son fundamentales: debemos, en alguna forma, recobrar nuestro cuerpo después de morir; o sea queremos ser resucitados. Y debemos encontrar la manera de mantenernos espiritualmente limpios para no vernos separados de nuestro Padre Celestial y poder volver a El cuando dejemos esta vida terrenal.
Sabemos que podéis vencer a la muerte y ser resucitados por lo que Cristo hizo por nosotros. Pero el hecho de vencer a la muerte espiritual —la separación de la presencia de nuestro Padre Celestial— dependerá en gran parte de vosotros.
Cuando Jesús estuvo en la tierra, enseñó su evangelio y estableció su Iglesia. Si vivimos el evangelio nos mantendremos espiritualmente limpios. Aun cuando cometemos errores, podemos volver a purificarnos. Esto se llama arrepentimiento.
Para ser miembros de su Iglesia, tenemos que tener fe en el Señor Jesucristo, tenemos que arrepentirnos y bautizarnos.
El Bautismo representa un entierro en el agua cuando emergemos de ella es como si naciéramos de nuevo, y estamos limpios. Por ese medio recibimos remisión de nuestros pecados, o sea que la carga de éstos nos es quitada. Podemos retener esta condición, sí así lo deseamos.
Después del bautismo, somos confirmados miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, y recibimos el don del Espíritu Santo para guiarnos. Esto es como si recibiéramos mensajes desde nuestro hogar celestial que nos indicaran el camino a seguir.
El Señor llamó profetas y apóstoles para que dirigieran su Iglesia, y por medio de los profetas ha revelado siempre su voluntad.
Permitidme deciros algo que aprendí siendo muy niño. Creo que cuando tenía seis años. Mi hermano y yo, que éramos casi de la misma edad, nos dirigimos a la conferencia de estaca juntos. Todavía puedo recordar el lugar exacto donde me hallaba sentado cuando aquello sucedió.
Os preguntaréis a qué me refiero. Había un hombre hablando desde el púlpito era George Albert Smith, que en aquella época era miembro del Consejo de los Doce. No recuerdo de qué hablaba; podía ser de la Palabra de Sabiduría, del arrepentimiento o del bautismo. Lo que recuerdo es que mientras él hablaba, la idea de que se trataba de un siervo del Señor penetró mi mente infantil; y jamás he perdido aquel testimonio y aquel sentimiento de que sabía que era un Apóstol del Señor Jesucristo.
Mis pequeños amigos, aunque ahora yo mismo formo parte del Consejo de los Doce, nunca he perdido el sentimiento que me inspiraban estos hombres. Y muchas veces, cuando estamos en sesión del Consejo los observo y siento que sé que son los Apóstoles del Señor en la tierra, sus testigos especiales.
Pequeños, seréis probados tal vez como no lo ha sido ninguna generación hasta el presente, encontraréis mucha gente que no cree en Cristo. Algunos serán agentes del adversario y tratarán de enseñar el mal. Habrá veces en que os parezca muy tentador. Habrá veces en que cometáis errores, todos los cometemos. Habrá veces en que os preguntaréis si podéis realmente vivir en la forma que Jesús enseñó. Cuando seáis puestos a prueba cuando estéis desilusionados, avergonzados o tristes, recordadlo a El y orad al Padre Celestial en su nombre.
Habrá quienes digan que El nunca estuvo en la tierra. Pero estuvo. Habrá quienes digan que El no es el Hijo de Dios. Pero es. Habrá quienes digan que El no tiene siervos sobre la tierra. Pero los tiene. Porque El vive. Yo sé que El vive. En su Iglesia hay muchos miles de personas que pueden dar testimonio de El, y yo os doy testimonio de El, y os repetiré las cosas que debéis recordar, cosas que tenéis que aprender mientras todavía sois pequeños.
Recordad que cada uno de vosotros es un hijo de nuestro Padre Celestial por eso lo llamamos Padre.
Vivisteis con El antes de venir a la tierra. Vinisteis a recibir un cuerpo mortal y a ser probados. Cuando se termine vuestra vida, vuestro cuerpo y vuestro espíritu se verán separados; eso es la muerte.
Nuestro Padre Celestial envió a su Hijo Jesucristo para redimirnos y por lo que El hizo seremos resucitados.
Recordad que existe otro tipo de muerte en la que debéis pensar; la separación de la presencia de nuestro Padre Celestial. Si somos bautizados y vivimos su evangelio, podemos ser redimidos de esta muerte también.
Nuestro Padre Celestial nos ama y tenemos un Señor y Salvador.
Agradezco a Dios por esta Iglesia, donde vosotros, nuestros niños, sois preciosos y estáis por sobre todas las demás cosas. Agradezco a Dios, por nuestro Salvador, que invitaba a los niños a acercarse a El.
Hace apenas unos minutos, cantasteis estas palabras:
«Me gusta pensar al leer que Jesús.
Cumpliendo su grande misión,
llamaba a todos los niños a él,
para darles su gran bendición.
Quisiera haberlo oído también,
sus manos sentir sobre mí,
oyendo sus tiernas palabras decir:
A los niños traed hacia mí.»
—Los niños cantan, pág. 23
Mis queridos hermanitos, mis queridos niños, yo sé que Dios vive. Sé qué se siente cuando El pone su mano sobre uno y lo llama a su servicio. Os doy mi testimonio y comparto con vosotros ese testimonio especial. El es el Cristo y os ama. Oro por vosotros nuestros pequeños y le ruego que mire a nuestros niños y los bendiga, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























