Conferencia General Octubre 1978
El evangelio nos hace más felices
Elder Teddy E. Brewerton
Del Primer Quórum de los Setenta
«Debido a que el Evangelio de Jesucristo nos hace más felices, sentimos el deseo de compartir este mensaje con todos los pueblos.»
Hace algún tiempo, hablando con un conocido abogado de Nueva York le dije que el Evangelio de Jesucristo, tal como lo conocemos y como ha sido restaurado a la tierra, nos trae felicidad. El me miró y me dijo: «¿Que más puedes pedir de la vida?» Al analizarlo me proyecte hacia el pasado de mi vida y medite acerca del presente, y una vez más comprendí las grandes bendiciones de que disfrutamos en nuestra unidad familiar. Amo a mi esposa y sé que el Señor me la ha dado; amo el evangelio y sé que es verdadero.
Hace dos días le dije al presidente Kimball que desde hace algunos años, cada vez que miro su fotografía, cada vez que lo veo a la distancia, cada vez que lo saludo y le doy la mano, sé perfectamente quien es él: es el representante del Señor sobre esta tierra. Sé que esto es así.
Debido a que el Evangelio de Jesucristo nos hace más felices, sentimos el deseo de compartir este mensaje con todos los pueblos. Dedico mi vida y todo lo que poseo, al igual que mis servicios, al Señor, a la Presidencia de la Iglesia y a cualquier persona que presida sobre mí. Deseo servir, y en muchas ocasiones recientes he expresado la preocupación de que una de las cosas que más me afectarían sería la de no participar en el trabajo del Señor. No me importa lo que haga, siempre que sea dentro de la Iglesia.
El ejemplo de servicio del Salvador es el más grande e importante de que podamos disponer. Debemos seguir y emular ese ejemplo.
Ruego que seamos bendecidos con bendiciones especiales, que podamos comprender la visión que posee el presidente Kimball con respecto a la gran necesidad y urgencia que existe en el mundo de apresurar la obra del Señor. Ruego que podamos hacerlo así, teniendo presente el hecho de que debemos llevarla adelante y fortalecerla.
En las últimas dos semanas mi esposa y yo nos vimos sometidos a una experiencia muy especial. Algo que habíamos planeado llevar a cabo durante casi veinte años, estaba a punto de hacerse realidad a fines de este año. Sin habernos consultado un día nos miramos y nos dijimos mutuamente: »No sé porque, pero creo que no deberíamos hacerlo.» Y claro está, ahora sabemos porque.
Estoy agradecido por la intervención del Señor en mi vida y ruego poder ser digno de las muchas bendiciones que me da y ser un siervo fiel en el desarrollo de Su reino. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























